Hijo
de un tratante de ganado y segundo de cinco hermanos, la relativamente
desahogada situación económica de la familia le permitió cursar el bachillerato
en el colegio de los Padres Claretianos de Sevilla y el preuniversitario en el
Instituto de San Isidoro. Estudió Derecho en la Universidad de Sevilla y en
1965, un año antes de licenciarse, asistió a un curso de Economía en la
Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). A su vuelta a España abrió un bufete
especializado en litigios laborales, lo que le permitió conocer de primera mano
los problemas de los trabajadores.
Al
principio fue militante de las Juventudes Universitarias de Acción Católica y
de las Juventudes Obreras Católicas, de inspiración democristiana. En 1962 se
afilió a las Juventudes Socialistas y dos años después ingresó en el Partido
Socialista Obrero Español (PSOE), que estaba prohibido en España desde 1939 y
cuyos dirigentes históricos operaban en el exilio. Su actividad se desarrolló,
por tanto, en la clandestinidad, y en 1971 fue detenido por haber participado
en manifestaciones contrarias al régimen dictatorial del general Francisco
Franco. Durante un tiempo combinó la práctica legal con la docencia en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla.
Líder
del Partido en la oposición.
Entre
1965 y 1969 fue miembro del comité provincial del PSOE en Sevilla, de 1969 a
1970 del Comité Nacional y a partir de 1970 figuró en la Comisión Ejecutiva.
Participó en el XXV Congreso del Partido, celebrado en Toulouse en agosto de
1972, como miembro de la Ejecutiva en el interior (existía una Ejecutiva en el
exilio) y en octubre de 1974 en el XXVI Congreso celebrado en Suresnes fue elegido
primer secretario del Partido en sustitución de Rodolfo Llopis.
En
aquella ocasión el sector histórico del Partido, integrado por los veteranos
del exilio, fue arrinconado por los renovadores que encabezaba el joven
González (conocido por sus camaradas como Isidoro), quien se presentó con el
apoyo de la mayoría de los militantes residentes en España y el patrocinio de
las máximas figuras de la socialdemocracia europea, como el italiano Pietro
Nenni, el sueco Olof Palme y el alemán Willy Wrandt.
Tras
la muerte de Franco en noviembre de 1975, González pasó a liderar una parte de
la oposición democrática al frente de la Plataforma de Convergencia
Democrática, que en marzo de 1976 se fusionó con la Junta Democrática de España
que animaba el dirigente comunista Santiago Carrillo. Legalizado en febrero de
1977, el PSOE concurrió a las primeras elecciones democráticas, constituyentes,
del 15 de junio de 1977 y se colocó, con el 29,2% de los votos y 118 escaños,
como segunda fuerza política por delante del Partido Comunista, su rival por la
izquierda, en un sorpasso que sería definitivo y que constituyó un trasvase
masivo del denominado voto útil.
En
estos años como líder de la oposición González presentó un discurso
antiatlantista y su antagonismo parlamentario al gobierno de centro de Adolfo
Suárez, que no gozaba de la mayoría absoluta, fue muy duro y contribuyó a su
erosión. En el campo ideológico insistió en la necesidad de eliminar la
doctrina marxista del PSOE y su conversión en un partido moderno e interclasista,
homologable con la socialdemocracia europea, la cual por su parte le respaldó
nombrándole vicepresidente de la Internacional Socialista (IS) el 7 de
noviembre de 1978. Derrotada su ponencia en el XXVIII Congreso del Partido el
16 de mayo de 1979, González presentó la dimisión, pero en septiembre del mismo
año un Congreso extraordinario le eligió secretario general con el 85´9% de los
votos. La victoria de González fue total con la remoción del marxismo del
programa político.
Triunfo
electoral del PSOE y llegada al Gobierno.
Consolidado
como alternativa de poder en las legislativas del 1 de marzo de 1979 (30% de
los votos y 121 escaños), el PSOE obtuvo una victoria arrolladora en la edición
del 28 de octubre de 1982 con el 48´8% de los votos y 202 escaños. El vuelco
del panorama político español - doblemente histórico, pues nunca antes un
partido de izquierda había recibido tantos votos en solitario - supuso para el
PSOE el regreso al poder ejecutivo que había ocupado por última vez al final de
la guerra civil. González fue investido por el Congreso de Diputados el 1 de
diciembre, el día 2 presentó juramento ante el rey y el 3 formó su gabinete.
La
llegada de los socialistas despertó en amplios sectores de la sociedad
esperanzas de cambios a todos los niveles en un país en que algunos aspectos
permanecían atrasados, pero también temores entre los votantes conservadores
por las decisiones radicales que pudieran adoptar. No obstante, aparte algunos
amagos estatalistas en los primeros meses de mandato, González moderó
considerablemente su discurso, tanto en las formas como en el contenido. Pasó a
defender la permanencia en la OTAN; que la consideraba inseparable de su
proyecto de inserción del país en las estructuras europeas, para la que obtuvo
el voto afirmativo en el referéndum del 12 de marzo de 1986, el cual polarizó a
la opinión pública y corrió el riesgo de convertirse en un plebiscito sobre su
Gobierno.
De
hecho, años después González consideraría esta consulta como “el mayor error”
en su etapa presidencial. Una labor de gran importancia, aunque opaca para la
opinión pública, fue la reforma del Ejército, conducida por el ministro de
Defensa, Narcís Serra. Iniciada ya en la etapa ucedista y facilitada ahora por
la moderación ideológica del PSOE y de González, la promoción del apoliticismo
y la profesionalización de los mandos alejó definitivamente el espectro
golpista.
En
el campo social el país experimentó grandes progresos, como la multiplicación
de oportunidades educativas y la dotación de un amplio sistema de seguridad
social, teniendo como referencia el modelo del Estado del bienestar. En el
económico, como ya venían haciendo los socialistas franceses, González se
decantó por el pragmatismo liberal y acometió una dolorosa reconversión industrial
(desde 1983) y otras reformas estructurales, que consideraba ineludibles para
la modernización del país. La reducción de la inflación, de dos dígitos en
1982, constituyó un objetivo declarado desde el primer momento.
Si
bien la macroeconomía funcionaba, pasando el quinquenio 1985-1989 por una fase
de crecimiento expansivo y de entrada masiva de capitales extranjeros, atraídos
por los altos tipos de interés, los sindicatos entendieron que aquello se hacía
a costa del bolsillo del trabajador, además de poner en cuestión observadores
terceros el carácter verdaderamente productivo de ese crecimiento. En esta
situación de descontento laboral, el 14 de diciembre de 1988 González afrontó
la primera huelga general desde su llegada al poder.
Relanzamiento
internacional.
En
el plano exterior, los gobiernos de González confirieron un nuevo impulso a la
apertura iniciada por los primeros gobiernos democráticos, y a todas luces la
completó. Su Gobierno adoptó una diplomacia no especialmente original y, antes
bien, buscó la normalidad y rechazó el unilateralismo. Se establecieron
relaciones diplomáticas con Israel (17 de enero de 1986), con todo el
simbolismo histórico que ello entrañaba, pero sin merma de la tradicional
simpatía por la causa árabe. Esta singular dualidad fue reconocida con la
celebración en Madrid, del 30 de octubre al 1 de noviembre de 1991, de la
histórica Conferencia que puso en marcha el proceso de paz en Oriente Próximo.
También
se fortalecieron los vínculos con Marruecos (Tratado de Amistad del 4 de julio
de 1991) y con América Latina (puesta en marcha de las Cumbres Iberoamericanas
anuales, cuya segunda edición se celebró en Madrid el 23 de julio de 1992), y
se renegociaron los tratados militares con Estados Unidos, que disminuyó su
presencia militar en España. Durante la crisis del Golfo (1990-1991) González
se reveló como un aliado sólido de aquel país, si bien no dejó de objetar
determinados episodios de la ofensiva aérea contra Irak.
Además,
España participó por vez primera en operaciones militares en el exterior con
carácter humanitario y pacificador (Angola, Centroamérica, Kurdistán,
Bosnia-Herzegovina), con crecientes asunción de responsabilidades y de número
de tropas implicadas. Además, de con los países vecinos (Francia, Marruecos y Portugal),
los gobiernos socialistas institucionalizaron en cumbres bilaterales las
relaciones con Italia y Alemania, cuyo canciller, Helmut Kohl, agradeció el
gesto de González de apostar por la unificación después del derrumbe del Muro
de Berlín con un respaldo económico decisivo a la hora de negociar el reparto
de ayudas y subvenciones de la CEE.
El
gran hito en la política exterior de González fue el ingreso de España en las
Comunidades Europeas (CEE) el 1 de enero de 1986. Desde la primera presidencia
semestral española en 1989 hasta la segunda en 1995, el peso específico del
país y la influencia de González en la Comunidad fueron parejos a su
adscripción a las tesis más europeístas. A finales de 1995, en el último tramo
de su mandato, brilló especialmente el protagonismo de González: Madrid fue
escenario de la firma de la Nueva Agenda Transatlántica con Estados Unidos (3
de diciembre), del Congreso Europeo que aprobó el nombre de euro para la futura
moneda única europea (15 y 16 de diciembre) y del Acuerdo Interregional con el
MERCOSUR (15 de diciembre), mientras que Barcelona acogió la Iª Conferencia
Euromediterránea (27 y 28 de noviembre).
Cuestionamiento
interno y declive del PSOE.
A
la progresiva erosión electoral del PSOE (47% del voto y 184 escaños el 22 de
junio de 1986; 39´6% y 176 escaños el 29 de octubre de 1989), natural por el
desgate del ejercicio del poder, se añadió desde 1990 una sucesión de
escándalos de corrupción protagonizados por conocidas figuras pertenecientes o
vinculadas al PSOE. El clima político se enrareció extraordinariamente en el
trienio 1993-1995.
A
los presuntos o probados delitos de financiación ilegal del Partido y otros de
enriquecimiento personal, se sumaron diversas revelaciones que apuntaban a
altos cargos públicos del PSOE como responsables de los Grupos Antiterroristas
de Liberación (GAL), al parecer estrechamente relacionados con las fuerzas de
seguridad del Estado, que entre 1983 y 1987, años en que arreciaba la ofensiva
terrorista de la banda ETA, cometió diversos atentados mortales contra
individuos sospechosos de pertenecer a la citada organización independentista
vasca, lo que dio lugar en su momento a actuaciones judiciales y detenciones.
González,
acosado desde múltiples frentes, rechazó todas las imputaciones y exigencias de
dimisión y adoptó una postura de resistencia a ultranza, pero sobre su
actuación en los citados escándalos continuaron gravitando serias sospechas.
Por otro lado, en 1990 salieron a la luz sus diferencias con el número dos del
Partido y vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, también estrecho
colaborador y amigo desde los años sesenta, por cuestiones ideológicas y de
organización interna.
A
la crispación política se añadió la social, desde que en 1992 el país se
sumergiera en una grave crisis económica por la fatal conjunción de una moneda
débil, un crecimiento estancado o negativo y el aumento desbocado del
desempleo, si bien 1994 se cerró con una recuperación del PIB. Tras perder la
mayoría absoluta en las elecciones del 6 de junio de 1993 (38´6% del voto y 159
escaños) y verse obligado a pactar con los partidos nacionalistas, el PSOE fue
finalmente derrotado por el conservador Partido Popular en la elección del 3 de
marzo de 1996, si bien sus resultados, el 37´4% y 141 escaños en absoluto
constituyeron el hundimiento que se había augurado, demostrando que pese a los
desastres vividos, González conservaba una parte apreciable de su carisma entre
un sector del electorado socialista. El 5 de mayo tomó posesión como Presidente
del Gobierno el dirigente popular José María Aznar.
Trayectoria
desde 1996.
En
su nueva condición de líder de la oposición, González, igualmente experto en
dorar con circunloquios un discurso huero como en desarmar con sólidos
argumentos a su adversario de turno, ofreció un relativamente bajo perfil y
pareció confirmar a quienes sostenían que al líder socialista le aburrían las
querellas políticas domésticas y prefería la vida internacional, un área en la
que se desenvuelve con total seguridad y cuenta con más unanimidad de criterio
sobre su valoración como estadista.
En
tal sentido, en 1994, había un elevado consenso entre sus colegas comunitarios
sobre su idoneidad para sustituir a Jaques Delors al frente de la Comisión
Europea, pero González descartó esta posibilidad. A finales de 1998 sucedió lo
mismo a la hora del relevo de Jaques Santer, y a pesar de ser su nombre
propuesto por los portugueses Antonio Gueterres y Mario Soares y por el propio
Delors, González declinó el ofrecimiento insistiendo en que no tenía ambiciones
internacionales. En diciembre de 1996 González encabezó en Belgrado el equipo
de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) que
investigó las denunciadas irregularidades en las elecciones municipales serbias
y asumió también labores de mediación entre el Gobierno y la oposición.
El
Grupo de Contacto para la cuestión de Kósovo le designó en marzo de 1998 como
mediador en nombre de la OSCE y la Unión Europea, pero las autoridades de
Belgrado le vetaron.
Después
de varias advertencias de retirada nunca materializadas (ya a finales de 1995
había sugerido que no se presentaría a las elecciones de 1996), González
anunció por sorpresa su renuncia a la Secretaría General del PSOE en el XXXIV
Congreso el 20 de junio de 1997. Le sustituyó el entonces portavoz del grupo
parlamentario socialista, Joaquín Almunia. González no figuró ni en la
Ejecutiva ni en el Comité Federal salidos del Congreso, si bien mantuvo el acta
de diputado por Madrid que poseía desde 1977. El 29 de enero de 1998 rechazó
definitivamente que pudiera ser el candidato del PSOE a la Presidencia del
Gobierno en las próximas elecciones y postuló a Almunia para dicho cometido. No
obstante, en las elecciones primarias del 24 de abril de 1998 venció José
Borrell, partidario de superar el felipismo.
La
continuación de la crisis interna del partido por las dimisiones sucesivas de
Borrell como candidato el 14 de mayo de 1999 -por la investigación judicial
contra un colaborador en su etapa de ministro- y de su sustituto Almunia como
Secretario General el 12 de marzo de 2000 - por el fracaso electoral en las
legislativas- confirmó que el súbito retiro de González en 1997 había creado
indefiniciones en el liderazgo por la falta de un delfín o sucesor reconocido,
además del deseo del propio ex secretario de seguir haciéndose oír en las
decisiones de la nueva Ejecutiva, pese a no pertenecer a ella.
De
cara al 35ª Congreso, en julio de 2000, González rechazó el puesto honorífico
de presidente del Partido que le ofreció el candidato a la Secretaría General
(y a la postre ganador) José Luis Rodríguez Zapatero. Antes y durante el
cónclave, considerado decisivo para la recuperación del impulso perdido del
Partido, González permaneció en un discreto segundo plano, sin apoyar explícitamente
a ningún candidato a la secretaría general.
Por
otro lado, la condena en julio de 1998 a 13 años de prisión del ex ministro del
Interior, José Barrionuevo, y del ex secretario de Estado para la Seguridad,
Rafael Vera, por su implicación en un secuestro de los GAL, revivió la cuestión
de la responsabilidad de González un año después de que el Tribunal Supremo
concluyera que no existían evidencias para incriminarle. González se aprestó a
solidarizarse con los condenados y asumió su asistencia legal en calidad de
abogado, suscribiendo los dos recursos de apelación. El ex Presidente denunció
la existencia de un supuesto complot judicial y político contra los
socialistas, con él como supremo objetivo.
González
es miembro de instituciones como la Asociación Japonesa del Bonsai (un arte que
cultiva) y el Comité Europeo de Orientación Nuestra Europa, así como del
Círculo de Montevideo, un grupo de reflexión animado por el ex Presidente
uruguayo Julio María Sanguinetti y que reúne a varios mandatarios americanos y
europeos, tanto retirados como en activo, de signo progresista. Así mismo, está
en posesión, entre otras distinciones, de los premios de Carlomagno (1993,
Alemania), por su contribución a la unidad europea, y Carlos V (2000, España).
En 2000 su actividad se concentraba en la presidencia de la Fundación Progreso
Global, con sede en Madrid, en la dirección de seminarios y conferencias y en
la escritura de artículos de opinión.
González
dejó a Almunia su vicepresidencia de la IS en 1999, pero la organización le
designó antes responsable de la Comisión sobre Progreso Global, con la misión
de redactar un nuevo ideario socialdemócrata en respuesta a la globalización.
El texto, visto como una síntesis de la Tercera Vía del británico Tony Blair y
el socialismo más clásico del francés Liones Jospin, sirvió de base para la
Declaración de París que cerró el XXI Congreso de la IS en esta capital el 8 y
9 de noviembre de 1999.
Aparte,
González ha escrito el libro Un estilo ético, conversaciones con Víctor Márquez
Reviriego (1982) y el ensayo breve El socialismo (1997).
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