viernes, 12 de enero de 2018

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EL EXPRESIDENTE FELÓN PUIGDEMONT APLASTA AL POBRE ARTURO MAS

Cuando, en el año 2015, la CUP le vetó para la presidencia de la Generalidad, el pobre Arturo Mas decidió que su dedo encaramara a Carlos Puigdemont en la silla curul catalana. Pensaba que tendría allí sentado a un hombre dócil y que a través de él gobernaría a su antojo. También pensó eso mismo Felipe González cuando desdeñó a José Bono y apoyó a José Luis Rodríguez Zapatero, o José María Aznar cuando excluyó a Rodrigo Rato para designar a Mariano Rajoy.
La historia se repite. Carlos Puigdemont, un político de tercera división, mantuvo su lealtad al pobre Arturo Mas el menor tiempo posible. Enseguida se consideró el salvador de la patria y el padre de la patria nueva y se entendió con la extrema izquierda radical. Los analistas especulan sobre los motivos por los que el pobre Arturo Mas ha abandonado con el rabo entre piernas la presidencia del PDeCat. Lo de menos es lo que el pobrecillo argumenta o pretexta. Lo de más es que, sencillamente, el expresidente prófugo Puigdemont le ha aplastado primero para escabecharle después a las finas hierbas.
Ni siquiera ha sonado el nombre de Arturo Mas, entre tanta especulación tras las elecciones autonómicas del 21 de diciembre. Desdeñado olímpicamente, arrumbado sin que nadie contara con él, zarandeado por el ridículo más solemne, el pobre Arturo Mas ha ejercido su último derecho al pataleo y, en una conferencia de Prensa, abandonó la presidencia del partido heredero del glorioso Convergencia y Unión.
El expresidente trilero Carlos Puigdemont trata ahora de hacer su penúltima trampa con el esperpento de una investidura telemática. No solo el Gobierno, que recurrirá ante el Constitucional, sino también ERC han puesto en la picota la jugarreta de Puigdemont. Claro que puede haber sorpresas porque el trilero tal vez tenga una última carta tramposa, escondida en su frondosa cabellera, para engañar a todos.

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