TEXTO 1: OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO
Con esto llegamos como por la mano a
determinar los factores que integran esta forma de gobierno y la posición que
cada uno ocupa respecto de los demás.
Esos componentes exteriores son tres:
1º, los oligarcas (los llamados
primates, prohombres o notables de cada bando que forman su “plana mayor",
residentes ordinariamente en el centro);
2º, los caciques, de primero, segundo o
ulterior grado, diseminados por el territorio;
3º, el gobernador civil, que les sirve
de órgano de comunicación y de instrumento.
A esto se reduce fundamentalmente todo
el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación.Oligarcas y
caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante,
distribuida o encasillada en “partidos".
Pero aunque se lo llamemos, no lo es; si
lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería orgánica representación
de ella, y no es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de
extranjeros apoderados por la fuerza de Ministerios, Capitanías, telégrafos,
ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y cobrarlos.
[...] En las elecciones […] no es el
pueblo, sino las clases conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el
sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los
resortes de la autoridad y del poder que para dirigir desde él a las masas les
había sido entregado.
Joaquín COSTA: Oligarquía y caciquismo,
colectivismo agrario y otros escritos, [Madrid, 1901], edición de 1969, Alianza
Editorial, pp. 28-30.
Esquema-Síntesis:
*.- Los factores que integran esta forma
de gobierno y la posición que cada uno ocupa respecto de los demás.
*.- Los componentes exteriores son
tres:
1º, los oligarcas
(los llamados primates, prohombres o notables de cada bando que forman su
“plana mayor", residentes ordinariamente en el centro);
2º, los caciques,
de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio;
3º, el gobernador
civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento.
A esto se reduce fundamentalmente todo
el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación.
Oligarcas y caciques constituyen lo
que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada
en “partidos".
Pero aunque se lo llamemos, no es la
clase gobernante; si lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería
orgánica representación de ella,
No es sino un cuerpo extraño, como
pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de
Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para
imponer tributos y cobrarlos.
[...] En las elecciones […] no es el
pueblo, sino las clases conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el
sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los
resortes de la autoridad y del poder que para dirigir desde él a las masas les
había sido entregado.
Materiales para el comentario en:
Los párrafos del texto pertenencen al
ensayo “Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España”
escrito por Joaquín Costa a principios del siglo XX.
En ellos, el político y jurista
aragonés, denuncia la corrupción del sistema político establecido por el
sistema de la Restauración y la Constitución de 1876, el de la alternancia
pacífica de los partidos dinásticos en los que se agrupan, según él, los
dirigentes que subordinan los intereses de la nación a los suyos propios.
Unos dirigentes que ni representan a la
nación ni, por extraños, forman parte de ella.
Entre éstos, Joaquín Costa distingue
entre:
*.- Los caciques (los personajes
importantes en lo social y económico en un territorio y que, jerarquizados, se
distribuyen por todo el territorio nacional) y
*.- los oligarcas (los políticos
profesionales de la nación que necesitan del cacique para lograr sus fines).
Residen en el Centro de la Nación (Madrid, sede de la Monarquía, de las Cortes,
sede principal de los dos partidos dinásticos.
*.-El funcionamiento de este sistema,
según refiere el texto, se apoya tanto en los oligarcas como en los caciques.
El Gobernador Civil de cada provincia,
en cuanto representante e instrumento del Gobierno central en ella, sirve de
nexo entre oligarcas y caciques.
*.- El Gobierno organiza las elecciones
y decide su resultado.
*.- Los oligarcas, agrupados en partidos
que les representan en las Cortes, se reparten regionalmente la nación en áreas
de influencia política y por ello, según Costa, ni los partidos ni las Cortes
representan al país y la nación no es libre ni soberana por estar prisionera de
un régimen oligárquico y caciquil servido por instituciones aparentemente
constitucionales y parlamentarias.
*.-Un sistema político en el que los
intereses de los electores quedan subordinados a los de los que
fraudulentamente han sido elegidos.
*.-Unos, abusando de su autoridad, y
otros, aprovechándose de su posición y de sus riquezas, son los corruptores de
un régimen que, pretendidamente representativo, ignora la voluntad de los que
dice representar.
Así, falseando el sufragio de los
electores, se reparten y adueñan de todas las instituciones administrativas y
de gobierno para actuar a través de ellas en beneficio propio.
*.- En España coexisten dos realidades
diferentes: una ficticia o aparente (de monarquía parlamentaria, constitución y
elecciones), otra real (la del caciquismo oligárquico que establece el gobierno
que representa a unos pocos, que atiende al interés exclusivo de oligarcas y
caciques, la de un gobierno parlamentario sin electores y en el que las
mayorías y minorías no dependen de la voluntad de los electores sino de lo que
previamente acuerdan los partidos.
*.- Costa, por defender el régimen
parlamentario condena su perversión oligárquica. Además considera que este
sistema corrupto compromete la unidad de la nación y fomenta en ella el
secesionismo político y territorial y perpetúa en ésta, y en los españoles, su
secular atraso cultural, social y económico.
Para Costa, los “factores que integran
esta forma de gobierno” son:
*.- Oligarcas (notables de cada bando
que forman su “plana mayor", residentes ordinariamente en el centro.
*.- Caciques (jerarquizados en grados) y
diseminados por el territorio nacional.
*.- El gobernador civil en su provincia,
instrumento y enlace de oligarcas y caciques.
El
Gobernador Civil recibía del
Ministro de la Gobernación los resultados electorales que
"debían" salir en su
provincia, siguiendo el "encasillado"
previamente pactado por los oligarcas de los partidos dinásticos.
Para conseguirlo, los caciques, en sus
respetivos territorios de influencia,
siguiendo las instrucciones del Gobernador Civil consiguen los resultados previstos: con violencia, amenazas, comprando
los votos y, en última instancia, recurriendo al “pucherazo” (modificando los
resultados obtenidos).
Costa critica que así, en “en las
elecciones no es el pueblo, sino las clases conservadoras y gobernantes,
quienes falsifican el sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición,
de su riqueza, de los resortes de la autoridad y del poder que recibieron para
servir a la sociedad y no para servirse de ella.
Oligarcas y caciques, distribuidos o
encasillados en “partidos", aunque se les llame gobernantes no lo son,
porque no son parte integrante de la Nación ni representación orgánica de ella.
Actúan como “una facción de extranjeros
apoderados por la fuerza de instituciones y cargos que usan en beneficio
propio.
Concluye que a esto se reduce el
“artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación”.
Entre éstos, Joaquín Costa distingue
entre:
*.- Los caciques (los personajes
importantes en lo social y económico en un territorio y que, jerarquizados, se
distribuyen por todo el territorio nacional) y
*.- los oligarcas (los políticos
profesionales de la nación que necesitan del cacique para lograr sus fines).
Residen en el Centro de la Nación (Madrid, sede de la Monarquía, de las Cortes,
sede principal de los dos partidos dinásticos.
*.-El funcionamiento de este sistema,
según refiere el texto, se apoya tanto en los oligarcas como en los caciques.
El Gobernador Civil de cada provincia,
en cuanto representante e instrumento del Gobierno central en ella, sirve de
nexo entre oligarcas y caciques.
*.- El Gobierno organiza las elecciones
y decide su resultado.
*.- Los oligarcas, agrupados en partidos
que les representan en las Cortes, se reparten regionalmente la nación en áreas
de influencia política y por ello, según Costa, ni los partidos ni las Cortes
representan al país y la nación no es libre ni soberana por estar prisionera de
un régimen oligárquico y caciquil servido por instituciones aparentemente
constitucionales y parlamentarias.
*.-Un sistema político en el que los
intereses de los electores quedan subordinados a los de los que
fraudulentamente han sido elegidos.
*.-Unos, abusando de su autoridad, y
otros, aprovechándose de su posición y de sus riquezas, son los corruptores de
un régimen que, pretendidamente representativo, ignora la voluntad de los que
dice representar.
Así, falseando el sufragio de los
electores, se reparten y adueñan de todas las instituciones administrativas y
de gobierno para actuar a través de ellas en beneficio propio.
Algunas ideas para un comentario.
*.- En España coexistían dos realidades
diferentes: una ficticia o aparente (de monarquía parlamentaria, constitución y
elecciones), otra real (la del caciquismo oligárquico que establece el gobierno
que representa a unos pocos, que atiende al interés exclusivo de oligarcas y
caciques, la de un gobierno parlamentario sin electores y en el que las
mayorías y minorías no dependen de la voluntad de los electores sino de lo que
previamente acuerdan los partidos.
*.- Costa, por defender el régimen
parlamentario condena su perversión oligárquica. Además considera que este
sistema corrupto compromete la unidad de la nación y fomenta en ella el
secesionismo político y territorial y perpetúa en ésta, y en los españoles, su
secular atraso cultural, social y económico.
De hecho la función reservada al cuerpo
electoral, en el Sistema de la Restauración, es completamente pasiva.
*.- Las líneas de acción no funcionan
del electorado a las Cortes sino del Gobierno al electorado, previo acuerdo con
unos notables rurales locales o provinciales («caciques») que simulan la
elección.
*.- El mecanismo del sistema
parlamentario previsto en la Constitución quedó sustituido por otro mecanismo
real: el que establece el engranaje entre una estructura social real
(«caciquismo») y una estructura política formal (Gobierno-Cortes) que funciona
independientemente de lo que el texto constitucional presentaba como clave: el
cuerpo electoral.
*.- El Rey para designar Gobierno no se
atiene a la opinión del cuerpo electoral manifestada en una mayoría
parlamentaria.
Es al revés, el Rey designa un jefe de
gobierno que propone los ministros al rey, que recibe un decreto de disolución
de las Cortes y que convoca nuevas elecciones, pactando sus resultados con las
diversas fuerzas políticas capaces de movilizar a sus respectivas clientelas
(«encasillado»). Se hacen unas elecciones que necesariamente proporcionan
holgadas mayorías al gobierno que las convoca.
*.- La suprema decisión queda en manos
del Rey, que (independientemente del cuerpo electoral) nombra o cesa, de
acuerdo en esto con la Constitución, a cada jefe de Gobierno .
*.- Falto del indicador de las
elecciones auténticas, ¿a qué indicador debe atender el Rey para dar el poder a
uno u otro jefe, a uno u otro partido político?.
En la Restauración, tanto Alfonso XII
como la regente María Cristina se atuvieron, más racionalmente, a la necesidad
de mantener un amplio consenso para la monarquía, sobre la base de una práctica
constitucional de formulación canovista: dualidad de partidos y de clientelas y
el disfrute alternativo del poder que aleje la tentación de exclusivismo y el
recurso a la conspiración o al pronunciamiento.
*.- En esas condiciones el Gobierno
parlamentario es claramente una ficción, pero que dio un pasable juego y
funcionó durante un cuarto de siglo.
Mientras Cánovas y Sagasta mantuvieron
la hegemonía casi indiscutida de dos grandes partidos que aceptan las reglas
del juego como un compromiso político de honor.
Todo lo anterior era una ficción desde
el punto de vista del derecho constitucional, pero un realidad social y
política en la España de finales del siglo XIX.
El Partido Conservador de Cánovas
representaba a la antigua Unión Liberal
y sería también el partido de los antiguos Moderados. Defensor de la
tradición, del orden y de las buenas relaciones con la Iglesia. Partidario del
sufragio censitario y del recorte de las libertades individuales y colectivas.
Tenía sus feudos electorales en el medio
rural del sur e interior peninsular.
Sus bases: la vieja nobleza, la
aristocracia rural y terrateniente, la gran burguesía y las clases medias
El Liberal, liderado por el antiguo
progresista Práxedes Mateo Sagasta, sería el heredero de los ideales de 1869
adaptados a los límites del sistema canovista.
Sus bases electorales estaban centradas
en las ciudades, la periferia peninsular y el norte industrial: burguesía
comercial e industrial, los profesionales liberales y la población urbana.
Progresistas, radical-constitucionalistas, republicanos y descontentos de
Cánovas.
Defendía el sufragio universal, el aumento y desarrollo de las libertades y
un cierto laicismo (incluso en determinados casos anticlerical).
Estos dos partidos controlaron
inicialmente toda la vida política, se fueron turnando pacíficamente en la
labor del gobierno y dieron apariencia democrática al sistema. Sus diferencias
ideológicas no eran muy importantes. Habían pactado no realizar leyes que el
otro partido necesitase derogar para gobernar. En la práctica, su alternancia
en el poder no se hacía en función del resultado de las elecciones sino por
decisión del Rey o por un pacto entre los líderes de los dos partidos. Las
elecciones estaban adulteradas por el caciquismo. El sistema de turno tuvo la gran virtud de garantizar la
alternancia pacífica en el poder, poniendo fin durante un largo periodo al intervencionismo
militar y a los pronunciamientos. Sin embargo, el turno fue un puro artificio
político, destinado a mantener apartados del poder a las fuerzas que quedaban
fuera del estrecho sistema diseñado por Cánovas.
El turno en el poder no era la expresión
de la voluntad de los electores, sino que los dirigentes de los partidos lo
acordaban y pactaban previamente. Una vez acordada la alternancia, y el
consiguiente disfrute del presupuesto, se producía el siguiente mecanismo:
El Rey nombraba un nuevo Jefe de
Gobierno y le otorga el decreto de disolución de Cortes
El nuevo gobierno convocaba unas
elecciones completamente adulteradas, “fabricaba” los resultados mediante
el “encasillado”, la asignación previa
de escaños en los que se dejaba un número suficiente a la oposición.
Este sistema de adulteración electoral
no fue único de la España de la época, el “transformismo” en Italia y el
“rotativismo” en Portugal fueron sistemas similares
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