jueves, 29 de diciembre de 2011

Comentario al Discurso de Juan Carlos (22 de noviembre de 1975)


Fuente primaria: texto del discurso de don Juan Carlos al ser proclamado Rey (se utlizan fragmentos del mismo, tal como los publica un periódico).
Asumido por el Rey (aunque no fuera él quien elaborara el discurso en su plenitud tal como ha manifestado en más de alguna ocasión).
El Rey ha confesado: “Seguí al pie de la letra el consejo de Torcuato. Y en aquel discurso de la Corona dije muy claramente que quería ser el rey de todos los españoles”, dejar claro que se ponía término a cuatro décadas del Régimen de Franco, comenzaba una etapa de fundamentada en la reconciliación de todos los españoles. “Y en aquel discurso de la Corona dije muy claramente que quería ser el rey de todos los españoles”.
Más cosas, aunque no estén en el texto (pueden utilizarlas, siempre que signifique explicación de lo que dice el texto o contextualización de su contenido:
“En esta hora, cargada de emoción y esperanza” asumía la Corona del Reino con pleno sentido de su responsabilidad ante el pueblo español y de la honrosa obligación de cumplir las leyes y respetar la tradición centenaria.
Era Rey por “tradición histórica”, por la “Leyes Fundamentales del Reino” y “el mandato legítimo de los españoles”.
Hoy la figura de Franco “entra en la historia”.
(…) “El cumplimiento del deber está por encima de cualquier otra circunstancia”.
“Hoy comienza una nueva etapa de la historia de España”, una “etapa, que hemos de recorrer juntos”.
“La Monarquía (…) procurará en todo momento mantener la más estrecha relación con el pueblo·.
“La institución que personifica integra a todos los españoles, y hoy, (…) os convoco porque a todos nos incumbe por igual el deber de servir a España.
Que todos entiendan con generosidad y altura de miras que nuestro futuro se basará en un efectivo consenso de concordia nacional”.
“El Rey es el primer español obligado a cumplir con su deber y con estos propósitos”.
Quiere seguir “el ejemplo de tantos predecesores que unificaron, pacificaron y engrandecieron a todos los pueblos de España”, “desea “actuar como moderador, como guardián del sistema constitucional y como promotor de la justicia”.
“Que nadie tema que su causa sea olvidada”. (…) “Juntos podremos hacerlo todo si a todos damos su justa oportunidad. Guardaré y haré guardar las leyes, teniendo por norte la justicia y sabiendo que el servicio del pueblo es el fin que justifica toda mi función”.
“La patria es una empresa colectiva que a todos compete, su fortaleza y su grandeza deben de apoyarse por ello en la voluntad manifiesta de cuantos la integramos”.
“La justicia es el supuesto para la libertad con dignidad, con prosperidad y con grandeza. Insistamos en la construcción de un orden justo, un orden donde tanto la actividad pública como la privada se hallen bajo la salvaguardia jurisdiccional”.
“Un orden justo, igual para todos, permite reconocer dentro de la unidad del Reino y del Estado las peculiaridades regionales, como expresión de la diversidad de pueblos que constituyen la sagrada realidad de España.
El Rey quiere serlo de todos a un tiempo y de cada uno en su cultura, en su historia y en su tradición.Al servicio de esa gran comunidad que es España, debemos de estar: la Corona, los ejércitos de la nación, los organismos del Estado, el mundo del trabajo, los empresarios, los profesionales, las instituciones privadas y todos los ciudadanos, constituyendo su conjunto un firme entramado de deberes y derechos. Sólo así podremos sentirnos fuertes y libres al mismo tiempo”.

Como primer soldado de la nación me dedicaré con ahínco a que las Fuerzas Armadas de España, ejemplo de patriotismo y disciplina, tengan la eficacia y la potencia que requiere nuestro pueblo”.

El mundo del pensamiento, de las ciencias y de las letras, de las artes y de la técnica tienen (…) una gran responsabilidad de compromiso con la sociedad. (…) En tarea tan alta, mi apoyo y estímulo no han de faltar”.“La Corona entiende (…) como deber fundamental el reconocimiento de los derechos sociales y económicos, cuyo fin es asegurar a todos los españoles las condiciones de carácter material que les permitan el efectivo ejercicio de todas sus libertades”.

“Por lo tanto, hoy, queremos proclamar, que no queremos ni un español sin trabajo, ni un trabajo que no permita a quien lo ejerce mantener con dignidad su vida personal y familiar, con acceso a los bienes de la cultura y de la economía para él y para sus hijos”.

“Una sociedad libre y moderna requiere la participación de todos en los foros de decisión, en los medios de información, en los diversos niveles educativos y en el control de la riqueza nacional. Hacer cada día más cierta y eficaz esa participación debe ser una empresa comunitaria y una tarea de gobierno”.

“El Rey, que es y se siente profundamente católico, expresa su más respetuosa consideración para la Iglesia”, aunque “el respeto a la dignidad de la persona que supone el principio de libertad religiosa es un elemento esencial para la armoniosa convivencia de nuestra sociedad”.

“Estoy también seguro de que nuestro futuro es prometedor porque tengo pruebas de las cualidades de las nuevas generaciones”.“España es el núcleo originario de una gran familia de pueblos hermanos. Cuanto suponga potenciar la comunidad de intereses, el intercambio de ideales y la cooperación mutua es un interés común que debe ser estimulado”.

“Europa deberá contar con España, pues los españoles somos europeos”.Asume la lucha “por restaurar la integridad territorial de nuestro solar patrio”.“Si todos permanecemos unidos habremos ganado el futuro”.¡Viva España!

Datos para el comentario, sin olvidar que sólo se deben utilizar para enmarcar el sentido de las palabras del texto a comentar.
Designado sucesor a la Jefatura del Estado en 1969, tras la muerte del anterior Jefe del Estado, Francisco Franco, Don Juan Carlos fue proclamado Rey el 22 de noviembre de 1975, y pronunció en las Cortes su primer mensaje a la nación, en el que expresó las ideas básicas de su reinado: restablecer la democracia y ser el Rey de todos los españoles, sin excepción:
*.- Anunció, expresamente y sin equívocos, que asumía su misión de reconciliar a todos los españoles, procurando el entendimiento entre opositores (rupturistas o reformistas) y renovadores.
*.-  En su discurso no ignoró a nadie: Franco, era una figura excepcional pero que ya era historia (pasado); su padre, que le había inculcado el cumplimiento del deber; los ejércitos, la Iglesia, el mundo del pensamiento, las peculiaridades regionales y "la participación de todos en los foros de decisión" (haciendo referencia veladamente a todos los partidos políticos sin exclusión).
*.- Con sus palabras pretendía disipar la desconfianza de quienes, viniendo de una tradición republicana, lo veían como Rey y designado por Franco, o por quienes, siendo monárquicos o no, tenían sospechas de que como Rey fuera un mero continuador del Régimen de Franco.
*.- A unos y a otros se pretendió hacerles llegar que el nuevo Rey estaba dispuesto a devolver la soberanía al pueblo y a facilitar la vía pacífica a la democracia.
*.- "La Corona ampara a la totalidad del pueblo y a cada uno de los ciudadanos, garantizando, a través del derecho y mediante el ejercicio de las libertades civiles, el imperio de la justicia".
*.- El Rey ha confesado: “Seguí al pie de la letra el consejo de Torcuato. Y en aquel discurso de la Corona dije muy claramente que quería ser el rey de todos los españoles”, dejar claro que se ponía término a cuatro décadas del Régimen de Franco, comenzaba una etapa de fundamentada en la reconciliación de todos los españoles.
*.-  “Y en aquel discurso de la Corona dije muy claramente que quería ser el rey de todos los españoles”.
*.- Quería dejar claras, en su discurso de proclamación y para que no quedase ninguna duda, sus verdaderas intenciones para el futuro. Y que utilizaría todo el poder “para decirles a los españoles que en el futuro eran ellos quienes debían expresar su voluntad”.
*.- El día 22 de noviembre de 1975, no habló de una legitimidad derivada del 18 de julio ni de cualquier otra fecha, sino de la historia, las Leyes Fundamentales del Reino y el mandato legítimo de los españoles, tres conceptos difícilmente compatibles con los títulos de legimitidad que podrían aducir los miembros de aquellas Cortes y del Consejo del Reino a quienes se dirigía.
*.- Se presentó como Rey legítimo por historia, por las Leyes Fundamentales y el mandato legítimo de los españoles, obviando cualquier legitimidad que tuviera su origen en su designación por Franco como sucesor a título de Rey.
*.- Consideró improcedente que, en su primer, discurso el Rey hiciera cualquier referencia excesivamente elogiosa a Franco. Si se quería instaurar un régimen democrático, no tenía sentido hablar de Franco en términos excesivamente laudatorios.

*.- Siguió fielmente la recomendación que le había hecho Torcuato Fernández Miranda: “Vuestro primer discurso será la clave de todo el cambio, y en él habéis de decir a los españoles: esto es lo que tengo la intención de hacer y así es como voy a hacerlo”, aunque dejando claro que “aquel primer discurso de la Corona fue mío, solamente mío".

*.- En su discurso no ignoró a nadie: Franco, figura histórica del pasado; los ejércitos, la Iglesia, el mundo del pensamiento, las peculiaridades regionales y "la participación de todos en los foros de decisión".

martes, 27 de diciembre de 2011

La Memoria Histórica de la Transición Española.

Ricardo García Cárcel
Catedrático de Historia Moderna Universidad Autónoma de Barcelona
El recorrido por la memoria histórica elaborada en el marco de la transición política española, el aprendizaje de las lecciones de nuestra historia reciente nos lleva a la conclusión de la necesidad de fustigar tres supuestos que se han repetido hasta el tópico y que ya es hora de que los superemos:
1. El mito de que la transición estableció un presunto pacto de silencio sobre nuestra historia conflictiva.
Se ha insistido y se viene insistiendo en la idea de que la transición implicó una conjura del silencio de unos y de otros para poder construir la España democrática.
El tema, particularmente, se ha planteado al hilo de las fosas de muertos de la Guerra Civil y de su deseable/indeseable exhumación
En múltiples tribunas mediáticas y políticas se ha repetido la especie de que la memoria de la Guerra Civil había quedado desactivada por un presunto pacto de silencio efectuado en la transición. Y que habría llegado la hora del desenterramiento de la presunta verdad enmudecida.
La necesidad de la memoria como fuente de aprendizaje respecto al pasado, como cantera de experiencias sufridas y de indeseable repetición es innegable. Pero constituye un tópico inadmisible lo de la presunta desmemoria pactada. Es cierto que muchos niños hoy ignoran todo sobre Franco o sobre la Segunda República. Pero ello no es el producto de un olvido intencionado. La transición no pactó el consenso de las dos Españas en el  olvido, sino en el aprendizaje de la lección histórica: nunca más.
Y la realidad es que los estudiantes de hoy, tanto de bachillerato como universitarios, han oído y leído mucho sobre esta materia.
El problema, desde mi punto de vista, para las más jóvenes generaciones, no ha sido el olvido de esta temática sino el reduccionismo de la historia de España a esta  historia reciente, la memoria corta, la no explicación histórica en el largo plazo de una realidad que se ha planteado a los alumnos como si se produjera por generación espontánea. República, Guerra Civil y franquismo deben entenderse –y los alumnos, sin duda, se interesarían más por ello– en el marco de una historia larga que explore las causas de largo alcance y una historia ancha, que contextualice la realidad española en el ámbito internacional.
Hay que reiterar que la memoria histórica debe ser integral, nunca sectaria, porque ésta lo único que suscita es el ajuste de cuentas histórico.

2.-En la guerra civil hubo víctimas de los dos lados.
Constituye un craso error creer que la legitimidad moral de las víctimas se puede medir cuantitativamente. No tienen más razón moral los muertos de un lado respecto a los del otro por ser más. Sólo superaremos los desgarros de aquella experiencia sobre la base de asumir que el victimismo no puede ser parcial.
La memoria histórica tiene que iluminarse con el conocimiento efectivo, no con la satisfacción del prejuicio ideológico.
Lo decía, recientemente, José Jiménez Lozano, con la lucidez que le caracteriza: “La guerra acabó socialmente enterrada hace años. No se puede vivir sin ese entierro. Ese entierro no me parece incompatible con el recuerdo de la barbarie [...] No podemos abrir las fosas porque hay muchas fosas y de todos lados [...] Me parece bien que se honre a los muertos, pero jugar con los huesos me da miedo. No hay que abrir las tumbas. La catarsis hay que hacerla por dentro”.

3. El mito de la excepcionalidad de nuestra transición.
Si la memoria histórica en la transición nos ha conducido a normalizar nuestro propio pasado histórico, no tiene sentido esa tendencia de determinados hagiógrafos y de determinados críticos de la transición, a subrayar la excepcionalidad de la misma.
Hoy, desde los estudios de Przeworski a los de Casanova, ha de entenderse que la transición española no es un modelo excepcional que tenga que servir para ser imitado por todos los  países que intentan salir de una dictadura, porque los supuestos de partida nunca serán los mismos.
Pero tampoco es admisible la creencia de los críticos que consideran que la transición ha sido el fruto de un “estado de ánimo” coyuntural excepcional derivado del miedo o del  horror vacui y que, como tal coyuntura, es accidental y reversible.
A estos historiadores habría que decirles que la historia no sólo es coyuntura, es también estructura y que es evolución y cambio, pero también permanencia. No sólo Heráclito, también Parménides.

 4. El mito de la dependencia exterior, del sucursalismo hispánico respecto a Europa.
Nadie puede negar que la integración en la Unión Europea a mediados de los ochenta constituye un hito indiscutible en el proceso de normalización política de la democracia española. Pero ello no puede llevarnos a asumir que la transición política sea, como a veces se ha dicho, deudora de una presunta sensibilidad proespañola supuestamente existente en Europa.
Conviene recordar que la legitimación europea fue siempre a posteriori y que, desde luego, no faltaron palos en las ruedas en el desarrollo de nuestra recién nacida democracia sobre todo por parte de Francia en lo que se refiere especialmente a la solidaridad en la lucha contra el terrorismo.
La hispanofilia europea, a lo largo de su historia –que está por hacer, por cierto– presenta muchos agujeros negros poco confesables en tiempos de consenso europeísta. La transición, con sus virtudes y sus defectos, la hicieron los españoles solos. Conviene rendir cuentas de las deudas pendientes, pero nunca a falsos acreedores.

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lunes, 26 de diciembre de 2011

Días de Conjura


FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR.
Catedrático de Historia Contemporánea Universidad de Deusto.

EN 1943, en medio de una ciudad -Bucarest- trastornada por la guerra y los gobiernos filonazis, sin saber si su vida de hombre prisionero de una historia siniestra era realidad o ficción, sin saber si recordaba las escenas de una novela o las estaba viviendo, el escritor de origen judío Mihail Sebastian apuntaba en su diario:
«Posible título para un ensayo: De la realidad física de la ficción. Demostrar que la mentira, por arbitraria que sea, crece, se ramifica, se organiza, se convierte en un sistema, cobra perfil y punto de apoyo y, a partir de cierto grado, sustituye a la realidad, se transforma ella misma en realidad y empieza a ejercer una presión irresistible no sólo sobre el mundo sino sobre el propio autor de la mentira».
Sebastian escribía estas notas después de haber escuchado decir a uno de los intelectuales más brillantes de Rumania que el comunismo era el complot universal de los judíos, después de haber visto cómo al calor de aquel mito las leyes antisemitas le convertían poco a poco en un proscrito, en un conspirador ansioso de hacer saltar por los aires Bucarest, después de caminar durante horas por las calles blancas y desiertas del amanecer, solo, vacío de recuerdos y de esperanzas, después de tener la impresión de que la ciudad que había soñado suya se alejaba, se perdía, y en su lugar brotaba una ciudad frívola, paranoica y terrible, una ciudad en forma de ficción, de enigma, de complot, de culpa.

Sebastian moriría en 1945, arrollado por un camión. Jamás escribió aquel ensayo. Quien si lo hizo fue Danilo Kis, un novelista de la antigua ex Yugoslavia que investigaría las matanzas de judíos de los años bárbaros y escribiría un relato sobre la historia fantástica de aquel mito del complot, de su demencial influencia sobre generaciones y generaciones de lectores y de las trágicas consecuencias que de todo ello se derivaron.
Como un detective que trata de descifrar un enigma, Danilo Kis se movió entre textos extraños, representaciones alucinantes y persecutorias, utopías negativas que se renovaban en sociedades secretas y le llevaban por los caminos de la superstición, el ocultismo, la locura mística, el fanatismo religioso y esa forma tan moderna de literatura especulativa y paranoica que surgiría en Europa con la caída del Antiguo Régimen. Convertido en un aventurero que busca un secreto que tal vez no existe, destejió el modo en que la literatura del complot actuaba y producía efectos en la realidad, desde su origen propagandístico en la Francia revolucionaria hasta los rumores que la trasladaban a la Rusia de los zares y la Alemania de la República de Weimar y el ascenso nazi. El poder de la ficción, concluía, la realidad física del complot, de aquella fabulosa conspiración con diversas cabezas rectoras y múltiples tentáculos, el poder de aquel fraude, residía en la posibilidad de hacer creer.

Como se descubre leyendo muchos de los escritos posteriores a la Revolución Francesa, el complot, la idea de minorías tramando el destino del mundo, tuvo a finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX un gran arraigo en la mentalidad de los escritores reaccionarios de Europa. La Revolución Francesa, observaba un noble francés en 1796, era un acontecimiento único en la historia. Los nobles, los clérigos y los reyes descubrieron entonces que un sueño podía ser un polvorín de barricadas; que las doctrinas podían difundirse más allá de las fronteras, y lo que era peor, sus ejércitos, convertidos en cruzados de la causa, destruir los sistemas políticos del continente. Era tentador achacar el hundimiento del Antiguo Régimen a una conjura abiertamente decidida contra Dios y contra las leyes. No pocos lo hicieron; y el modo delirante, y muchas veces marginal, de analizar la historia, aquel modo de convertir el mundo en un gigantesco complot criminal que hallaría eco en la novela y el folletín decimonónico y sería la mecha de futuros incendios, se extendió como la fiebre de Malta -la fiebre de Malta estaba de moda en el siglo XIX-.

No hay consuelo más hábil que el pensamiento de que no elegimos nuestras desdichas. En un mundo sin Dios la idea de la conjura universal pasó a ser un breviario que enseñaba que por detrás de toda la historia latía una misteriosa, oscura y poderosa fuerza y que ésta tenía en sus manos el destino del hombre, disponía de las fuentes del poder, desencadenaba las guerras y las rebeliones, las revoluciones y las tiranías.

Las escenas también iban a ser reales en España, donde los rumores del complot llevaban propagándose desde finales del siglo XVIII. Se cierne sobre el mundo, escribe por aquellos años un tradicionalista, una época implacable. «Hay una conspiración abiertamente decidida contra Dios y contra Cristo, que por todos los medios trata de abolir la religión, que para este medio envía emisarios por todas las provincias...», redacta un espía de Carlos IV. La conspiración pronto tendría un nombre -masonería- y no pocos tradicionalistas y conservadores harían de ella la clave de la interpretación de la sociedad, etiquetando de masón o conjurado a todo aquel que se mostrara partidario del pensamiento moderno o extranjero y reprochándosele todos los males que sufría el país. A modo de epílogo, en 1936 los generales rebeldes se presentarían ante el mundo como el seguro médico de la sociedad contra el imperio de los conspiradores masones, comunistas y judíos. El eco del complot tomaba forma en la tenebrosa vía de los juzgados, en su sollozo de hierro.

La gente se olvida a menudo de que la realidad no tiene la menor obligación de ser interesante y está dispuesta a creer en cualquier intriga; de ahí el gran éxito que ha cosechado el fantasma del complot en la historia moderna de Europa; de ahí también su supervivencia. Los tiempos, no obstante, cambian, y si en el pasado de España el complot fue un relato ideado por la reacción, hoy es una novela escrita por la izquierda.

Según una teoría recientemente ilustrada por nuestros eternos progresistas, en España existe hoy una conspiración neofranquista destinada a desguazar la democracia; una conjura cósmica tramada en lo secreto y oculto; un deseo nostálgico de hacer desfilar a las JONS por las viejas calles del viejo Madrid. La frustración de expectativas durante la Transición, la caída socialista, el ascenso de Aznar al poder, el transfuguismo sonámbulo de algunos políticos, las entrevistas secretas con ETA y las crecientes e insaciables demandas de los nacionalistas de la periferia, serían obra suya. Literatos, historiadores, periodistas, miembros del Opus Dei, ministros, alcaldes, espías, empresarios, víctimas del terrorismo... figurarían, según parece, en la lista de conjurados.

Lo ridículo y más grave de toda esta concepción paranoica de la sociedad no es que se niegue lo que es y se explique lo que no es. Lo más grave es que presentar a los actuales defensores de la Constitución y del espíritu que ésta forma como conjurados antidemócratas y peligrosos neofranquistas, como siniestros fascistas que han penetrado en el tejido del poder y deben ser extirpados, crea un ritmo de deslegitimación del adversario político que amenaza con hacer imposible la democracia. Sostener, ligeramente, esta tesis entraña un riesgo. Si hay algo que enseña la historia del siglo XX es que las democracias terminan derrumbándose, no por culpa del patetismo hueco de los revolucionarios, sino por culpa del escepticismo irónico de quienes deberían haber constituido su fiel apoyo.

martes, 29 de noviembre de 2011

Cuestionario sobre el Sistema político de la Restauración.

1.- ¿Cuál de las siguientes características no puede aplicarse a la Constitución que define el político de la Restauración?.
1.- Su texto fue elaborado y aprobado por unas Cortes Constituyentes.  2.- Establece que la soberanía reside en el Rey y en las Cortes.  3.- Señala que el Rey ejerce el poder Ejecutivo y comparte el poder Legislativo con las Cortes.  4.- En su texto se establece el sufragio censitario, sistema que se mantuvo durante todo el período de su vigencia.  5.- Determina la confesionalidad católica aunque hace posible la libertad religiosa.

2.- ¿Cuándo una Fuente Histórica se considera “primaria” (indique la afirmación que no corresponda a una fuente primaria):
1.- La que se ha elaborado prácticamente al mismo tiempo que los acontecimientos de los que trata.   2.- Aquellas que llegan a nosotros sin ser transformadas, tal y como fueron hechas en su momento sin ser sometidas a ninguna modificación.  3.- Aquellas que también se denominan historiográficas.  4.- No necesariamente una fuente primaria ha de ser escrita, las hay iconográficas, orales, etc.  5.- El enunciado de la pregunta es incorrecto, todas las respuestas de esta pregunta se corresponden con las fuentes históricas primarias.

3.- El sistema político de la Constitución de 1876 (indique la que no corresponda) establece:
1.- Bicameralismo (Congreso y Senado).  2.- El Rey tiene la facultad de convocar las Cortes y disolverlas.  3.- No reconoce la separación de poderes.  4.- Todos los miembros de las Cortes, tanto del Congreso como del Senado,  son elegidos por los ciudadanos que tienen derecho al voto.  4.- No establece en su texto el sistema del sufragio y, por ello, deberá ser establecido por una Ley aprobada por las Cortes.  5.- No explicita los derechos y deberes de los ciudadanos, éstos deberán ser establecidos por una Ley ordinaria.

4.- ¿En qué año, de los que se le indican a continuación, dejó de estar vigente el sistema político de la Restauración?.
1.- 1874.   2.- 1876.   3.- 1931  4.- 1901.  5.- En ninguno de los anteriores.

5.- Señale la respuesta que (no) corresponda:
1.- El partido conservador de Cánovas se nutrió de los miembros del partido Moderado y de la Unión Liberal de la época anterior.  2.- El partido de Cánovas era partidario del sufragio censitario.  3.- El partido de Sagasta defendía el sufragio universal.  4.- El partido de Cánovas defendía un cierto laicismo.  (5).- El partido de Sagasta tenía sus feudos electorales en las ciudades, la periferia penínsular y el norte industrial (burguesía comercial e industrial y los profesionales liberales.).

6.- ¿Qué grupo, de los que se le indican a continuación, se opusieron a las medidas uniformizadoras del “nacionalismo político” establecido por el sistema de las Restauración?.
1.- Republicanos.  2.- Anarquistas.  3.- Socialistas.  4.- Carlistas.  5.- Ninguno de los anteriores.

7.- Señale el movimiento obrero, de los que tiene a continuación, que en el sistema de Restauración defendió, entre otras, la revolución violenta, la acción directa, la supresión de la propiedad privada y el sindicalismo apolítico.
1.- UGT.   2.- Confederación Nacional del Trabajo (CNT).  3.- AIT.  4.- La II Internacional.  5.- Ninguno de los anteriores.

8.- La sistema político de la Restauración es un período de la Historia de España (indique la no correcta).
1.- Comprendido entre 1874 y 1931.  2.- Restauró la Monarquía y la dinastía de los Borbones en la persona de Alfonso XII. 3.- Incluyó también la Regencia de María Cristina (1885-1901) y el reinado de Alfonso XIII (1901-1931). 4.- El sistema político de la Restauración dejó de estar vigente en 1923, con la Dictadura de Primo de Rivera. (falta la opción número 5 pero no infleye en la respuesta correcta), añadir una cinco tampoco.

9.- En el proceso de instauración del sistema político de la Restauración,  (indique la que no corresponda).
1.- Isabel II, madre de Alfonso XII, tuvo que renunciar a sus derechos al trono en 1870. 2.- Cánovas defendió un sufragio censitario y una soberanía compartida entre Rey y Cortes.  3.- Cánovas defendió el alejamiento de los militares de la vida política con el fin de poner término a sus pronunciamientos (fuente continua de inestabilidad política en España). 3.- Un sistema bipartidista (dos partidos burgueses y liberales, que aceptasen el nuevo sistema y que pacíficamente se fueran turnando en el poder).  4.- Se hizo posible la alternancia pacífica de los partidos dinásticos (los que aceptaban el sistema de la Restauración, la constitución de 1876 y la monarquía de Alfonso XII).  5.- Todas las respuestas son correctas. (No altera para nada que existan dos opciones con el número 3)

10.- Cual de las siguientes afirmaciones no puede referirse al  partido Liberal-Progresista, liderado por el antiguo progresista Práxedes Mateo Sagasta.
1.-  Fue heredero de los ideales de la Constitución de de 1869 adaptados a los límites del sistema canovista.  2.- Sus bases electorales estaban centradas en las ciudades, la periferia peninsular y el norte industrial: burguesía comercial e industrial, los profesionales liberales y la población urbana. Progresistas, radical-constitucionalistas, republicanos y descontentos de Cánovas.  3.- Defendía el sufragio universal,  el aumento y desarrollo de las libertades.  4.-  Propugnaba un cierto laicismo (incluso en determinados casos anticlerical).  5.- Todas las anteriores pueden aplicarse  partido Liberal-Progresista, liderado por el antiguo progresista Práxedes Mateo Sagasta.

11.- ¿Qué documento, en el que intervino en su redacción Prat de la Riba, se formuló el programa político del catalanismo y la proclamación oficial, abierta y sistemática del autonomismo catalanista (reivindicando que Cataluña fuera la única soberana de su gobierno interior,  que pueda establecer libremente sus leyes y establecer y recaudar sus impuestos, acuñar su moneda y cuantas otras atribuciones se derivasen de su soberanía).
1.- Las Bases de Manresa.  2.- El que ens dóna la gana.  3.- La Capitulaciones de Olot.  4.- No l'hi que dic.   5.- Ninguna de las anteriores, además nunca se redactó un documento como el que se indica en el enunciado de esta pregunta.

12.- Después de la represión de 1874, los socialistas madrileños se reorganizaron en torno al núcleo de los tipógrafos (sector numeroso en la capital, donde se concentraba la prensa y el mundo editorial y el lugar mejor informado de los avatares políticos). Fueron ellos quienes, junto a algunos intelectuales y otros artesanos, fundaron en una taberna de la calle Tetuán, un Partido Socialista (mayo de 1879).
¿Cuál de las siglas que tiene a continuación nombra al partido al que se refiere el enunciado de esta pregunta?.
1.- UGT.   2.- UNETE.   3.- FAI.   4.- CNT  5.- Ninguno de los anteriores.

13.- Se admite que el sistema político de la Restauración funcionaba al margen de la opinión de los votantes. ¿Qué nombre recibía el sistema por el que se lograba que el resultado de las elecciones se correspondieran a los resultados pactados por los partidos dinásticos?.
1.- Encasillado.  2.- Pucherazo.  3.- Manipula fraudulenta.  4.- Chapuza.   5.- Ninguna de las anteriores.

14.- ¿En qué año se inicio el Reinado de Alfonso XII?.
1.- 1868.  2.- 1874.  3.- 1875.  4.- 1901.   5.- Ninguno de los anteriores.
 
15.- El desarrollo del PSOE (bajo la influencia directa del socialismo francés y del Partido Socialista Obrero Alemán) y de la UGT fue más lento pero más sostenido. (Indique la afirmación, de las que tiene a continuación, que no se recoja en el primer Programa del PSOE:
1.- Emancipación total de la clase trabajadora. 2.- Paso de la propiedad individual a la propiedad social. 3.- Posesión del poder político por la clase trabajadora.  4.- Se propugna la negociación de la UGT con los patrones.  5.- Todas las anteriores son correctas.



Comentario de los resultados de la prueba:
Cara pregunta correcta vale un punto.
Como había 15 preguntas y la calificación ha de hacerse sobre 10.
Tomando como referencia que la nota media de todos los ejercicios realizados es de 6,95.
Considerando que el 6,95 equivale a un 5 (traducido a diez) el número de respuestas correctas en cada exámen.
La equivalencia de preguntas correctas es la siguiente:
3
2,2
4
2,9
5
3,6
6
4,4
7
5,1
8
5,8
9
6,5
10
7,2
11
7,9
12
8,7
13
9,4

domingo, 27 de noviembre de 2011

Memoria histórica: Resolución ignorada del Congreso de los Diputados sobre la Guerra Civil española (2002).

La Resolución de la Comisión Constitucional del Congreso que obtuvo el voto unánime de todos los grupos parlamentarios (20 de noviembre de 2002) afirma:

"Nadie puede sentirse legitimado, como ocurrió en el pasado, para utilizar la violencia con la finalidad de imponer sus convicciones políticas y establecer regímenes totalitarios contrarios a la libertad y a la dignidad de todos los ciudadanos, lo que merece la condena y repulsa de nuestra sociedad democrática".
Asimismo, en ella se habla del deber de nuestra sociedad democrática de "proceder al reconocimiento moral de todos los hombres y mujeres que fueron víctimas de la guerra civil, así como de cuantos padecieron más tarde la represión franquista".

Añade: "Cualquier iniciativa promovida por las familias de los afectados que se lleve a cabo en tal sentido, sobre todo en el ámbito local, deberá evitar que sirva para reavivar viejas heridas o remover el rescoldo de la guerra civil".

jueves, 24 de noviembre de 2011

La ley electoral, cosa de Suárez y el PSOE

¿Por qué España tiene una ley electoral proporcional con listas cerradas y bloqueadas, como Italia, en vez de un sistema mayoritario de circunscripción uninominal, como Francia, Gran Bretaña y, en parte, Alemania?.
La ley electoral fue decidida entre 1976 y 1977 por el Gobierno de Adolfo Suárez y la oposición, y sus criterios fundamentales siguen ahí.
El resultado ha sido la partitocracia y un peso excesivo de los partidos pequeños.

La clase política, periodística e intelectual que hizo la transición contaba entre sus características con su admiración genuflexa por todo lo que venía de Francia.
Quien hubiera vivido en París y dijera que había tirado piedras en mayo de 1968 o tomado café con Jean-Paul Sartre tenía garantizado el éxito, ya en la universidad o en el Parlamento.
La supeditación a Francia ha llevado a aberraciones como que seamos aliados de Marruecos, país hostil que reclama parte de nuestro territorio nacional y ocupa ilegalmente el Sáhara Occidental, o que cumpliésemos sin rechistar las instrucciones para el desmantelamiento de nuestra industria durante las negociaciones para la adhesión al Mercado Común.
¿Por qué, entonces, esa clase política no adoptó dos elementos que han convertido a Francia en una de las principales potencias del mundo: el centralismo administrativo y el sistema electoral?.

En Francia, la V República, presidida por el general Charles de Gaulle, adoptó un sistema de elección mayoritario para la Asamblea basado en circunscripciones uninominales y la doble vuelta: gana el escaño el candidato que obtiene la mayoría absoluta en primera vuelta, o bien en segunda, a la que pasan quienes consiguen por lo menos el 12,5% de los votos.
La consecuencia es que los diputados tienen que patearse su circunscripción, conocer a los electores y, en caso de ser elegidos, cumplir sus compromisos. Así, tan importante para los candidatos son las siglas de su partido como la relación con los votantes. Además, se dificulta la presentación de cuneros, algo muy frecuente en España (por ejemplo, Alfredo Pérez Rubalcaba ha sido diputado por Toledo, Cantabria, Cádiz y Madrid).

En 1976, después de la designación de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, se aceleró la transición.
En las Cortes franquistas se habían introducido las agrupaciones políticas, como la Unión del Pueblo Español, de la que era miembro el propio Suárez, y la de Alianza Popular. Ésta, encabezada por Manuel Fraga y otras personalidades del régimen, tenía su propio proyecto de reforma. Sobre la ley electoral, proponía un sistema mayoritario.

La oposición exigía la proporcionalidad.
Como cuenta Alfonso Osorio (Memorias de un ministro de la Corona), entonces vicepresidente del Gobierno e íntimo de Suárez, la oposición, que no tenía ni un voto, imponía sus condiciones:
Adolfo Suárez y yo sabíamos que no se podía ceder.
En las conversaciones que habíamos mantenido con los miembros de la oposición quedaba claro que éstos consideraban como condición fundamental para entrar en la legalidad que el sistema electoral fuese proporcional. Y éste era, no lo olvidemos, uno de los objetivos de la reforma.
Osorio reconoce que hubo otro factor que influyó en la preferencia por el sistema proporcional. En una conversación mantenida el 27 de julio de 1976 con el francés Maurice Faure, designado por el Parlamento Europeo para informar sobre la política española, éste le dio argumentos en contra del uninominal a dos vueltas:
En Francia, (...) el Partido Socialista se alía con el Partido Comunista en los comicios única y exclusivamente porque existe el escrutinio uninominal a dos vueltas.
Por el contrario, con un sistema proporcional bien meditado esa alianza sería impensable.
Aparte de esto –me añadió–, si ustedes siguen, por falta de tiempo, el sistema de los grandes distritos electorales, como puede ser la provincia, pueden encontrarse con que, por el juego de las mayorías en algunas provincias con gran población, triunfe una de las opciones con grave detrimento para la otra, sin que ese triunfo pueda compensar en otras populosamente más pequeñas, lo que puede tener extraordinaria gravedad para la estabilidad política.

El entonces vicepresidente primero del Gobierno añade en sus memorias:
Tengo que reconocer que todas estas manifestaciones de Maurice Faure me produjeron una gran impresión e influyeron mucho en mi punto de vista a la hora de las decisiones sobre nuestro sistema electoral; máxime cuando en aquel momento Adolfo Suárez pensaba todavía en que el sistema electoral más adecuado era el mayoritario y se resistía a aceptar el sistema proporcional.

En el debate de la Ley para la Reforma Política en las Cortes orgánicas, el procurador Cruz Martínez Esteruelas defendió en nombre de Alianza Popular el sistema mayoritario para la elección del Congreso, porque favorecería "la constitución de grandes fuerzas políticas"; "de lo contrario –advertía–, cualquier rencilla se puede convertir en un partido". Por otro lado, el sistema proporcional causaría la unión de partidos de ideologías a veces contrapuestas. El pleno de las Cortes, a instancias del Gobierno, se pronunció a favor del sistema proporcional.

El periódico El País, portavoz oficioso de gran parte de la oposición, también se decantó por el proporcional: Aun con las desventajas de que pueda favorecer una cierta atomización de partidos, es, a la hora de crear unas Cortes Constituyentes, más honesto y más real.

Votan las hectáreas.
Las primeras características del sistema electoral en ciernes aparecieron en la Ley para la Reforma Política, publicada en el BOE en enero de 1977:
– Legislativo bicameral. Se recuperaba el Senado, que había desaparecido en 1923.
– Parlamento de 350 diputados y 207 senadores.
– Sistema de elección proporcional para los diputados con elementos correctores de la pluralidad.
– Sistema mayoritario para el Senado.
– Circunscripción: la provincia.
– Facultad del Rey para designar un número de senadores no superior a la quinta parte del total.

El sistema mayoritario, propugnado por un sector de los procuradores se reservó para el Senado, cámara legisladora a fin de cuentas inferior al Congreso.
El 15 de marzo de 1977 un Consejo de Ministros extraordinario aprobó las normas electorales.
El 23 del mismo mes, el Boletín Oficial del Estado publicó el Real Decreto-Ley 20/1977 de 18 de marzo sobre normas electorales, que reguló la celebración de las elecciones del 15 de junio siguiente:
– Mínimo de dos diputados por provincia.
– Mínimo de 3% de los votos válidos para que una candidatura participase en el reparto de escaños.
– Fórmula D'Hondt para la asignación de escaños.
Las listas al Congreso (unipersonales sólo en Ceuta y Melilla) no podían ser alteradas por los ciudadanos, so pena de convertir su voto en nulo.

La UCD se guarda un as.
El catedrático y diputado Óscar Alzaga reconoció más tarde que la ley electoral, elaborada por el Gobierno y pactada con la oposición, tenía truco:
Puesto que los sondeos preelectorales concedían a la futura Unión de Centro Democrático un 36-37% de los votos, se buscó hacer una ley en la que la mayoría absoluta pudiese conseguirse con alrededor del 36-37%.
Y con un mecanismo que en parte favorecía a las zonas rurales, donde en las proyecciones preelectorales UCD era predominante frente a las zonas industriales, en las que era mayor la incidencia del voto favorable al Partido Socialista (...). [Además,] se procuraba que el logro de la mayoría absoluta para el Partido Socialista estuviera situado no en el 36-37%, sino en el 39-40%.
La clave, por encima de la fórmula D'Hondt y de la provincia como circunscripción, estaba en la fijación de dos diputados por provincia, con lo que el reparto de escaños en función de la población era sólo de 248.

La Constitución que elaboraron las Cortes elegidas en 1977 modificó casi todo el ordenamiento jurídico, con unas pocas excepciones, como la monarquía y el mismo real-decreto que fijaba el sistema electoral.
Las elecciones de 1979 y de 1982 se desarrollaron con ese real-decreto preconstitucional.
Todos los grupos de la oposición se quejaron de los desequilibrios del decreto.
*.-Un diputado socialista declaró que, para ser elegido por Soria, bastaban 35.000 votos, mientras que para serlo por Barcelona se necesitaban 137.000.
*.- Alfonso Guerra decía que en España votaban las hectáreas. Sin embargo, la primera mayoría absoluta obtenida con esa norma electoral fue para el PSOE (1982), y fueron esas Cortes con 202 diputados socialistas las que elaboraron por fin la Ley Orgánica de Régimen Electoral General, que prácticamente lo único que hizo fue elevar el decreto a Ley Orgánica.

La partitocracia satisfecha:
En estos años se ha podido ver el funcionamiento de la ley electoral, y sus consecuencias:
*.- se prima a los partidos más arraigados en las circunscripciones, sea el PSOE en Andalucía, el PP en Castilla la Vieja, CiU en Cataluña y el PNV en Vascongadas;
*.- se dificulta la entrada de terceros o cuartos partidos en provincias con menos de seis escaños; para un parlamentario es más importante llevarse bien con el aparato de su partido que con sus electores;
*.- y, lo más importante, se concede a formaciones de ámbito regional un papel capital cuando uno de los dos grandes partidos no consigue la mayoría absoluta.
Sin embargo, ningún partido grande (en la nación o en una comunidad autónoma) propone en sus programas la reforma de la Loreg; sólo la piden los perjudicados por ella, como Izquierda Unida y UPyD.
Pedro Fernández Barbadillo.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

"Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha"

(…) Miguel de Unamuno, sumo sacerdote de la generación del 98, siguió un camino diferente. Como rector de la universidad de Salamanca, al empezar la guerra civil se había encontrado en territorio nacionalista. La República le haa desilusionado, había admirado a algunos de los jóvenes falangistas, y dio dinero para el alzamiento. Todavía el 15 de septiembre apoyaba al movimiento nacionalista. Pero el 12 de octubre de 1936 había cambiado de opinión. Estaba, como dijo más tarde, “aterrado por el cariz que estaba tomando aquella guerra civil, realmente horrible, debida a una enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura, con un sustrato patológico”. En aquella fecha, aniversario del descubrimiento de América por Colón, en el que se conmemoraba la “Fiesta de la Raza”, se celebró una ceremonia en el paraninfo de la universidad de Salamanca. Allí estaban presentes el doctor Pla y Deniel, obispo de Salamanca, y el general Millán Astray, el fundador de la legión extranjera, que por entonces era un asesor importante, aunque oficioso, de Franco. Su parche negro en un ojo, su único brazo y sus dedos mutilados lo convertían en un héroe del momento. Presidía el acto Unamuno, el rector de la universidad.
La ceremonia tenía lugar a un centenar de metros del cuartel general de Franco, instalado desde hacía poco tiempo en el palacio del obispo de Salamanca, por propia invitación del prelado. Después de las formalidades iniciales, vinieron los discursos del dominico Vicente Beltrán de Heredia y del escritor monárquico José María Pemán. Ambos discursos fueron muy apasionados. También lo fue el del profesor Francisco Maldonado, que atacó violentamente al nacionalismo catalán y al vasco, describiéndolos como “cánceres en el cuerpo de la nación”. El fascismo, el “sanador” de España, sabría cómo exterminarlos, “cortando en la carne viva como un cirujano resuelto, libre de falsos sentimentalismos”. Desde el fondo de la sala alguien gritó el lema de la legión extranjera: “¡Viva la muerte!”. Millán Astray dio a continuación los gritos excitadores de multitudes que ahora eran ya habituales: “¡España!”, gritó. Automáticamente, una serie de personas gritaron: “¡Una!” “¡España!”, volvió a gritar Millán Astray. “¡Grande!”, contestó el auditorio. Y al grito final de “¡España!” de Millán Astray, sus seguidores respondieron: “¡Libre!”. Varios falangistas, con sus camisas azules, hicieron el saludo fascista ante la fotografía sepia de Franco que colgaba de la pared sobre el estrado.
Todos los ojos se volvieron hacia Unamuno, cuya antipatía a Millán Astray era conocida, y que, al levantarse para cerrar el acto, dijo: “Estáis esperando a mis palabras. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del profesor Maldonado. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo –y aquí Unamuno señaló al tembloroso prelado que estaba sentado a su lado–, lo quiero o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona”.
Hizo una pausa. Se produjo un silencio cargado de temores. Nunca se había pronunciado un discurso como aquel en la España nacionalista. ¿Qué diría el rector a continuación? “Pero ahora –continuó Unamuno– acabo de oír el necrófilo e insensato grito: “¡viva la muerte!” Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero, desgraciadamente, en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor”.
En ese momento, Millán Astray ya no pudo contenerse por más tiempo. “¡Mueran los intelectuales! –gritó–. ¡Viva la muerte!” Este grito fue coreado por los falangistas, con el que el militar que era Millán Astray tenía, en realidad, muy poco en común. “¡Abajo los falsos intelectuales! ¡Traidores!”, gritó José María Pemán, deseoso de limar las aristas del frente nacionalista. Pero Unamuno continuó: “Éste es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.
Siguió una larga pausa. Algunos de los legionarios que rodeaban a Millán Astray iniciaron un amenazador movimiento de aproximación al estrado. El guardia personal de Millán Astray apuntó a Unamuno con su ametralladora. La mujer de Franco, doña Carmen, se acercó a Unamuno y Millán Astray y pidió al recto que le diera el brazo. Él se lo dio y los dos salieron juntos, lentamente. Pero ésta fue la última vez que Unamuno habló en público. Aquella noche, Unamuno fue al casino de Salamanca, del que era presidente. Cuando los miembros del casino, algo intimidados por estos acontecimientos, vieron la venerable figura del rector subiendo las escaleras, algunos gritaron: “¡Fuera! ¡Es un rojo y no un español! ¡Rojo, traidor!” Unamuno entró y se sentó. Un tal Tomás Marcos Escribano le dijo: “No debería haber venido, don Miguel, nosotros lamentamos lo ocurrido hoy en la universidad, pero, de todos modos, no debería haber venido”. Unamuno se marchó, acompañado de su hijo, entre gritos de “¡traidor!” El único que salió con ellos fue un escritor de segundo orden, Mariano de Santiago.
A partir de entonces, el rector ya no salió casi nunca de su casa, y la guardia armada que le acompañaba tal vez era necesaria para garantizar su seguridad. La junta de la universidad “pidió” y obtuvo su dimisión del cargo de rector. Murió con el corazón roto de pena el último día de 1936. La tragedia de sus últimos meses fue una expresión natural de la tragedia de España, donde la cultura, la elocuencia y la creatividad estaban siendo reemplazadas por el militarismo, la propaganda y la muerte. Poco después, hubo incluso un campo de concentración para prisioneros republicanos llamado “Unamuno”.

Hugh Thomas, "La guerra Civil española".

jueves, 3 de noviembre de 2011

¿La Nación que no conoce su "historia" está condenada a repetirla?.



El sistema político de la Restauración:
[Cánovas] construyó el sistema de la Restauración en la idea del turno de los partidos en el gobierno […]
[El turno] requiere un cierto número de condiciones:
1º Concentración de la mayor parte de las opiniones políticas existentes en dos grandes agrupaciones [ ... ] no pueden quedar al margen grupos importantes de opinión [ ... ] No debe haber más que dos partidos, porque de otro modo la se­cuencia poder‑oposición se alargaría hasta el punto de resultar difícilmente viable [ ... ]
2º La concentración de fuerzas y el turno dependen, por otra parte, de que ambos partidos compartan los valores políticos fundamentales ‑monarquía, constitucionalismo, etc.‑ y que existía una coincidencia en sus planteamientos socia­les ‑capitalismo‑ [ .. ]
3º El turno requiere, por definición, el falseamiento del sufragio [...]
El mayor de los defectos (del sistema canovista) se encuentra en la Incapaci­dad de reconocer la importancia de los nuevos fenómenos sociales ‑socialismo y nacionalismo‑ y de reflejarla en las instituciones representativas. El falseamiento de las elecciones permitió menospreciar a los sectores de opinión que denuncia­ban los vicios del sistema, lo que no dejó más salida política que la incorporación a las filas del republicanismo, que acabaría siendo la mayor fuerza política de oposición [ .. ]
Artola, Miguel (1985): «El sistema político de la Restauración», La España de la Restauración, Madrid, Editorial Siglo XXI, p. 11 ‑20.

Comparación del diagnóstico de Joaquín Costa acerca de la España de 1899 con la situación de España en 1999.- Felipe Giménez Pérez. Comunicación defendida ante los IV encuentros de filosofía en Gijón (5-7 de julio de 1999).

(...) Por esta razón voy a seleccionar sólo los pasajes y contenidos expuestos por Costa en Oligarquía y caciquismo que están hoy a mi juicio de plena actualidad en nuestro país, donde impera un régimen político, el de 1978, muy parecido al régimen político aquél de 1876, razón ésta claro está, por la que la actualidad de Costa tiene y cobra su verdad y su interés.

Don Joaquín Costa (1848-1911) diagnosticó a principios de este siglo XX que ahora fenece que el régimen político imperante en España no era sino un régimen oligárquico y caciquil. España decía, era «una oligarquía de notables».
Por esta razón afirma Costa que España no es una nación libre y soberana y que en España no hay parlamento ni partidos; hay sólo oligarquías.
(...) concluye Joaquín Costa categóricamente, «No es nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos, según es uso entender, sino, al contrario, un régimen oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias.».
De esta forma, el problema no es el de una reforma de un régimen político determinado, sino el de su supresión. 
Se trata de todo un problema de cambio constitucional como se cuida muy bien de señalar Costa.
En este régimen caciquil que adopta una forma de monarquía parlamentaria, en vez de subordinarse los elegidos a los electores, son éstos lo que están sometidos a los elegidos. Además, tampoco la ley contempla o considera de forma ecuánime a todos los ciudadanos.


Los elementos de la oligarquía son para Costa los siguientes: «1º Los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando, que forman su «plana mayor», residentes ordinariamente en el centro: 2º Los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio: 3º El gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento.».

(...) Distingue Costa entre el cacique, hombre fuerte de la sociedad o de la comarca, con influencia política, social y económica y base del sistema caciquil y el oligarca, el político profesional de la nación que se apoya en el oligarca para ejercer su poder.
El cacique realiza el trabajo sucio y el delincuente de cuello blanco importante es el oligarca o notable.
Es la clase política, pero, señala Costa, «en las fechorías, inmoralidades u crímenes que forman el tejido de la vida política de nuestro país, el oligarca es tan autor como el cacique, como el funcionario, como el alcalde, como el agente, como el juez, e igualmente culpable que ellos; pero no he dicho bien: esa culpa es infinitamente mayor, y sería si acaso... el instrumento o el cacique quien tendría moralmente razón para negar el saludo al personaje o al ministro, que fríamente y a mansalva armó su brazo, haciendo de él un criminal cuando pudo y debió hacer de él un ciudadano.»

Además, el régimen caciquil denunciado por Costa se caracteriza por ser un elitismo de lo peor que bloquea (...) «la circulación de las élites». Los más brillantes e inteligentes son postergados por el régimen caciquil. «es la postergación sistemática, equivalente a eliminación de los elementos superiores de la sociedad, tan completa y absoluta, que el país ni siquiera sabe si existen; es el gobierno y dirección de los mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, que mantiene lejos de la cabeza, fuera de todo estado mayor, confundida y diluida en la masa del servum pecus, la élite intelectual y moral del país, sin la cual los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no retroceden.»

España es entonces una meritocracia a la inversa. El régimen selecciona a lo peor y posterga a lo mejor de los individuos componentes de la sociedad española. En el régimen caciquil oligárquico sólo sobreviven los peores.
Los oligarcas se reparten regionalmente España en áreas de influencia política local. Cada oligarca disfruta de su correspondiente territorio. Estos oligarcas se reúnen en asociaciones o bolsas de empleo llamadas partidos y deliberan en las Cortes. En España no hay Cortes ni partidos políticos más que en caricatura. Los grupos políticos no responden más que a intereses pasajeros y provisionales personales y particulares de grupos de interés. Por lo demás, el parlamento no representa al país. Las elecciones son organizadas por el gobierno para obtener el resultado electoral apetecido.
Cita Costa en ayuda de sus tesis entre otros a D. Francisco Pi y Margall: «En aquella ocasión, el señor Pi y Margall dijo que un régimen bastardo, que no tiene clasificación posible». suerte de los Gobiernos; y aquí son los Gobiernos quienes deciden la suerte de las Cortes.»

De tal manera, no es condenado tanto el régimen parlamentario mismo cuanto su deformación oligárquica. Otra cosa es que las cosas tengan que ocurrir así necesariamente y no de otro modo. En España hay dos gobiernos: uno fenoménico y fantasmal: el sistema de monarquía parlamentaria, con constitución y elecciones y otro el real, efectivo y esencial que es el caciquismo oligárquico.
Esta oligarquía de la que habla Costa es una oligarquía absoluta, sin ningún poder que la frene o modere. Por encima del Rey está S.M. el Cacique. Así define entonces Joaquín Costa el régimen imperante en la España de 1899: «una oligarquía pura en el concepto aristotélico: gobierno del país por una minoría absoluta, que atiende exclusivamente a su interés personal, sacrificándole el bien de la comunidad.»
La existencia de la oligarquía política compromete la unidad de España y fomenta el secesionismo político y territorial. Para que subsista España como Estado nacional es preciso que desaparezca la oligarquía. «Pueblo que no es libre, no debe esperarse que se preocupe de la bandera.»
 La oligarquía desnacionaliza España.
La solución propuesta por Costa para eliminar el caciquismo es una política quirúrgica de urgencia. Se requiere «una verdadera política quirúrgica» y esta política quirúrgica debe ser realizada por un cirujano de hierro. El cirujano de hierro tiene virtudes similares a las del filósofo-rey de Platón: que conozca bien la anatomía del pueblo español, que sienta por él una compasión infinita, que tenga buen pulso, que tenga un valor de héroe, entrañas y coraje, que sienta un ansia desesperada por tener una patria, que se indigne por la injusticia. Debe ser un hombre superior y providencial que lleve a cabo la regeneración de la patria. El cirujano de hierro es un político ilustrado, culto, superior, que gobierna al pueblo para mejorarlo.

Esta reforma del Estado es incompatible con el mantenimiento del parlamentarismo. Aquí avanza Costa posiciones y no es que diga que tenemos una ficción o caricatura de parlamentarismo, sino que incluso el parlamentarismo es incapaz de acometer las reformas necesarias para España. El parlamentarismo no es el medio, es el fin de las reformas. «Para que España pueda ser nación parlamentaria mañana, tiene que renunciar a serlo hoy.»

No hacen falta elecciones democráticas. Si el pueblo no tiene voluntad, carece entonces de sentido plantearse el que las elecciones reflejen la voluntad del pueblo.
De hecho, en la actualidad, el régimen parlamentario existe sin necesidad de elecciones ni de electores, por lo que «la forma política del Estado español puede definirse diciendo: un «gobierno parlamentario... sin electores».

La solución frente al régimen parlamentario es el régimen constitucional de separación de poderes del Estado. Se trata así de que las Cortes «sean Cortes según el tipo del sistema presidencial o representativo de los Estados Unidos y no según el tipo del sistema parlamentario de Inglaterra».
Así resume Joaquín Costa su programa político constitucional: «De modo, en suma, que el neoliberalismo sugerido por mí como conclusión de la «lectura de la semana anterior, debería escribir en su bandera el régimen parlamentario como ideal, el régimen presidencial o representativo como transición y como medio.»

El caciquismo u oligarquía política descrita afecta también cómo no al aparato judicial consiguiendo así una justicia corrupta y llena de parcialidades y partidismos caciquiles.

El famoso «cirujano de hierro» de Joaquín Costa siempre se ha interpretado como un dictador. El cirujano de hierro es un magistrado u hombre que garantiza que todas las instituciones constitucionales del régimen presidencial funcionen: un Parlamento, un Poder Judicial independiente y una Administración eficaz. Lo que más se parecería al cirujano de hierro sería el General De Gaulle más bien que el General Franco. El cirujano de hierro de Joaquín Costa es sumamente parecido al filósofo-rey de Platón.
En el régimen criticado por Joaquín Costa, el parlamentario, mayorías y minorías son hechuras del partido gobernante. La representación es inexistente de facto. Los diputados representan a las diversas facciones dentro de la oligarquía. Por ello el consenso es fácil entre todos los oligarcas o caciques. Joaquín Costa, citando a D. Francisco Pi y Margall afirma que el régimen español «es un régimen bastardo sin posible clasificación».

Llama la atención, por su actualidad política, hoy en 1999, la terrible acusación contra las universidades españolas y contra sus funcionarios, los catedráticos como principales valedores ideológicos del bastardo régimen de la Restauración: «Gran parte de la culpa alcanza a las Universidades: lo que sobre organización política de España enseñan a la juventud es un solemne embuste de la Gaceta: en cambio, de la real y verdadera constitución no le dicen nada. Los catedráticos, con alguna rara excepción quizá, son los principales responsables de que se perpetúe ese convencionalismo criminal que ha postrado a la nación y la tiene en trance de expirar.» 
Esto me recuerda la universidad que yo he conocido y conozco aún y el papel de los espadachines ideológicos del régimen de 1978 ya estén en las aulas de institutos y universidades, ya estén en tertulias, televisión o prensa.

Otra consecuencia del régimen oligárquico es la ausencia de una ciudadanía madura moral y políticamente: «España, como Estado oligárquico que es, no puede tener ciudadanos conscientes; electores, ni, por tanto, régimen parlamentario, y porque no puede tenerlos no los tiene.»
Como el pueblo español carece de madurez política para ejercer el sufragio universal, menester es que alguien gobierne al pueblo. Aunque muchos pudieran pensar que Costa está pidiendo una dictadura, más bien está pidiendo el gobierno de un presidente enérgico junto a un parlamento, que ejerza la función de convención nacional para colaborar con el presidente en la elaboración de las reformas constitucionales pertinentes.

En el régimen presidencial que propone Costa, la iniciativa política le corresponde al Gobierno.
El Gobierno y el Parlamento ejercen una verdadera tutela política sobre el pueblo hasta que éste alcance la mayoría de edad política, momento en el que el régimen presidencial da paso a un sistema político parlamentario.
El Parlamento así es nombrado por el gobierno y este parlamento nombrado-elegido por elecciones de encasillamiento o amañadas desde el gobierno pero esta vez por el bien del pueblo, autoriza al gobierno a gobernar por decreto.

Respecto al tópico de la europeización, Costa sostiene la inevitabilidad de la europeización de España. Hay una exigencia interna que consiste en que el pueblo español tiene ansia de libertad, bienestar, cultura, justicia, etc.
Por ello la europeización será inevitable.
Paralelamente, se señala, según Costa, un proceso de desnacionalización de España producida por el atraso del país y por la naturaleza corrupta de su régimen político.
Es evidente que la europeización produce una desnacionalización de los españoles.
En cuanto a la exigencia externa, simplemente hay que señalar que estamos en Europa y que hay que adaptarse a la situación real que nos circunda para no ser absorbidos por las grandes potencias.
La europeización puede llegar por la colonización económica de España por las grandes potencias europeas o porque España se modernice sin dejar de ser España.

El dilema según Costa es: o España se europeíza o es europeizada.
Si España se europeíza será de acuerdo con su genio y su tradición. Si España es europeizada por las grandes potencias, será borrada del mapa y esquilmada, desaparecerá como tal. La europeización «requiere una revolución desde el poder; revolución muy honda y muy rápida, tan rápida como honda»
A continuación Costa afirma lo siguiente: «Ahora bien; esa revolución súbita supone como necesaria condición estas tres cosas a la vez: genio político que la promueva y dirija; una organización vieja que no la estorbe; un estado social que la pueda asimilar.»

La prensa a decir de Costa es responsable de la postración de España. Igual que el pueblo español no tiene ni madurez ni capacidad política, tampoco tiene capacidad para leer periódicos de forma crítica y racional.
La opinión no surge de los ciudadanos, sino de los periódicos.
Hace falta entonces una reforma también del cuarto poder. El periodismo hace que los ciudadanos abdiquen su facultad de pensar por sí mismos. Como la prensa está en manos de oligarcas, entonces la prensa es sumamente perjudicial para el pueblo español.

«Y así ha resultado que eso que llamamos opinión no tiene su fuente en la conciencia de la nación, sino que se forma en las redacciones de dos o tres periódicos; y como, por otra parte, esas redacciones no son, en lo general, cuerpos de tutores, patriciado natural, sino, al igual de la plana mayor de las facciones, cuerpos de oligarcas y de intérpretes y adscripticios suyos –que por esto no dejan oír a su pupilo otras voces que las propias–, el vasallaje práctico del gobernante resulta doblado por el vasallaje teórico del periodista, y entre los dos dan a España, según dije, aspecto de una nación maleficiada.»
Con las actuales oligarquías periodísticas es imposible el cambio que pretende realizar Costa en España. La renovación de la prensa pues, es algo que se impone para Costa forzosamente.

Además, es necesario para Costa, como para todo buen liberal por lo demás el concurso de las élites intelectuales para realizar la revolución nacional liberal propugnada por él.
¿Quién es el sujeto revolucionario que ha de colocar al cirujano de hierro para hacer la revolución liberal ansiada por Costa? Un partido de hombres nuevos de donde saldrá el cirujano de hierro y todo el personal político necesario para cubrir los cargos públicos del Estado y colaborar con el cirujano en la necesaria tarea de regeneración de la patria. El partido es la élite intelectual y política con capacidad política suficiente como para impulsar el cambio y suministrar de entre sus filas el personal político necesario a la nación. Este partido sería liberal y nacional y regeneracionista. Como el pueblo español es políticamente un incapaz y menor de edad político, «Dedúcese de lo que antecede que las elecciones únicamente podrían admitirse en serio a título de ficción jurídica, regida por principios de tutela: Que el Gobierno supla la ausencia de cuerpo electoral, nombrando diputados a los que éste elegiría si lo hubiese.»
La cosa no queda ahí, el Presidente, nombra los ministros sin necesidad de parlamento: «Pues ahora continuemos o extendamos el razonamiento: que el Jefe del Estado supla la falta de parlamento, nombrando Ministros a los que éste indicaría si existiese.»
En principio Costa apela al poder moderador del Rey pero esto puede recibir una lectura o una interpretación republicana. Si el Jefe del Estado no cumple con su deber, sobra la dinastía y se impone una salida republicana presidencialista. No se descartan ni la revolución desde arriba ni la revolución desde abajo por parte de Costa.

El famoso lema que se atribuye a Costa: Despensa y escuela no aparece más que al final de «Oligarquía y caciquismo». Creo que es más profundo otro lema de Costa: Libertad, cultura y bienestar.

2. El caciquismo del régimen de 1978.
Actualidad y validez en 1999 del diagnóstico de Costa de 1902

Hoy, en 1999 el análisis de Joaquín Costa enunciado en Oligarquía y Caciquismo no ha perdido ninguna actualidad.

*.- España es una monarquía parlamentaria oligárquica de partidos tal y como viene diseñada en la Constitución de 1978.
La monarquía fue impuesta por la oligarquía franquista.
La transición política operada en España en los años 1975-1982 consistió en ampliar la base de la oligarquía franquista e incorporar otros sectores políticos al Régimen del 18 de Julio que había surgido destruyendo por la fuerza de las armas la legalidad republicana de 1931.

El nuevo régimen franquista reformado adopta la democracia consistente en el sufragio universal y la regla de la mayoría para que el pueblo elija entre diversas élites unidas entre sí solidariamente por el «consenso».

*.- El franquismo ha cooptado a la izquierda para consolidar su base de apoyo social y ha construido el Estado de las autonomías para fortalecer el caciquismo local y cosechar así un consenso mayor. La tarta que había que repartir se ha hecho mayor.
Este Estado de las autonomías ha desnacionalizado España.
Si es verdad que en una democracia es necesaria la virtud por el amor a la igualdad que hay en una democracia según Montesquieu, el régimen de 1978 no se caracteriza precisamente por el culto a la virtud.
Si el principio republicano, reafirmado por el principio democrático del amor a la igualdad impulsa la virtud republicana, cívica, el amor a la patria, a la Nación, se puede decir que la Constitución de 1978 impulsa el amor a la corrupción, a la mentira y a la demagogia.
Es que España es una oligarquía de partidos, un Estado de partidos como decía D. Manuel García Pelayo.
Las críticas que formuló D. Joaquín Costa al régimen de la Restauración borbónica de 1876 pueden serle igualmente formuladas al régimen de la Restauración borbónica de 1978.

1. Desnacionalización de España.
El Estado autonómico desnacionaliza España y fomenta el desmembramiento territorial y lingüístico de España.
La oligarquía ha crecido notablemente y se ha hecho autónoma. 17 territorios autónomos tienen sus correspondientes oligarquías y sus corruptelas locales sin ningún control del Gobierno. Nacionalismo y liberalismo van de la mano en desmantelar España.
El liberalismo postula un Estado mínimo frente al capital, frente a Maastricht, frente a las autonomías. Los nacionalistas apoyan el debilitamiento del Estado para poder ejercitar su política sin restricción alguna.

2. El parlamentarismo de la Restauración se ha convertido en un parlamentarismo de partidos. Los partidos no tienen estructura democrática. Son órganos del Estado. Están subvencionados por el Estado y son perfectamente incontrolables por los ciudadanos. La corrupción se ha instalado como forma de gobierno en España. El Estado liberal es esencialmente un Estado corrupto. Esta es la situación actual de España.

3. En este régimen lo importante es que la izquierda también participa de la corrupción. De este modo no hay ninguna fuerza política fuera del sistema. La corrupción de la izquierda crea una situación nueva. No hay fuerzas políticas que critiquen al sistema. Todo dentro del sistema. Nada fuera del sistema. La corrupción procede de la degeneración de la dictadura franquista. No hay castigo electoral del gobernante corrupto. Hay servidumbre voluntaria del electorado. Además, las personas de los partidos se pueden sustituir, los partidos no. El sistema electoral proporciona coartadas e impunidad a los partidos. Se denigra a los corruptos y el partido sigue igual.

4. Los elementos de la oligarquía son los partidos y su articulación gubernamental, parlamentaria, judicial, autonómica y local. Esta oligarquía posee en torno a sí organizaciones satélites: asociaciones, ONGs., sindicatos, etc. Las subvenciones estatales cuidadosamente concedidas suprimen cualquier conato de independencia y de ataque al régimen.

5. En las elecciones nada se decide. Los programas de los partidos se parecen cada vez más entre sí y por tanto no constituyen las elecciones ningún mecanismo de formación de la voluntad popular. Las elecciones van adquiriendo un creciente carácter plebiscitario y se convierten en un acto de adhesión inquebrantable al régimen.
Los electores se identifican sentimentalmente con el jefe del partido.
La voluntad popular es una metáfora que expresa el dominio absoluto de los partidos sobre las instituciones y la sociedad.
Estos partidos designan los candidatos y se reparten el poder institucional del Estado así como sus territorios siguiendo cuotas electorales.
El sistema de encasillamiento lo deciden las direcciones de los partidos políticos.

6. El régimen de 1978 ha sido profundamente continuista tanto en la política interior como en la exterior con respecto al régimen franquista. Las mismas personas y el mismo grupo que constituyeron bajo Franco la clase dominante han apoyado al PSOE y han sido la clase dominante del régimen de 1978.

7. Esta corrupción ha destruido la función pública. El carnet político ha desplazado al mérito y la competencia profesional en sectores tan vitales para el porvenir como la enseñanza y la sanidad, las empresas y las administraciones, el Estado y las autonomías.
En el terreno de la enseñanza se ha operado la demolición del bachillerato y la clientelización de la universidad.
Si Franco colocó en la universidad a sus partidarios por méritos de guerra y sin oposiciones entre 1939 y 1954, el PSOE situó a sus partidarios por méritos tal vez no de guerra pero sí de adhesión inquebrantable en virtud de la LRU.
Esta corrupción, la del saber es la más duradera.

(...) La corrupción denunciada por Costa y los regeneracionistas de 1898 es un juego de niños comparada a la habida en los últimos años.


9. En este régimen, el parlamento juega un papel menor.
Las principales decisiones las adoptan los jefes de los partidos en reuniones secretas y en negociaciones al margen del parlamento. Una vez concluidos los acuerdos, el parlamento escenifica el acuerdo con una votación. Es por tanto el parlamento cámara de manifestación no de reunión ni de debate.
El partido gobernante controla el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial mediante el Consejo General del Poder Judicial y mediante el Tribunal Constitucional. No hay división de poderes.


10. Al pueblo español se le han impuesto estas cuatro patrañas antidemocráticas:
1. Las reglas del juego oligárquico de los partidos: consenso constitucional. 
2. Imposibilidad de investigar al poder ejecutivo debido al consenso parlamentario.
3. La complicidad de la oposición con la corrupción y con la razón de Estado, por el consenso gubernamental de unos gobiernos con otros.
4. Impunidad de partidos, gobernantes y gobierno, consenso jurisdiccional de los jueces.


11. La izquierda ha renunciado a la crítica del Estado y de la sociedad burguesa.
Ha preferido la retórica demagógica cultural y educativa y copar algunas instituciones para participar de las prebendas y canonjías del régimen.
La izquierda no existe.
Es una izquierda virtual, no real y sirve, como institución del Régimen para encuadrar a los ciudadanos de izquierda dentro de los límites del Régimen, neutralizando así cualquier veleidad de protesta seria y amenazadora para el sistema.


12. Tampoco la Monarquía parlamentaria puede moderar la corrupción inherente a nuestro sistema oligárquico. Igual que sucedía en tiempos de Costa.


13. Solución propuesta: República presidencialista centralizada.
Reforma de la ley electoral.
Sistema mayoritario uninominal a doble vuelta.
Por lo demás, acepto las Diez propuestas del profesor Bueno para el siglo XXI (1995).


14. El poder meramente simbólico del Rey permite a los nacionalismos periféricos utilizar el reconocimiento a la Corona como único lazo de unión con el Estado español para funcionar de hecho como Estados independientes.


15. En este régimen la cárcel está hecha para los pobres. Una casta de privilegiados e intocables controla todos los resortes del poder social, económico e intelectual. Esta casta disfruta de todas las ventajas y prebendas.


16. Los sindicatos de clase son otra de las grandes estafas del régimen de 1978. Mantienen el orden en el gallinero.