El
cofundador de la formación dimitió de sus cargos tras meses de distanciamiento
FRANCESCO
MANETTO Madrid 1 MAY 2015 - 21:23 CEST
La
salida de Juan Carlos Monedero de la dirección de Podemos se formalizó el
pasado jueves aunque lleva meses gestándose dentro de la organización.
Nadie
expulsó abiertamente al politólogo, que ya había abierto una reflexión personal
sobre su futuro y, según su versión, se sentía incómodo en la primera línea de
la actividad política. No obstante, hay que leer su dimisión en un contexto de
pulso, a veces soterrado, a veces sin disimulo, con miembros de la Ejecutiva y
el Consejo Ciudadano, en la que los dirigentes más determinantes para la
estrategia del partido son Íñigo Errejón y Carolina Bescansa.
El
número dos de Podemos, Errejón, es secretario de Política y, después de Pablo
Iglesias, el máximo responsable del proyecto. Coordina la campaña electoral de
las elecciones autonómicas del 24 de mayo, una cita decisiva para el futuro de
la formación, y supervisa todos los mensajes clave, impulsando un giro hacia la
centralidad y el tacticismo.
El
redactor del programa marco de esos comicios, que se presentará el martes, ha
sido, en cambio, Monedero.
Aunque
este dirigente redujo su presencia pública en los últimos meses, tras el
enfrentamiento con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, su figura sigue
teniendo una dimensión simbólica importante para entender el partido. Y sus
críticas a la estrategia, formuladas horas antes de presentar a Iglesias su
renuncia, representan un golpe al proyecto actual de Podemos.
Pero
en este proceso hay más elementos, y en él pesan los equilibrios y las
relaciones internas. Si Monedero estaba decepcionado con los argumentarios, el
torbellino de la política activa y lo que llamó “vorágine del aparato” o
“partitocracia”, también en la organización se respiraba incomodidad con
algunas de sus actitudes. .
Tras
conocerse, en enero, los cobros de más de 400.000 euros por trabajos de
asesoría para los Gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, el
secretario de Proceso Constituyente pasó a un segundo plano. Pero en la gestión
de esa crisis, que culminó con una rueda de prensa, se cometieron varios
errores, según reconocen fuentes del partido. Ya en aquel momento estuvo sobre
la mesa y en las conversaciones el papel que debía desempeñar Monedero.
Finalmente, prevaleció la estrategia de la resistencia. Es decir, ante lo que
los dirigentes de Podemos califican de “cacería”, en referencia a los “ataques”
de los medios y de los otros partidos al profesor de Políticas, optaron por
cerrar filas con él. Si esos golpes tenían exclusivamente un blanco, según este
relato, el sacrificio de Monedero hubiera alentado nuevos ataques a otros
cargos y portavoces del partido. Además, esa decisión hubiera podido trasladar
también una imagen de debilidad.
El
pasado jueves, después de lanzar sus críticas, había dirigentes de Podemos que
todavía circunscribían las afirmaciones de Monedero a una reflexión personal.
El profesor de Políticas, que a menudo actuaba al margen de la organización,
tenía que consultar su decisión con su círculo de confianza. Lo hizo con el
propio Pablo Iglesias, quien aceptó su dimisión. A pesar de estos mimbres, y de
la amistad que ambos aseguran compartir, también queda en el partido la
interpretación de que la dirección de Podemos ha dejado caer a Monedero. Y que
ahora, con él en un segundo plano, comienza una nueva etapa en la que resulta
esencial el control de daños.
En
menos de una semana comienza la campaña electoral, y ayer Iglesias confió en
que la dimisión de Monedero no afectará al resultado de la formación en las
próximas elecciones autonómicas y municipales. “Creo que no”, afirmó ayer en
una concentración de apoyo a los técnicos de subcontratas de Telefónica en
huelga. “Nosotros vamos a seguir trabajando para ganar”, mantuvo el líder de la
formación, quien además aseguró que se emocionó al leer la carta, llena de
elogios, que escribió el responsable del programa en su blog. El secretario
general envió otra carta a los simpatizantes de Podemos explicando algunas de
las circunstancias de la dimisión. “Desde hace meses venía hablando con él de
las dificultades que estaba viviendo a raíz de pertenecer a la dirección de
Podemos... Juan Carlos y yo pensamos hace tiempo que él no es un hombre de
partido”.
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