Un PSOE responsable
Los socialistas tienen que definir un camino para evitar
nuevas elecciones
EL PAÍS
9 JUL 2016 - 00:00 CEST
Aunque solo dispone de 85 diputados, el Partido
Socialista sigue siendo la segunda fuerza de este país. Vistos los resultados
electorales, es lógico que haya decidido pasar a la oposición. Una vez allí
puede, con una gestión responsable, hacerse valer como la única alternativa al
PP y comenzar así a recuperar el favor de los votantes.
Sin poder formar un Gobierno alternativo al PP, tiene
sentido no impedir el gobierno de la fuerza más votada. Por ello, de la reunión
del comité federal de hoy debería salir el mensaje de que los socialistas están
dispuestos a terminar con siete meses de parálisis política, un objetivo
difícil de alcanzar si se bloquea cualquier Ejecutivo encabezado por Mariano
Rajoy.
No todo depende del PSOE. En rigor, el PP puede gobernar
sin necesidad de que los socialistas le ayuden en la votación de investidura.
Lo ideal es que el PP llegara a ella habiendo armado un pacto más coherente
ideológicamente, con Ciudadanos como base principal, más los apoyos posibles de
otros pequeños partidos. O asegurarse, por lo menos, de que el candidato
popular es capaz de alcanzar la mayoría relativa en la segunda votación de
investidura, es decir, que no recibirá más votos en contra que a favor.
Pero lograr tales objetivos es problemático si al PP no
le queda mejor carta que la abstención de los demás. Entonces, la respuesta
debería articularse en función de los intereses generales. No es preciso
implicarse en coalición alguna con el adversario político, ni votar a su favor,
sino abstenerse para permitirle la formación de Gobierno a los solos efectos de
facilitar el comienzo de la legislatura y alejar el fantasma de unas terceras
elecciones que nadie quiere. Esto no es exigible solamente al PSOE, pero sin su
iniciativa es muy probable que la operación fracase.
Eso es lo que le reclamamos: iniciativa, sacar rendimiento
de esa abstención, negociar con el PP desde una posición de fuerza, explicarles
a los ciudadanos por qué se hace, en qué condiciones, con qué ventajas. Eso es
lo que le reclamamos: salir de la indefinición, del silencio, del tacticismo
mediocre y enseñar las cartas, con claridad, con confianza en el proyecto
propio, en la contribución que se puede hacer a la sociedad y en el futuro del
partido.
Es verdad que dar vía libre al Gobierno de Rajoy no es la
única opción con la que cuenta Sánchez: también puede jugar a que el candidato
del PP se estrelle en la investidura, lo que le obligaría a presentarse él
mismo. Pero esa opción es casi inverosímil tras el fracaso cosechado cuando
trató de ser investido en marzo, momento en el que contaba con algo más de fuerza
que ahora.
Más allá de las diferentes opciones que pueda barajar el
PSOE, lo que es difícilmente defendible es el silencio de Pedro Sánchez desde
la noche electoral. Renunciar a dar explicaciones sobre la estrategia que
planea seguir y delegar en otros la toma de posición en un asunto tan crucial
es una actitud impropia del líder de la segunda fuerza. Lo que Sánchez y sus
colaboradores no pueden hacer es decidir sobre el futuro de España pensando en
el próximo congreso del PSOE, la posición personal del líder o su eventual
sucesión, porque eso es irrelevante para la ciudadanía. Decidido un camino, al
secretario general le corresponde ponerse al frente, si es que se siente
identificado con ese camino y capaz de emprenderlo. No es más confusión lo que necesitan
los votantes socialistas, sino liderazgo, visión y claridad en los
planteamientos.
Salvador Sostres
"Los españoles desprecian a Pedro Sánchez cada día
un poco más"
Salvador Sostres / ABC, 09 de julio de 2016 a las 08:45
Salvador Sostres que le ‘regala' varios epítetos a Pedro
Sánchez, quien sigue sin enterarse quién ganó las elecciones y quién tiene la
legitimidad para gobernar en España:
El PSOE es el partido tóxico de España y siempre toma la
decisión que puede hacernos más daño. Con todos sus defectos, Felipe fue una
flor insólita, que naturalmente no hizo verano.
Es temerario dar por descontado el sentido de Estado de
los socialistas, y más con un líder de la inconsistencia y la frivolidad de
Pedro Sánchez, que lleva meses demostrando que prefiere insistir en sus
prejuicios que proteger nuestros intereses más elementales.
Expone que:
Si hemos tenido que celebrar unas segundas elecciones ha
sido para que este chico se dé cuenta de que los españoles le desprecian cada
día un poco más, pero ni así ha aprendido la lección, y es más que probable que
continúe bloqueando nuestra vida pública pese a haber sido, hasta dos veces
seguidas, el socialista menos votado de nuestra historia.
Miquel Iceta le ha sugerido que intente la investidura
con el apoyo de Podemos y los independentistas, tal como en 2003 convenció a
Maragall, que había sido derrotado por Mas, de que pactara con Esquerra y así
llegó a presidente de la Generalitat. Lo que pareció ser un logro, tras
veintitrés años de pujolismo, resultó el principio de la demolición del PSC, de
CiU y de la centralidad de la política catalana.
Los socialistas, arrastrados por ERC con la reforma del
Estatut, se alejaron dramáticamente de sus votantes y se hicieron tal lío con
el «derecho a decidir» -que todo el mundo sabe que no existe- que quedaron
partidos por la mitad y dejaron de ser la fuerza hegemónica de la izquierda
catalana.
El pacto con Podemos y los independentistas que Iceta
propone a Sánchez es la misma argucia que nos trajo el tripartito y tendría, de
aplicarse, el mismo y estrepitoso desenlace. Pero los socialistas no pierden
ninguna oportunidad de perder una oportunidad y de ellos podemos esperar
cualquier barrabasada. A fin de cuentas, si vivimos bajo la amenaza del
populismo totalitario de Podemos es porque el PSOE ha sido tan irresponsable
que ha animado a buena parte de sus votantes a dejarse seducir por los de la
irresponsabilidad total.
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