jueves, 21 de febrero de 2013

En la historia no hay un único camino: "se hace el camino al andar"




En las encrucijadas hay múltiples opciones y ante ellas hay que elegir: el pasado pervive en nosotros en forma de posibilidades y se proyecta, a través nuestro, en el futuro.
Ante nosotros surgen en la España actual tres desafios:
En el interior:
*.- El desarrollo del proyecto político de las Autonomías.
 De cara al exterior:
*.- La participación activa en la empresa colectiva de hacer Europa:
*.- Europa no es sólo la C.E.E. o la U.E.O.
*.- Se trata de articular la efectiva cooperación cultural y científica y lograr la unión política.
*.- Surge la tarea de afianzar las raíces comunes de los países que componen Europa, de sostener sus señas de identidad armonizando la diversidad (fuente de problemas y de enriquecimiento).
*.- Responder al desafio que viene de las Naciones americanas que hablan el español y tienen sus raices culturales muy vinculadas a España.
Son muchas las perspectivas de cooperación que surgen entre España e Hispanoamérica (quizás Iberoamérica, pero no Latinoamérica) en el terreno humano y económico.

España tiene una larga Historia.
Iberia (denominación griega) y sus habitantes entraron en la historia a través de las colonizaciones griegas y fenicias.
Fueron los cartagineses y los romanos quienes descubrieron el valor político de Hispania (denominación romana).

Roma creo el marco para una futura unidad política, económica y cultural de Hispania.
Los habitantes de Hispania vivían entre sí como extranjeros y fue la respuesta ante la agresión exterior la que les dió conciencia de sí mismos y solidaridad entre sí.
El uso del latín sirvió como vehículo de comunicación cultural entre los pueblos indígenas; el derecho romano, la vida municipal, la difusión del cristianismo (como factor decisivo de cohesión) y la Romanización que todo lo anterior supuso hicieron posible la recreación de una nueva sociedad: la hispana (la de los hispanos).
La sociedad hispanorromana pervivió en la hispanogoda.
Durante estos años se desarrollo la estrcutura funcional y la contextura vital (Sanchez Albornoz) de España.

Con la inesperada invasión musulmana pareció que Hispania iba a ser suplantada por Al-Andalus.
La crónica visigoda habla de la pérdida de España (ya se utiliza este nombre) y de la necesidad de que debía recuperarse. Los elementos pervivientes hispanogodos y los pueblos indígenas iniciaron un proceso complejo al que se denominó Reconquista.
La España cristiana mantuvo contacto con la comunidad cristiana occidental a través del Camino de Santiago.
Durante los ocho siglos siguientes los cristianos se acostumbraron a convivir con los musulmanes y judios, entre todos ellos (habitadores de España) se dieron intercambios y enriquecimientos mutuos.
Durante este largo período, por agregaciones y disgregaciones territorioles se consolidaron en la Baja Edad Media los cinco Reinos y de ellos se configuró la España Moderna.

La política diseñada por Juan II de Aragón hizo posible la unión territorial de Aragón y Castilla; la conquista de Granada y la anexión de Navarra culminaron la conformación de un  ámbito territorial posibilitando la unidad política y el desarrollo de las estucturas de un Estado moderno.
 Los reinos conservaron, no obstante, sus instituciones y su propia personalidad histórica.
El peso específico de Castilla (su centralidad respecto a la periferia, su mayor potencial demodráfico, su mayor contribución económica a la política europea, etc) hizo que el costo político de ser la Gran Potencia (fase Imperial de Carlos V, fase hegemónica de Felipe II, intentos de recobrar el prestigio exterior con el conde-duque de Olivares y Felipe IV) recayeran especialmente sobre ella y sobre la maltrecha economía española.

Utrech fue el resultado de una gran coalición contra Luis XIV, pero en el terreno interior de España supuso la confirmación de Felipe V y una Guerra Civil.
La Corona de Aragón (utilizando el binomio fidelidad-infidelidad) padeció como castigo las Reformas de los Decretos de Nueva Planta.
Estas Reformas fundamentadas en el absolutismo, la centralización y en la transformación de la estructura histórica de España en una estructura racional según el ideario del siglo XVIII. Buscando la cohesión se identificó unidad con uniformidad y la actuación de la monarquía fue claramente castellanizante de todos los territorios que componían España.
El error político que supuso la aplicación de estas Reformas como castigo a la Infidelidad trajo como consecuencia problemas que llegan hasta nuestros días.

La guerra de Independencia actuó como gran fundente nacional y posibilitó una nueva fundación de España basada en la unidad constitucional de la monarquía y según criterios centralistas y teniendo al ideario liberal progresista y al modelo francés surgido de la Revolución como paradigma.
Las guerras carlistas supusieron la amputación de los privilegios de Navarra y País Vasco (otra vez con el error de manejar el binomio fidelidad-infidelidad).
Como respuesta a los empeños centralistas y uniformizadores del ideario liberal, se produjo la reacción de los Regionalismos políticos.

Con el empeño de consolidar lo que une a los españoles, de su acierto depende el presente y el futuro de España; lo que une a los españoles es la mayor credencial para afirmar la presencia de España en el mundo y la única posibilidad para hacer frente a los retos que actualmente tiene planteados España.

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