Lunes,
19 de septiembre de 2005
INVESTIGACIÓN
ENTRE 5.000 ESTUDIANTES
Uno
de cada cuatro alumnos sufre acoso escolar, según un estudio
EFE
MADRID.- Uno de cada cuatro escolares de entre
7 y 18 años de edad son acosados por sus compañeros de clase y los alumnos más
pequeños -los que cursan Primaria- padecen un acoso siete veces superior al
resto de los escolares.
Así
lo explicaron los profesores Iñaki Piñuel y Araceli Oñate en la presentación de
los resultados del estudio Cisneros sobre violencia y acoso escolar, que fue
realizado durante los meses de mayo y junio pasados entre 5.000 alumnos de
Primaria, ESO y Bachillerato en 222 aulas de centros públicos, privados y
concertados de distintas zonas geográficas de la Comunidad.
Se
trata del primer estudio monográfico sobre este tema realizado en la región,
aseguró Piñuel, que revela que la forma de violencia más frecuente entre los
escolares es la psicológica, manifestada mediante amenazas verbales, desprecio,
ridiculización, exclusión, entre otros comportamientos.
Según
los datos de este informe, la tasa de acoso por sexos es de un 26,8 por ciento
para los niños y de 21,1 por ciento para las niñas, aunque "los
comportamientos que reciben las víctimas varían dependiendo del sexo",
explicó Piñuel, director de los estudios Cisneros.
Mientras
los niños acosados suelen recibir motes, patadas, collejas, zarandeos, amenazas
y ser objeto de burlas cuando se equivocan, las conductas más frecuentes contra
las niñas suelen ser meterse con ellas para hacerles llorar, hacerles caer mal
a otras, prohibir a otros que jueguen con ellas, amenazarlas mediante mensajes
y odiarlas sin razón.
Estos
comportamientos reflejan que "el tipo de acoso que reciben los varones es
más físico mientras que el padecido por las niñas se centra más en lo verbal y
en reducir socialmente a las niñas", manifestó Piñuel.
Como
consecuencia de estas situaciones de acoso que, según el estudio padecen el 24
por ciento de los alumnos encuestados, las víctimas padecen secuelas
psicológicas tales como el estrés psicológico (35%), depresión (36%), baja
autoestima (36%), ansiedad (36%), auto imagen negativa (37%), terror (40%),
ideación suicida (15%), somatizaciones (14%), entre otras. La situación de
acoso escolar "puede padecerla cualquier niño", aseguró la profesora
y directora de este estudio, Araceli Oñate, quien destacó además que "el
porcentaje de acosadores frecuentes es cada vez mayor".
Además,
explicó que ante este tipo de situaciones "los padres deben dar un apoyo incondicional
a sus hijos" en vez de responder con frases del tipo "no es para
tanto", "eres un poco exagerado" o "eso también me ha
pasado a mí", entre otras.
Ambos
profesores presentaron también el denominado "Autotest Cisneros" que
se encuentra desde a disposición de aquellos padres o profesores que quieran
utilizarlo, y que permite medir las situaciones de acoso escolar a través de
ocho indicadores (desprecio-ridiculización, coacción, restricción comunicación,
agresiones, intimidación-amenazas, exclusión-bloqueo social, hostigamiento
verbal y robos), según destacaron.
Para
ellos "la violencia y el acoso escolar se deben medir" porque
"provocan daños y secuelas que van a producir una infancia dolorosa y van
a hacer que esos niños lleguen a la edad adulta con mayor vulnerabilidad ante
otros tipos de violencia", apuntaron.
El
«peligro» de los primeros años
M.
H.
El
suicidio de un joven vasco, de catorce años, ha puesto de relevancia estos
últimos días, el maltrato físico y psicológico, que muchos jóvenes practican
contra otros en las aulas del colegio.
Jokin
no lo soportaba más y se arrojó al vacío desde la muralla de Hondarriba (Guipúzcua).
El atestado policial confirmó que lo hizo debido al acoso al que supuestamente
le sometían sus compañeros del instituto de Talaia.
Uno
de los puntos que trató el «Congreso Andaluz de Infancia y Calidad de Vida»,
celebrado en Sevilla, era los comportamientos disociales en la infancia y la
adolescencia. Actitudes de maltrato a los compañeros, a los padres y a su
entorno en general fueron analizados por algunos especialistas en el tema. Y
sobre la mesa, el dato indiscutible y cada vez más precoupante de los numerosos
casos de trastornos disociales y agresivos que se producen en los patios de la
escuelas. Cifras acumuladas y sucesos como el de Jokin, que demuestran que la
delincuencia juvenil está en una espiral de aumento llegando a provocar incluso
la alarma social. Según el catedrático de psicología infantil de la Universidad
de Sevilla, Jaime Rodríguez- Sacristan, más de un 10 por ciento de los chicos
tienen comportamientos disociales.
Los
orígenes según el catedrático son muy diversos: pueden ser de tipo biológico,
genético, psicólogico y producidos por la sociedad de nuestros días. «Ójala
hubiera una sola causa, así sería más fácil atajar el problema», señala Rodríguez-
Sacristán.
Desde
la familia a los profesores, pasando por los medios de comunicación influyen en
el comportamiento del joven. «De la familia se imitan comportamientos y en la
televisión se aprenden actitudes agresivas».afirma el catedrático que añade
«que muchas veces los jóvenes se identifican con personajes o modelos
televisivos que tienden a la agresividad». Todo este entramado configura la
personalidad de un niño, que puede provocar un comportamiento disocial del
menor que le lleve desde la oposición a las normas que se le impone hasta el
asesinato. Normalmente, «se suele dar más en varones y hembras», asegura
Rodríguez- Sacristán, y sobretodo en familias rotas, conflictivas o la que hay
ausencia de algunos de los miembros.
Este
fenómeno de violencia en las aulas se está denominando últimamente con el término
ingles de «bulling». Se basa genéricamente en la humillación de los compañeros
ya sea con la puesta de un simple mote, la humillación o el maltrato físico.
«Hay muchos factores en la raíz, pero existe la idea de querer demostrar ser
superior» señala el catedrático Rodríguez-Sacristán.
Infancia
y calidad de vida
El
tema de los comportamientos disociales es uno más de los muchos abordaron en Sevilla
en el «Congreso Andaluz de Infancia y Calidad de Vida». Organizado por la
Fundación Gota de Leche, con la colaboración de la Dirección General de
Infancia y Familias de la Junta de Andalucía, este evento abordó mediante
conferencias y mesas redondas una tématica que va desde el menor inmigrante a
los niños , los derechos humanos o los nuevos riesgos de la infancia.
La
Fundación Gota de Leche es una ONG sevillana que tiene como principal objetivo
promover acciones que favorezcan el reconocimiento y la aplicación de lo
establecido en la «Convención de los Derechos del Niño». Entre sus actividades
en Sevilla se encuentran los «desayunos saludables» con niños de El Vacie, los
«talleres interculturales» entre niños inmigrantes y no inmigrantes, el
desarrollo de proyectos en Hispanoámerica o los cursos para profesionales de la
infancia.
Especiales
| Sociedad | Un 3,5 de alumnos de entre 9 y 18 años se declara agresor y el
doble víctimas | Home
Un
3,5 de alumnos de entre 9 y 18 años se declara agresor y el doble víctimas
El
3,5 por ciento de los alumnos de entre 9 y 18 años se declara agresor y el 6,5
se considera víctima de ataques en el colegio, "una tendencia muy
sólida" que no debe crear "alarma social" pero sí
"preocupación" entre las administraciones públicas, que deben dedicar
"tiempo y dinero" al problema.
Así
lo manifestó la catedrática de la Universidad de Córdoba, Rosario Ortega, una
de las autoras del estudio "Abordar la Violencia en las Escuelas: Un
Informe de España", elaborado junto a Isabel Fernández y Rosario del Rey.
Ortega explicó que los datos del estudio, el último en el que se ha analizado
la violencia en los centros educativos, son de 2003 pero son aplicables a 2004
porque "corresponden a una tendencia sólida y coherente comparada con
otros países europeos".
Aseguró
que según sus datos, obtenidos de entrevistas personales a 4.914 estudiantes de
26 colegios de Sevilla, el 43 por ciento de los estudiantes son
"ocasionalmente agresivos y se han visto implicados en problemas con algún
compañero".
Un
estudio publicado también por Ortega y desarrollado en el marco del Proyecto
Sevilla Anti-Violencia Escolar (SAVE) en 2000 hace un análisis más exhaustivo
sobre el problema y sus conclusiones hablan de que el 31 por ciento de los
estudiantes podrían "intimidar" a sus compañeros de clase en
distintas circunstancias, mientras que un 25,5 por ciento no sabía si lo haría.
Este estudio incluye los resultados de 7 estudios sobre violencia infantil
basados en cuestionarios a los estudiantes, el 30,3 por ciento ha causado daño
físico, el 41 por ciento ha ejercido violencia verbal y el 21,5 por ciento ha
causado daño psicológico.
El
autor del informe "Los actores de la violencia escolar" y director de
la Unidad de Psiquiatría Infantil del Hospital Clínico Universitario de Madrid,
Ignacio Avellanosa, dijo que el acoso en la escuela (bullying en inglés) es un
fenómeno "difícil de contabilizar", ya que la mayoría de las víctimas
no confiesa los abusos a los que se ve sometida por temor a reconocer sus miedos.
Avellanosa
calificó el suicidio del joven guipuzcoano Jokin C. el pasado 21 de septiembre
a causa del acoso al que le sometían sus compañeros de instituto como un
incidente «terrible» aunque «no se trata de algo nuevo», ya que este tipo de
sucesos se ha dado «siempre», incluso en el servicio militar. Según el
psiquiatra infantil, el acoso en las aulas es «más frecuente» en la franja de
edad comprendida entre los diez y los quince años.
El
sexo también es determinante a la hora de evaluar este fenómeno, así los chicos
son más propensos a desempeñar la violencia en las aulas aunque, según
Avellanosa, cuando se da entre las chicas el problema resulta «más grave» ya
que la agresividad es mayor.
Para
Avellanosa, en determinadas ocasiones la víctima desarrolla un sentimiento «masoquista»
que le lleva a buscar la agresión como un medio para ser aceptado.
Sin
embargo, en opinión del psiquiatra infantil, «lo más preocupante» son los
espectadores, el grupo que contempla al verdugo con una actitud «pasiva», sin
atreverse a plantarle cara. En su opinión, los espectadores del acoso que sufre
la víctima por parte del agresor se asemejan, «en cierto modo, a una parte de
la sociedad vasca, incapaz de reconocer el problema del terrorismo», afirmó.
Uno
de cada cuatro alumnos de Secundaria confiesa maltrato psicológico
Una
encuesta realizada por la Universidad Complutense de Madrid entre estudiantes
de enseñanzas medias revela que uno de cada 4 alumnos de enseñanzas medias, el
25,81 por ciento, se ha sentido maltratado psicológicamente durante sus
estudios.
La
investigación fue elaborada por la Escuela de Estadística de la Universidad
Complutense de Madrid (UCM) entre 1.516 estudiantes de Secundaria madrileños
cuando realizaban su preinscripción de acceso a esa institución académica,
informó la Universidad en un comunicado.
El
estudio revela que a la pregunta "¿Te has sentido alguna vez maltratado
psicológicamente durante tus estudios?", un 17,7 por ciento asegura que lo
ha sido por sus profesores y el 8,11 por ciento por sus compañeros.
Aunque
el 91,8 por ciento de los encuestados asegura que nunca ha sufrido una agresión
física ni por sus compañeros ni por sus profesores, el 19,4 por ciento dice que
ha sido testigo de maltratos psíquicos o físicos a un docente, y el 21,5 por
ciento que lo ha visto entre alumnos.
Los
alumnos que se describen como maltratados psicológicamente por sus profesores
tienen mejores notas que aquellos que se dicen maltratados por parte de sus
compañeros.
Según
los autores del estudio, de esta encuesta se deduce que los maltratos físico y
psicológico se encuentran "fuertemente" relacionados, de manera,
afirman, que al sufrir uno de ellos se tiene mayor probabilidad de sufrir
también el otro.
Un
estudio sitúa un mayor riesgo de violencia en la adolescencia temprana
En
la adolescencia temprana existe un mayor riesgo de violencia entre jóvenes y
son los cursos y edades que coinciden con dicha etapa -segundo y tercero de la
E.S.O y entre 13 y 15 años- los que resultan más difíciles para el profesorado
de secundaria, según un estudio del Instituto de la Juventud (INJUVE).
La
investigación "Prevención de la violencia y lucha contra la exclusión
desde la adolescencia", presentada por este organismo dependiente del
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, destaca la necesidad de utilizar la
educación para prevenir la violencia y aboga por dar más protagonismo a los
jóvenes en su formación.
El
trabajo, recogido en tres volúmenes y un vídeo, fue realizado por el equipo de
Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid a través de
encuentros con 825 adolescentes de Fuenlabrada, Móstoles y Getafe y pretende
mostrar programas "de defensa de la igualdad" basados en la
participación de los jóvenes y en la colaboración entre los agentes del proceso
formativo.
Esta
"experiencia piloto", demostró, a juicio de la catedrática de
Psicología de la Educación de la citada universidad y responsable de la
investigación, María José Díaz-Aguado, los beneficios de ayudar a los jóvenes a
"afrontar su responsabilidad" y a "fortalecer sus deberes y
derechos".
Los
resultados obtenidos al estudiar las características de los jóvenes de los tres
municipios muestran que "en el ocio, los adolescentes viven menos
situaciones de agresión entre iguales que en la escuela, con la excepción de
las coacciones con amenazas o con armas, en las que sucede lo contrario".
Asimismo,
señala que las "frecuentes situaciones de exclusión y humillación que se
producen en la escuela podrían estar en el origen de la orientación a la
violencia de los adolescentes que la ejercen" tanto en los centros
educativos como en el tiempo de ocio.
Por
otra parte, muestra que "la violencia hacia los iguales está estrechamente
relacionada con una serie de sesgos y distorsiones morales que contribuyen a
legitimarla, -destacando sobre todo los conceptos de 'cobarde' y 'chivato'-,
fuertemente arraigados entre quienes agreden a sus compañeros en la
escuela".
Los
resultados y conclusiones de la investigación serán puestos a disposición de
equipos educativos, escuelas y organizaciones, para lo que se ha realizado una
tirada inicial de 2.000 ejemplares
«Los
profesores tenemos miedo»
CARLOS
HIDALGO
«Durante
un tiempo, antes de subirme a mi coche, miraba a un lado y a otro, porque tenía
verdadero miedo». Éste es el relato, a puerta cerrada, del director de un
centro de Secundaria cualquiera, en una zona de la Comunidad de Madrid
cualquiera, un día lectivo cualquiera. Aquí no hay nombres propios; eso da
igual. Pero sí que hay muchas vivencias, momentos de gran tensión y, sobre
todo, de miedo. Porque hay miedo entre gran parte de los profesores.
La
visita al centro comienza a media mañana. En principio, todo parece normal y
está tranquilo. Algunos chavales van y vienen por el pasillo, rezagados que aún
no han podido —o querido— entrar en clase. El escenario es el mismo de siempre,
el de hace unos años, pero los actores han ido cambiando; el mosaico multirracial
es patente: chicos de Europa del Este, de Suramérica, gitanos, payos, blancos,
negros, asiáticos... Es la nueva realidad social, y también la educativa. ¿Está
el sistema preparado para este tentáculo de la globalización?
Durante
el relato, ni fotos ni grabadora. La resaca del último incidente grave aún martillea.
Hace apenas unos días, un chaval repetidor, adolescente y que pasó gran parte
del curso anterior expulsado del centro, es requerido a sus puertas por agentes
de la Policía Nacional. El director del instituto les informa de que no ha
aparecido en toda la mañana por allí. Pero llega poco después. Rápidamente, los
funcionarios policiales proceden a su detención. Al parecer, pesa sobre él una
acusación de robo con intimidación.
A
los tres días ya estaba rondando de nuevo por la zona. Es como guardar agua en
un pañuelo. No contento con su última «hazaña», ese mismo día se fue con otra
alumna del centro a pegar a una chica de otro instituto. Tuvo que ser escoltada
por los profesores a su salida de clase. Aun así, le tiraron de los pelos.
Intervino el director. En mala hora. El alumno agresor se tiró encima de él y
le pateó hasta el ensañamiento.
...Y
después, unas tijeras
Suma
y sigue. Porque aquella misma mañana, de vuelta al centro, el adolescente amenazó
a una profesora con una piedra y, poco después, a otra con unas tijeras. Está
expulsado.
Son
hechos reales, pero no privativos de una ciudad o de un tipo de estrato social.
Según el estudio sobre violencia escolar entre iguales —de alumno a alumno—,
también conocida como «bullying», realizado por el Defensor del Pueblo, casi un
5 por ciento de los chavales que cursan la ESO reconoce que algún compañero le
pega. Si le damos la vuelta a la tortilla, durante el reciente congreso sobre
«Violencia y Juventud», celebrado en Valencia por iniciativa del Centro Reina
Sofía para el Estudio de la Violencia, se puso de relieve que un 12 por ciento
de los chicos en esa edad escolar mantiene conductas agresivas y que un 5 por
ciento realiza robos y actos con intimidación.
Y
vuelta al miedo. Ése que durante un curso hizo que nuestro instituto, uno de
tantos, tuviera que recurrir a la vigilancia privada. De poco sirvió. Fueron
los mismos padres quienes se quejaron de la presencia del guarda jurado. Porque
la familia es, a menudo, juez y parte del problema. «El año pasado —comenta un
educador— puse una sanción a un chaval. Le obligué a sentarse durante un
examen, y lo único que recibí a cambio fue un insulto. Tuvo que venir la policía
al centro porque se presentó la familia con palos para pegarme». «A otros profesores
—continúa— les han amenazado; incluso un docente intentó defenderse ante la
agresión de un alumno».
Los
muebles, por la ventana
¿Y
qué hay de drogas y alcohol? «En los últimos 18 años no he visto nunca a nadie
fumar en el instituto. Ése no es un problema que padezcamos en el interior del
centro, aunque alguna que otra vez sí notas que un chaval viene “colocado”»,
comentan.
A
mitad de la conversación, una profesora, indignada, entra en el despacho. Dice
que no aguanta más la situación con un chaval de 15 años, que desestabiliza la
clase con continuas quejas. El chico entra y comienza el diálogo. Su currículo
académico deja poco lugar a dudas. El chaval sólo quiere saber si, cuando
cumpla los 16, podrá salir del centro, ya que el sistema educativo sólo
mantiene la escolarización obligatoria hasta esa edad. «Yo, al menos, no le
pego a nadie —arguye—. Hay un chaval al que le insultan y le “cascan”; le
tienen atemorizado». Tras la charla con él, hace propósito de enmienda. Ojalá.
Era la moda de aquel año.
Aunque
éste no sea el caso, el director del centro asegura que en él hay chavales «que
viven en la calle. Muchos son delincuentes en potencia, si no lo son ya». Como
aquellos que irrumpían en medio de una clase y lanzaban por la ventana todo
tipo de mobiliario, desde mesas a sillas, pasando por percheros.
Otra
de las tónicas que se están dando, aunque no en este centro, es la presencia de
bandas juveniles, como los «Latin-Kings», a las puertas de los centros
educativos, donde «reclutan» a chavales para llevar a cabo sus acciones violentas.
La proliferación de chicos de diferentes nacionalidades, algunas veces y debido
a una mala integración —que hace necesario un replanteamiento del sistema
actual—, provoca la creación de clanes en los lugares de enseñanza. Las grandes
palizas, por lo general, se dan de puertas para fuera, pero «en el patio
—comenta el director de un centro—, muchos chicos se sienten amenazados». «He
visto peleas increíbles —recuerda—, en las que en un pasillo se han juntado un
magrebí, un gitano, un negro, un payo y un suramericano para pegarse».
Aseguran, por lo tanto, que existe más discriminación a causa de las razas que
por diferencias sexuales.
Resulta
difícil huir de los clichés, pero también cerrar los ojos ante una realidad
cercenada por lo políticamente correcto. Un ejemplo es la manera de concebir
estos años de formación por parte de la cultura gitana. «Si consigues que una
chica de esa etnia llegue a 1º de Bachillerato sin que a los 16 años esté
casada o embarazada, has logrado una maravilla», comenta el director de un
instituto en el que uno de cada diez alumnos de la ESO es de esta raza. «No
recuerdo ningún gitano que haya terminado aquí el Bachillerato», afirma.
¿Hay
o no hay racismo?
Desde
la Oficina del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid se asegura que el
desembarco de chicos de otros países no ha supuesto la proliferación de nuevas
maneras de violencia entre iguales, en las que las víctimas sean jóvenes de
procedencia, por ejemplo, suramericana. El director del centro no está de
acuerdo: «Si hay alguien racista en el instituto, tiene una pelea clarísima con
los suramericanos; pero éstos también se organizan entre sí».
Termina
la visita. Es la hora a la que rugen las tripas y los pupitres quedan vacíos. A
través del portón de entrada, una chica le pasa un cigarro encendido a otra.
Suena el timbre de salida.
SOCIEDAD
en
su mayoría chicas
Tres
de cada cien alumnos padecen acoso escolar
Tres
de cada cien alumnos padecen acoso escolar o 'bullying' (situación extrema de
violencia intimidatoria y persistente por parte de un compañero), de los cuales
el 65 por ciento son chicas, que sufren principalmente presiones emocionales
(90 por ciento) y físicas (70 por ciento), en clase (75 por ciento) y en el
patio (60 por ciento).
Seis
de cada diez son sometidas a varios tipos de violencia a la vez y el 40 por
ciento de las niñas acosadas tiene 13 años.
En
cuanto a episodios de violencia escolar (casos puntuales de agresiones físicas,
emocionales, sexuales, económicas o de vandalismo), el 14, 5 por ciento de los
entrevistados declara ser víctima de agresiones en el centro, principalmente
chicos de 12 a 13 años (seis de cada diez), sobre todo emocional (82, 8 por
ciento) y física (50, 9 por ciento) y en el patio (54, 3 por ciento) o en clase
(53, 4 por ciento).
Ocho
de cada diez víctimas que han sufrido algún episodio de violencia se lo
comunican a alguien. La mitad se lo cuenta a un amigo, el 42 por ciento, a su
profesor y tres de cada diez, a sus padres, según las conclusiones que se recogen
en el informe 'Violencia entre compañeros en la escuela', elaborada por el
Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia y Metraseis y presentado hoy
en Madrid.
Asimismo,
este documento, realizado con 800 entrevistas telefónicas a jóvenes de 12 a 16
años de todas las comunidades autónomas entre mayo y junio de este año, cifra
en ocho de cada diez (75 por ciento) los estudiantes que han sido testigos de
violencia escolar, aunque no todos ellos han presenciado acoso a un compañero.
Principalmente,
han visto violencia emocional (84 por ciento) y física (76 por ciento), sobre
todo en el patio (71, 3 por ciento), en la clase (60 por ciento) y en los
alrededores del centro (52 por ciento).
Siete
de cada diez testigos informan del problema a un amigo, lo hablan con la propia
víctima o lo discuten con el agresor, mientras que tres de cada diez se lo
comunican a algún docente (26 por ciento). Intervienen porque son amigos de la
víctima (47 por ciento), no les gusta lo que le hacen (44 por ciento), no lo
ven correcto (35 por ciento) o sienten pena del acosado (17 por ciento), tal y
como refleja el informe, patrocinado por la Generalitat Valenciana y la Caja de
Ahorros del Mediterráneo (CAM).
Consecuencias:
nervios, tristeza y soledad
Las
consecuencias negativas para las víctimas existen en el 33 por ciento de los
niños que padecen algún episodio de violencia y el 95 por ciento de los que son
acosados. Principalmente, se sienten nerviosos (35 por ciento), tristes (26 por
ciento), solos (18 por ciento) y bajan sus notas escolares (13 por ciento) en
el caso de los que sufren algún tipo de violencia, mientras que los acosados en
el ámbito escolar padecen nerviosismo (55 por ciento), tristeza (50 por
ciento), soledad (45 por ciento) o reducción del rendimiento (35 por ciento) en
mayor medida.
En
cuanto al agresor, ocho de cada cien estudiantes se declara agresor,
principalmente chicos (8 por ciento), de nacionalidad española (94 por ciento),
que ejercen violencia emocional (78 por ciento), a compañeros del mismo curso
(63 por ciento). Generalmente, les divierten las actividades de riesgo (59 por
ciento), ven películas o juegan con videojuegos violentos (41 por ciento) y sienten
rabia u odio hacia los demás (39 por ciento) y ejercen violencia porque
entienden que se les provoca (70 por ciento) o la víctima se lo merece (23 por
ciento).
A
raíz de estos datos, el director del Centro Reina Sofía, José Sanmartín,
advirtió de la existencia de un "cortocircuito" por el que las quejas
de los alumnos no llegan a la inspección ni a las autoridades educativas para
frenar estas situaciones. "No estamos ante un problema privado sino
público, puesto que es una conculcación de los derechos humanos", afirmó,
tras cifrar entre un 10 y un 15 por ciento la tasa de reproducción del maltrato
(se aprende a maltratar cuando se ha sufrido violencia).
Tras
asemejar la violencia escolar a la doméstica, Sanmartín hizo alusión a la
existencia de un componente sexista "fortísimo" en el acoso escolar,
por lo que abogó por una educación no sexista y una formación en la empatía
(ponerse en lugar del otro). En concreto, propone soluciones "costosas
socialmente" sobre que las familias eduquen a sus hijos en convivencia
democrática sin hacer delegación de funciones en la escuela y replantear el rol
del profesor.
Piden
un Plan Nacional
Por
su u parte, el consejero de Educación, Cultura y Deporte de la Generalitat
Valenciana, Alejandro Font de Mora, apostó por una iniciativa nacional pilotada
por el Gobierno central para que todas las experiencias en materia de lucha
contra la violencia y el acoso escolar, fomentando una cultura de convivencia
en los centros con elementos comunes.
Para
empezar, este responsable educativo presentará mañana al Consejo de Gobierno
valenciano un plan de lucha contra esta problemática con medidas de refuerzo
del papel de los psicopedagogos, potenciación de las tutorías y mediación del
conflicto como elemento transversal en el que todos los miembros de la escuela
deben estar formados.
El 21 de septiembre en San Sebastián un joven de
14 años se suicidó para no seguir soportando el acoso y los malos tratos por
parte de sus compañeros del colegio, La muerte de Jokin es un monstruoso
fracaso de dimensiones familiares,
educativas, sociales y éticas. La deriva de una sociedad que no se revuelva
inmediatamente ante el sacrifico de Jokin no merece sino el calificativo de
culpable por acción y por omisión. Nada nos define a todos nosotros mejor que
el mensaje desgarrador de un compañero de Jokin en su mismo chat: "Cuanto
más tiempo pasa peor me siento. Es como un gusano que come mi interior por no
haberte defendido". A Jokin le
persiguieron sistemática e impunemente una “banda” de adolescentes de 4º de la
ESO con reiteradas amenazas, humillaciones, vejaciones y palizas, conocidas por
una parte del profesorado y alumnado del centro La muralla de Hondarribia se ha
llenado de velas, flores y mensajes. La dirección del instituto ha comentado
que "Quizás hemos actuado con demasiada
lentitud". todos podemos evitar los acosos en los colegios con este
caso nos hemos dado cuenta los acosos en los colegios no era el solo sino
muchos mas , niños que se metían con Jokin eran hasta niños de profesores.
Lidia
Lorente, Natalia Buleo, Sandra Espada, 6º
Las
opiniones:
Natalia:
Jokin se sentía muy mal yo creo que si
lo estás pasando mal lo tienes que decir
porque Jokin no se lo decía a sus
padres ni a tutores y hay en muchos colegios niños también acosados y lo están
pasando fatal, y los profesores no hacen caso y tendrían que hacer caso y si
los profesores no hacen caso les ponen una multa de un año sin el colegio ni
pagándole esa es mi opinión.
Sandra: Jokin era un chico de 14 años que se
sentía acosado. Yo creo que si hubiera sido yo me habría defendido, o no, por
que hay personas que son muy violentas, pero si creo que me habría atrevido a
decírselo a mis padres. Ese niño se sentía agobiado y acosado. Y al final se suicidó.
Hay personas que son débiles y otras no y amenazándole ellos se sentían muy
bien, y pegándole. Yo creo que eso es injusto bueno esta es mi opinión.
¿Qué
es el bullying o acoso?
El
Bullying es, entre alumnos compañeros de aula o de centro escolar, que se trata de procesos en los que uno o más
alumnos acosan e intimidan a otro —víctima— a través de insultos, rumores,
vejaciones, aislamiento social, motes, etc. Si bien no incluyen la violencia
física, este maltrato intimidatorio puede tener lugar a lo largo de meses e
incluso años, siendo sus consecuencias ciertamente devastadoras, sobre todo
para la víctima.
El
acoso sexual, es como el bullying, el acoso sexual podría considerarse como una
forma particular de bullying, en la misma medida que podríamos considerar
también en tales términos el maltrato de carácter racista o xenófobo. Sin
embargo, el maltrato, la agresión y el acoso de carácter sexual tienen la
suficiente relevancia como para considerarlos en una categoría aparte. El primero
es el absentismo, que da lugar a importantes problemas de convivencia en muchos
centros escolares; el segundo cabría bajo la denominación de fraude en
educación o, si se prefiere, de «prácticas ilegales esto es, copiar en los exámenes, plagio de
trabajos y de otras tareas, recomendaciones y tráfico de influencias para
modificar las calificaciones de los alumnos, y una larga lista de
irregularidades que, para una buena parte del alumnado, hacen del centro
escolar una auténtica «escuela de pícaros».
María
Marquina Soria, y Lidia Lorente, 6º.
DECALOGO
ANTIVIOLENCIA EN LOS CENTROS EDUCATIVOS:
1.
Adaptar la educación a los diferentes cambios sociales desarrollando la
intervención a diferentes niveles y estableciendo nuevos esquemas de
colaboración, en los que participen la familia y las administraciones.
2.
Mejorar la calidad del vínculo educativo y fortalecer al alumno y al profesor,
mediante la emisión de una imagen del educador como modelo de referencia y
ayudar a los chicos a que desarrollen proyectos académicos gracias al esfuerzo.
3.
Desarrollar opciones a la violencia.
4.
Ayudar a romper con la tendencia a la reproducción de la violencia.
5.
Enseñar a condenar toda forma de violencia favoreciendo una representación de
ella que ayude a combatirla.
6.
Prevenir el ser víctima. Hay que ayudar a que nunca los chicos se sientan
víctimas.
7.
Insertar la prevención de la violencia en un contexto más amplio: desarrollo de
la empatía y de los Derechos Humanos.
8.
Prevenir la intolerancia y el sexismo. Salvaguardar las minorías étnicas y a
los niños que no se ajustan a los patrones de sexo preconcebidos.
9.
Romper con la conspiración del silencio: no mirar hacia otro lado, afrontar el
problema y ayudar a víctimas y agresores.
10.
Educar en la ciudadanía democrática, mejorando tanto la coherencia de los
valores que se quieren transmitir a los jóvenes como la práctica educativa:
predicar con el ejemplo.
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