sábado, 9 de julio de 2016

Un PSOE responsable

Un PSOE responsable
Los socialistas tienen que definir un camino para evitar nuevas elecciones
EL PAÍS
9 JUL 2016 - 00:00         CEST
Aunque solo dispone de 85 diputados, el Partido Socialista sigue siendo la segunda fuerza de este país. Vistos los resultados electorales, es lógico que haya decidido pasar a la oposición. Una vez allí puede, con una gestión responsable, hacerse valer como la única alternativa al PP y comenzar así a recuperar el favor de los votantes.
Sin poder formar un Gobierno alternativo al PP, tiene sentido no impedir el gobierno de la fuerza más votada. Por ello, de la reunión del comité federal de hoy debería salir el mensaje de que los socialistas están dispuestos a terminar con siete meses de parálisis política, un objetivo difícil de alcanzar si se bloquea cualquier Ejecutivo encabezado por Mariano Rajoy.
No todo depende del PSOE. En rigor, el PP puede gobernar sin necesidad de que los socialistas le ayuden en la votación de investidura. Lo ideal es que el PP llegara a ella habiendo armado un pacto más coherente ideológicamente, con Ciudadanos como base principal, más los apoyos posibles de otros pequeños partidos. O asegurarse, por lo menos, de que el candidato popular es capaz de alcanzar la mayoría relativa en la segunda votación de investidura, es decir, que no recibirá más votos en contra que a favor.
Pero lograr tales objetivos es problemático si al PP no le queda mejor carta que la abstención de los demás. Entonces, la respuesta debería articularse en función de los intereses generales. No es preciso implicarse en coalición alguna con el adversario político, ni votar a su favor, sino abstenerse para permitirle la formación de Gobierno a los solos efectos de facilitar el comienzo de la legislatura y alejar el fantasma de unas terceras elecciones que nadie quiere. Esto no es exigible solamente al PSOE, pero sin su iniciativa es muy probable que la operación fracase.
Eso es lo que le reclamamos: iniciativa, sacar rendimiento de esa abstención, negociar con el PP desde una posición de fuerza, explicarles a los ciudadanos por qué se hace, en qué condiciones, con qué ventajas. Eso es lo que le reclamamos: salir de la indefinición, del silencio, del tacticismo mediocre y enseñar las cartas, con claridad, con confianza en el proyecto propio, en la contribución que se puede hacer a la sociedad y en el futuro del partido.
Es verdad que dar vía libre al Gobierno de Rajoy no es la única opción con la que cuenta Sánchez: también puede jugar a que el candidato del PP se estrelle en la investidura, lo que le obligaría a presentarse él mismo. Pero esa opción es casi inverosímil tras el fracaso cosechado cuando trató de ser investido en marzo, momento en el que contaba con algo más de fuerza que ahora.
Más allá de las diferentes opciones que pueda barajar el PSOE, lo que es difícilmente defendible es el silencio de Pedro Sánchez desde la noche electoral. Renunciar a dar explicaciones sobre la estrategia que planea seguir y delegar en otros la toma de posición en un asunto tan crucial es una actitud impropia del líder de la segunda fuerza. Lo que Sánchez y sus colaboradores no pueden hacer es decidir sobre el futuro de España pensando en el próximo congreso del PSOE, la posición personal del líder o su eventual sucesión, porque eso es irrelevante para la ciudadanía. Decidido un camino, al secretario general le corresponde ponerse al frente, si es que se siente identificado con ese camino y capaz de emprenderlo. No es más confusión lo que necesitan los votantes socialistas, sino liderazgo, visión y claridad en los planteamientos.



Salvador Sostres
"Los españoles desprecian a Pedro Sánchez cada día un poco más"
Salvador Sostres / ABC, 09 de julio de 2016 a las 08:45
Salvador Sostres que le ‘regala' varios epítetos a Pedro Sánchez, quien sigue sin enterarse quién ganó las elecciones y quién tiene la legitimidad para gobernar en España:
El PSOE es el partido tóxico de España y siempre toma la decisión que puede hacernos más daño. Con todos sus defectos, Felipe fue una flor insólita, que naturalmente no hizo verano.
Es temerario dar por descontado el sentido de Estado de los socialistas, y más con un líder de la inconsistencia y la frivolidad de Pedro Sánchez, que lleva meses demostrando que prefiere insistir en sus prejuicios que proteger nuestros intereses más elementales.
Expone que:
Si hemos tenido que celebrar unas segundas elecciones ha sido para que este chico se dé cuenta de que los españoles le desprecian cada día un poco más, pero ni así ha aprendido la lección, y es más que probable que continúe bloqueando nuestra vida pública pese a haber sido, hasta dos veces seguidas, el socialista menos votado de nuestra historia.
Miquel Iceta le ha sugerido que intente la investidura con el apoyo de Podemos y los independentistas, tal como en 2003 convenció a Maragall, que había sido derrotado por Mas, de que pactara con Esquerra y así llegó a presidente de la Generalitat. Lo que pareció ser un logro, tras veintitrés años de pujolismo, resultó el principio de la demolición del PSC, de CiU y de la centralidad de la política catalana.
Los socialistas, arrastrados por ERC con la reforma del Estatut, se alejaron dramáticamente de sus votantes y se hicieron tal lío con el «derecho a decidir» -que todo el mundo sabe que no existe- que quedaron partidos por la mitad y dejaron de ser la fuerza hegemónica de la izquierda catalana.

El pacto con Podemos y los independentistas que Iceta propone a Sánchez es la misma argucia que nos trajo el tripartito y tendría, de aplicarse, el mismo y estrepitoso desenlace. Pero los socialistas no pierden ninguna oportunidad de perder una oportunidad y de ellos podemos esperar cualquier barrabasada. A fin de cuentas, si vivimos bajo la amenaza del populismo totalitario de Podemos es porque el PSOE ha sido tan irresponsable que ha animado a buena parte de sus votantes a dejarse seducir por los de la irresponsabilidad total.

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