viernes, 24 de junio de 2016

El PSOE cierra hoy la campaña electoral con el acto más potente de su programación.

 Pedro Sánchez y Susana Díaz compartirán escenario en Sevilla para visibilizar unidad y espolear a los indecisos. Algunos ven en esa foto el presente y el futuro del socialismo si el domingo el «sorpasso» se materializa, pues –llegado el caso– surgirán voces que demanden un paso atrás al secretario general si «saca un escaño menos que Unidos Podemos». Sin embargo, la sucesión no es tarea fácil. «No podemos tener un líder que no tenga un papel relevante en el Congreso», apunta un dirigente socialista que remata así su reflexión: «Nadie puede ser secretario general del PSOE luciendo una camiseta territorial». En el partido todo el mundo tiene la vista puesta en el proceso que deberán afrontar tras el 26-J. Sánchez tiene la intención de quedarse y convocar congreso y, por tanto, primarias para elegir al secretario general. Nadie más ha dado el paso, pero todas las miradas se dirigen a la federación andaluza. Para bien o para mal.
Así las cosas, los movimientos en el PSOE tienen un ritmo cansino a la espera de las elecciones. Todo son elucubraciones pensando en cómo salvar a un partido en sus horas más bajas. Pedro Sánchez no se considera el único responsable de esta situación. De hecho, su liderazgo apenas tiene dos años y se escuda en que se ha enfrentado a un contexto «mucho más difícil» que el de cualquiera de sus predecesores. Su posición es débil pero no tanto como puede parecer. Susana Díaz, su alternativa más evidente, no tiene todas las cartas en la mano. No tiene asegurada la victoria sobre el PP en estos comicios ni atada su sucesión en el PSOE andaluz. Si da el paso y accede a la Secretaría General debería asumir unas primarias de resultado incierto y muchas voces se alzarían para que abandone la presidencia de la Junta. Demasiadas incógnitas quedarían sin solución para la líder andaluza y, en un momento de PSOE en la UCI, no sería un buen tratamiento dejar al PSOE andaluz en una operación a corazón abierto. Díaz consiguió cerrar tras de sí las diferentes sensibilidades del PSOE-A, pero su marcha abriría este melón.
Algunos sectores socialistas sugieren un paso intermedio. Díaz asumiendo la presidencia del partido y de secretario general un candidato cercano a sus posiciones. En este punto, vuelve a aflorar el nombre de Eduardo Madina, aunque las malas previsiones electorales volvería a dejarle sin escaño en el Congreso. Esta opción también implicaría un enfrentamiento abierto con Pedro Sánchez, so pena que los apoyos que se sitúan en torno al actual secretario general realicen un movimiento en favor de otro candidato. La idea es, por tanto, buscar un candidato de consenso que pueda ser aceptado por la presidenta andaluza para formar un tándem que lidere al partido para, lo que se vislumbra, una larga travesía del desierto. En esta hipótesis irrumpe el perfil de Patxi López. El líder vasco tiene el aval de una parte de la vieja guardia de la mano de Rodolfo Ares y Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque cuenta en su haber el fiasco de su gestión como presidente del Congreso en la reducida XI Legislatura, y en su debe la necesidad de potenciar a un Partido Socialista de Euskadi que está quedando fuera de juego en el tablero político de una comunidad que afronta elecciones en este año. Además –según ha podido saber LA RAZÓN– desde el entorno del propio Sánchez también se apunta a López como el sucesor natural si el descalabro el 26-J adquiere dimensiones desproporcionadas. Su candidatura no puede ser de enfrentamiento sino de consenso para evitar el choque de trenes en el seno de un PSOE que, derrotado, no puede abrir un proceso cainita que desangre al partido.
El secretario general socialista no es ajeno a estos movimientos y mantiene el pulso. Es el candidato y sus barones han cerrado filas más por obligación que por devoción. Su posición política continúa negando cualquier tipo de apoyo al PP para gobernar esperando rentabilizar sus resultados, por exiguos que sean. En paralelo, aumenta los ataques a Unidos Podemos consciente de la animadversión del electorado socialista al «cinismo de Pablo Iglesias que cuando dice que tiende la mano, quiere decir que nos la pone en el cuello», comenta un diputado socialista. Sánchez sabe que su fuerza dependerá de su capacidad para incidir en la formación de un gobierno que aspira a presidir si consigue evitar el «sorpasso», que todas las encuestas publicadas sitúan en un escenario más que posible.

Quedan dos días para unas elecciones en las que el PSOE se juega el ser o no ser. El día 27 los movimientos serán más evidentes y, quién sabe, quizás la propia noche electoral, pero hasta entonces todos los sectores se pertrechan para pasar su particular Rubicón. A partir de ese momento, la suerte estará echada, aunque la resolución se antoja compleja y también enconada. Lo será menos si los resultados obligan a hacer de la necesidad, virtud.

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