Anatomía de un instante
JAVIER CERCAS Escritor
Un libro suyo sobre el 23-F, Anatomía de
un instante, clavó un momento grave de la vida española, cuando este país pudo
haber visto interrumpido su proceso democrático. El instante actual es otro.
Los militares están en los cuarteles, no se oye otro ruido que el de la crisis
y los gritos de los acampados que explican, en las plazas y ante las
instituciones, que los políticos "no nos representan"
"Aquí ha habido una gran
estafa"
JUAN CRUZ
(…) Y lo encontramos preocupado y
vehemente; cierra los ojos casi violentamente cuando piensa (y duda), y dice
que la que está en el poder, que es su generación, es la generación del
fracaso, cuya gestión desemboca en "una gran estafa". Aquí lo
explica.
Pregunta.¿Qué nos pasa, Cercas?
Respuesta. No lo sé. Pero mira esta
noticia que viene hoy en EL PAÍS: del medio centenar de diputados del PP en
Valencia, diez están acusados de corrupción. ¡Un 20%!
Eso no puede ser. Y lo peor -y este es
uno de los caballos de batalla de los chavales que han estado acampados- es que
hay una corrupción altísima en casi todos los partidos y que no quieren ponerle
freno.
"Las listas cerradas son propias de
una democracia que no está madura, en mi opinión"
(…) Lo que pasa es que este país ha
funcionado más que razonablemente bien durante un tiempo.
La Transición funcionó y los últimos 35
años han sido buenos, sobre todo si los comparas con los dos siglos anteriores.
Pero desde hace un tiempo todo esto exige un cambio.
Cuando los chavales acampados empezaron
con el M-15 yo sentí una ilusión razonable. Lo raro era que no hubiera ocurrido
eso antes: con un 20% de paro, con un 43% de paro juvenil, con cinco millones
de parados, ¿cómo es que eso no pasó antes?
Sin duda, la crisis económica ha sido el
gran detonante, pero esto ya viene de antes. Creo que para que esto siga
funcionando razonablemente tiene que haber cambios sustanciales. Y estos
chavales, de una manera instintiva, intuitiva, espontánea, desordenada si
quieres, han acertado. Su diagnóstico es acertado. Cuando dicen
"democracia real, ya", ¿qué quieren decir? Mira, la democracia
perfecta no existe; una democracia perfecta es una dictadura. La democracia de
Franco, la de Castro...
(…) Las democracias de verdad son
imperfectas, pero son infinitamente perfectibles. Ahora, son perfectibles si se
van perfeccionando, adecuando a la realidad. Y la nuestra hace mucho que no lo
hace; eso es lo que yo creo que quieren decir esos chavales: que necesitamos
una democracia mejor. Han pasado 35 años desde el 76, ¡35 años!; 33 desde la
Constitución... Algunos de los cambios de lo que estos chavales piden son
totalmente razonables.
"En España, todavía, en cuanto
rascas un poco sale un energúmeno con un garrote"
(…) Hay un problema fundamental en
nuestra democracia, y es que es una democracia dominada por los partidos, una
partitocracia.
El poder que tienen los partidos es
absolutamente desproporcionado.
Los partidos no son asociaciones
democráticas, lo sabemos, no funcionan democráticamente. Más: los partidos son
el foco fundamental de la corrupción. De esos diez imputados de Valencia,
¿cuántos hay vinculados de una u otra forma a la financiación irregular del PP?
Muchos. Es decir, gran parte de la corrupción en España viene de la
financiación de los partidos.
(…) Nosotros no votamos a las
personas que queremos que nos representen: votamos a las personas que los
partidos quieren que nos representen. Las listas cerradas son propias de una
democracia que no está madura, en mi opinión. Ya sé que hay mucha gente que
ataca las listas abiertas, que dicen que eso es una ingenuidad... No estoy de
acuerdo.
(…) Cuando nace la democracia en
España, los partidos políticos apenas existen, y esto era un problema porque
los partidos son indispensables para una democracia: son los que canalizan las
aspiraciones de la gente.
Entonces se piensa, con razón, en
crear unos partidos fuertes..., que acaban siendo demasiado fuertes.
Por otra parte, los partidos no
tenían dinero con que financiarse, así que se crea una martingala que funcionó
un tiempo, pero ya no funciona; la martingala fue una solución, y ahora es un
problema.
Lo mismo pasa con las listas cerradas
y con tantas cosas más.
"No he visto tíos valiosos de mi
edad que hayan ido a la política, como ocurrió en la Transición"
(…) En la Transición, mucha gente
valiosa que venía del tiempo del franquismo se metió en política por un
imperativo histórico, moral, porque había que acabar con la dictadura y
construir una democracia: parte de los mejores de aquella generación que vivió
bajo Franco estuvo por eso en política.
Lo que ha pasado con mi generación -y
me estoy acusando a mí mismo, porque es la generación que está ahora en el
poder, la generación de Zapatero- es que los mejores no han ido a la política.
No necesariamente todos los mejores
tienen que estar en la política, claro: también tienen que estar en la ciencia,
en la economía, en la universidad; pero algunos de los mejores tienen que ir a
la política. Mi impresión es que no ha sido así. Nosotros, los de mi tiempo,
nos hemos dicho: bueno, esto ya está arreglado, existe una democracia, que
lleven el carro otros. Y quienes lo han llevado, en parte, han sido los peores,
o algunos de los peores.
(…) No he visto tíos valiosos de mi
edad que hayan ido a la política. Y me parece que eso es preocupante. Y eso
significa quizá que, a menos que entre todos le pongamos remedio, mi generación
ha fracasado: les vamos a dejar a nuestros hijos un país peor del que nos
dejaron a nosotros nuestros padres.
Pregunta. Previamente uno no sabe que
son los peores. ¿Qué ha pasado para que esa generación haya perdido esta
oportunidad? ¿Por qué persisten la corrupción, la crispación? Es que no es solo
su generación: la anterior también se envileció... ¿Y por qué los nuevos medios
no sirven aún para que la sociedad y la política sean mejores? ¿Por qué la
maledicencia domina la conversación nacional?
"Fue excesivo pretender entrar
en la 'Champions' y ahora que nos comparen con Grecia"
Respuesta. Tenemos que ser realistas.
Hay cosas que son inevitables. Un cierto grado de corrupción es consustancial a
la democracia; es el precio de la libertad, y hay que pagarlo: mucho más grande
es la corrupción en un sistema autocrático.
Por otro lado, hablas de
maledicencia: de nuevo es el precio de la libertad.
Internet y las nuevas formas de comunicación
son algo extraordinario.
Nos ha cambiado la vida a todos. Pero
esto tiene un precio muy alto que hay que pagar; por mi parte lo pago
encantado, aunque a veces me escueza. Hay otra cosa que me parece importante.
Esos treinta años de prosperidad y de
integración en Europa, igual que crearon un espejismo económico, crearon
también un espejismo cultural.
Tengo la impresión, y más que la
impresión la certeza, de que en España y fuera de España se tenía una imagen
del país excesivamente optimista. En la última década me he movido bastante
fuera de España y este país parecía la bomba: Ferrán Adriá, Rafa Nadal, Pau
Gasol, Pedro Almodóvar... Además, íbamos a superar el producto interior bruto
de Italia y nos íbamos a colocar...
(…)
¡En la Champions! Éramos la bomba, y ahora de repente somos parte de
los PIGS (Portugal, Italia, Grecia, España...).
Aquello era excesivo, y esto también:
ni una cosa ni otra.
Iba por Italia y los amigos me
decían: "¡Joder, me hago de Zapatero y me voy a España!".
Era cuando se legalizaban los
matrimonios homosexuales, cuando se dictaban leyes de igualdad... Y yo decía:
"Tranquilos, que Zapatero no es una mezcla de Pericles y san José de
Calasanz".
Pregunta. Así que dimos una impresión
que no nos correspondía.
R. Económicamente hemos vivido muy
por encima de nuestras posibilidades: ahora ya lo sabemos; pero la imagen
general que proyectábamos tampoco se ajustaba a la realidad.
Lo diré de otra manera: no puedes
cambiar 200 años de historia durísimos, de guerras civiles, de golpes de
Estado, en tres décadas. Es imposible.
No puedes pretender que España tenga
una cultura de la democracia y de la libertad como la que tiene Inglaterra.
Es imposible. Inglaterra lleva muchos
siglos de cultura de la libertad y nosotros no.
A menudo, me preguntan fuera qué
queda del franquismo en España. Siempre digo lo mismo: ETA y nuestra secular
tradición de intolerancia.
Un país educado en la libertad es un
país educado en la tolerancia y este país no ha sido educado en la tolerancia.
La tolerancia, lo dijo Alejandro
Rossi, consiste en no confundir un error intelectual con un error moral. Es
decir: yo puedo estar equivocado, pero no por eso soy un canalla, y no por eso
tienes tú que arrearme con el garrote.
En España, todavía, en cuanto rascas un
poco, sale un energúmeno con un garrote. A eso me refiero cuando digo que
teníamos una visión excesivamente optimista de nosotros mismos.
P.¿Qué hemos de hacer?
R. No lo sé. Lo único que sé es que
todavía tenemos que trabajar mucho para construir un país civilizado, un país
en el que se disfrute de la discrepancia, en el que triunfe la cultura del
trabajo, una sociedad meritocrática en la que el que más hace es el que más
vale... Esto en España aún no ha arraigado, aunque en estos 35 años el progreso
ha sido evidente.
P. Pero el estado de ánimo es el de un
país notoriamente insatisfecho...
R. ¿Cómo no va a serlo? Resulta que
mi padre vivió mejor que mi abuelo y que yo he vivido mejor que mi padre, pero
también resulta que mi hijo -que sabe muchas más cosas que yo a su edad- puede
vivir peor que yo.
Cuando dicen de los acampados que
forman parte de la generación más preparada de la historia, se dice una verdad
inapelable.
Los que dicen que la educación en
España se ha acabado o que ahora es mucho peor que antes deberían explicarnos a
qué antes se refieren.
¿Al franquismo, que es lo único que
ellos han conocido? ¡Anda ya, hombre!
Esta educación es mucho mejor: estos
chavales saben más, hablan idiomas, han viajado, han leído más y están mucho
mejor preparados para todo.
Pero les habíamos prometido que iban
a vivir mejor que nosotros y ahora resulta que van a vivir peor y que están con
el agua al cuello. ¡Cómo no van a protestar! Lo extraño, insisto, no es que
hayan protestado, sino que no lo hayan hecho antes.
(…) Hemos vivido un fracaso nacional y
la crisis es su expresión máxima.
El problema que tienen estos chavales es
cómo darle a su protesta una forma.
El estallido de indignación ha sido
extraordinariamente civilizado y sensato; el problema es qué pasa ahora. La
cosa se puede degradar y no ir a ninguna parte.
¿Y qué hacemos?
La izquierda tiene que saber que ese
fracaso es en grandísima parte suyo y que esos chavales han sido abandonados
por ella: por eso gritan.
Es decir, aquí ha habido una gran
estafa, y hay que decirlo.
En 2008 los bancos se iban al carajo, y
con ellos el sistema financiero y todos nosotros detrás. Así que los políticos
nos dijeron: vamos a dar a esta gente dinero para que no se vayan al carajo,
pero a cambio les exigiremos que respeten unas reglas, para que esto no vuelva
a pasar.
Y les dimos el dinero, pero no tuvimos
el valor de ponerles las reglas, con lo cual los bancos volvieron a las
andadas, y en primer lugar contra quienes les habían dado el dinero, es decir
contra los Estados, es decir contra todos.
De ahí viene la crisis actual, la crisis
de la deuda.
Esto ha sido una estafa, fruto en gran
medida de una falta de coraje, sobre todo por parte de la izquierda.
Ya no voy a lo que ha hecho Zapatero,
que para mí ha sido una gran decepción.
Mira, con mucho dinero yo también sé
gobernar: así gobierna cualquiera; un gobernante de verdad es el que sabe
gobernar cuando llegan los problemas.
Y Rodríguez Zapatero se ha limitado a
esperar a ver si se arreglaba la cosa y, cuando ya no tenía arreglo, ha hecho a
última hora y de mala manera lo que ya no le quedaba más remedio que hacer.
"Sin trabajo, sin futuro, viviendo
en las casas de sus padres, ¿cómo no van a estar cabreados?"
P.Está usted decepcionado.
R.Con Zapatero, sí: esperaba más.
P. E indignado también.
R. Lo de la indignación me hace gracia
porque la gente, muchos de los llamados intelectuales, miran a estos chicos por
encima del hombro.
Eso me ha irritado bastante.
Repito: ¿cómo no van a estar indignados?
Todos en la calle, sin trabajo, sin futuro, viviendo en las casas de sus
padres, ¿cómo no van a estar cabreados?
Estos chicos no buscaban la playa debajo
de la Puerta del Sol, son más realistas y más sensatos que los del 68. ¿Qué hay
de malo en eso?
Les dicen: "Es que indignarse no
basta". Evidente. Pero es más que nada, y puede ser el principio de algo.
Lo del Movimiento 15-M me parece lo más
saludable que ha pasado en este país en los últimos años. Estos chavales, de
quienes decían que no servían para nada, que estaban despolitizados y que solo
estaban preocupados por la play-station, de repente dicen: nos están jodiendo,
están jodiendo a mucha gente; por tanto, salimos a la calle y protestamos. Eso
de entrada. Y protestan civilizadamente, pidiendo cosas realistas que se pueden
llevar a cabo, que no son disparates. Me parece estupendo.
P. Dijo usted que sintió ante este
movimiento "una ilusión razonable". ¿Le alivia de la sensación de
fracaso con respecto a lo que ha hecho su generación con el poder?
R.¿Quieres decir si pienso que estos chicos
nos van a redimir? ¡Ojalá! (risas). A veces lo he pensado, sí... Esto ha sido
algo valiente, razonable y necesario. Nosotros no hicimos nada parecido, quizá
porque fuimos más afortunados que ellos y no tuvimos necesidad de hacerlo.
P.¿Siente miedo o tranquilidad ante el
futuro?
R.Tranquilidad no, desde luego. Tengo un
hijo de 16 años y ahora mismo estoy pensando en qué sucederá cuando termine la
Universidad, si las cosas se habrán arreglado y podrá salir adelante. Me da
miedo pensar que mi hijo llegue a los 40 años y no pueda vivir por lo menos
como vivió su padre.
P.Usted le dedicó 500 páginas a un
instante de la Transición. ¿En qué instante estamos ahora?
R.Estamos a la espera.
P.Y de ese instante es símbolo la
acampada...
R. Puede ser. Eso significa algo, aunque
todavía no sepamos lo que significa. Creo que ellos tampoco lo saben.
Estertores de la democracia estrangulada
por la partitocracia
Partitocracia (o partidocracia)
designaría al sistema de gobierno (de hecho) en el que la
"democracia", nunca suficientemente bien definida, es sólo una
estrategia de poder que favorece a ciertos sectores de la sociedad
(minoritarios) en detrimento de otros (mayoritarios). Los que manejan este
sistema encubierto son los grandes partidos políticos que directa o
indirectamente, con más o menos conflictos y acusaciones mutuas, optan para
"turnarse" en el control del poder, sabiendo que siempre será ellos
los que lo controlen.(mayoritarios). Los que manejan este sistema encubierto
son los grandes partidos políticos que directa o indirectamente, con más o
menos conflictos y acusaciones mutuas, optan para "turnarse" en el
control del poder, sabiendo que siempre será ellos los que lo controlen.
Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970),
escritor, crítico literario y articulista, es autor, entre otros, de «Las
máscaras del héroe», novela que publicó con 26 años y con la que deslumbró a la
crítica española; «La tempestad» (Premio Planeta); «La vida invisible» (Premio
Primavera y Premio Nacional de Narrativa); y «El séptimo velo» (Premio
Biblioteca Breve). Como articulista, ganó los premios González Ruano, Mariano
de Cavia y Joaquín Romero Murube.
—Se pregunta usted «si existe España»,
¿por qué?
—Se trata de una pregunta provocadora
para la conferencia del Aula de Cultura, pero partiré de esa célebre frase que
dijo Zapatero de que es «discutible y discutido» que España sea una nación.
—¿Y tenía razón?
—Zapatero ha dicho muchas mentiras, pero
también algunas verdades. Y ésta es una de ellas. Pocos conceptos políticos son
tan discutidos actualmente como el concepto de nación. Se trata de un concepto
liberal, puramente contractualista, por el cual un número de personas decide
libremente asociarse para formar una nación.
—¿Y ese «contrato» ya no vale en España?
—En mi conferencia trataré de demostrar
cómo el concepto de nación liberal no sirve para mantener la cohesión o el
sentido de pertenencia de una comunidad política a un determinado territorio.
—¿Y eso tiene arreglo?
—Yo creo que los españoles tienen que
reconocerse en su pasado. España no comienza con las revoluciones liberales ni
con la Constitución de 1812, aunque fueran hitos muy importantes en la Historia
de España.
—¿Teme que España «se puede romper»,
como vaticinaba el PP?
—Yo creo que cuanto menos nos reconozcamos
los españoles en esa serie de hechos y realidades que han ido configurando
España a lo largo de la historia, el peligro de ruptura de España será cada vez
mayor. Y lamentablemente ya muchos españoles no se reconocen en hechos como la
Reconquista, que no se aceptan en muchos ámbitos como propios de nuestra
identidad. Y eso es lo que ha dado cohesión a los reinos de España durante
mucho tiempo.
—¿Y existe la posibilidad de recuperar
esas señas de identidad?
—¿Por qué no? Yo no creo en la fatalidad
de la historia. Creo que el sentido común hace que los pueblos, cuando se dan
cuenta de que el camino que han cogido les lleva al abismo, se detienen y
retroceden hasta la bifurcación en la que se equivocaron.
—¿Y el «patriotismo constitucional» de
Zapatero no tiene futuro?
—Ese patriotismo constitucional no tiene
ningún futuro. La gente necesita ese sentimiento de pertenencia a cosas
concretas que alimenten su vida y desde luego una ley o una Constitución es en
el fondo no deja de ser un papel.
—¿Se refiere a que nos haría falta algo
más «emocional»?
—No sólo emocional, también racional.
Una ley no da ningún sentido de pertenencia. Hace falta reconocer vínculos
históricos muy profundos. A los españoles, para pasar las aduanas del llamado
progresismo, se les obliga ahora a renunciar a esos hechos históricos,
culturales, religiosos, tradiciones, etcétera, que nos preceden y que han hecho
de España lo que es. Es que si ahora no te carcajeas de los Reyes Católicos, te
conviertes en un ciudadano de segunda fila.
—Sostiene Boadella que para ser «un buen
catalán», según la corrección política impuesta en Cataluña por los
nacionalistas, hay que ser «antiespañol»...
Esa es la idea en la que se basan los
nacionalismos: crear una identidad propia a costa de destruir la identidad
común.
—¿Y si te sientes «español» no puedes
ser «progre»?
—Claro. Y por eso hay que renegar de
todos los rasgos y tradiciones religiosas y culturales españolas.
—¿Como la de los toros en Cataluña?
—Sí, pero todo esto es una consecuencia
del concepto de nación en base a un puro contractualismo.
La crisis económica
—¿Qué cree que quedará de España tras la
crisis?
—Más una crisis estamos en un cambio de
era. Y creo que, aunque va a ser doloroso, lo que nazca en esa nueva época
puede ser bueno. Podríamos recuperar una economía real y un fortalecimiento de
los vínculos familiares, además de una recuperación de la fe. Lo que sí tengo
claro es que el capitalismo financiero, que es lo que se está derrumbando, era
una creación monstruosa.
—¿Estamos ante una crisis de valores,
además de una crisis económica?
—Sí, estamos ante el fracaso de un
modelo económico, político, moral, fundado en la obtención del beneficio. El
temperamento del español siempre hace que cuando las cosas están mal, política,
económica sy ocialmente, al final esto siempre se soluciona quemando iglesias,
incluso algo de eso ya se empieza a intuir.
—¿Y no es posible que la religión salga
beneficiada de esta crisis de valores y se convierta en una salida para muchas
personas?
—Es posible, pero yo creo que la
religión más que una buena salida debe ser una buena entrada. Los pueblos sin
religión están condenados a la extinción. Solo la fe en otra vida es la que nos
transmite fe para ser buenos en esta vida y ganarnos la otra. La historia demuestra
que todas las civilizaciones que se han hecho descreídas han acabado
desapareciendo.
—¿El llamado «Estado de Bienestar», que
nació en la Europa occidental hacia la segunda mitad del siglo XX, puede ser
pronto una quimera? ¿Cree que la globalización mezclada con la crisis no puede
llevar a una «americanización» de nuestro modelo social?
—Creo que el «Estado de Bienestar» al
que se refiere siempre fue una quimera porque más allá de la educación u otras
prestaciones que el Estado debe prestar, se convirtió desde el principio en una
especie de sustitutivo de los vínculos naturales y sociales que habían sido
arrasados o destruidos previamente por ese mismo modelo. El Estado debe hacer
una función de beneficiencia en el caso de los mayores o personas impedidas,
pero de ahí a una ley de dependencia va un trecho. ¿Por qué se hace? Son los
familiares los que están obligados a cuidar de sus mayores, en su casa. Lo que
ha buscado el Estado son crear personas desvinculadas, sin ningún tipo de
protección natural, que se han tenido que refugiar en el Papá Estado. El
«Estado de Bienestar», en ese sentido, concediendo subvenciones y demás, ha
sido malo porque nos ha convertido en borregos dependientes de unos políticos.
O sea, que desaparezca ese tipo de Estado de Bienestar no me parece mal.
—¿El tercer gran partido español,
después del PP y el PSOE, es el de la corrupción?
—La corrupción es una consecuencia
lógica de una política sin Dios, que ha terminado convirtiéndose en una
política sin moral, que ha generado una ética puramente utilitarista en virtud
de la cual sólo es malo lo que hace un daño directo a alguien. El político que
se queda con una «mordida» piensa que no hace mal a otros recalificando un
suelo rústico, sino al contrario, cree que está creando riqueza, de la cual se
queda, claro, una parte.
—¿La calidad democrática de España con
qué otro país la compararía?
—Es que yo creo que no vivimos en una
democracia. El problema de las «democracia» española es que no es una auténtica
democracia sino una partitocracia donde el voto ciudadano está únicamente
orientado hacia el fortalecimiento de las implacables estructuras de poder de
los partidos políticos, que lo invaden y lo corrompen todo. Igual que en los
demás países occidentales, en España no existe separación de poderes. Los
partidos políticos eligen a los jueces del Tribunal Constitucional, a los
miembros del Consejo General del Poder Judicial, a los consejos de
administraciones de las cajas, a quienes tienen el poder en las universidades.
Los partidos políticos son el único poder que existe en España. La
partitocracia en la que vivimos es una forma de tiranía como otra cualquiera:
lo que ocurre es que el tirano no se encarna en una persona sino en un grupo de
poder, en una casta o en una oligarquía.
—¿Por qué cree que los intelectuales
españoles tienen tan poca visibilidad e influencia en la política y la
sociedad, a diferencia de los franceses o alemanes?
—En líneas generales, la desgracia del
intelectual, término siniestro donde las haya, es que, en contra de lo que
parece, el intelectual suele ser un sicario del poder establecido, un mero
lacayo. Yo lo que percibo en lamayoría de los llamados intelectuales españoles
es una mera adhesión a los principios del régimen, es decir, a la corrección
política.
—¿Cómo cree, pues, que se puede
sobrevivir intelectualmente en España?
—Si uno no quiere ser devorado, tiene
que mantenerse constantemente alerta, cuestionarlo todo, revolverse contra
todas las ideas establecidas y los clichés hegemónicos y contra los tópicos
encumbrados a la categoría de dogma, aunque esto es doloroso, porque esa
irreductibilidad provoca rechazo social. La manada lo que quiere es que te
incorpores como uno más.