A partir del 19 de julio de 1936, a los
pocos días de la sublevación militar, tanto el gobierno de José Giral como el
general Franco, entonces responsable del ejército de África, realizaron
gestiones simultáneas en Francia, por una parte, y a través de emisarios en
Roma y Berlín, por la otra, para solicitar apoyo material.
Con estas iniciativas dio comienzo la
progresiva internacionalización del conflicto ante la conciencia común de las
carencias en medios y equipamientos militares de ambos bandos para sostener el
esfuerzo bélico.
Al comienzo de la Guerra Civil Española,
la situación política de Francia era confusa, con un gobierno frentepopulista
que incluía entre sus elementos mayoritarios al centrista Partido Radical.
Aunque Léon Blum, como el PCF, pretendió
intervenir a favor de la República, los radicales se opusieron y amenazaron con
retirarle su apoyo.
A ello se unieron las advertencias
británicas sobre el riesgo de obstruir la política de apaciguamiento emprendida
por el conservador Stanley Baldwin.
De tal modo, el consejo de ministros
reunido el 25 de julio de 1936 aprobó la cancelación de cualquier suministro
desde Francia.
El mismo día en que se confirmaba la no
intervención de las democracias occidentales, Hitler daba su consentimiento
para el envío de un primer lote de aviones, tripulación y equipo técnico a
Marruecos, mientras que el 27 de julio, Mussolini enviaría una partida de
aviones de transporte, material que sería utilizado posteriormente para el
puente aéreo de tropas hacia Sevilla establecido el 29 de julio de 1936.
El gobierno nazi utilizó una empresa
fantasma, la Sociedad Hispano-Marroquí de Transportes, como tapadera para
canalizar sus suministros a Franco.
El 1 de agosto de 1936 el gobierno
francés emitió la propuesta a la comunidad internacional para la adopción de un
«Acuerdo de No Intervención en España», apoyada por el Foreign Office a través
de su embajada en París el 7 de agosto.5 El acuerdo fue también inicialmente
suscrito por la Unión Soviética, Portugal, Italia y el Tercer Reich, sumándose al Comité de
supervisión de Londres creado el 9 de septiembre de 1936. No obstante, estas
tres últimas naciones mantuvieron su apoyo logístico y material mientras que
los agentes de compras del gobierno republicano adquirieron suministros
procedentes de México y del mercado negro.6
En el terreno de las hostilidades,
durante los meses de agosto y septiembre de 1936 las fuerzas sublevadas
lograron importantes avances, consolidando la frontera portuguesa tras las
Batalla de Badajoz del 14 de agosto y cerrando de la vascofrancesa, tras la
entrada en Irún del 4 de septiembre de 1936.
Este avance coincidió con un progresivo
viraje de la política de la URSS hacia una intervención activa.
Se emprendió entonces el establecimiento
de relaciones diplomáticas con la República española y el nombramiento del
primer embajador soviético en Madrid, Marcel Rosenberg (antes representante
soviético en la Sociedad de Naciones), el 21 de agosto de 1936.7
A finales de septiembre de 1936,
partidos comunistas de diferentes países recibieron instrucciones del Komintern
y de Moscú para el reclutamiento y organización de las Brigadas
Internacionales, que entrarían en combate durante el mes de noviembre.
Mientras, el 28 de septiembre, el final de las operaciones en torno al Alcázar
de Toledo permitiría a las fuerzas dirigidas por el general Varela orientar su
esfuerzo hacia la Batalla de Madrid.
A lo largo del mes de octubre de 1936,
la URSS envió material en ayuda del nuevo gobierno de concentración
frentepopulista presidido por Largo Caballero, que incluía dos ministros
comunistas, acción que el embajador soviético en Londres, Iván Maisky,
justificaría ante el Comité de No Intervención el 23 de octubre de 1936,
denunciando el previo sabotaje italoalemán al mismo y reclamando la restitución
del derecho a la República a armarse.
Cinco días más tarde, el 28 de octubre
de 1936, zarparon de Cartagena cuatro cargueros soviéticos conteniendo el oro
evacuado el 14 de septiembre del Banco de España.
Situación de las reservas y estatus del
Banco de España.
Pocos meses antes del inicio de la
Guerra Civil la reserva española de oro había sido registrada por las
estadísticas internacionales en mayo de 1936 como la cuarta más grande del
mundo.
Fue acumulada principalmente durante la
Primera Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral.
Gracias a los estudios de la
documentación del Banco de España (BDE),10 se conoce que estas reservas se
distribuían principalmente en la sede central de Madrid, las delegaciones
provinciales del BDE y otros depósitos menores en París, desde 1931, estando
constituidas en su mayor parte por monedas, extranjeras y españolas, mientras
que la fracción de oro antiguo era menor al 0,01% e insignificante la cantidad
de oro en barras pues tan sólo había 64 lingotes.11
Sobre el valor de las reservas
movilizables, este era conocido por las diversas publicaciones oficiales que se
emitían regularmente y así el The New York Times del 7 de agosto de 193612
informaba de la cifra de 718 millones de dólares estadounidenses de la época
para las disponibles en la sede de Madrid. Para el historiador Ángel Viñas,
esta cifra se correspondía con 635 ó 639 toneladas de oro fino o bien a 20,42 ó
20,54 millones de onzas troy.
Según el balance del Banco de España del
30 de junio de 1936, publicado en la Gaceta de Madrid (el BOE de la época) el 1
de julio, las reservas de oro existentes, tres semanas antes de iniciarse la
contienda, alcanzaban un valor de 2.202 millones de pesetas-oro, equivalente a
5.240 millones de pesetas efectivas.
Viñas calcula que la cifra de 719
millones de dólares de 1936 correspondería, actualizada con los índices de
inflación, a 9.725 millones de dólares de 2005. En comparación, las reservas
españolas disponibles en septiembre de ese año eran de 7.509 millones.13
En 1936, el Banco de España estaba
constituido como sociedad anónima por acciones (al igual que sus homólogos
francés e inglés) con un capital de 177 millones de pesetas, el cual se hallaba
distribuido en 354.000 acciones nominativas de 500 pesetas cada una. A pesar de
que el banco y sus reservas no eran de propiedad estatal -pues no devendrían en
tales hasta la promulgación del Decreto-Ley 18/1962 del 7 de junio de 1962, sobre
Nacionalización y Reorganización del Banco de España-14 , la institución estaba
sometida al control tanto del gobierno, quien designaba al gobernador, como del
ministerio de Hacienda que nombraba a varios miembros del Consejo General del
banco.12
La Ley de Ordenación Bancaria (LOB) del
29 de diciembre de 1921 (o Ley Cambó) intentó por vez primera ordenar las
relaciones entre el Banco de España como banco central y la banca privada. En
la ley se regulaban también las condiciones para la movilización por parte del
Banco de las reservas, el cual debía contar con la preceptiva autorización del
Consejo de Ministros. En la base 7ª del Artículo 1º la LOB estipulaba la
facultad del Gobierno para acudir a la entidad y solicitar la venta de oro
exclusivamente para influir en el tipo de cambio de la peseta y «ejercer una
acción interventora en el cambio internacional y en la regularidad del mercado
monetario», en cuyo caso el Banco de España participaría en dicha acción con
una cantidad igual a la arbitrada por el Tesoro Público.
Aunque autores como Pío Moa consideran
que el traslado del oro violaba claramente la Ley Cambó, en opinión de Ángel
Viñas la aplicación laxa de la misma por parte del gobierno republicano fue
válida, basándose en los testimonios del que fuera último ministro de Hacienda
de la Monarquía, Juan Ventosa y Calvell (18 de febrero a 15 de abril de 1931),
que la juzgaba, poco antes del golpe militar, demasiado ortodoxa, limitando las
posibilidades de crecimiento de la economía del país. Para Viñas -que evita
entrar en aspectos jurídicos- la situación excepcional creada por la rebelión
explicaría el cambio de actitud con respecto a la Ley Cambó por parte del
gobierno, que pasó a ejercer los mecanismos necesarios para realizar una
nacionalización parcial encubierta del Banco de España, guiado por la máxima
«Salus patriae, suprema lex»-.
Otros historiadores, como Sardá,
Miralles o Moradiellos, coinciden con esta interpretación.
La actuación del gobierno republicano
sobre el Banco de España para colocar en su dirección a personas fieles a la
República se concretó en el Decreto de 4 de agosto de 1936, que destituyó a
Pedro Pan Gómez como subgobernador primero en favor de Julio Carabias, que 10
días más tarde fue seguida de la destitución de otros consejeros y altos
ejecutivos.
Después del traslado del oro a la Unión
Soviética, el 21 de noviembre, se decretó la modificación del Consejo, que
sufrió nuevas modificaciones y ceses hasta que el 24 de diciembre de 1937 nueve
consejeros fueron sustituidos directamente por representantes institucionales.
Pan Gómez huiría a la zona nacional, para ocuparse unos meses después de
organizar el nuevo Banco de España de Burgos.
El destino del oro del Banco de España
Indalecio Prieto
"Afirmo - he dicho refiriéndome a
apoyos que recibimos en el curso de la guerra- que pueden anular o amortiguar
nuestra gratitud los aspectos lucrativos del auxilio de la URSS y de los
partidos comunistas que la secundaban". Véanse estos ocho puntos que dejé
sentados en 1939 y que nadie ha desmentido:
1.-El
Partido Comunista francés había administrado, para compras de material
de guerra, dos mil quinientos. millones de francos entregados por Negrín, sin
que la administración de tan enorme suma la hubiese controlado, poco ni mucho,
ningún funcionario del Estado español.
2.- El Partido Comunista francés había
retirado para sí, quizá como beneficios de intermediario, cantidades
considerables del dinero entregado por Negrín.
3.- La propaganda, pública primero y
clandestina después, del Partido Comunista francés se costeaba con dinero así
extraído del Estado español, pues los auxilios de la III Internacional eran nulos y el producto de las cotizaciones
distaba muchísimo del gasto enorme de esa propaganda.
4.- Avido de dinero, el Partido
Comunista francés, rectificando constantemente sus liquidaciones por nadie
examinadas, reclamaba con frecuencia mayores sumas a los señores Negrín y
Méndez Aspe, (este último, ministro de Hacienda).
5.- El espléndido diario comunistoide
"Ce Soir", remedo del triunfante "París Soir “, se sostenía con fondos de los suministrados
por Negrín
6.- La flota, compuesta de doce buques,
perteneciente a la France Navigation,
era propiedad de España, pues con dinero español se compraron todos los barcos,
no obstante lo cual los comunistas franceses, administradores de dicha
Compañía, se negaron a devolverlos, considerándolos suyos.
7.- Uno de los barcos de la France
Navigation, el "Winnipeg", se fletó por el S.E.R.E. (entidad de
auxilio a los expatriados establecida por Negrín) para transportar exiliados a
Chile, aumentando de esa manera sus ingresos los comunistas franceses, mediante
el novísimo sistema de arrendar a alto precio a los españoles un buque que
pertenecía a los españoles.
8.
Parte del tesoro español sacado de nuestro territorio al evacuarse
Cataluña estaba custodiado por comunistas franceses.
En cuanto al lucro de Rusia, el relato
que ahora reitero aquí es ciertamente asombroso.
El 25 de Octubre de 1936 se embarcaron
en Cartagena con destino a Rusia siete mil ochocientas cajas llenas de oro,
amonedado y en barras, oro que constituía la mayor parte de las reservas del
Banco de España.
Previamente, el señor Negrín, como ministro de Hacienda (todavía no era
presidente del Consejo), obtuvo el acuerdo del Gobierno y la firma del
Presidente de la República para un decreto autorizándole las medidas de
seguridad que estimara indispensables en cuanto al oro del Banco de España.
Como miembro de aquel Gobierno, acepto la responsabilidad que me corresponde
por el acuerdo, aunque ni los demás ministros ni yo conocimos el propósito
perseguido. Ignoro si llegó a conocerlo el entonces Presidente del Consejo,
Francisco Largo Caballero.
El embarque se verificó con gran
misterio. Si yo me enteré fue por pura casualidad, a causa de haber llegado a
Cartagena para asuntos del servicio --era yo ministro de Marina y Aire- cuando
el embarque se efectuaba bajo la dirección personal de los señores Negrín y Méndez
Aspe.
Cuatro empleados del Banco embarcaron en
el buque que conducía el precioso cargamento. No se les dijo a dónde iban.
Creyeron que desembarcarían en Port Vendres, Sete o Marsella y aparecieron...
en Odesa. El 6 de noviembre llegaron con nuestro oro a Moscú. Y allí, ocurrió
algo que también merece ser narrado. Los funcionarios del Grosbank miraban y
remiraban minutos enteros cada pieza y la pesaban y repesaban. Los empleados
del Banco de España, acostumbrados a gran celeridad en operaciones semejantes,
no se explicaban tamaña lentitud, por la cual se invirtieron varios meses en el
recuento. Pero esta lentitud obedecía al deseo de justificar la permanencia en
Rusia de quienes habían ido custodiando la mercancía. A toda costa se quería
impedir su regreso a España para que no se divulgara el enorme envío de oro.
Las familias de los viajeros se inquietaban por desconocer el paradero de
éstos, y para calmar su intranquilidad se las embarcó también, sin decirles
adónde iban, _y se las llevó a Rusia.
La entrega del oro, tan meticulosamente
pesado y medido, había de concluir algún día, y concluyó. Los bancarios
creyeron entonces que, terminada ya su misión, tornarían a España. Mas sus
reclamaciones en ese sentido ante nuestro Embajador, don Marcelino Pascua, eran
inútiles. No se les consentía salir; estaban confinados con sus familias en
Rusia. Al cabo de dos años, cuando la guerra se extinguía, el Encargado de
Negocios, don Manuel Martínez Pedroso, logró romper aquel confinamiento. Pero a
los cuatro bancarios no se les repatrió. En España podían hablar más de la
cuenta. Y con objeto de evitarlo se les desparramó por el mundo: uno fue a dar
con sus huesos a Buenos Aires, otro a Estocolmo, otro a Washington y otro a
México. Al mismo tiempo desaparecían de la escena los altos funcionarios
soviéticos que intervinieron en el asunto: el ministro de Hacienda, Grinko; el
director del Grosbank, Marguliz; el subdirector, Cagan; el representante del
ministerio de Hacienda en dicho establecimiento de crédito, Ivanoski; el nuevo
director del Grosbank, Martinson... Todos cesaron en sus puestos, varios
pasaron a prisión y Grinko fue fusilado.
Entre tanto, una revista gráfica,
"La URSS en Construcción", dedicaba un
número especial al aumento de las
existencias de oro en Rusia, atribuyéndolo al desarrollo de la explotación de
los yacimientos auríferos de Rusia. Era el oro de España. Rusia no ha devuelto
ni una sola onza.
México, D. F., Marzo de
1953.
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