LA
última encuesta del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat
catalana confirma un dato anticipado por otros sondeos: Cataluña se está
cansando del separatismo.
A
la pregunta directa de si apoyan la independencia, el 48 por ciento de los
encuestados contestan negativamente, frente al 44 por ciento que se muestran a
favor, con cerca de un 8 por ciento de ciudadanos que no contestan.
Para
cualquier independentista, este resultado es desolador, porque se produce
después de años de tensión separatista contra el Estado, en los que se ha
pretendido romper el orden constitucional y se ha sembrado la crispación entre
catalanes.
La
expectativa de unas elecciones anticipadas para el mes de septiembre, que se
han presentado como plebiscitarias o constituyentes, se torna sombría para los
nacionalistas, especialmente para CiU, que podría arrepentirse de haber
aceptado el acuerdo con ERC para dar por finiquitada la legislatura
anticipadamente.
La
continuidad del poder está en peligro y esto es insufrible para CiU.
La
estimación de voto para las fuerzas políticas refleja ese descenso de la
tensión nacionalista.
CiU
se queda en el 19,5 por ciento de los votos, con 31 o 32 escaños, y los
republicanos de Esquerra en el 18,5 por ciento, con 30 o 31 escaños.
Ciudadanos,
como tercera fuerza, y Podemos, cuarta, obtienen un porcentaje de voto similar
y la misma previsión de escaños, entre 16 y 17 para cada una de estas
formaciones.
Los
dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, descienden al quinto y sexto puesto
respectivamente, sufriendo una pérdida de apoyo que obliga a ambos partidos a
preguntarse cómo es posible que no se beneficien política y socialmente del
fracaso nacionalista.
La
revisión de su acción en Cataluña es una tarea urgente, porque la reducción del
constitucionalismo nacional a menos del 20 por ciento es una expectativa muy
negativa para futuras confrontaciones con el nacionalismo.
Este
estudio del CEO demuestra que los nacionalistas no han superado el examen de la
crisis que ellos mismos han provocado.
CiU,
con Artur Mas al frente, vivía mejor cuando estaba instalado en la ambigüedad
para gestionar sus relaciones con el Gobierno.
Forzaron
la discordia con el resto de España y se la han encontrado en su seno.
Quisieron
convertir la anormalidad y la ilegalidad en el clima natural de Cataluña y
Cataluña se está hartando.
Pero
no bastará con que fracase políticamente el nacionalismo para que este proceso
de ruptura quede definitivamente zanjado.
El PP y el PSOE deben
preparar el día siguiente a la decisión del nacionalismo gobernante de volver a
disfrazarse de moderación e invitar al diálogo, y diseñar la respuesta política
que debe recibir el nacionalismo cuando llegue ese momento: nada sin lealtad
definitiva a la Constitución y a España
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