En
las encrucijadas hay múltiples opciones y ante ellas hay que elegir: el pasado
pervive en nosotros en forma de posibilidades y se proyecta, a través nuestro,
en el futuro.
Ante nosotros surgen en la España actual tres
desafios:
En el interior:
*.- El desarrollo del proyecto político de las
Autonomías.
De cara al exterior:
*.- La participación activa en la empresa colectiva
de hacer Europa:
*.- Europa no es sólo la C.E.E. o la U.E.O.
*.- Se trata de articular la efectiva cooperación
cultural y científica y lograr la unión política.
*.- Surge la tarea de afianzar las raíces comunes de
los países que componen Europa, de sostener sus señas de identidad armonizando
la diversidad (fuente de problemas y de enriquecimiento).
*.- Responder al desafio que viene de las Naciones
americanas que hablan el español y tienen sus raices culturales muy vinculadas
a España.
Son muchas las perspectivas de cooperación que
surgen entre España e Hispanoamérica (quizás Iberoamérica, pero no
Latinoamérica) en el terreno humano y económico.
España tiene una larga Historia.
Iberia (denominación griega) y sus habitantes
entraron en la historia a través de las colonizaciones griegas y fenicias.
Fueron los cartagineses y los romanos quienes
descubrieron el valor político de Hispania (denominación romana).
Roma creo el marco para una futura unidad política,
económica y cultural de Hispania.
Los habitantes de Hispania vivían entre sí como
extranjeros y fue la respuesta ante la agresión exterior la que les dió
conciencia de sí mismos y solidaridad entre sí.
El uso del latín sirvió como vehículo de
comunicación cultural entre los pueblos indígenas; el derecho romano, la vida
municipal, la difusión del cristianismo (como factor decisivo de cohesión) y la
Romanización que todo lo anterior supuso hicieron posible la recreación de una
nueva sociedad: la hispana (la de los hispanos).
La sociedad hispanorromana pervivió en la
hispanogoda.
Durante estos años se desarrollo la estrcutura
funcional y la contextura vital (Sanchez Albornoz) de España.
Con la inesperada invasión musulmana pareció que
Hispania iba a ser suplantada por Al-Andalus.
La crónica visigoda habla de la pérdida de España
(ya se utiliza este nombre) y de la necesidad de que debía recuperarse. Los
elementos pervivientes hispanogodos y los pueblos indígenas iniciaron un
proceso complejo al que se denominó Reconquista.
La España cristiana mantuvo contacto con la
comunidad cristiana occidental a través del Camino de Santiago.
Durante los ocho siglos siguientes los cristianos se
acostumbraron a convivir con los musulmanes y judios, entre todos ellos
(habitadores de España) se dieron intercambios y enriquecimientos mutuos.
Durante este largo período, por agregaciones y
disgregaciones territorioles se consolidaron en la Baja Edad Media los cinco
Reinos y de ellos se configuró la España Moderna.
La política diseñada por Juan II de Aragón hizo
posible la unión territorial de Aragón y Castilla; la conquista de Granada y la
anexión de Navarra culminaron la conformación de un ámbito territorial posibilitando la unidad
política y el desarrollo de las estucturas de un Estado moderno.
Los reinos conservaron, no obstante, sus
instituciones y su propia personalidad histórica.
El peso específico de Castilla (su centralidad respecto
a la periferia, su mayor potencial demodráfico, su mayor contribución económica
a la política europea, etc) hizo que el costo político de ser la Gran Potencia
(fase Imperial de Carlos V, fase hegemónica de Felipe II, intentos de recobrar
el prestigio exterior con el conde-duque de Olivares y Felipe IV) recayeran
especialmente sobre ella y sobre la maltrecha economía española.
Utrech fue el resultado de una gran coalición contra
Luis XIV, pero en el terreno interior de España supuso la confirmación de
Felipe V y una Guerra Civil.
La Corona de Aragón (utilizando el binomio
fidelidad-infidelidad) padeció como castigo las Reformas de los Decretos de
Nueva Planta.
Estas Reformas fundamentadas en el absolutismo, la
centralización y en la transformación de la estructura histórica de España en
una estructura racional según el ideario del siglo XVIII. Buscando la cohesión
se identificó unidad con uniformidad y la actuación de la monarquía fue
claramente castellanizante de todos los territorios que componían España.
El error político que supuso la aplicación de estas
Reformas como castigo a la Infidelidad trajo como consecuencia problemas que
llegan hasta nuestros días.
La guerra de Independencia actuó como gran fundente
nacional y posibilitó una nueva fundación de España basada en la unidad
constitucional de la monarquía y según criterios centralistas y teniendo al
ideario liberal progresista y al modelo francés surgido de la Revolución como
paradigma.
Las guerras carlistas supusieron la amputación de
los privilegios de Navarra y País Vasco (otra vez con el error de manejar el
binomio fidelidad-infidelidad).
Como respuesta a los empeños centralistas y
uniformizadores del ideario liberal, se produjo la reacción de los
Regionalismos políticos.
Con el empeño de consolidar lo que une a los
españoles, de su acierto depende el presente y el futuro de España; lo que une
a los españoles es la mayor credencial para afirmar la presencia de España en
el mundo y la única posibilidad para hacer frente a los retos que actualmente
tiene planteados España.
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