EL secretario general
de Podemos dirige ya sin pudor toda la política de alianzas de las diversas
listas tras las que se escondió su partido para acudir a las elecciones
municipales.
LA CHACHA DE LENIN
HERMANN TERTSCH
EL secretario general
de Podemos dirige ya sin pudor toda la política de alianzas de las diversas
listas tras las que se escondió su partido para acudir a las elecciones
municipales.
Ya no es necesario
andar por ahí diciendo tonterías de que AhoraMadrid no es Podemos o Manuela
Carmena no es de Podemos.
Son Podemos con
muchos tontos útiles y unos cuantos listos útiles como Carmena.
Y por eso es su jefe,
Pablo Iglesias, quien decide qué van a hacer en cada momento.
Con quién se van a
aliar y con quién no.
Como ahora ya van las
cosas en serio y deprisa y de cara a las generales hay que ir a lo que importa
que es coger parcelas de poder, control de instituciones y recursos, ya se han
dejado todos de tonterías de simular escrúpulos con la corrupción de los socios
necesarios.
De ahí que poco
importe el dictamen de la Intervención del Estado que desmonta las argucias de
los expresidentes socialistas y establece que fue el PSOE quien hizo y deshizo
en la financiación paralela.
El PSOE es
responsable, presunto aún, de la mayor malversación continuada de la historia
de España. Culpable, presunto aún, de la creación de estructuras, desde el
centro de gobierno, para robar de forma sistemática, presuntamente aún, miles
de millones de dinero de los españoles
Pero a Pablo Iglesias ahora ya no le importa
nada la masiva corrupción institucional y orgánica del PSOE, sin parangón por
muy detestable, inmensa, obscena, profunda y extendida que haya sido la
corrupción de esa legión de mediocres codiciosos ladrones que se instalaron en
el PP.
La corrupción del
PSOE le preocupa lo mismo que la de sus antiguos protectores caraqueños.
El caudillo de
Podemos ya no anda con tonterías pretendiendo moralizar a los socialistas. Los
necesita para sus fines y es feliz de ver lo postrados que están las huestes de
la medianía de Pedro Sánchez, lo interiorizado que tienen el discurso radical
que les ha hecho descartar desde el primer momento otra opción que no sea el
Frente Popular en su política de alianzas.
Todos han visto que
el PSOE pierde literalmente el culo por hacer un Frente con Podemos, aunque eso
los convierta en la sirvienta en estas alianzas, aunque sean mayoritarios.
Demasiado han
cultivado los socialistas la retórica del odio a la derecha y de la revancha
histórica que ha hecho germinar la planta totalitaria en toda España, la del
populismo plebeyo como la define ya su propio líder.
Que no teme la
proximidad conceptual al fascismo en que se sitúa porque llega cargado con esa
siniestra legitimidad que Zapatero transfirió desde la Constitución, la
transición y la reconciliación nacional a la Guerra Civil.
La que ha hecho
posible que las principales referencias de un movimiento de protesta contra
desmanes e inepcias de los partidos tradicionales se encuentren, avanzado el
siglo XXI, en la camiseta republicana que se ponía para jugar al fútbol en la
jornada de reflexión el caudillo del cotarro extremista.
Preso el PSOE, no
quedan socialistas con lucidez y coraje para levantar la voz contra este
entreguismo ante el discurso de las fuerzas radicales que lo convierten en la
chacha del cursi y pretencioso, pero muy peligroso émulo de Lenin.
Sus errores se los
intentarán hacer perdonar con su radicalidad en combatir a la España derechista
a la que quieren culpar de todos los latrocinios que tan intensamente han
compartido, ideado, orquestado y disfrutado.
E Iglesias se los
hará pagar convirtiendo al PSOE en eficaz punta de lanza y al tiempo hoja de
parra para el desmantelamiento de lo que queda de seguridad jurídica, de la
división de poderes, del Estado de Derecho.
Que ya está en
marcha.
Ya no es necesario
andar por ahí diciendo tonterías de que AhoraMadrid no es Podemos o Manuela
Carmena no es de Podemos.
Son Podemos con
muchos tontos útiles y unos cuantos listos útiles como Carmena. Y por eso es su
jefe, Pablo Iglesias, quien decide qué van a hacer en cada momento. Con quién
se van a aliar y con quién no.
Como ahora ya van las
cosas en serio y deprisa y de cara a las generales hay que ir a lo que importa
que es coger parcelas de poder, control de instituciones y recursos, ya se han
dejado todos de tonterías de simular escrúpulos con la corrupción de los socios
necesarios.
De ahí que poco
importe el dictamen de la Intervención del Estado que desmonta las argucias de
los expresidentes socialistas y establece que fue el PSOE quien hizo y deshizo
en la financiación paralela.
El PSOE es
responsable, presunto aún, de la mayor malversación continuada de la historia
de España.
Culpable, presunto
aún, de la creación de estructuras, desde el centro de gobierno, para robar de
forma sistemática, presuntamente aún, miles de millones de dinero de los
españoles.
Pero a Pablo Iglesias
ahora ya no le importa nada la masiva corrupción institucional y orgánica del
PSOE, sin parangón por muy detestable, inmensa, obscena, profunda y extendida
que haya sido la corrupción de esa legión de mediocres codiciosos ladrones que
se instalaron en el PP.
La corrupción del
PSOE le preocupa lo mismo que la de sus antiguos protectores caraqueños.
El caudillo de
Podemos ya no anda con tonterías pretendiendo moralizar a los socialistas.
Los necesita para sus
fines y es feliz de ver lo postrados que están las huestes de la medianía de
Pedro Sánchez, lo interiorizado que tienen el discurso radical que les ha hecho
descartar desde el primer momento otra opción que no sea el Frente Popular en
su política de alianzas.
Todos han visto que
el PSOE pierde literalmente el culo por hacer un Frente con Podemos, aunque eso
los convierta en la sirvienta en estas alianzas, aunque sean mayoritarios.
Demasiado han
cultivado los socialistas la retórica del odio a la derecha y de la revancha
histórica que ha hecho germinar la planta totalitaria en toda España, la del
populismo plebeyo como la define ya su propio líder.
Que no teme la
proximidad conceptual al fascismo en que se sitúa porque llega cargado con esa
siniestra legitimidad que Zapatero transfirió desde la Constitución, la
transición y la reconciliación nacional a la Guerra Civil.
La que ha hecho
posible que las principales referencias de un movimiento de protesta contra
desmanes e inepcias de los partidos tradicionales se encuentren, avanzado el
siglo XXI, en la camiseta republicana que se ponía para jugar al fútbol en la
jornada de reflexión el caudillo del cotarro extremista.
Preso el PSOE, no
quedan socialistas con lucidez y coraje para levantar la voz contra este
entreguismo ante el discurso de las fuerzas radicales que lo convierten en la
chacha del cursi y pretencioso, pero muy peligroso émulo de Lenin. Sus errores
se los intentarán hacer perdonar con su radicalidad en combatir a la España
derechista a la que quieren culpar de todos los latrocinios que tan
intensamente han compartido, ideado, orquestado y disfrutado.
E Iglesias se los
hará pagar convirtiendo al PSOE en eficaz punta de lanza y al tiempo hoja de
parra para el desmantelamiento de lo que queda de seguridad jurídica, de la
división de poderes, del Estado de Derecho. Que ya está en marcha.
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