La atribución de responsabilidades por
las ejecuciones a Santiago Carrillo aumentó cuanto más se acercaba la
transición. Fue la tapadera para ocultar un terror mucho más brutal, sangriento
y duradero: el franquista
Angel Viñas / Fernando Hernández Sánchez
/ José Luis Ledesma / Paul Preston 21 SEP 2012
(Cuarta página El País)
Entre las numerosas necrológicas
aparecidas inmediatamente tras el fallecimiento de Santiago Carrillo algunas
siguen haciendo hincapié en Paracuellos.
Los lectores de este periódico quizá estén
interesados en conocer los resultados de nuestras investigaciones que nos
permiten arrojar dudas acerca de la pervivencia del canon franquista en varias
de entre ellas.
Las categorizamos en tres rúbricas:
contexto, chispazo para la acción y responsabilidades y supervisión.
1. A comienzos de noviembre de 1936 las
columnas franquistas habían llegado a las puertas de Madrid, sembrando de
cadáveres su camino. Los bombardeos causaban estragos en la población. Entre
los presos en las cárceles había centenares de militares dispuestos a unirse a
los rebeldes. Su liberación parecía inminente.
2. El chispazo que condujo a Paracuellos
provino de uno de los agentes de la NKVD llegado a Madrid mes y medio antes. La
liquidación masiva de enemigos había sido una práctica habitual en la guerra
civil rusa. Aplicada al caso de una ciudad al límite, la NKVD no dudó en
recomendar la misma “profilaxis”. A finales de octubre de 1936 el embajador
soviético ya sugirió recuperar a los presos dispuestos a servir a la República.
Como se había hecho con los oficiales zaristas para que se unieran a los
bolcheviques.
3. El agregado militar, coronel/general
Goriev, informó crípticamente a Moscú de la labor desarrollada por la NKVD
durante el asedio de Madrid en un despacho del 5 de abril de 1937 y mencionó un
nombre, el de “Alexander Orlov”. Lo envió por la vía reglamentaria a su jefe,
el director del servicio de inteligencia militar. Lo descubrió en Moscú antes
de 2004 Frank Schauff. Hay un borrador en el archivo histórico del PCE, en la
Universidad Complutense. No conocemos a ninguno de quienes mantienen enhiesto
el canon franquista que lo haya consultado. Hoy se quedaría con un palmo de
narices. Falta la página con la referencia a la NKVD. Una casualidad. Se nos ha
dicho que cuando un investigador ruso quiso consultar el despacho en los
archivos moscovitas el legajo había sido declarado inaccesible. Otra
casualidad.
El chispazo que condujo a las
ejecuciones provino de uno de los agentes de la NKVD
4. La recomendación de la NKVD la puso
en marcha Pedro Fernández Checa, secretario de Organización del PCE. Fueron
militantes comunistas y anarco-sindicalistas quienes se encargaron de los
aspectos operativos. Los primeros actuaron a través de los órganos de la DGS.
Los segundos, que controlaban la periferia madrileña libre de asedio,
aseguraron la realización. Fuera o no por igual, todos colaboraron en la
liquidación de la presunta quinta columna excitados por las bravatas del
general Mola acerca del potencial de sus partidarios en la capital.
5. Las primeras “sacas” se examinaron en
una de las periódicas reuniones de la Junta de Defensa de Madrid. Ninguno de
sus componentes pudo alegar desconocimiento sobre lo ocurrido. Dado que la
presidía el general Miaja, sería difícil exonerarle de responsabilidad. También
a los demás componentes. Uno de ellos, el consejero de Orden Público, Santiago
Carrillo, recibió instrucciones que no se transcribieron. Como otros jóvenes
socialistas, acababa de solicitar el ingreso en el PCE. Las “sacas” se paralizaron
por intervención del anarquista Melchor Rodríguez. Volvieron a reanudarse
después de que este quedara desautorizado por el ministro de Justicia, el
expistolero cenetista García Oliver.
6. La supervisión quedó en manos no de
la DGS, relegada como brazo ejecutor, sino del miembro más prominente del Buró
Político que permaneció en Madrid: Fernández Checa. Uno de los policías, Ramón
Torrecilla Guijarro, declaró posteriormente que solía informar a Organización
sobre cómo iba la operación. Esto respondía estrictamente al modus operandi
comunista. El secretario de Organización era, en los diferentes partidos
comunistas nacionales, el enlace con los servicios de inteligencia soviéticos.
Lógico. En la concepción comunista de la lucha contra la reacción, la NKVD era
al partido lo que el partido era a las masas: su vanguardia.
7. Fernández Checa era también el
responsable de una sección consustancial a toda organización de corte
leninista: el aparato secreto o ilegal, compuesto de “cuadros especiales” que
se activaban según el contexto en que se desenvolviera el partido. Uno de los
consejeros militares en España, Mansurov (Xanti), rememoró haber trabajado con
él en la capacitación de tales cuadros. Algunos se formaron in situ; otros,
como Santiago Álvarez Santiago (participante en las reuniones del consejo de la
DGS en noviembre de 1936 y uno de quienes engranaban con los delegados en las
prisiones para seleccionar a los presos que irían camino del matadero), se
instruyeron en la sección especial político-militar de la Escuela Leninista de
Moscú o en su seminario político. Fue el caso de Isidoro Diégez (responsable
del PC madrileño). También los de Lucio Santiago (jefe de las Milicias de
Vigilancia de la Retaguardia, movilizadas para las “sacas”), Andrés Urrésola
(policía encargado de efectuarlas en Porlier), Agapito Escanilla (secretario
del Radio Oeste del PC) o Torrecilla (miembro del consejo de la DGS y enlace
con el Buró Político). El aparato se incrustó en la DGS mucho antes de
noviembre. Todos se habían ya curtido en la eliminación de falangistas.
8. El nombre y doble papel de Fernández
Checa no han aparecido, que sepamos, en los centenares de páginas vertidas
sobre Paracuellos por los autores profranquistas. Pero su responsabilidad tanto
en el chispazo inicial como en la supervisión y vigilancia de la operación es
innegable. La dualidad de cadenas de mando nunca existió para quienes la
ejecutaron: su lealtad no la debían a la Junta de Defensa sino exclusivamente
al partido, vanguardia consciente de la lucha antifascista. El operativo fue
netamente comunista. Los anarquistas más bien auxiliares.
Paracuellos aparece como norma en lugar
de lo que realmente fue, una dramática excepción
9. Tanto desde el punto de vista
profranquista, como después para autores en busca de notoriedad, siempre fue
más “productivo” centrar la atribución de responsabilidades en Santiago
Carrillo. Fernández Checa murió en México en 1940. La mayoría de los “cuadros
especiales” fueron ejecutados en España en 1941-42. Todos quedaron amortizados
como elemento arrojadizo de la publicística antirepublicana. Sorprende un tanto
la absolución otorgada a Miaja. Sin duda no cabía extraer mucho capital
propagandístico poniéndole en solfa. No ocurre lo mismo con Carrillo, hasta el
punto de desfigurar arteramente hace poco tiempo las referencias que a él hizo
Felix Schlayer, cónsul honorario de Noruega y súbdito alemán que publicó sus
memorias durante el cálido régimen del maestro Goebbels. Curioso es también que
el número de citas a Carrillo sea más abundante en las glosas posteriores de la
Causa General que en la propia documentación del procedimiento. No tuvo un
expediente propio hasta su promoción como ministro en el gobierno Giral en el
exilio en 1946. Un mero repaso a la hemeroteca digital de Abc llevará al lector
a la conclusión de que su nombre aparece tanto más vinculado a Paracuellos
cuanto más se aproximaba la transición. Una batalla del pasado que sigue
librándose en tono presentista.
10. El énfasis que continúa poniéndose
sobre Paracuellos cumple dos funciones esenciales. En primer lugar, sirve para
epitomizar el “terror rojo”. Paracuellos aparece como norma en lugar de lo que
realmente fue, una dramática excepción que continúa presentándose como algo de
lo que fue responsable el Gobierno de la República. En segundo lugar, sirve de
inmejorable tapadera para ocultar la represión franquista, mucho más sangrienta
y duradera. Los “mini-Paracuellos” de que están esmaltadas las regiones en que
triunfó la sublevación no cuentan. Su recuerdo hay que obliterarlo con humo e
incienso.
Es molesto leer, particularmente en este
periódico, cómo en las cunetas y fuera de los cementerios, a veces en modernas
urbanizaciones, las “fosas del olvido” tienen la desagradable ocurrencia de
emerger tan pronto se excava. España es en esto un caso único, y auténticamente
vergonzoso, en la Europa occidental.
Paracuellos se ha convertido en la
contraseña taumatúrgica para oscurecer, de forma pavloviana, un terror mucho
más brutal.
Fernando Hernández Sánchez, José Luis Ledesma,
Paul Preston y Ángel Viñas son contribuidores en la obra En el combate por la
historia (Pasado y presente, 2012).
Santiago Carrillo no es el único que
tuvo responsabilidad en la matanza de Paracuellos del Jarama (Madrid) en otoño
de 1936 (4.200 asesinados totalmente identificados) pero la investigación
histórica que realiza César Vidal en Paracuellos-Katyn (Libros Libres 2005)
aporta datos esclarecedores sobre la implicación directa de Carrillo en estos
horribles crímenes. En el momento de la matanza, Carrillo era responsable de
seguridad de la Junta de Madrid.
Vidal explica que "ninguno de los
que supieron, en noviembre de 1936 lo que estaba sucedieron" tuvieron
dudas sobre "la responsabilidad ejecutora" de Carrillo en la matanza.
Entre los textos que apuntan en esta dirección destaca el del nacionalista
vasco Jesús de Galíndez –fue asesor de
la Dirección General de Prisiones cuando el también peneuvista Manuel de Irujo
fue nombrado Ministro de Justicia de la Segunda República– escribió en 1945 en
sus memorias del asedio de Madrid:
El mismo día 6 de noviembre se decide la limpieza de esta quinta columna
por las nuevas autoridades que controlaban el orden público. La trágica limpieza
de noviembre fue desgraciadamente histórica; no caben paliativos a la verdad.
En la noche del 6 de noviembre fueron minuciosamente revisadas las fichas de
unos seiscientos presos de la cárcel Modelo y, comprobada su condición de
fascistas, fueron ejecutados en el pueblecito de Paracuellos del Jarama. Dos
noches después otros cuatrocientos. Total 1.020. En días sucesivos la limpieza
siguió hasta el 4 de diciembre. Para mí la limpieza de noviembre es el borrón
más grave de la defensa de Madrid, por ser dirigida por las autoridades
encargadas del orden público. (J. de Galíndez Suárez, Los vascos en el Madrid
sitiado)
La responsabilidad directa de Carrillo
en estos millares de crímenes fue confirmada de manera irrefutable tras la
apertura de los archivos de la antigua Unión Soviética. César Vidal recoge un
documento de enrome importancia escrito a mano por Gueorgui Dimitrov, líder en
ese tiempo de la Internacional Comunista al servicio de Stalin. En el texto,
escrito el 30 de julio de 1937, informa de la manera en que prosigue el
proyecto de toma del poder del PCE en el Gobierno del Frente Popular. La
referencia a las matanzas de Carrillo aparece en relación con las críticas al
ministro peneuvista de Justicia, Manuel de Irujo:
Pasemos ahora a Irujo. Es una nacionalista casco, católico. Es un buen
jesuita, digno discípulo de Ignacio de Loyola (...). Se dedica especialmente a
acosar y perseguir a gente humilde y a los antifascistas que el años pasado
trataron con brutalidad a los presos fascistas en agosto, septiembre, octubre y
noviembre. Quería detener a Carrillo, secretario general de la Juventud
Socialista Unificada, porque cuando los fascistas se estaban acercando a
Madrid, Carrillo, que era entonces gobernador, dio la orden de fusilar a los
funcionarios fascistas detenidos. En nombre de la ley, el fascista Irujo,
ministro de Justicia del gobierno republicano, ha iniciado una investigación
contra los comunistas, socialistas y anarquistas que trataron con brutalidad a
los presos fascistas. (...) Irujo está haciendo todo lo posible e imposible
para salvar a los trotskystas y sabotear los juicios que se celebran contra
ellos.
Pero, como explica César Vidal en su
investigación, otro agente de Stalin, Stoyán Mínev Stepanov, delegado en España
de la Komitern de 1937 a 1939, redactaba en abril de 1939 un informe sobre las
causas de la derrota en España. En él también mencionaba a Carrilo de forma
reveladora, al hablar de la resistencia que había plantado el PSOE tras al
avance del PCE: "Provocan la persecución contra muchos comunistas (incluso
también contra Carrillo) por la represión arbitraria de los fascistas en otoño
de 1936". Lo que demuestra que la responsabilidad de Carrillo no sólo era
conocida por el PCE y los agentes de Stalin, sino que también fue utilizada por
el PSOE para frenar el avance del PCE en el seno de la guerra interna del
Frente Popular.
Además de estas pruebas, ya en la época
de la Transición un antiguo miliciano denominado El Estudiante que asegura que
acompañó a Carrillo en sus tareas represivas, escribió una carta al ex
dirigente comunista que en su momento no tuvo eco en la prensa por las ansias
de reconciliación que presidían la Transición. Sí se publicó una entrevista en
un diario de la época en la que se reafirmaba del contenido de la carta e,
incluso, aparecía llorando en fotografías de los lugares donde , según su
testimonio, Carrillo perpetró sus crímenes
En la carta, El Estudiante dice:
Hoy soy vecino de Aranjuez, tengo 65 años y en el año 1936 fui
enterrador del cementerio de Paracuellos del Jarama. También estuve en la checa
de la Escuadrilla del Amanecer, de la calle Marqués de Cubas 17 de Madrid,
donde presencié los mas (sic) horrendos martirios y crímenes (sic). También
estuve en el cuartel de asalto de la calle Pontones donde tú, Santiago
Carrillo, mandabas realizar toda clase de martirios y ejecuciones de la checa
de tu mando. Yo soy el pionero al que llamabas, el estudiante, que llevaba la
correspondencia de las distintas checas a cambio de la comida que me dabais. ¿Me
recuerdas ahora, Santiago Carrillo? ¿Te acuerdas cuando tú, acompañado de la
miliciana Sagrario Ramírez, Santiago Escalona y Ramírez Roiz, alias el Pancho,
en la carretera de Fuencarral km 5, el día 24 de agosto de 1936, siete de la
mañana, asesinasteis al Duque de Veragua, que tú, Santiago Carrillo, madasteis
(sic) que le quitaran el anillo de oro con piedras preciosas; y recuerdas que
no se lo podian (sic) quitar y tú, Santiago Carrillo ordenastes (sic) que le
coartaran el dedo; recuerdas, Santiago Carrillo, la noche que fuisteis a la
checa de Fomento con tu coche Ford M-984 conducido por el comunista Juan Llascu
y los chequistas Manuel Domicris, el Valiente, y el guarda de asalto José
Bartolomé, y que entonces en el sotano (sic) mandastes(sic) quemar los pechos
de la monja sor Felisa del Convento de las Maravillas de la calle de Bravo
Murillo, y que así lo hizo el Valiente, con un cigarro puro. Esto sucedió el
día 29 de agosto a las tres de la madrugada.
Información extraída del ensayo de César
Vidal Paracuellos-Katyn, Libros Libres, 2005.
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