martes, 28 de junio de 2016

Susana Díaz, sobre el resultado del PSOE: “No me gusta hacer leña del árbol caído”

La presidenta de Andalucía critica la ambigüedad en la campaña socialista sobre los posibles pactos
JOSÉ MARCOS
Madrid 28 JUN 2016 - 13:06        CEST
La presidenta de la Junta, Susana Díaz, este martes. JOSÉ MANUEL VIDAL EFE
La presidenta de Andalucía, Susana Díaz, ha marcado distancias con el líder del PSOE, Pedro Sánchez, que hace dos años fue elegido secretario general del partido con el apoyo decisivo de la federación socialista que ella lidera. "Nos han restado credibilidad algunas cosas al proyecto, como la mera hipótesis de que se pudiera gobernar con Unidos Podemos", ha afirmado Díaz, molesta con la ambigüedad sobre los potenciales pactos, en una entrevista en la Cadena SER, este martes. "No me gusta hacer leña del árbol caído ni llorar sobre la leche derramada", ha observado sobre la pérdida de cinco escaños del PSOE, en su peor resultado en unas generales. A la pregunta directa sobre si el árbol al que se refería era Sánchez, Díaz ha apuntado que hablaba de "los resultados". "Nosotros hemos sido un partido de Gobierno de la mano de Felipe [González] y de [José Luis Rodríguez] Zapatero, cambiando España de abajo arriba, y no me puedo conformar con 85 escaños. Me imagino que Pedro tiene que tener la misma tristeza que yo", ha añadido.

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La dirigente descarta que el PSOE vaya a intentar formar Gobierno: "Los ciudadanos han hablado con mucha claridad. Nos han dado cinco escaños menos que en diciembre. No hay ninguna duda, nos han mandado a la oposición… Nos vamos a la oposición para reconstruir nuestro proyecto político". Y rechaza la "presión" para que el PSOE facilite la investidura al presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy: "No se puede poner en los hombros de un partido que ha obtenido 85 escaños la responsabilidad de que haya Gobierno. Esa es responsabilidad de Rajoy".
La secretaria general del PSOE-A, la federación socialista más importante, no se siente responsable del mal resultado en la comunidad que gobierna: de los 120.606 votos que perdió el PSOE en toda España, 77.651 se concentraron en Andalucía. "Cuando unas elecciones van mal, asumo mi parte. Ahora bien, esto eran unas generales y evidentemente yo no era la candidata. La gente sabe distinguir cuando se vota una en unas municipales, unas autonómicas o unas generales. Cuando se habla del Gobierno de España son palabras mayores", ha diferenciado.
"Aunque no fuera la candidata, me he dejado la piel como si lo fuera", ha reiterado Díaz, que ha puesto en valor que en Andalucía el PP sacó al PSOE tres escaños "y en España, 52". "En Andalucía obtuvieron 100.000 votos más y en España, 2,5 millones", ha insistido en esa línea. La presidenta regional ha subrayado que su partido se impuso en el 67% de los municipios andaluces y logró una ventaja de 537.000 votos sobre Unidos Podemos. Las tres provincias en las que el PSOE fue el más votado son andaluzas: Huelva, Sevilla y Jaén. "Hay que asumir y hacer autocrítica", ha aseverado Díaz, que ha obviado que en las dos últimas circunscripciones se perdió un diputado.


GANA RAJOY
28/06/2016@10:23:01 GMT+1
Luis María ANSON
El pasado 28 de abril, Luis María Anson publicó en el diario El Mundo el artículo, con este mismo título, que reproducimos a continuación. Vale la pena releerlo ahora, dos meses después.
El resultado de las elecciones del 20 de diciembre debe resumirse así: 123 diputados a favor de Mariano Rajoy; 227 diputados en contra. El presidente supo difuminar el descalabro de los 63 escaños perdidos y se dio cuenta de que solo unas nuevas elecciones podían evitar que lo escabecharan. Planteó una gran coalición entonces inviable, se negó a que le vapulearan en una sesión de investidura, atizó las disensiones internas de los otros partidos, los lanzó a las contradicciones internas, los desgastó en negociaciones estériles y los cubrió de miseria. Y ganó la partida. Salvo una finta de última hora, el pueblo español se dispone a pagar la carísima factura económica de las nuevas elecciones -200 millones de euros en cifras reales- y dedicar el último domingo de junio a visitar las nuevas urnas que han venido a certificar el fracaso de los partidos políticos.
Mariano Rajoy encontró apoyo indirecto en la actitud de Felipe González y otros barones del PSOE, sobre todo Susana Díez, que prohibieron a Pedro Sánchez el acuerdo con Podemos. El líder socialista tenía claro, y así lo manifestó, la constitución de lo que él llamaba Frente Progresista, es decir, un Frente Popular, en el que, según González, el partido comunista Podemos pasokizaría al PSOE. Pedro Sánchez intentó entonces la pirueta de pactar con Ciudadanos y esperar en la investidura la abstención de Podemos con el señuelo de que lo principal era desmontar a Rajoy de la presidencia del Gobierno. No consiguió su propósito porque Pablo Iglesias, fracasado el proyecto de Frente Popular con una suculenta supervicepresidencia para él, se alineó en la carrera hacia las nuevas elecciones. Creía entonces, y tal vez sigue creyendo, que la alianza de los dos partidos comunistas, el clásico, Izquierda Unida, y el del siglo XXI, Podemos, significaría el sorpasso, relegando a un tercer lugar al PSOE. Iglesias tiene ahora muy difícil la suma de confluencias, incluida la de Izquierda Unida, pero está claro que va a intentar consumar la maniobra.
No reconocer la habilidad de Mariano Rajoy en los últimos cuatro meses sería perder el sentido de la objetividad. Por el momento, ha salvado la cara y la silla curul de Moncloa. A España le hubiera convenido que el PP apoyara a Pedro Sánchez en la segunda sesión de investidura. El PP se habría quedado con el control del legislativo en el Congreso y en el Senado, evitando nuevas elecciones y el feroz desgaste de los partidos. En Rajoy, como en Sánchez, como en Iglesias, predominó el personalismo y el interés partidista sobre el interés general. El espectáculo circense al que los partidos políticos han sometido al pueblo español entre estúpidas cabriolas y piruetas absurdas ha acentuado el asco generalizado con que la sociedad española distingue a la clase política.
Mariano Rajoy ha ganado el primer tiempo del partido y cree que, por miedo, se producirá una reacción del electorado que se abstuvo el 20-D, lo que permitiría al centro derecha -PP y Ciudadanos- encaramarse con mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Tal vez tenga razón el presidente, aunque son muchos los analistas que razonan sus dudas sobre lo que puede ocurrir en el segundo tiempo del partido que se está jugando sobre el estadio ibérico.
Luis María ANSON


LOS INDECISOS DEJAN EN RIDÍCULO A LAS ENCUESTAS
26/06/2016@23:12:00 GMT+1
Luis María ANSON
El 32% de indecisos de la última encuesta del CIS han desbaratado los pronósticos que hasta el último momento, incluso a pie de urna, han mantenido las principales encuestas. Un cierto voluntarismo ha presidido los sondeos con grave lesión para el trabajo científico que debe ser objetivo. Algunos periódicos, algunas emisoras de radio y televisión han difundido lo que les gustaría que pasara y no lo que los resultados reales han puesto en evidencia.
Parece claro que el Partido Popular ha salido robustecido en las nuevas elecciones, que es lo que pretendía Mariano Rajoy tras lo ocurrido el 20-D. Lejos de la mayoría absoluta, está claro que el PP necesita al menos del apoyo de Ciudadanos y la abstención del PSOE. Ambos partidos exigen la retirada de Rajoy, que está enrocado con el apoyo incondicional de los dirigentes de su entorno, aterrados de perder sus puestos y prebendas.
La alianza del PSOE y Ciudadanos, debilitada, necesitaría la abstención de Podemos, lo que hace improbable que se arbitre esa solución. Sánchez intentará jugar de nuevo lo que quiso tras el 21-D, que es lo que él llamaba el Frente Progresista, es decir, el Frente Popular puro y duro con algún añadido menor y con Podemos ocupando la vicepresidecia y varios ministerios claves. Lo que ocurre es que Sánchez ha evitado el sorpasso de Podemos, pero ha empeorado considerablemente el resultado del 20-D y que era el peor de la historia del PSOE. Los barones del partido podrían exigir el Sanchexit. Y el líder socialista, por decencia política, debería dimitir de forma inmediata.

Todo ello abre el interrogante de unas terceras elecciones. Frente a esta patética solución, políticos veteranos y responsables de los grandes partidos se inclinan por la coalición con los sacrificios personales que fueran necesarios.

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