jueves, 19 de octubre de 2017

"Estás pasando una mala racha"

El apoyo del entorno es básico, pero puede jugar malas pasadas a los enfermos
EVA CARNER
3 JUN 2017 - 09:57 CEST

"Tú lo que tienes que hacer es...". Así empieza una de las típicas frases condescendientes que todos hemos escuchado alguna vez cuando nuestro estado de ánimo está por los suelos.

 Como si los amigos y familiares llevaran en su interior un psicólogo frustrado, que no puede evitar ejercer la profesión con todo aquel que tiene al lado: sal de copas, apúntate a clases de zumba, reserva un fin de semana en el mejor spa de la ciudad...
"Aunque están cargadas de buenas intenciones, las propuestas del entorno no bastan para la recuperación del afectado", apunta Frank García-Castrillón Armengou, doctor en Psicología Clínica y profesor en la Universidad Internacional de La Rioja. Una cosa es la realidad con la que convive la persona deprimida, y otra muy distinta es el comportamiento ideal que deberían mantener sus allegados. "Lo más importante es que el enfermo se sienta comprendido y apoyado, que perciba un ambiente relajado y estimulante", sostiene el escritor y psicólogo clínico, Miguel Silveira.
¿Y cómo se puede lograr? La psicóloga y coach Eva Hidalgo señala como prioritario que el círculo más cercano "se informe sobre los síntomas, el curso del trastorno y los posibles tratamientos a realizar. De este modo, será más empático con el enfermo." Y es que para la familia, añade la experta, "resulta muy duro hacer ver al afectado que lo que le está pasando va más allá de una mala época, y que el acompañamiento de un experto en el momento adecuado puede evitar una prolongación innecesaria de la depresión, y sobre todo, que el trastorno se vuelva crónico".
Palabras de ánimo que pueden doler
Ahora bien, en el marco de este ambiente bienintencionado, ¿existe alguna postura, idea o actitud que debamos descartar para no empeorar las cosas? Hidalgo señala algunas de las expresiones que más se utilizan y que, sin embargo, más valdría no hacerlo. Frases como "deberías ser más fuerte", "lo que te pasa es una tontería" o "tienes que animarte" no hacen sino frenar el proceso de recuperación, o incluso acentuar sus síntomas. Y es que "pueden cargar de culpabilidad a los afectados, ya que uno de los rasgos que definen un cuadro depresivo es la apatía, por lo que el enfermo no es que no quiera animarse, sino que no se ve capaz de hacerlo", aclara Hidalgo.

Más de 300 millones de personas en todo el mundo sufre una depresión, según la OMS. El 50% de los enfermos no recibe el tratamiento adecuado

Estas frases que todos hemos pronunciado en más de una ocasión "revelan una actitud frívola que minimiza los síntomas, les resta importancia o los tilda de ser 'solo una mala racha', lo cual impide que se llegue al tratamiento adecuado", añade Hidalgo. Si es usted quien la padece y no sabe cómo abordar el tema con su familia, la experta sugiere hacerlo llamando a las cosas por su nombre: "Creo que puedo estar sufriendo una depresión, y considero que debo tratarla como cualquier otra enfermedad".

El problema es que esta situación "ideal" en la que la persona deprimida tiene el firme propósito de ponerse en manos expertas, según la psicóloga, suele tardar demasiado. "Normalmente, cuando pedimos ayuda, la depresión ya ha afectado a la vida del enfermo", apunta Hidalgo. Y detalla: "Actualmente todavía se acude antes a los amigos y familiares que a un psicólogo, ya que en muchos casos se desconoce la existencia de los diferentes tratamientos, herramientas o acompañamientos que se pueden llevar a cabo". Algunos famosos como Eva Longoria, Bruce Springsteen, Lady Gaga o Selena Gomez han pasado por situaciones parecidas, y años más tarde lo han hecho público (puede verlo en el vídeo que se encuentra encima de estas líneas).

¿Cómo sé si debo pedir ayuda?
"Para diagnosticar el trastorno, se debe tener en cuenta el conjunto de síntomas que muestra una persona y las circunstancias que le rodean", sostiene Noemí Guillamón, profesora de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya.

 Por su parte, Miguel Silveira menciona la desgana, la desmotivación, el hundimiento emocional y la dificultad para disfrutar (anhedonia) como principales rasgos. "Es un estado de desgaste en el que se desemboca después de haber soportado varios contratiempos seguidos, o algún acontecimiento vital que haya provocado un importante estado de tensión emocional", sintetiza el psicólogo clínico. Y continúa: "La ansiedad, la tensión y el estrés soportados preceden siempre a la depresión, y luego la acompañan".
Reconocida la existencia del problema y su origen, el siguiente escalón es buscar una solución que pase por tratar ese trastorno del estado anímico. "Mientras no disminuya, no puede haber mejoría", advierte Silveira, y exhorta a los pacientes a que "se comporten como si estuviesen motivados, es decir, tratando de esforzarse en normalizar las actividades cotidianas para las que se sienten inapetentes".

Otra opción, destaca García-Castrillón, es la práctica de ejercicio físico como parte del plan de choque para hacer frente a los estados depresivos, ya que "al hacer deporte se reduce la actividad de la corteza prefrontal, de manera que disminuyen nuestras reflexiones sesudas, y los enfados pasan a un segundo plano". En este sentido, el experto recuerda que "durante una sesión de actividad física, el cerebro recibe más triptófano, un aminoácido esencial para la liberación de la serotonina, que promueve el estado de bienestar. Y concluye: "Todos solemos disfrutar de cierto grado de euforia después de practicar deporte, e interpretamos la vida desde un punto de vista más positivo".

¿QUÉ LE SUCEDE AL CEREBRO CUANDO SUFRE UNA DEPRESIÓN SEVERA?
Según el psiquiatra Timothy J. Legg, del UHS Binghampton General Hospital (EE UU), tres son las partes del cerebro primordialmente afectadas durante una depresión severa: el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal.
El hipocampo (donde se almacena la memoria) de las personas que la sufren libera un exceso de cortisol, una hormona que, en dosis elevadas durante un tiempo prolongado, afectan al cerebro pudiendo retardar la producción de nuevas neuronas y contraer las existentes, lo que desemboca en problemas de memoria. Ese cortisol afecta también la corteza prefrontal, responsable de regular las emociones, tomar decisiones y formar recuerdos, que también parece encogerse. Por el contrario, en esa situación la amígdala, centro gestor de las respuestas emocionales como el placer y el miedo, se agranda y se vuelve más activa, lo que altera los patrones de actividad y de sueño.


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