Pedro Sánchez y Susana Díaz compartirán escenario en Sevilla para
visibilizar unidad y espolear a los indecisos. Algunos ven en esa foto el
presente y el futuro del socialismo si el domingo el «sorpasso» se materializa,
pues –llegado el caso– surgirán voces que demanden un paso atrás al secretario
general si «saca un escaño menos que Unidos Podemos». Sin embargo, la sucesión
no es tarea fácil. «No podemos tener un líder que no tenga un papel relevante
en el Congreso», apunta un dirigente socialista que remata así su reflexión:
«Nadie puede ser secretario general del PSOE luciendo una camiseta
territorial». En el partido todo el mundo tiene la vista puesta en el proceso
que deberán afrontar tras el 26-J. Sánchez tiene la intención de quedarse y
convocar congreso y, por tanto, primarias para elegir al secretario general.
Nadie más ha dado el paso, pero todas las miradas se dirigen a la federación
andaluza. Para bien o para mal.
Así las cosas, los movimientos en el PSOE tienen un ritmo cansino a la
espera de las elecciones. Todo son elucubraciones pensando en cómo salvar a un
partido en sus horas más bajas. Pedro Sánchez no se considera el único
responsable de esta situación. De hecho, su liderazgo apenas tiene dos años y
se escuda en que se ha enfrentado a un contexto «mucho más difícil» que el de
cualquiera de sus predecesores. Su posición es débil pero no tanto como puede
parecer. Susana Díaz, su alternativa más evidente, no tiene todas las cartas en
la mano. No tiene asegurada la victoria sobre el PP en estos comicios ni atada
su sucesión en el PSOE andaluz. Si da el paso y accede a la Secretaría General
debería asumir unas primarias de resultado incierto y muchas voces se alzarían
para que abandone la presidencia de la Junta. Demasiadas incógnitas quedarían
sin solución para la líder andaluza y, en un momento de PSOE en la UCI, no
sería un buen tratamiento dejar al PSOE andaluz en una operación a corazón
abierto. Díaz consiguió cerrar tras de sí las diferentes sensibilidades del
PSOE-A, pero su marcha abriría este melón.
Algunos sectores socialistas sugieren un paso intermedio. Díaz
asumiendo la presidencia del partido y de secretario general un candidato
cercano a sus posiciones. En este punto, vuelve a aflorar el nombre de Eduardo
Madina, aunque las malas previsiones electorales volvería a dejarle sin escaño
en el Congreso. Esta opción también implicaría un enfrentamiento abierto con
Pedro Sánchez, so pena que los apoyos que se sitúan en torno al actual
secretario general realicen un movimiento en favor de otro candidato. La idea
es, por tanto, buscar un candidato de consenso que pueda ser aceptado por la
presidenta andaluza para formar un tándem que lidere al partido para, lo que se
vislumbra, una larga travesía del desierto. En esta hipótesis irrumpe el perfil
de Patxi López. El líder vasco tiene el aval de una parte de la vieja guardia
de la mano de Rodolfo Ares y Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque cuenta en su haber
el fiasco de su gestión como presidente del Congreso en la reducida XI
Legislatura, y en su debe la necesidad de potenciar a un Partido Socialista de
Euskadi que está quedando fuera de juego en el tablero político de una
comunidad que afronta elecciones en este año. Además –según ha podido saber LA
RAZÓN– desde el entorno del propio Sánchez también se apunta a López como el
sucesor natural si el descalabro el 26-J adquiere dimensiones
desproporcionadas. Su candidatura no puede ser de enfrentamiento sino de
consenso para evitar el choque de trenes en el seno de un PSOE que, derrotado,
no puede abrir un proceso cainita que desangre al partido.
El secretario general socialista no es ajeno a estos movimientos y
mantiene el pulso. Es el candidato y sus barones han cerrado filas más por
obligación que por devoción. Su posición política continúa negando cualquier
tipo de apoyo al PP para gobernar esperando rentabilizar sus resultados, por
exiguos que sean. En paralelo, aumenta los ataques a Unidos Podemos consciente
de la animadversión del electorado socialista al «cinismo de Pablo Iglesias que
cuando dice que tiende la mano, quiere decir que nos la pone en el cuello»,
comenta un diputado socialista. Sánchez sabe que su fuerza dependerá de su
capacidad para incidir en la formación de un gobierno que aspira a presidir si
consigue evitar el «sorpasso», que todas las encuestas publicadas sitúan en un
escenario más que posible.
Quedan dos días para unas elecciones en las que el PSOE se juega el ser
o no ser. El día 27 los movimientos serán más evidentes y, quién sabe, quizás
la propia noche electoral, pero hasta entonces todos los sectores se pertrechan
para pasar su particular Rubicón. A partir de ese momento, la suerte estará
echada, aunque la resolución se antoja compleja y también enconada. Lo será
menos si los resultados obligan a hacer de la necesidad, virtud.
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