Francisco Largo Caballero
Político
Francisco Largo Caballero fue un sindicalista y político marxista español, histórico dirigente del Partido Socialista Obrero Español y la Unión General de Trabajadores. Wikipedia
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Vamos a
la conquista del poder
Francisco Largo Caballero - El Socialista, 25 de julio
de 1933
«Compañeras y compañeros: Había hecho el propósito de
no tomar parte en ningún acto semejante al que estamos celebrando durante el
tiempo que estuviese desempeñando un cargo en el Gobierno de la República.
Quería yo, después de salir del Gobierno, ponerme en contacto con la clase
trabajadora española para darle a conocer mi experiencia dentro del Gobierno de
la República y, además, para explicarle la legislación social de aquélla. Pero
las circunstancias me han obligado a desistir de ese propósito, y, a
requerimientos insistentes de la Juventud Socialista Madrileña, vengo hoy aquí;
mas debo advertiros que lo que yo voy a decir hoy aquí no deshace, no prejuzga,
no tiene casi nada que ver con lo que yo tenga que decir después de salir del Gobierno
republicano.
Prólogo de otros actos análogos
Pudiéramos afirmar que este acto es el prólogo de los
varios que yo pienso celebrar en España después de salir del Gobierno de la
República. Considero de indispensable necesidad para la masa trabajadora
española el difundir lo más exactamente posible lo que es la República española.
Naturalmente que al venir hoy aquí se ha producido,
contra mi voluntad, una expectación, debida en buena parte a la gran
imaginación del pueblo español, y por otra, a la mala fe de nuestros enemigos.
Pero ya sabéis que yo soy, entre otras cosas, acaso no muy convenientes en política,
hombre claro, hombre que procura no ocultar lo que piensa.
Ya sabéis que no soy orador, y, mejor que vosotros, lo
sé yo. Es posible que en lo que yo diga hoy aquí pueda haber algo de diálogo,
algo que no sea simplemente monólogo; pero esto no depende de mí, depende de
las circunstancias. Yo tengo que advertir que si de lo que diga resulta algún
diálogo, en mi intención no está, ni por lo más remoto, molestar a los que se
consideren aludidos. Lo que yo diga lo diré con toda clase de consideraciones y
de respeto para las personas.
Breve
autobiografía
Parece que es costumbre, camaradas, que en estos actos
-digo parece que es costumbre porque, como sabéis, llevo ya más de dos años si
hablar en público- que el orador se haga una pequeña autobiografía, que exponga
al auditorio un esquema de su personalidad política. Yo no os voy a molestar
mucho en este particular. Sólo os voy a decir que hace cuarenta y tres años ingresé
en la Unión General de Trabajadores de España, y en este marzo último hizo
cuarenta años que empecé a militar en la Agrupación Socialista Madrileña. De mi
actuación en las organizaciones donde he intervenido se os puede informar por
ellas. No lo voy a hacer yo. Unicamente lo que quiero decir, lo que quiero hace
constar, es que no soy un advenedizo a la organización política y sindical
españolas, que yo no soy un aventurero en este movimiento político obrero, que
yo soy un socialista, pero no por sentimiento simplemente, sino por convicción.
Yo soy de los que protestan contra las injusticias sociales, de los que creen
que el régimen que vivimos no es inmutable, que es no sólo susceptible de
modificación, sino de sustitución por un régimen socialista, colectivista; soy
de los que creen que para hacer esto no se precisa simplemente una mayor
cultura, un mayor desarrollo económico de la sociedad, sino que es indispensable,
y para mí fundamental, el que la clase trabajadora actúe con eficacia por medio
de sus organizaciones políticas y sindicales para lograr el cambio de régimen.
Es decir, que yo no he olvidado todavía aquellas palabras de Marx: «Proletarios
de todos los países, unios.» «La emancipación de la clase trabajadora ha de ser
obra de ella misma.»
Hecha esta presentación, debo manifestaros que tampoco
aspiro a jefaturas de ninguna clase ni a ser director exclusivo de ninguna
política; soy un compañero del Partido que expone sus ideas libremente, y
luego, el que quiera, las acepta, y el que no, no. Esto en mí no es nuevo. En
abril de 1930, en este mismo local, yo decía que a la clase trabajadora no le
hacían falta jefes, ni le hacían falta pastores, sino que la clase trabajadora
por sí misma haría aquello que más le conviniera y que considerara más justo.
Motivo
fundamental del acto
Uno de los motivos por los que yo he venido aquí es
porque me creía obligado a contribuir de esta manera al fondo para la rotativa;
pero, además, y fundamentalmente, porque observo que el enemigo común va
apretando el cerco y aumentando la agresividad contra nuestro Partido y contra
nuestras ideas. Y este hombre, ya de algunos años -perdonadme la vanidad-,
tiene el temperamento todavía joven y no está dispuesto, mientras él pueda, a
contribuir, ni por acción ni por omisión, a que el enemigo pueda aumentar sus
armas contra nuestras ideas o pueda manejarlas mejor contra nuestro Partido.
Este es el motivo más fundamental que yo he tenido para venir hoy aquí.
He dicho que el cerco del enemigo común cada día se
estrecha más. No es que a nosotros nos asombre el que esto suceda, porque
estamos acostumbrados a acometidas de igual naturaleza, según se prueba con la
historia de nuestro Partido y de nuestras organizaciones. Hace cuarenta y tres
años, cuando yo ingresé en la organización, la agresividad existía, pero hoy
ocurrirá lo mismo que les ocurrió el año 1930. Habiendo dicho yo aquí, en
abril, las palabras que os he recordado, en octubre tuvieron que llamarnos para
que cooperásemos al triunfo de la República. Y deben tener presente que las
cosas no están tan llanas, que los obstáculos no han desaparecido, que las
dificultades para la República persisten y que sin el Partido Socialista y sin
la Unión no podrán defender con eficacia a la República. (Aplausos.)
Un
momento histórico
Es ahora cuando pudiéramos decir que entramos ya en el
tema de la conferencia. A pesar de las campañas de todo género que se hicieron
contra nosotros, en octubre del año 1039 tuvieron que venir a solicitar del
Partido y de la Unión General de Trabajadores la cooperación. momento histórico
en nuestro país y momento histórico para nuestras organizaciones. A partir de
él se plantea una cuestión que yo me voy a permitir tratar, aunque sea
brevemente, porque no quiero mortificaros mucho con mi palabra. (Denegaciones.)
La cuestión de si el Partido Socialista y la Unión deben o no tomar parte en la
revolución española. Y el Partido Socialista y la Unión, por medio de sus
representantes, acuerdan que sé, que deben tomar parte en la revolución. ¿Y cuándo
y cómo lo acuerdan? ¿Es que el acordar esto era una cosa extraordinaria? ¿Era
una cosa que estaba fuera de los cálculos de nuestro Partido, de la táctica de
nuestro Partido? Leed nuestro Programa y veréis que en el Programa mínimo la
primera cuestión que se plantea es «supresión de la monarquía». Es decir, que
el Partido Socialista tiene como primer punto en su Programa mínimo, no en el
máximo, sino en el mínimo, la supresión de la monarquía. El Partido Socialista,
por ese Programa acordado en nuestros Congresos, estaba en la obligación de
trabajar, de desarrollar sus actividades, para suprimir la monarquía española.
¿Cómo lo había de hacer? ¿El Partido sólo? ¿El Partido en colaboración con
otros elementos? Eso dependería de las circunstancias. El Programa no dice
cómo, pero es sabido de todos que las circunstancias son las que obligan a una
conducta, a una táctica.
La
condición no aceptada
“siempre habíamos defendido la supresión de la
monarquía española” (…) “hemos sido censurados, criticados injustamente por
muchos elementos que se llaman afines, porque durante la dictadura de Primo de
Rivera no hemos atendido sugestiones que se nos hacían por ciertos elementos
(…) para contribuir a movimientos que llamaban revolucionarios”.
“Nosotros no iríamos a ningún movimiento si no era
para derribar la monarquía española y, además, que no admitíamos un cambio de
dinastía, que había de ser forzosamente para instaurar la República, esos
elementos no aceptaron nunca de plano nuestras condiciones”.
“nos decían siempre que lo primero que habría que
hacer era poner al Rey en tal o en cual sitio de nuestro país, con todas las
garantías de seguridad, para que luego el país resolviese lo que creyese oportuno”.
“la mayor parte -y ahora explicaré por qué la mayor
parte- se refería, se conformaba con derribar al que llamaban el dictador:
Primo de Rivera. Nosotros entendíamos que el verdadero dictador era Alfonso XII
(Muy bien.) Y que el otro era un agente del segundo,
y que lo que había que hacer era derribar al patrono, con lo que su agente
quedaba anulado y fuera de servicio”.
Cómo
fuimos al Comité revolucionario
“Algún elemento no se negaba en absoluto a esto que
nosotros pedíamos; pero hay que reconocer que en el conjunto de esos elementos
había alguno que no inspiraba a nuestro Partido la confianza suficiente para
colaborar con él”.
“Siempre lo dijimos: Cuando el Partido Socialista vea
que se le requiere formal y seriamente, con garantías posibles de poder
transformar el régimen monárquico en República, el Partido Socialista ayudará a
ello con la Unión General de Trabajadores de España”.
“Un día, en octubre de 1930, se acercaron a nuestro
Partido representantes que a juicio nuestro ofrecían esas garantías de seriedad
y de lealtad para ir al movimiento. En cuanto se presentaron, reconocimos que
era el momento en que el Partido debía decidirse a cooperar en la revolución. Y
así lo hicimos, sin titubeo ninguno. Fuimos al Comité revolucionario”.
“Se nos dijo: «Es preciso que el Partido tenga
representantes en el Gobierno provisional. Si esto no se hace, tenemos
fundamentos para decir que la revolución será imposible ahora.» Es decir, que
los mismos elementos que nos invitan a tomar parte en la revolución, nos dicen:
«Si no hay representantes del Partido Socialista en el Gobierno provisional, no
podemos responder de que la revolución se verifique.» Y no solamente los
hombres que estaban en el Comité revolucionario, sino otros elementos que
habían ofrecido su cooperación a la revolución, vienen y nos dicen: «Si
ustedes, socialistas, no forman parte del Gobierno, no es fácil que la
revolución se realice.» En esa situación, nosotros acordamos participar en el
Gobierno provisional. Y aquí se nos plantea ya la cuestión de la colaboración
ministerial”.
El
problema de la participación “Nosotros
no hemos ido a participar en un Gobierno republicano dentro de una situación
normal. Nosotros hemos ido a una revolución, nosotros hemos participado en ella
y hemos ido a un Gobierno revolucionario; no es la participación ministerial
corriente, normal, que no se nos ha planteado a nosotros en el Partido
Socialista español todavía el problema en la parte fundamental, que pudiera ser
discutible, de la participación en Gobiernos burgueses; eso está todavía virgen
en nuestro Partido; eso no está decidido en nuestro Partido.
Lo que está decidido es participar en un Comité
revolucionario, en un Gobierno provisional que hace la revolución. Y después,
¿qué ocurre? Pues que este Gobierno provisional, en lugar de hacer lo que han
hecho muchos Gobiernos provisionales, estar meses y meses gobernando con
amplias facultades, se apresura a normalizar la situación, en vista de cómo se
proclamó la República en España; se apresura a constituir un Parlamento. Cuando
se va a las elecciones nos encontramos con que nuestro partido lleva a la
Cámara más de 100 diputados, constituyendo el grupo más numeroso del Parlamento”.
La
victoria electoral y sus consecuencias
“Cuando con unas elecciones generales realizadas con
la mayor pureza, el partido socialista resulta ser el más numeroso de la
Cámara, ¿es el momento de abandonar el Gobierno? Los votos obtenidos por
nuestros representantes en el Parlamento, ¿querían decir que debíamos dejar de
participar en el Gobierno? (Varias voces: No.)
“¿Es que no supondría para el partido una gran responsabilidad
haber abandonado entonces los sitios que ocupaban los representantes del
partido, produciendo, como es natural que se produjese, un gran trastorno
político en nuestro país, negando la cooperación en el Gobierno? N creo que eso
se le pudiera ocurrir a nadie. Y seguimos en el Gobierno. Y estando en el Gobierno,
nosotros tenemos el deseo y el interés de que esta República, traída por
republicanos y socialistas, no sea lo que fue la primera República; deseamos
que sea una República que se consolide, una República que se estructure
políticamente. Para ello había que aprobar una Constitución. Cooperamos a la
discusión y a la votación de la Constitución de la República.
La Constitución
y las leyes complementarias
Cuando esto se hace las derechas empiezan ya a
intranquilizarse. Y comienzan a amenazar, a hablar de revisión de la
Constitución. Cuando esto sucede, los socialistas y los republicanos que han
traído la República por medios revolucionarios dicen: «¡Ah! No es bastante
haber hecho una Constitución, porque esta Constitución puede ser falseada
después en las leyes complementarias; hay que hacer las leyes complementarias,
porque si ahora dejamos el camino libre al enemigo, a los de la derecha, en las
leyes complementarias desvirtuarán todo el sentido revolucionario que pueda
tener la Constitución. (Muy bien) Y nosotros hicimos el propósito de que,
ocurriese lo que ocurriese en España, primero se aprobaría la Constitución, y después,
las leyes complementarias.
Así, vimos durante toda esta etapa acometidas de la
extrema izquierda que vosotros conocéis. Y un Gobierno al cual repugna tener
que emplear la violencia contra nadie, se ve obligado, para defender la
República, a emplearla. Con todo el dolor de nuestro corazón tuvo que hacerse.
Pero ¿para qué? ¿En nombre de qué, en aras de qué? En aras del régimen
republicano.
Vienen acometidas de la derecha, y con la misma
consciencia el Gobierno republicano repele esos movimientos y defiende a la
República.
El porqué de los sacrificios colectivos
Viene la oposición parlamentaria, y el Gobierno
resiste. ¿En aras de qué? ¿En aras del puesto, del asiento que cada uno de
nosotros tuviera en el Gobierno? Comprenderéis que en toda esta etapa de dos
años a nadie le puede agradar el tener que ocupar puestos como éstos para verse
obligado a proceder como ha tenido que hacerlo el Gobierno de la República.
Pero había algo que estaba por encima de nosotros mismos: el compromiso de que
la segunda República española no muriese como murió la primera. (Muy bien.
Grandes aplausos.) Y para eso había que hacer sacrificios, no sacrificios
personales, sino colectivos. Muchos; nadie los ha hecho mayores que el partido
socialista y la Unión General de Trabajadores de España. Nadie mayores; pero,
camaradas, ¿qué sacrificios hubiéramos tenido que hacer si hubiésemos dejado
morir la República, si ésta hubiera caído en manos de los elementos de la
derecha o hubiese habido una restauración monárquica? Todo lo que haya que
sacrificar durante el tiempo de la consolidación de la República, personal y
colectivamente, hay que sufrirlo, porque de esta manera habremos contribuido
desinteresadamente, como siempre, a la victoria del nuevo régimen. Y tendremos
derecho, supongo que tendremos derecho, a pedir respeto y consideración para
nuestro Partido y nuestras organizaciones. (Aprobación.)
El problema de la participación no está prejuzgado
Por consiguiente, la participación ministerial durante
la revolución y durante la consolidación de la revolución, no es para mí el
problema de la participación en el Poder. Yo entiendo que eso no prejuzga para
nada la actitud que el partido socialista pueda adoptar en el porvenir sobre
esta cuestión. Tendrá que proceder según las circunstancias. ¡Quién sabe si
puede darse el caso, y es posible que se dé, de que en determinado momento
algunos de los que hoy no están conformes con la participación en el Poder
durante el movimiento revolucionario y consolidación de la República, defiendan
la participación en el Poder en otro momento, y los que hemos ido a la
participación del Poder en estos momentos nos opongamos a la participación en
el Poder! (Muy bien.) Porque eso dependerá, como he dicho antes, de las
circunstancias, de los momentos políticos, que no están sujetos a nuestra
voluntad. Eso no es una cuestión de principio. Eso es una cuestión de táctica.
Y nadie puede hipotecar el porvenir sobre este particular; yo no lo hipoteco.
Yo quedo, después de salir del Gobierno de la República, en absoluta libertad
para mantener mi criterio sobre la participación o no participación en el
provenir. Hoy estamos cumpliendo un deber histórico. Por consiguiente,
quedamos, al menos yo, en que esto de la participación en el Poder hoy no
prejuzga para nada nuestra posición en el porvenir.
Algunas consideraciones más sobre la participación
Conviene decir algunas palabras sobre lo que pueda
significar la colaboración ministerial. He dicho hace un momento que no podemos
hipotecar nuestro pensamiento, nuestro actitud para el mañana, porque el
desarrollo político en nuestro país nos puede conducir a situaciones que nos
obligasen a rectificar lo que hoy dijésemos. Yo no puedo olvidar que en un
Congreso, no recuerdo bien si fue del Partido o de la Unión General de Trabajadores,
habiendo monarquía, alguien habló también incidentalmente de la participación
en el Poder. Yo salí inmediatamente al encuentro, diciendo: «No me parece
oportuno plantear la cuestión, porque aun dentro de la monarquía pudieran darse
casos tan difíciles que, bien a nuestro pesar, nos obligasen a participar en el
Gobierno.» Era cuando la guerra de Marruecos. Algún jefe de partido que era
republicano, que luego se pasó a la monarquía y que hoy parece que es
republicano otra vez (Grandes aplausos), tenía entonces la ilusión de que iba a
ser llamado a Palacio para formar Gobierno. Y en seguido mandó a amigos suyos a
sondear a los hombres del partido y a preguntarles si colaborarían en un
Gobierno formado por él, con elementos, naturalmente, nuevos dentro de la monarquía,
con una condición: con la condición de que ellos terminaban la guerra de
Marruecos. Cuando esta sugestión se hizo, ya dió que pensar entonces, porque en
aquella época era cuando nosotros hacíamos la campaña contra la guerra de
Marruecos, era cuando caían a centenares en Africa los proletarios, cuando toda
la opinión pública española estaba contra aquella acción guerrera. Aquello
podía ser un lazo de la monarquía para meternos dentro de un Gobierno monárquico;
pero el hecho era que se ofrecía que si colaboraban los socialistas en aquel
Gobierno, la guerra de Marruecos terminaría. Y una de dos: o participábamos en
el Gobierno para terminar la guerra de Marruecos, o se nos podía hacer
responsables de que la guerra de Marruecos continuara. Recuerdo, y perdonad
estas disgresiones, que a la persona que a mí me habló yo le dije: «Y del
Ejército, ¿qué van ustedes a hacer?» «Mire usted -me respondió-, en eso no
hemos pensado.» «¡Ah, no! Yo no sé lo que hará mi partido; pero yo digo que
mientras el Ejército esté como está, ni el rey ni ustedes podrán hacer nada, y
la guerra de Marruecos no terminará. Si ustedes no ponen mano en el Ejército y
echan fuera de él a los principales culpables de la guerra de Marruecos, la
guerra de Marruecos no termina. Yo no sé qué les dirán a ustedes mis compañeros,
pero yo les digo que es seguro que sin una garantía de una reforma radical en
el Ejército, echando a la calle a los generales principalmente culpables de esa
guerra, no podrá haber posibilidad de contar con nuestra colaboración.»
Resultado de todas estas conversaciones fue que no nos volviesen a hablar más
del asunto. Indudablemente, cuando se planteó la cuestión, que debió
plantearse, referente al Ejército, no quisieron atenderla.
La revolución hizo pensar y decidir
Ya en aquella ocasión el problema de la participación
en el Poder hacía pensar despacio. Vino la revolución; hizo pensar y decidir.
No sabemos lo que podrá ocurrir mañana. Como en el Congreso del partido dije
yo, o nosotros actuamos en política, o no actuamos. Y si actuamos en política,
nosotros podemos llevar al Parlamento un grupo de tal importancia que o seamos
nosotros los que vayamos a colaborar con los burgueses, sino que puede que
tengamos que decir a los burgueses que vengan a colaborar con nosotros. Esto no
creo que sea una quimera, porque la medida del progreso que en el orden
político puede tener nuestro partido no podemos calcularla. Nuestra obligación
es luchar políticamente con entusiasmo, con decisión y con eficacia, y al hacer
esto no sabemos hasta dónde podemos llegar y en qué medida podemos superarnos.
Y nos podemos encontrar ante una situación en que pudiera suceder esto que yo
he dicho ahora, que puede parecer a alguien un absurdo. Pues bien, repito, lo
de la participación en el Poder no está, para mí planteado.
Y con motivo de todo esto, entramos en la lucha
política, entramos en el Gobierno; pasan los primeros meses, se elabora la
Constitución, e inmediatamente surgen elementos dentro de la República, dentro
del campo republicano, pidiendo que se marchen los socialistas del Poder.
Eso lo diremos nosotros
Tengo que declarar aquí que me parece poco reflexiva
esa actitud. Yo creo que esos elementos (no me refiero a los que llaman ahora
cavernícolas, que ésos, para mí, no cuentan; me refiero a aquellos que se
llaman afines) no reflexionan cuando dicen que los socialistas deben marcharse
del Poder, que deben marcharse del Gobierno. No se trata aquí, ni por parte de
ellos ni por nuestra parte, de que estemos, como suelen creer muchas gentes,
disfrutando de ciertas prebendas dentro de un cargo ministerial, o que lo
pueden disfrutar ellos. Eso es muy pequeño, no vale la pena siquiera de
discurrir un segundo sobre ello. No;
hay que mirar más alto. A estoa elementos republicanos que piden, que
solicitan, que hacen campañas en la prensa, y en los mítines, y en los pasillos
del Congreso para que los socialistas salgan del Gobierno, yo les voy a
plantear la siguiente cuestión: que salgan los socialistas del Gobierno...,
¿por qué? ¿Es que la República está tan segura, tan fuerte, tan sólida en sus
cimientos que ya no le hace falta la colaboración de los socialistas? ¿Lo
afirman? ¿Están convencidos? Yo me permito afirmar aquí que a la República
española le hace falta todavía el apoyo, la colaboración del partido socialista
y de la Unión General de Trabajadores. Si hay alguien en el otro campo que crea
lo contrario sinceramente, que no le guíen en sus afirmaciones pequeñas razones
políticas o de amor propio o ambiciones, que lo entienda así, que lo pueda
probar, que lo afirme públicamente. ?No hace falta ya la colaboración
socialista a la República¿ ¿Ya está firme? ¿Ya está en plena salud? ¿Ya no
tiene que temer nada de nadie? ¡Quien sabe si a estas fechas los hechos habrán
demostrado ya todo lo contrario! (Gran ovación.)
Pero, además, vamos a aceptar la hipótesis de que la
República está tan firme y que, como ellos, creen, no precisa de la
colaboración socialista para que siga adelante. ¿Pero es para esos menesteres
para los que nos tienen a nosotros? ¿Pero qué concepto se tiene del partido
socialista y de la Unión General de Trabajadores? ¿Pero qué concepto se tiene
de estos organismos, que se cree que no pueden colaborar en un Gobierno, aunque
sea contra la voluntad de los socialistas, sino hasta el momento en que la
República se consolide? Eso lo podremos decir nosotros, pero no ellos. (Muy
bien.) Eso lo diremos nosotros pero no ellos.
Vamos a la conquista del poder
Además, hay quien dice: «Ya la República está en
marcha, y, como es República, debemos gobernarla los republicanos. (Risas.)
¿Pero qué somos nosotros? ¿Es que porque somos socialistas no somos
republicanos? Hace poco hacía referencia al primer punto de nuestro programa
mínimo: supresión de la monarquía. Nosotros, por ser socialistas, somos
republicanos; si es simplemente por el título de republicanos, tenemos el mismo
derecho que puede tener otro cualquiera a gobernar el país. Pero hay quien
dice: «No, no; ustedes son un partido de clase. Y como son un partido de clase,
no pueden, no deben ustedes gobernar con los partidos republicanos.» ¿Qué
significa esta declaración? Porque nosotros no negamos que defendemos a la
clase trabajadora principalmente, al mismo tiempo que defendemos los intereses
generales del país. Pero esa declaración quiere decir que si nosotros somos
defensores de los intereses de la clase obrera, ellos serán defensores de los
intereses de la clase burguesa. Si nosotros, por defender más principalmente
los intereses proletarios, estamos incapacitados de gobernar los intereses del
país, los del lado contrario estarán, a la inversa en la misma situación. Claro
que no es ésa la realidad; la realidad es todo lo contrario, pues en un
Gobierno como el actual se hace una política de transacción. Pero ellos
argumentan así: somos un Partido de clase. ¿Qué quiere decir eso? ¿Es que a la
clase obrera no se le va a permitir gobernar, siempre que lo haga con arreglo a
la Constitución y a las leyes del país? ¿Es que se le repudia, por ser clase
obrera, para la gobernación del Estado, si esta clase obrera procede con
arreglo a la Constitución y a las leyes vigentes? ¡Ah!, esto es muy grave. ¿Es
que vamos a volver otra vez a los partidos legales e ilegales, ya que no en la
Constitución, en la práctica de cada día? A nuestro Partido, por ser partido
obrero, partido de clase, como ellos dicen, ¿se le repudia para la gobernación
del Estado, permitiéndolo la Constitución, permitiéndolo las leyes? ¿A dónde se
le empuja? De una manera inconveniente, están haciendo una labor anarquizante
que asombra. Nosotros vamos a la conquista del Poder. (Muy bien. Gran ovación.)
Si vamos a la conquista del Poder, nuestro propósito es lograrlo según la
Constitución nos lo permite, según las leyes del Estado nos lo consientan.