domingo, 28 de febrero de 2016

En Génova 13 no descartan a otro candidato si hay que volver a las urnas el 26 de junio de 2016

El PP se prepara para la sucesión de Rajoy cuando él lo decida
Surge con fuerza nuevamente el nombre de Núñez-Feijóo
Redacción, 28 de febrero de 2016 a las 10:31
Lo cuenta Mayte Alcaraz este 28 de febrero en ABC. Asegura que todo está preparado en el PP para la sucesión de Mariano Rajoy desde el mismo momento en que decida dar un paso al costado.
Ni una sola voz autorizada en el PP va a poner en entredicho la permanencia de Mariano Rajoy. Sin embargo, tampoco a nadie le sorprendería que, a lo largo del proceso que se inicia el próximo martes con el intento de investidura de Pedro Sánchez, el presidente en funciones tome alguna decisión personal que nadie conoce, pero que muchos atisban como un desesperado intento por explicar la parálisis interna que vive el partido (emponzoñado además con los casos de corrupción, muchos aflorados masivamente en los últimos días).
Del 1 de marzo al 26 de junio de 2016 [fecha de las hipotéticas nuevas elecciones] el presidente tomará alguna determinación importante», apunta un alto dirigente popular. Este convencimiento, sobre el que Rajoy no ha dado ninguna señal, se extiende entre los responsables populares, sabedores de que es tiempo de cambios, aunque solo se producirán cuando lo decida el presidente, porque su autoridad moral y el reconocimiento del partido a su persona son absolutos, advierten.
Las especulaciones sobre lo que pueda pasar son muchas y variadas: que Rajoy culmine su promesa -hipotecada a unos apoyos parlamentarios que parecen imposibles- de intentar ser investido tras una tercera ronda del Rey con los líderes políticos; un paso al lado para que La Zarzuela proponga el nombre de otro alto dirigente de su partido con más posibilidades de conseguir una gran coalición con el PSOE y Ciudadanos; o su renuncia a ser candidato a la Presidencia si toca ir a votar en junio.
Rajoy solo admite la primera, que basa en su confianza de que la frustración que generará en los socialistas el intento de esta semana facilite un ulterior respaldo a un Gobierno presidido por él, con 123 diputados, al que podrían incorporarse en calidad de vicepresidentes Pedro Sánchez (PSOE, 90 escaños) y Albert Rivera (Ciudadanos, 40 actas), lo que dotaría de una amplísima base social al acuerdo.

LA IZQUIERDA, COMO LOCA POR ECHAR AL PP
Sin embargo, y a pesar de sus declaraciones públicas, pocos cargos del PP secundan esa tesis, neutralizada por la ambición de toda la izquierda parlamentaria «de echar al PP del poder», como se han ocupado de manifestar desde Pablo Iglesias a sus socios de las confluencias, además de los grupos separatistas de la Cámara. También juega en contra del PP la resolución del Comité Federal socialista de rechazar esa gran alianza al estilo alemán.
La semana que comienza el 29 de febrero de 2016 es, pues, crucial. En La Moncloa preparan ya la intervención del presidente el 2 de marzo de 2016, en la que tenderá, por enésima vez, la mano a la suma de los partidos constitucionalistas. A partir de ahí, todo es imprevisible. El Rey tendrá que llamar de nuevo a las catorce fuerzas parlamentarias, momento en el que Rajoy deberá comunicarle si quiere o no someterse a la investidura y si para ello cree que tiene sostén aritmético suficiente. Si no fuera así y el líder socialista, por su lado, tampoco lograra incorporar al partido de Iglesias, el reloj electoral conduciría inexorablemente al domingo 26 de junio de 2016.

Si Mariano Rajoy optara por no volver a ser candidato para abrir la puerta a que el PP ensaye con otro líder el pacto ahora inviable -los sondeos adelantan, además, que los nuevos comicios no despejarán la incertidumbre-, la maquinaria del PP se pondría en marcha con poco tiempo por delante. Tanto el Congreso nacional como los regionales han sido pospuestos hasta después del verano, dado que La Moncloa quiere que primero se arregle la gobernabilidad del país. Y eso a pesar de la especial urgencia de solventar la devastación en el PP de Valencia y en el de Madrid, parcheados con gestoras como cortafuegos contra los sumarios por corrupción, que implican a parte de sus anteriores cúpulas.
Además, los movimientos internos para que se impongan las primarias, como signo de los nuevos tiempos, obligarían a cambiar los Estatutos en una organización que funciona como en la época de José María Aznar. Génova solo admite que habrá que adelantar los cónclaves en el País Vasco, Valencia, Madrid y Galicia, esta última plaza a las puertas de unas elecciones autonómicas de incierto resultado por el auge de las Mareas.
Lo cierto es que, además de la presión de los barones territoriales, en plena depresión por el batacazo de las últimas autonómicas, las quinielas de posibles dirigentes que podrían optar a liderar el partido en los próximos meses son objeto de comentarios y especulaciones intramuros de Génova.
El nombre de Alberto Núñez-Feijóo, uno de los pocos dirigentes territoriales que todavía gozan de mayoría absoluta, suena para hacer las maletas camino de la sucesión de Rajoy. El líder gallego deja entreabierta la puerta: «Vamos a ver qué pasa en las urnas [del 20 de diciembre]», manifestó en una entrevista a ABC el pasado verano. Su calendario no le es propicio, pues, de dilatarse el actual impasse, le restaría poco tiempo, teniendo en cuenta que las eleciones gallegas serán en otoño.
Otra de las responsables mejor situadas es la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, cuya gestión es ampliamente reconocida, aunque su enfrentamiento con la secretaria general, María Dolores de Cospedal, le ha granjeado pocos apoyos en el partido. Incluso dentro del Gobierno, el núcleo más cercano al presidente censura su falta de implicación en la defensa de las siglas para contrarrestar el desgaste por la corrupción.

CARAS NUEVAS
También se hallan en los puestos de salida nuevas caras del PP, como la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes, bien vista por su entendimiento con Ciudadanos (fuerza imprescindible para que el PP gobierne), o Pablo Casado, vicesecretario de Comunicación, con amplio bagaje en los debates televisivos, donde se sustancia la «nueva política».

Dos ministras, Ana Pastor (de acreditada lealtad a Rajoy) e Isabel García Tejerina, también forman parte del «banquillo», al que se han incorporado alcaldes que han logrado sortear el batacazo del 24-M: Íñigo de la Serna (Santander) y Concepción Gamarra (Logroño), avalados por una buena gestión en sus municipios. Pero Rajoy tiene la última palabra.

viernes, 26 de febrero de 2016

La presidenta del PP de Madrid ha presentado su dimisión este domingo.

La presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, ha presentado este domingo su dimisión, tras las últimas informaciones acerca del partido y supuesta financiación irregular.
El pasado viernes acudió a comparecer a la comisión de investigación sobre corrupción política en la Asamblea de Madrid, para hablar sobre la actividad de la Agencia de Informática y Comunicaciones de la Comunidad de Madrid (ICM).

Estas son las frases más relevantes de su comparecencia:
1-«Les he convocado para decirles que en estos últimos días hemos conocido noticias de indiscutible trascendencia, que habrá que confirmar y calibrar, que no tenemos que dar por absolutamente ciertas
2-«La gravedad de estas informaciones me llevan a presentar mi dimisión como presidenta del PP de Madrid»
3-«No me consta que haya habido ninguna financiación irregular»
4-«No he tenido nunca ni firma en la cuenta corriente ni he firmado nunca un contrato ni tengo tarjeta ni tengo nada, por lo tanto, no tengo ninguna responsabilidad directa en estas actuaciones»
5-El partido no merece haber tenido a personas «que nos están avergonzando a todos»
6-«Llueve ya sobre una inundación», señala sobre los casos de corrupción que está «haciendo un daño enorme a todos los partidos políticos» y «otros la tienen también
7-Aguirre subrayó que ha sido una decisión «personal»

8-«La gente pide gestos también y el mío es asumir mi responsabilidad política, sabiendo que yo no tengo ninguna responsabilidad material»

CARTA de RAJOY a Albert Rivera,

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, contestó ayer con una dura carta al ofrecimiento de reunirse con él antes del debate de investidura al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que usó la misma vía para ponerse en contacto con el líder del PP. En la misiva del jefe del Ejecutivo, a la que ha tenido acceso LA RAZÓN, Rajoy comienza diciendo al presidente naranja que «hubiera bastado –como hasta ahora– una llamada telefónica», y le recuerda que «siempre estoy a tu disposición».
«Me dices que has llegado a un acuerdo con el secretario general del PSOE para votar su candidatura a la Presidencia del Gobierno. Tienes perfecto derecho a hacerlo», escribe Mariano Rajoy, quien explica a su interlocutor que espera que «comprenda» que no se vaya a sumar a «ese acuerdo», que no puede «suscribir ese contrato de adhesión» y que, por lo tanto, «no vaya a apoyar a tu candidato», en referencia al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.
«Entre otras razones, porque no he sido invitado por él a hacerlo», recuerda Rajoy, que apunta a su destinatario que «no hace falta que te recuerde todas las veces que él mismo ha dicho públicamente que no está dispuesto a pedir, ni a aceptar, el apoyo del PP, sino que está buscando –como tú sabes– el apoyo o la abstención de Podemos». Añade el presidente en funciones que el «único objetivo» del socialista es «echar al PP del Gobierno» y lamenta que «su programa no es otro que derogar toda la labor que el Gobierno ha llevado a cabo» estos años.
Mariano Rajoy apela de nuevo con ironía a la comprensión de Albert Rivera por la dificultad de «explicar a los votantes de mi partido –a los cuales me debo– que apoyo a quien no ha ganado para derogar todo lo que mi Gobierno ha hecho y sustituirlo por el programa del PSOE».

Por último, reitera al líder de Ciudadanos su «disposición» al diálogo y le emplaza a «trabajar juntos si Podemos no acaba sumando su apoyo al tuyo para investir» a Sánchez. Es decir, pone al mismo nivel que al partido de Pablo Iglesias a quien «ese amplio gobierno de coalición» que le propuso «tres días después de las elecciones» le pareció entonces «muy razonable».

GONZÁLEZ Y RAJOY GANAN LA PRIMERA PARTIDA

25/02/2016@12:36:28 GMT+1
Luis María ANSON
A partir del 21 de diciembre Pedro Sánchez pretendió orquestar lo que él llama un Frente Progresista con Podemos e Izquierda Unida como fórmula segura para alcanzar la investidura y encaramarse en la presidencia del Gobierno. Se tropezó con la oposición de Felipe González y destacados barones del PSOE que consideraron, no sin razón, que Podemos fagocitaría al centenario Partido Socialista. Sánchez se resistió a las exigencias de los veteranos hasta que Felipe González le aseguró que, en caso de repetirse elecciones, él no tendría que irse a casa sustituido por Susana Díaz sino que representaría al PSOE como candidato. Pedro Sánchez aceptó y cerró el acuerdo con Ciudadanos.
Mariano Rajoy, consciente de que su coalición a tres presidida por él mismo no saldría adelante, ha jugado la carta de nuevas elecciones. La objetividad exige reconocer que ha ganado la primera partida. Tanto él como Felipe González han vencido en ese primer envite de la situación inestable en que se mueve la política española.
Salvo circunstancias que se pueden producir pero no son probables, Pedro Sánchez no será investido presidente del Gobierno la semana que viene, abriéndose un nuevo periodo de negociaciones durante dos meses en el que lo probable es que no se llegue a ningún acuerdo pero sin descartar eventuales combinaciones hoy desechadas. En todo caso, los partidos se preparan para nuevas y carísimas elecciones el próximo 26 de junio, en contra de la opinión pública que de forma abrumadoramente mayoritaria rechaza otros comicios.

Luis María ANSON de la Real Academia Española

martes, 23 de febrero de 2016

PABLO CASADO, EN SU SITIO

23/02/2016@12:28:43 GMT+1
Luis María ANSON
Entre los líderes con futuro del Partido Popular -Ana Pastor, Núñez Feijóo, Soraya Sáenz de Santamaría, David Erguido, María Dolores de Cospedal- destaca Pablo Casado. Es hombre firme, consecuente, moderado y prudente. Se expresa con claridad. Le cae simpático a la gente. Comunica con espontaneidad. Tiene la edad adecuada y la experiencia necesaria para afianzarse como un hombre clave en la dirección del Partido Popular.
Aseguran algunos que Pablo Casado ha exagerado su indignación ante la corrupción. Mi opinión es la contraria. Ha estado mesurado y exacto. La multiplicación de los casos de corrupción está fragilizando la imagen del Partido Popular ante la opinión pública. Mucha gente está indignada, casi todos a asqueados. Mes tras mes, semana tras semana, día tras día, los medios de comunicación estallan con noticias de corruptelas que conciernen al PP. Un escándalo tras otro que afecta a dirigentes del pasado pero también del presente inmediato.
Pablo Casado se ha limitado a sintetizar la opinión de una parte sustancial de los militantes del PP, que destacan por su honradez, y que se sienten especialmente ofendidos por el grupo de los que se han aprovechado del poder público para forrarse los bolsillos.
Bien por Pablo Casado. Ha hecho y ha dicho lo que debía hacer y decir. No es Savonarola. Nada de exaltación hay en él. Ha sabido compartir con las bases del partido una indignación creciente y un asqueamiento general. El PP está en el deber de combatir hasta la extenuación las prácticas corruptas. Y a emprender cuanto antes una vasta operación de regeneración y democratización del partido.
Luis María ANSON

de la Real Academia Española

Las pintadas blasfemas que caldearon el asalto de Rita Maestre a la capilla




 
La fachada del templo apareció con mensajes ofensivos antes del ataque; fueron 
borrados en dos horas.
La Policía identificó a cuatro personas como autores de los grafitis, entre ellos el hermano de Íñigo Errejón

TATIANA G. RIVAS - @tatianagrivasMadrid - 23/02/2016 a las 02:53:27h. - Act. a las 02:53:46h.
Guardado en: Madrid
Rita Maestre centró su defensa frente al micrófono del Juzgado de lo Penal número 6 el pasado jueves en que el asalto a la capilla donde participó se trataba de una «protesta pacífica». También la calificó de «espontánea», sin estar programada y donde no se pretendía ofender los sentimientos religiosos de nadie.El objetivo de aquella acción del 10 de marzo de 2011, afirmó, era denunciar la permisión de estos lugares de culto en una universidad pública dentro de un Estado aconfesional. Las imágenes se corresponden con las pintadas que aparecieron dos días antes de la irrupción en el oratorio en la fachada de la capilla. Algunos de estos mensajes blasfemos fueron los que se corearon dentro y fuera del templo («arderéis como en el 36» y «sacar vuestros rosarios de nuestros ovarios»).

Ante esta estampa con la que amaneció la Universidad Complutense de Somosaguas aquel 8 de marzo de 2011, coincidiendo con el día e la mujer, algunos alumnos y profesores tomaron fotografías.El autor de estas instantáneas, un docente, se quedó sorprendido. «Nunca antes había ocurrido algo así», revela. Las pintadas en morado, como el color de Podemos, en rosa y negro apenas duraron dos horas en la pared. El rector, entonces José Carrillo, mandó limpiarlas rápidamente. «Junto a la entrada pusieron ‘cerdos pederastas’. La ofensa fue tachada», indica.

Después de escuchar las declaraciones de la vista oral, este profesor, que define su ideología como de izquierdas, no da crédito a que los acusados y algunos de los testigos dijeran que no estaba preparado. «Entonces había un ambiente de exaltación que continuó hasta que aquella hornada de estudiantes salió del campus. Ahora ya los tenemos en los gobiernos como concejales becarios», sostiene el educador, quien prefiere mantener su anonimato para evitar «represalias». Este hombre ha sacado a la luz las fotografías para que se compruebe que se trataba de un «acoso programado». «Este acto formaba parte de las peleas intestinas entre la izquierda de la universidad para ver quién era más de izquierdas. Querían forzar al rector a eliminar esta capilla, cosa que no consiguieron porque se trataba de un convenio firmado con el Arzobispado», narra el maestro.

Las pintadas fueron la antesala del asalto y se realizaron en la noche del 7 de marzo. La Policía local de Pozuelo de Alarcón interceptó a cuatro individuos y los identificó como presuntos autores de los grafitis. Pese a que salieron a la carrera cuando vieron a los agentes, no se pudo demostrar su implicación. Los funcionarios les dieron el alto a 150 metros de las pintadas. Uno de ellos portaba un espray. Algunos tenían las manos manchadas de pintura. Entro los filiados se encontraba el hermano de Íñigo Errejón, Guillermo, quien formaba parte de la asociación universitaria Contrapoder, la entidad que organizó la acción de la capilla, y a la que también pertenecía Rita Maestre. Uno de los fundadores de esta plataforma, en 2006, fue Pablo Iglesias. Guillermo Errejón declaró como testigo en el juicio de la portavoz municipal y de Héctor Meleiro, quien iba en la lista de Podemos a la Comunidad de Madrid. El hermano del número dos de la formación morada dijo que no participó en el acto y que no había convocante de la acción: ni persona ni organización. La juez del caso, Esther Arranz, emitirá su veredicto en los próximos días y se conocerá la versión a la que da crédito.

Las pintadas blasfemas que caldearon el asalto de Rita Maestre a la capilla
La fachada del templo apareció con mensajes ofensivos antes del ataque; fueron borrados en dos horas. La Policía identificó a cuatro personas como autores de los grafitis, entre ellos el hermano de Íñigo Errejón


TATIANA G. RIVAS - @tatianagrivasMadrid - 23/02/2016 a las 02:53:27h. - Act. a las 02:53:46h.
Guardado en: Madrid
Rita Maestre centró su defensa frente al micrófono del Juzgado de lo Penal número 6 el pasado jueves en que el asalto a la capilla donde participó se trataba de una «protesta pacífica». También la calificó de «espontánea», sin estar programada y donde no se pretendía ofender los sentimientos religiosos de nadie.El objetivo de aquella acción del 10 de marzo de 2011, afirmó, era denunciar la permisión de estos lugares de culto en una universidad pública dentro de un Estado aconfesional. Las imágenes se corresponden con las pintadas que aparecieron dos días antes de la irrupción en el oratorio en la fachada de la capilla. Algunos de estos mensajes blasfemos fueron los que se corearon dentro y fuera del templo («arderéis como en el 36» y «sacar vuestros rosarios de nuestros ovarios»).

Ante esta estampa con la que amaneció la Universidad Complutense de Somosaguas aquel 8 de marzo de 2011, coincidiendo con el día e la mujer, algunos alumnos y profesores tomaron fotografías.
El autor de estas instantáneas, un docente, se quedó sorprendido. «Nunca antes había ocurrido algo así», revela. Las pintadas en morado, como el color de Podemos, en rosa y negro apenas duraron dos horas en la pared. El rector, entonces José Carrillo, mandó limpiarlas rápidamente. «Junto a la entrada pusieron ‘cerdos pederastas’. La ofensa fue tachada», indica.

Después de escuchar las declaraciones de la vista oral, este profesor, que define su ideología como de izquierdas, no da crédito a que los acusados y algunos de los testigos dijeran que no estaba preparado. «Entonces había un ambiente de exaltación que continuó hasta que aquella hornada de estudiantes salió del campus. Ahora ya los tenemos en los gobiernos como concejales becarios», sostiene el educador, quien prefiere mantener su anonimato para evitar «represalias». Este hombre ha sacado a la luz las fotografías para que se compruebe que se trataba de un «acoso programado». «Este acto formaba parte de las peleas intestinas entre la izquierda de la universidad para ver quién era más de izquierdas. Querían forzar al rector a eliminar esta capilla, cosa que no consiguieron porque se trataba de un convenio firmado con el Arzobispado», narra el maestro.


Las pintadas fueron la antesala del asalto y se realizaron en la noche del 7 de marzo. La Policía local de Pozuelo de Alarcón interceptó a cuatro individuos y los identificó como presuntos autores de los grafitis. Pese a que salieron a la carrera cuando vieron a los agentes, no se pudo demostrar su implicación. Los funcionarios les dieron el alto a 150 metros de las pintadas. Uno de ellos portaba un espray. Algunos tenían las manos manchadas de pintura. Entro los filiados se encontraba el hermano de Íñigo Errejón, Guillermo, quien formaba parte de la asociación universitaria Contrapoder, la entidad que organizó la acción de la capilla, y a la que también pertenecía Rita Maestre. Uno de los fundadores de esta plataforma, en 2006, fue Pablo Iglesias. Guillermo Errejón declaró como testigo en el juicio de la portavoz municipal y de Héctor Meleiro, quien iba en la lista de Podemos a la Comunidad de Madrid. El hermano del número dos de la formación morada dijo que no participó en el acto y que no había convocante de la acción: ni persona ni organización. La juez del caso, Esther Arranz, emitirá su veredicto en los próximos días y se conocerá la versión a la que da crédito.

Iglesias avisa de que no habrá pacto si PSOE negocia con C's


«Si el PSOE se plantea que puede haber gobierno negociando con C's y con Podemos nosotros decimos que no es posible»

Bruselas le pega una buena patada en el culo a Pedro Sánchez


El líder socialista quiso dárselas de gran negociador y acabó llevándose la indiferencia de los prebostes comunitarios
No le servió ni la afinidad ideológica con el comisario de Asuntos Económicos y Europeos para que rebajase las exigencias a España
Redacción, 20 de febrero de 2016 a las 10:55
Encuesta¿Será el socialista Pedro Sánchez presidente del Gobierno de España?
 Si
 No
Lo cuenta de manera divertida Miguel Blasco en esDiario. Se las prometía muy felices Pedro Sánchez en su primera cumbre internacional, metido en ese papel de presidente que ejerce sin rubor desde que el Rey le encargó intentar formar Gobierno.
Pero su bautismo europeo ha acabado en un sonoro fiasco. El líder del PSOE no quería Mariano Rajoy concitara todo el protagonismo del Consejo Europeo que se celebra desde el jueves en Bruselas para evitar la salida del Reino Unido de la UE. Así que ni corto ni perezoso el jueves se plantó en la capital belga con varias reuniones bilaterales en la agenda, en el marco de un encuentro del Partido Socialista Europeo.
El plato fuerte de su viaje iba a ser un encuentro con el comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici, un sargento de hierro que no da respiro al Gobierno de Rajoy en el cumplimiento de los objetivos de déficit marcados. Que se lo pregunten a Luis de Guindos.
Aprovechando que Moscovici es socialista y entre compañeros hay que ayudarse, Sánchez vio la jugada clara. Le pediría mayor flexibilidad para el objetivo de déficit de este 2016 -el 2,8% del PIB-, el comisario se ablandaría y volvería a España presumiendo de haber logrado el compromiso de la UE de aflojar la soga a España.
Pero su plan acabó como el cuento de la lechera. El socialista se plantó ante su colega francés y le dijo que va a ser muy complicado cumplir con ese 2,8% del PIB y que el PSOE quiere "negociar una senda diferente de cumplimiento de esos objetivos". Es decir, tener más tiempo.
¿Cuál fue la reacción de Moscovici? La de hacer oídos sordos, como el que oye llover. El comisario europeo ya advirtió a España el mes pasado de que la UE no bajará el listón, e incluso insinuó que pronto se le podrían pedir medidas adicionales. Y, a pesar de las labores diplomáticas de Pedro Sánchez, la reunión con él no ha variado un ápice su postura, con el consiguiente chasco del español.

No obstante al menos éste se ha vuelto de Bruselas con varias fotos para su álbum: con el presidente frances, François Hollande; con el del Parlamento Europeo, Martin Schulz; y con el responsable del Grupo Socialista en la Eurocámara, Gianni Pittella, entre otros

viernes, 19 de febrero de 2016

23 F


Una jornada memorable
La manifestación en repulsa del 23F reunió tras una misma pancarta a Fraga Iribarne, líder de Alianza Popular, junto con la plana mayor del partido comunista, algo nunca visto. Juntos en apoyo de la Constitución, de la democracia
JOSÉ ÁLVAREZ JUNCO 18 NOV 2015 - 18:49 CET
Cabeza de la manifestación que, bajo el lema "Por la libertad, la democracia y la Constitución", recorrió las calles de Madrid el 27 de febrero de 1981 en contra del intento de golpe de Estado del 23-F / EL PAÍS
En el metro, camino de Embajadores, volví a vivir una tensión que había olvidado.
 De reojo, miraba con recelo a los demás pasajeros, intentado adivinar quiénes iban y quiénes no a la manifestación, o sea, quiénes estaban contra el golpe y a quienes les traía sin cuidado.
Había sentido muchas veces, bajo la dictadura, esa desconfianza hacia mis conciudadanos, esa necesidad de saber quiénes y cuántos eran los nuestros.
Y, sin embargo, aunque habían pasado poco más de cinco años desde la muerte de Franco, había olvidado esta sensación.
Ahora la revivía. En el metro o en la calle, merodeando por Atocha o por la Gran Vía, cuando había convocatorias de manifestaciones “masivas”, me había hecho muchas veces el distraído, mirando hacia otro lado, especialmente cuando pasaba junto a los furgones de policía.
Tenía miedo, sentía unas ganas irresistibles de meterme en un bar, de buscar un baño.
La calle parecía la de siempre, no había indicios de que fuera a ocurrir nada extraordinario, pero quién sabía, a lo mejor íbamos a inundar el centro de la ciudad, millones de bocas iban a gritar “libertad, amnistía, Estatut d'Autonomia”, o cualquiera otra de las consignas del momento.
Y el régimen, incapaz de resistir la presión popular, se derrumbaría aquella misma noche.
Luego resultaba que no, que no éramos millones, sino unos centenares, quién sabe si algunos miles, sobre todo estudiantes, grupos pequeños, huyendo de la policía, recibiendo porrazos o siendo detenidos.
 Solo cuando nos agrupábamos en una esquina libre de grises, gritábamos con nerviosismo aquellas consignas, para huir otra vez de inmediato. Aunque aquellos segundos de libertad habían valido la pena.
Por la noche los recordaríamos, engrandecidos.
Era un déjà vu desagradable, sin atractivo nostálgico.
Se me había borrado de la mente, sí, demasiado pronto, había dado por supuesto que no volvería a sentirlo. Pero solo cuatro días antes, el 23 de febrero, el miedo nos había vuelto a entrar en el cuerpo.
No solo a mí, sino a otros muchos.
Porque, en aquel vagón de metro, todos, casi todos, estábamos viviendo la misma sensación. Y es que esta vez, de verdad, éramos muchos.
Lo comprobamos al intentar salir a la calle.
Una marea humana hacía casi imposible subir aquellas escaleras.
Esta vez, sí, íbamos a ser millones. Qué alivio.
Yo iba con unos amigos argentinos, altos, un poco encorvados, inteligentes, depresivos.
Vestidos con la mayor informalidad, como todos nosotros, portaban sin embargo una elegancia innata.
Ellos ya habían vivido aquello y estaban más pesimistas que nadie.
Qué angustia, tener que planear irse de nuevo a otro país.
Yo mismo, que tenía mi billete de tren a París para unos días después, donde estaba contratado para un semestre, me había jurado, aquella tarde del 23 de febrero, que si triunfaba el golpe intentaría quedarme allí, en las condiciones que fuera.
Mi hijo no iba a crecer, como yo, bajo una dictadura.
Aquella tarde del 23, la de cuatro días antes, no la ha olvidado nadie.
A mí me llamó un amigo, hacia las seis y media, diciéndome que pusiera la tele. Vi lo que estaba pasando, porque durante unos minutos fue un golpe televisado.
 Visité luego a un vecino de confianza, que me intentó tranquilizar.
No será nada, no tienen apoyos.
El tiempo demostró que tenía razón, pero en aquel momento lo atribuí a su innato optimismo. A las nueve, cuando la primera cadena debía emitir el telediario nocturno, salió un locutor muy almibarado que anunció, como si no pasara nada, el comienzo de un programa de folklore latinoamericano.
Se me cayó el mundo a los pies.
Se la tengo jurada a ese locutor desde entonces.
Era evidente que los golpistas habían tomado la televisión.
Sin embargo, al cabo de no mucho apareció, creo recordar, Iñaki Gabilondo, que anunció, con voz irritada, que la sede de TVE había estado ocupada por una columna militar, pero que ya se habían ido.
Dijo también que emitirían un discurso del Rey sobre la situación.
Pero el discurso se hizo esperar hasta la una de la madrugada. Hasta entonces, la situación siguió siendo muy alarmante.


La periodista Rosa María Mateo lee ante el Congreso un manifiesto tras la marcha contra el intento de golpe del 23-F / BERNARDO PÉREZ
La tensión del 23F no era casual, ni inesperada. Los indicios se habían acumulado en las semanas anteriores. Y era lógico.
 El tránsito de una dictadura a una democracia nunca es fácil.
En diciembre, Fuerza Nueva había celebrado un congreso y El Alcázar publicado tres artículos del colectivo Almendros, rematados por uno del general Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil titulado Situación límite.
En enero, los Reyes visitaron el País Vasco y la izquierda abertzale escenificó una escena muy desagradable en la Casa de Juntas de Guernica. A la vez, sin embargo, el nuevo Estado autonómico parecía seguir añadiendo ladrillos a sus paredes, con la aprobación del Estatuto gallego y de la policía vasca.
Repentinamente, el 27 de enero, Suárez dimitía, con un agorero mensaje de despedida en el que expresaba su deseo de que la democracia no fuera, una vez más, un paréntesis en la historia de España.
Dos días más tarde, ETA secuestraba a José María Ryan, ingeniero de la central nuclear de Lemóniz, que apareció asesinado poco después.
La opinión vasca reaccionó bien y el día 9 se produjo una huelga general, con manifestaciones, en repulsa por aquel asesinato.
Parecía que la violencia terrorista, la lacra más importante que había manchado la Transición, estaba siendo por fin repudiada por los vascos.
Pero apenas cuatro días después se supo que José Ignacio Arregui, miembro de ETA militar, había muerto en Madrid tras una semana de detención.
Los indicios de torturas se daban por descontados.
El efecto Ryan se disolvía y la nueva huelga general y nuevas manifestaciones del 16 fueron ya en protesta por la muerte de Arregui.
La policía le había echado un cable a ETA.
Los días 18 y 19, las Cortes entraron a debatir la investidura de Calvo Sotelo.
El 20 se celebró la primera votación y el candidato de UCD no consiguió la mayoría absoluta. Aquel mismo día, ETA secuestraba a tres cónsules de España.
 El 21, cuando Tejero entró en el Congreso, se estaba celebrando la segunda votación de investidura de Calvo Sotelo.
 El golpe fracasó, como se sabe, y los cuatro días transcurridos habían estado cargados de especulaciones.
 Ahora, el 27, la práctica totalidad de las fuerzas políticas habían convocado esta manifestación en apoyo de la democracia.
A la convocatoria se habían sumado muchas corporaciones públicas y asociaciones civiles y se habían publicado varios manifiestos de adhesión firmado por intelectuales y artistas.
El alcalde Enrique Tierno había redactado un bando exhortando a acudir y a portarse de manera “impecable”.
Pero Fuerza Nueva y otros grupos de extrema derecha habían programado una contramanifestación, casi a la misma hora, a favor de quienes “por vestir un glorioso uniforme” estaban en prisión “como si fueran unos traidores”.
 Encabezaban la marcha, sosteniendo una gran pancarta en la que se leía “Por la libertad, la democracia y la Constitución”, los dirigentes de todos los partidos convocantes.
Recuerdo (porque lo leí y se comentó, ya que fue imposible ver la cabeza de la marcha) a Felipe González, Manuel Fraga, Santiago Carrillo, Nicolás Sartorius, Simón Sánchez Montero, Rafael Calvo Ortega, Agustín Rodríguez Sahagún o Marcelino Camacho.
Luego venía una segunda gran pancarta con los colores de la bandera nacional.
Asistieron también Rafael Termes, en representación de la banca privada, y los directores de los principales diarios madrileños, por una vez unidos.
Pero lo más extraordinario, lo que marcaba un hito en la historia del país, era que Fraga Iribarne, líder de Alianza Popular, de innegable procedencia franquista, desfilara detrás de una misma pancarta junto con la plana mayor del partido comunista.
El nacionalcatolicismo y el obrerismo de estirpe bolchevique apoyaban, de repente, una misma cosa: la Constitución, la democracia.
 Los cordones del servicio de orden, compuesto por unas 5.000 personas, aportadas por cada una de las organizaciones militantes, intentaban proteger y aislar a esta cabeza de la manifestación.
El número de fotógrafos y reporteros era impresionante, y la gente les ovacionaba y aplauía de vez en cuando.
Felipe González, con un megáfono en la mano, intentaba hacerse oír, gritando: “¡Libertad, libertad!”. Santiago Carrillo, a su lado, le secundaba.
La prensa de aquella mañana decía que se esperaba la asistencia de unos centenares de miles de personas.
La realidad les desbordó.
Un millón y medio en Madrid.
Si se le añaden los cientos de miles de Barcelona, Valencia, Sevilla o Zaragoza, y las decenas de miles de ciudades menores, fue, y sigue siéndolo hoy, el mayor conjunto de manifestantes jamás reunido en la historia de este país.
Solamente dejaron de celebrarse manifestaciones, o tuvieron escasa concurrencia, en el País Vasco, por la inhibición de los partidos nacionalistas en la convocatoria.
En Madrid, estaban totalmente ocupados, hasta el punto de no poder apenas dar un paso, la glorieta de Embajadores, la Ronda de Valencia, Atocha, el paseo del Prado, los alrededores de las Cortes.
El escaléxtric de Atocha, que todavía estaba en pie, temblaba bajo el peso de aquella multitud de marcha renqueante.
Llovía a ratos, pero era lo de menos.
Viva la libertad, viva la democracia, viva el Rey.
El pueblo unido jamás será vencido.
Democracia, sí; dictadura, no.
Libertad, libertad.
Un viejito, con el puño izquierdo cerrado y en alto, llevaba una pancarta que decía: “Viva el Rey”.
 La tensión, pese a todo, no desapareció por completo.
En un intento de disolver la concentración, el Batallón Vasco Español anunció, por llamada telefónica, la colocación de un artefacto explosivo de gran potencia en el Jardín Botánico, donde, en efecto, estallaron un par de petardos caseros.
 Por el lado de la izquierda revolucionaria, algunos grupos que pedían “depuración” y “ningún apoyo al Rey”, fueron disueltos. Entre tanto, regresaban a sus hangares los carros de combate de la división Brunete. Venían de unas maniobras en Zaragoza, pero provocaron temores.
 Frente al palacio de las Cortes, al que ni siquiera pudo llegar la cabeza de la manifestación, la locutora Rosa María Mateo leyó un comunicado en el que se decía que el pueblo español había tomado la decisión irrevocable de vivir en democracia “con la ejemplaridad que nos compete y transmitir a nuestros hijos la dignidad que nos congrega”; “la fuerza sin norma y sin ley es contraria a una sociedad civilizada” y la condición de “españoles” es inseparable de la de “seres libres”; el grito “¡viva España!” debe por tanto equivaler a los de “¡viva la Constitución! y ¡viva la democracia!”.
 El 27 de febrero, en resumen, fue una jornada memorable. En estos tiempos, en que se desprecia o denigra con tanta facilidad a la Transición, en que se dice que fue una operación planeada, fácil, producto de un pacto poco menos que conspiratorio, conviene recordarlo. Y este país, tan necesitado de símbolos y referencias compartidas por todos, podría pensar en trasladar a esa fecha la fiesta nacional, en lugar del 12 de octubre o el 6 de diciembre. El 12 de octubre podría festejarse el viaje de Colón o la virgen del Pilar, o las dos cosas. Y la Constitución merece ser celebrada no el día en que se aprobó formalmente sino aquel en el que el pueblo español y sus representantes salieron a la calle, emocionados y atemorizados, pero sobre todo unidos, detrás de ella.
José Álvarez Junco es escritor e historiador.


Manual de instrucciones para después de un golpe de Estado
“Tuvimos la inmensa suerte de que el golpe del 23F se improvisó; les entró la prisa y cometieron todos los errores posibles”, recuerda ahora Alberto Oliart, el ministro de Defensa que llegó tras la intentona
LUIS GÓMEZ 20 NOV 2015 - 14:02 CET
Narcís Serra y Felipe González, en la base de la División Acorazada Brunete. / MARISA FLÓREZ
Cuando Alberto Oliart aceptó ser ministro de Defensa, el sonido de los sables tenía el volumen muy alto. Cuando tomó posesión del cargo, un 26 de febrero de 1981, habían pasado tres días de un golpe de Estado y había podido escuchar los disparos en el hemiciclo. Lo que menos se imaginaba es que, además, sería un ministro nómada, sin despacho fijo.
Oliart trabajaba por la mañana en el palacio de Buenavista, sede del Cuartel General del Ejército, por la tarde en el antiguo Ministerio del Aire (al que llamaban el monasterio del Aire) y, finalmente, a última hora, despachaba en un chalé del CESID, el servicio de inteligencia, el lugar donde podía sentirse a salvo de escuchas. Su obligación era gobernar sobre un ejército de generales que habían hecho la guerra al lado de Franco y, callada u ostentosamente, simpatizaban con los golpistas. Generales que solo parecían dispuestos a recibir órdenes del Rey. Reformar ese ejército sin correr el riesgo de un nuevo zarpazo era un reto imposible de cumplir en el breve plazo.
Había sido ministro de Industria, y ministro de Sanidad, con los gobiernos de Adolfo Suárez. Con el paso de las décadas haría muchas otras cosas y hasta llegaría a ser presidente de RTVE en 2009, con 81 años. Pero entonces, con 53 años y reciente un golpe de Estado, desplegaba el currículo del buen gestor, la apariencia de un tecnócrata, aunque fuera un hombre apegado a la literatura, poeta en horas libres. También años después escribiría un libro de memorias (Contra el olvido), que mereció el premio Comillas por su calidad literaria (1997), en aquella obra relataba recuerdos de adolescencia y juventud, que compartió en un entorno de jóvenes cultos e inquietos, aprendices de intelectuales. Aquel libro no tocó su experiencia política.

Oliart: "Armada lo que no sabía, se lo inventaba".
A sus 86 años, Oliart escribe actualmente una segunda obra (“en estos momentos soy ministro de Industria”, dice), así que no le queda mucho trazado para llegar a un momento crucial de su biografía política, aquellos 20 meses al frente de Defensa, sobre los que tiene cosas que contar. Su memoria está reservada para su obra: “Tuvimos la inmensa suerte de que el golpe del 23F se improvisó; les entró la prisa y cometieron todos los errores posibles”. De aquel Elefante Blanco sobre el que tantos años después se ha fabulado, Oliart tiene su particular conclusión: “Fue una invención de Armada. Armada todo lo que no sabía, se lo inventaba”.
 
Leopoldo Calvo Sotelo en la Asamblea General de la OTAN en junio de 1982 / EFE
Oliart descansa en su casa de Galicia frente a una ría, y escribe lo que tiene pendiente de contar. Un día de estos empezará a escribir sobre aquellos días en que fue ministro de Defensa y tenía ante sí una exigente hoja de ruta: llevar a cabo el juicio a los golpistas y que este terminara con la condena de los principales responsables, iniciar algunas reformas administrativas y meter a España en la OTAN. Se trataba de dejar atrás un ejército de pequeños caudillos y dar el paso a militares profesionales. Y, por supuesto, tenía que controlar a los golpistas.
Pero sucedió que aquel Gobierno de Calvo Sotelo asumió que tenía los días contados, que no gobernaría mucho tiempo, que tendría que dar paso a quienes iban a venir, que no eran otros que esos jóvenes socialistas que lideraba Felipe González. “Tuve que hundirme con el barco”, dice Oliart. “Era una época en la que se inventaban golpes de Estado casi todos los días”. Y a ellos, a los socialistas, les correspondería acabar con las bravatas golpistas.

Oliart recibió el mandato de trasladar información sensible a Felipe González
La información sobre los golpistas era confusa y desmedida. Su primera decisión fue darle una vuelta al servicio de inteligencia y contar con información fiable, para lo cual nombró al frente del CESID al teniente coronel Alonso Manglano: el objetivo era investigar en los cuarteles. Luego, se rodeó de un reducido gabinete de confianza, con otro teniente coronel en sus filas, Jesús del Olmo, un experto jurídico. Ese gabinete diseñaría los decretos necesarios para ir jubilando a los generales.
Fue aquel un Gobierno que duró 20 meses. Oliart recibiría tiempo después un mandato muy especial: trasladar información sensible a Felipe González y al colaborador que él designase. Aquella fue una transición en medio de la Transición, un traspaso de poderes antes de unas elecciones, un suceso insólito, nunca después repetido.
Se celebró una primera reunión en el domicilio de Oliart (“un chalé que estaba en un barrio residencial, era una casa cómoda, ni rica ni modesta”, recuerda Narcís Serra, que por entonces era el alcalde socialista de Barcelona). Sin papeles, ni documentos, al menos es lo que confiesan los testigos de aquellas citas. Pasado el verano del 82, las reuniones se nutrieron con nuevos actores, Narcís Serra, Jesús del Olmo y Emilio Alonso Manglano. Para entonces, Serra ya había aceptado ser el futuro ministro de Defensa del primer Gobierno socialista después de la Guerra Civil.
Los socialistas tenían su Gobierno en la sombra, una estructura logística hecha a imagen y semejanza del partido laborista británico. Y, dentro de esa estructura, su propia información sobre el entorno militar. Pero Narcís Serra era un actor inesperado, no era el candidato en quien se había pensado; durante tiempo se especuló con Enrique Mújica, pero sus reuniones con el general Alfonso Armada le habían dejado en entredicho; se llegó a hablar de Luis Solana y de Miguel Boyer para el cargo. Finalmente, el elegido era Serra, un alcalde, nada menos que el alcalde de Barcelona.

Narcís Serra: “Aquellas conversaciones me sirvieron para saber cómo estaba el ejército"
La información que manejaban los socialistas procedía de ramificaciones que llegaban hasta militares de la clandestina UMD (Unión Militar Democrática). Esa información se trasladaba a Mújica (presidente de la Comisión de Defensa en el Congreso), o a Luis Solana (portavoz de Defensa); en algunas ocasiones a Julio Busquets, un comandante que había dejado el ejército para presentarse a las primeras elecciones democráticas por el PSOE.
Otro militar, Carlos San Juan, tenía la misión dentro del partido de ocuparse de los asuntos de Interior. “No era una organización muy colegiada. Yo tenía datos sobre militares y sobre policías. La militar se la trasladaba a Julio Busquets. A veces éste me preguntaba ¿Se lo has contado a Felipe? Yo debía entrevistarme con Juan José Rosón, que era el ministro del Interior. Con Rosón solo hablaba de cuestiones relacionadas con ETA y sus planes para terminar con ETA político militar y “acabar con aquella insana competencia”, como decía Rosón. Le gustaba muy poco tener que dar cuentas, era una situación excepcional porque sabía que ganaríamos las elecciones”. Había tres tipos de conversaciones secretas, según San Juan, una en el área de Interior, otra en Defensa y una tercera en Economía, “que no sabía si llevaba Boyer o Solchaga”. San Juan terminó su cometido y presentó centenares de fichas sobre policías y comisarios, departamento por departamento. “Era información que la policía daba de sí misma, sobre todo cómo pensaban comisarios y subcomisarios y también algunos militares”. San Juan le entregó sus fichas a Barrionuevo, el elegido finalmente para ser ministro del Interior. “Lo puse a su disposición, pero no me hizo demasiado caso”.
Narcís Serra también recibió los informes internos del partido. “Cabía en una caja”, recuerda. No era muy cuantiosa ni muy interesante, a su juicio, como tampoco la que se encontró en la caja fuerte de Defensa, después de que Oliart le diera la llave: “sobre todo eran papeles y documentos relacionados con el juicio del 23F”.
Después de aquel verano de 1982, Narcís Serra visita la casa de Alberto Oliart en Madrid en varias ocasiones. Allí se entrevista también con Jesús del Olmo. Recibe información verbal. De Serra siempre se ha dicho que su candidatura se fraguó durante la organización del desfile de las Fuerzas Armadas, celebrado en Barcelona el 31 de mayo de 1981. Fue un gran desfile. Su experiencia durante el golpe del 23F fue muy limitada. “Recibí la llamada de Francisco Laína, que presidía el consejo de subsecretarios (el gobierno de facto en aquellas 17 horas y media que duró el golpe), quien le pidió que enviara un coche patrulla de la policía local a cada cuartel militar para que informaran de cada movimiento. “Y no hubo movimientos”.

Una brigada de la Acorazada fue trasladada a Badajoz y esa decisión molestó a los portugueses
Unos días antes de aquel desfile vivió otra experiencia muy curiosa, el asalto a la sede del Banco Central en Barcelona, un episodio rocambolesco que en algún momento se confundió con una intentona golpista. Allí tuvo trato con los mandos de la policía (general Saez de Santamaría) y la guardia civil (general Aramburu Topete). “Cuando Felipe González me consulta por primera vez, yo no quería dejar de ser alcalde. Mi gran objetivo era la candidatura de Barcelona para los Juegos del 92”.
 Aquellas conversaciones en casa de Oliart se celebran en un entorno de psicosis de golpe. De hecho, semanas antes de las elecciones se había desarrollado la operación Cervantes, que desarticuló la organización de un golpe sangriento para el 27 de octubre de 1982. “Aquello fue un golpe elaborado con la preparación propia de un estado mayor”, recuerda Jesús del Olmo.
Las entrevistas secretas con Oliart, Del Olmo y Manglano fueron muy útiles para Serra: “Me sirvieron para saber cómo estaba el ejército y para ver que el enfoque de un partido no se podía llevar a cabo. O reformábamos o no conseguíamos nada. Persiguiendo individualidades no se resolvía el problema: había que reducir privilegios y hacer que el Gobierno mande. Esa son las conclusiones que saco”.
Serra se tomó su tiempo y mantuvo la columna vertebral del ministerio de Oliart. No era un hombre de decisiones rápidas, pero sí hizo una cosa: desmembrar la División Acorazada, la unidad más potente que tenía el ejército español, ubicada a las afueras de Madrid, con sus 13.000 efectivos, aquella unidad con la que especulaba todo golpista, la división que podía dominar los puntos vitales de la capital. Serra desplazó algunas de sus brigadas mecanizadas a otros lugares, “porque una cualidad que tenía esa división era la de que carecía de terrenos para hacer maniobras”. Una brigada fue desplazada a Zaragoza. Otra a Badajoz. Aquella de Badajoz originó un inesperado problema diplomático: “A los portugueses no les gustó nada ese movimiento”, recuerda Serra. “No entendían que hacía esa brigada cerca de su frontera”. Serra solucionó ese episodio en una discreta reunión en Bruselas.

El PSOE abandonó toda idea de salir de la OTAN. Como abandonó otras ideas preliminares. Los pequeños caudillos fueron desapareciendo de la escena. Y el golpismo perdió la voz.