CARTA
DEL DIRECTOR/ PEDRO J. RAMÍREZ: Cuatro horas con Bárcenas
PEDRO J. RAMÍREZ
07/07/2013 PORTADA El Mundo
Cuatro
horas con Bárcenas
El
ex tesorero describe la financiación ilegal del PP y sus contactos con Rajoy
Artur
Mas dando tumbos como algunas gallinas que cuando les cortas el cuello
continúan corriendo un ratoPocos días antes de ingresar en prisión, Luis
Bárcenas me explicó en el transcurso de una larga conversación que durante al
menos los últimos 20 años el PP ha estado financiándose de forma ilegal,
recibiendo donaciones en metálico de constructores y otros empresarios que a su
vez obtenían adjudicaciones o contratos de las administraciones gobernadas por
el partido.
El
modus operandi comenzaba de forma muy similar a la descrita por Casimiro García-Abadillo
el 4 de febrero en EL MUNDO, a partir del testimonio de uno de los donantes. El
dinero se entregaba en bolsas, maletines o maletas en el despacho del tesorero
Álvaro Lapuerta en la calle Génova y en presencia de Bárcenas, en calidad de
gerente. Ambos contaban los billetes y los metían en la caja fuerte, bromeando
a menudo sobre si se fiaban el uno del otro o no.
Cuando
el donante abandonaba el despacho, Lapuerta extraía de la cartera de mano una
tarjeta de visita y en el reverso escribía con letra diminuta el nombre y la
cuantía de la entrega. Bárcenas hacía otro tanto en un libro de caja con sus
correspondientes renglones. Periódicamente Lapuerta cotejaba las ajadas
tarjetas que siempre llevaba encima con las anotaciones de Bárcenas y, al hallarlas
conformes, las certificaba con el correspondiente visé en el margen.
Al
día siguiente de la entrega o como mucho durante la semana posterior Lapuerta
llamaba al ministro, secretario de Estado, presidente, consejero autonómico,
alcalde o concejal competente en el asunto que afectaba al donante. Según
Bárcenas, siempre recurría a la misma literalidad: «¿Qué tal? Soy Álvaro
Lapuerta. Te va a llamar fulanito. Tengo interés en que lo recibas. No conozco
el tema del que te va a hablar. Sólo te pido que seas amable y te tomes un café
con él». Todos sabían que era el tesorero el que llamaba.
De
acuerdo con esta versión, parte del dinero entregado se ingresaba en las
cuentas bancarias del partido, parte se destinaba a pagar en negro el
sobrecoste de las campañas electorales para eludir la fiscalización del
Tribunal de Cuentas y otra parte se quedaba en la caja fuerte y era utilizado
para «otros fines». Los pagos subsiguientes se realizaban también en efectivo,
apuntando Bárcenas cada salida de dinero en las mismas hojas cuadriculadas en
las que figuraban las entradas. Eso es lo que reflejan los bautizados como
papeles de Bárcenas, elaborados por el gerente de su puño y letra a lo largo de
los años.
Según
Bárcenas, el principal y más recurrente de esos «otros fines» era el pago
trimestral de sobresueldos en metálico al presidente, secretario general y
vicesecretarios generales del partido. Cuando el PP estaba en la oposición las
entregas se hacían en los despachos de la propia sede. En el periodo en el que
estaba en el Gobierno, Lapuerta acudía con los sobres a los ministerios u otras
dependencias oficiales. Según Bárcenas, a Lapuerta le agradaba especialmente
esta tarea y solía combinarla con algún detalle personal. En uno de los casos
junto al sobre llevaba una caja de puros Montecristo al ministerio
correspondiente.
Bárcenas
me explicó que el pasado mes de enero le dejó los papeles a su amigo el abogado
Jorge Trías para que valorara su trascendencia y se los guardara ante un
eventual registro domiciliario. Según él, Trías dijo que eran «una bomba»,
traicionó su confianza, hizo fotocopias y se las pasó al diario El País a los
pocos días de que EL MUNDO desvelara el pago sistemático de sobresueldos en
metálico.
De
acuerdo con el relato de Bárcenas, el viernes 1 de febrero, al día siguiente de
la publicación, le llamó Marilar de Andrés, responsable de Comunicación del PP
y estrecha colaboradora de Javier Arenas, para pedirle que negara la autoría y
por lo tanto la veracidad de los papeles. Bárcenas le dijo que se lo pensaría,
recibiendo poco después otra llamada en el mismo sentido del eurodiputado
Gerardo Galeote, con quien le unía hasta entonces una estrecha amistad.
Aconsejado por sus abogados, Bárcenas optó por difundir un tibio comunicado
negando irregularidades en el PP pero sin desmentir la autoría de los
documentos. Según él, al término de esa jornada el presidente Rajoy le envió un
SMS diciéndole que «entendía» su decisión, que estuviera «tranquilo y sereno» y
que al día siguiente le llamaría.
Puesto
que al día siguiente no se produjo tal llamada, fue Bárcenas quien se puso en
contacto con Rajoy por la misma vía, diciéndole que estaba «tranquilo y sereno»
pero que seguía a la espera de la conversación prometida. Enseguida recibió una
llamada de «una tercera persona» que le comunicó que los ex ministros Michavila
y Acebes iban a ser sus interlocutores con el presidente. Así fue. Cinco días
después de publicados los papeles, Bárcenas negó su autoría en 13 TV: «Ese
cuaderno no existe, ni ha existido y en consecuencia esa no es mi letra».
Bárcenas
me dijo que ese falso desmentido había sido un «acto de lealtad» hacia Rajoy y
el partido. También explicó cómo trató de falsear su letra durante la prueba
caligráfica ante la fiscalía y el gran «cabreo» del PP cuando se negó a
repetirla en el juzgado. Me contó que había visto varias veces el vídeo de su
declaración ante el juez Ruz, refutando igualmente la autenticidad de esa
«contabilidad B», y que se había sorprendido de la facilidad con que había
negado la verdad, aun teniendo derecho a hacerlo como imputado.
Según
su relato, ese «acto de lealtad» se inscribe en el carácter pactado que hasta
la aparición de su dinero en Suiza había tenido su desenganche progresivo del
PP. Como hito de tal proceso describió con todo lujo de detalles una reunión en
el despacho de Rajoy en la sede de Génova a la que asistieron también su esposa
Rosalía Iglesias y Javier Arenas como amigo de ambos y vicesecretario del
partido. El encuentro duró varias horas, a lo largo de las cuales Arenas fue
retrasando sucesivamente su reserva en el AVE hacia Sevilla. Rosalía Iglesias y
Rajoy estaban sentados, hombro con hombro, frente a una mesa baja con la
espalda pegada a la pared, teniendo respectivamente enfrente a Arenas y
Bárcenas.
La
conversación adquirió visos de fuerte tensión cuando Bárcenas atribuyó a la
secretaria general María Dolores de Cospedal las noticias desfavorables para él
que se venían publicando en EL MUNDO y otros medios de comunicación. El ex
tesorero recuerda la literalidad de sus palabras. «¡Me están machacando! ¡O le
paras los pies a esa tía o te quedas sin secretaria general!», le dijo a Rajoy.
«La única irregularidad que yo he cometido en estos años, en esta casa, ha sido
por esta señora».
Ante
el estupor de Arenas y Rajoy, Bárcenas describió entonces el cobro de una
comisión de 200.000 euros por encargo del PP de Castilla-La Mancha a cambio de
la adjudicación de una contrata municipal en Toledo a una empresa de
construcción y servicios cuyo polémico presidente aparece en la lista de
donantes del partido. Cuando Bárcenas les mostró documentos acreditativos de la
operación, Rajoy se echó literalmente las manos a la cabeza y –siempre según
los recuerdos del ex tesorero– exclamó: «¡Por Dios, Luis, cómo puedes tener
estos papeles!».
De
acuerdo con Bárcenas, Rajoy cambiando el tono, apeló entonces a su sentido de
la responsabilidad: «Templanza, Luis, templanza». También le dijo: «Eres
víctima de una persecución política. Esto no va contra ti, va contra mí». Y
dirigiéndose a su esposa añadió: «Rosa, no os vamos a abandonar». En ese
momento Arenas, desde el otro lado de la mesa, cogió del brazo a Rosalía
Iglesias en señal de solidaridad y apoyo.
Según
Bárcenas en esa reunión se habría corroborado el acuerdo de que dejara
formalmente el puesto de tesorero pero siguiera cobrando lo mismo y manteniendo
el coche y las demás prebendas del partido. El ex tesorero asegura que lo único
que pidió a Rajoy en relación al proceso penal es que hiciera lo posible para
cambiar a las dos fiscales anticorrupción asignadas al caso, por su
«animadversión» hacia él. Rajoy le prometió que todo sería «distinto» cuando el
PP llegara al poder.
Arenas
admite que esa reunión se celebró y que él estuvo presente; si bien le concede
un carácter «amistoso» y le quita toda «trascendencia política». Reconoce que
Rajoy le encargó de forma sucesiva que convenciera a Bárcenas de que dejara el
cargo de tesorero y de que renunciara al acta de senador. Pero advierte que fue
ajeno a los acuerdos económicos alcanzados y subraya que esa fue su «única
intervención» en el caso Bárcenas. También asegura que normalmente se veía con
él «una vez al año» durante las vacaciones de verano en Marbella.
Según
Bárcenas, a finales del 2012 cuando supo que las autoridades suizas habían requerido
información a su banco como consecuencia de la comisión rogatoria enviada desde
España, se entrevistó con Arenas y le pidió que informara a Rajoy del dinero
que tenía allí y de que había regularizado su situación con Hacienda,
aprovechando la amnistía fiscal de Montoro. También le dijo que para proteger
al PP del previsible escándalo lo mejor sería que dejara de cobrar del partido
y pusiera fin a sus 30 años de relación laboral mediante el correspondiente
finiquito. Arenas niega que esa conversación se produjera nunca.
Según
Bárcenas, al cabo de unas semanas, ya en diciembre, Arenas le llamó desde
Sevilla para decirle que había hecho la gestión. Quedaron inicialmente «a mitad
de camino» en un restaurante cercano a Córdoba, pero Bárcenas le dijo luego que
ya que iba a coger el AVE no le importaba hacer el trayecto completo. Entonces
quedaron en el restaurante Oriza de Sevilla y en el transcurso de un almuerzo
Arenas le contó que se había reunido con Rajoy en La Moncloa y le había
transmitido su propuesta. De acuerdo con su versión, Arenas le dijo que el
presidente pensaba que, puesto que ya había regularizado su situación fiscal,
lo mejor era dejarlo todo como estaba. Arenas niega haber estado en el
restaurante Oriza de Sevilla con Bárcenas en ningún momento del año pasado.
Bárcenas me dijo que comprobaría el día exacto de la cita a través de su
agencia de viajes pero su ingreso en prisión le ha impedido hacerlo.
Bárcenas
también me dijo que Arenas le había contado –no me quedó claro si en esa o en otra
reunión– que Rajoy estaba muy preocupado porque Lapuerta le había «chantajeado»
para colocar en las listas electorales tanto de las municipales como de las
generales a su protegida política Carmen Rodríguez Flores. Según Bárcenas,
Lapuerta le había dicho a él mismo que Rajoy «le estaba dando largas» y que,
como no podía consentirlo después de tantos años de «servicios al partido»,
estaba dispuesto a utilizar la «contabilidad B» para presionarle. Bárcenas
asegura que él trató de convencerle de que no lo hiciera.
Bárcenas
me contó que lo hasta ahora publicado no es sino una pequeña parte de la
documentación que obra en su poder. Sostiene que, además de los originales de
las fotocopias realizadas por Trías, conserva la «contabilidad B» de los años
no publicados y que en ella hay pagos en negro a dirigentes del PP –incluido
uno que, según él, pidió luego una compensación por pasar de un cargo público a
otro menos remunerado–, a un ex dirigente del PSOE y a algún periodista. Mayor
aún sería la trascendencia, de acuerdo con su versión, de otros documentos y
discos duros que probarían la sistemática financiación ilegal de las campañas
del partido.
Bárcenas
no quiso concretar más pero en un momento de la conversación dijo que la
divulgación de esos documentos haría «caer al Gobierno» y añadió que daba por
hecho que yo compartía su criterio de que «en las actuales circunstancias lo
último que le conviene a España es que caiga este Gobierno». Yo le contesté que
en cualquier circunstancia lo último que le conviene a cualquier democracia es
estar asentada sobre la mentira.
Bárcenas
me contó algunas anécdotas relacionadas con la compra de trajes para Rajoy con
cargo a la caja B del partido, implicando en la selección a su propio sastre y
al ex dirigente Juan Costa, con fama de elegante. Respecto al origen de su
fortuna en Suiza, Bárcenas sostiene que es «completamente lícito» y «no tiene
nada que ver» con el PP, sino que procede de transacciones en Bolsa y otros
negocios. Ante mi reiterado escepticismo, aseguró que podrá demostrarlo cuando
llegue el momento del juicio oral. Añadió que la testigo que había declarado al
juez haber cobrado por fingir compraventas de cuadros, había tratado en
realidad de extorsionarle a él.
No
había visto nunca antes a Luis Bárcenas pero reconocí en él al personaje
rocoso, concienzudo y rotundo, magistralmente descrito por Raúl del Pozo a
través del prisma de su Tercer Hombre. Fueron cuatro horas mirándonos a los
ojos sin parpadear. Al término de la conversación le dije que si estaba en condiciones
de probar documentalmente, y en sede judicial, la mitad de lo que me había
contado, provocaría una gran catarsis en el sistema político español y
prestaría un importante servicio a la sociedad. Pero que mientras no lo
hiciera, su situación se parecería cada día más a la de Amedo cuando, por
hechos de naturaleza muy distinta, fue condenado a 108 años de cárcel para
hacerle pagar tanto por sus propias culpas como por las ajenas. Y en ese punto
estamos.
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