La
exposición que se abre la próxima semana en el Museo Nacional de Arte de
Cataluña sobre Capa reabre la polémica de «El soldado caído». Un estudio de las
fotos alienta las sospechas sobre la mítica imagen.
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En «Documento» (sobre la imagen, junto a «Foto») estudio comparativo de las
fotografías publicadas en la revista «Vu»
14
de mayo de 2010. 10:53h
J.
R. Puyol /J. Ors - Madrid.
El
cinco de septiembre de 1936, un joven Robert Capa de 22 años captó una imagen
que la historia convertiría en el símbolo de la Guerra Civil española. Su
nombre: «El soldado caído». Una instantánea tomada, en principio, en Cerro
Muriano, Córdoba, con una Leica (como demuestra el formato rectangular del
negativo; si hubiera sido cuadrado, entonces habría pertenecido a la otra
cámara del fotógrafo: la Rolleiflex).
Durante
décadas, la postura de aquel soldado, con camisa clara, brazo extendido y
retratado, hipotéticamente, en el mismo instante en que una bala lo alcanzaba,
representó la barbarie del fascismo. Desde ese momento, la fuerza de la foto ha
crecido en el imaginario colectivo hasta alcanzar la categoría de mito. Esta
semana, el Museo Nacional de Arte de Cataluña inaugurará «¡Esto es la guerra!
Robert Capa en acción», una retrospectiva dedicada al autor y donde también
está presente su compañera, Gerda Taro. Una muestra que se podrá visitar desde
el 7 de julio hasta el 27 de septiembre y que realza la personalidad y la
influencia de uno de los grandes fotoperiodistas de la historia en un momento
en que también ha aparecido la llamada
«maleta mexicana», un conjunto de negativos que contienen trabajos de Capa,
Taro y Seymour.
En 1975, Phillip Knightley
publicó «The first Casualty: Crimea to Vietnam». El libro contenía el testimonio de un anciano
periodista británico, O.D. Gallagher, que aseguraba que Capa le había
reconocido que la secuencia del miliciano de 1936 había sido una
escenificación. Sus palabras fueron: «...un oficial republicano les dijo que
iba a ordenar a varios soldados que fueran con Capa a unas trincheras cercanas
y que podían escenificar unas maniobras para que las fotografiasen». Richard
Whelan, biógrafo oficial del reportero húngaro, rebatiría estas palabras. La
declaración, sin embargo, cuestionaba por primera vez la veracidad de una de
las imagénes más emblemáticas de su autor y avivaba las sospechas. Desde
entonces su autenticidad es un enigma.
Severas
dudas
Al
margen del día en que se obtuvo la fotografía, el lugar del acontecimiento y la
persona que aparece en ella, un análisis «forense» de la imagen deja en el
observador severas dudas. El estudio de algunos aspectos determinados de la
foto alientan la teoría de la escenificación. La publicación, el 23 de
septiembre de 1936, en la revista «Vu», en la página 1.106, reproduce por
primera vez «El soldado caído» junto a otro fotograma perteneciente al mismo
reportaje en el que se contempla a otro combatiente abatido. ¿Cuántas veces se
puede captar, en el mismo sitio, a la misma hora y con el mismo encuadr, a dos
soldados derribados por disparos? Para la mayoría de los profesionales de la fotografía, una o ninguna.
Resulta
difícil obtener dos instantáneas similares sin estar preparado. Hay que
subrayar otro aspecto: ambas imágenes, de un parecido innegable y un entorno
prácticamente igual, jamás volvieron a publicarse juntas. Capa, en su libro
«Death in the Making» (dedicado a Gerda Taro) no incluyó en su interior ninguna
de las dos (ni otras de la serie de Cerro Muriano). Sólo la sobrecubierta
reproducía el conocido miliciano, y resulta sorprendente.
El
momento justo
Capturar
el instante exacto de la muerte de un hombre es un caso casi excepcional. El
propio Capa fue incapaz de reproducir ese momento cuando tomó la instantánea de
un soldado norteamericano que caía muerto delante de él por el disparo de un
francotirador el 18 de abril de 1945 en Leipzig, Alemania). Al cotejar las dos
instantáneas de «Vu» se puede identificar una disposición especial de los
rastrojos del campo que son esclarecedores. Un tallo vertical y otros dos
horizontales en el suelo forman un eje cartesiano. Si sobre esa referencia se
colocan ambas imágenes superpuestas se observa que ambos combatientes cayeron exactamente en el
mismo sitio, como prueban la coincidencia de ese eje y el paisaje que hay
detrás: son idénticos. Otra referencia es el abultamiento de un terrón en el
suelo, justo en el lado inferior derecho, que ayuda a enmarcar a los dos
soldados. Las fotos mantienen el mismo encuadre, están tiradas a la misma hora y desde el mismo lugar (¿Y
qué reportero quedaría expuesto a un fuego cruzado de los dos lados?).
A
estas evidencias se suma el material publicado por la revista «Regards» en el
número del 24 de septiembre de 1936 (justo un día después de «Vu»). Ahí
aparecen más fotos de la serie de Cerro Muriano (como se puede ver en la imagen
superior de esta página). También hay dos milicianos en el suelo como si
estuvieran muertos. Algunos expertos han señalado que, por la disposición de
esos cuerpos, no parece que estuvieran muertos. La «maleta mexicana», además,
ha aportado el cuerpo de otro
republicano tumbado en la tierra muy parecido, por las referencias de su
uniforme, al que se ve en «Vu», debajo de «El soldado caído». ¿Todos están
muertos? Y si no lo estaban, ¿qué hacían todos ellos tumbados?
El
único soldado que cayó el 5 de septiembre de 1936 en Cerro Muriano fue Federico
Borrell García, que, curiosamente, no es ninguno de los que aparece en esas
secuencias. Si se compara su retrato con el rostro de «El soldado caído» (como
demuestra magistralmente el documental «La sombra del iceberg», de Hugo Doménech
y Raúl Montesinos), se aprecia que apenas comparten parecidos. Mientras Borrell
es un hombre joven, el miliciano abatido que aparece en la célebre fotografía
es un hombre que ya ha entrado en edad adulta.
Robert
Capa, joven y de izquierdas, ya había fotografiado
con anterioridad unas maniobras en Santa Eulalia (que él mismo terminó admitiendo). Un reportaje,
como se ve en algunas fotografías del
libro «Death in the Making», en el que un conjunto de hombres descendía por una
colina (de una manera muy parecida a la de Cerro Muriano) para cargar hacia
unas supuestas posiciones enemigas. Algunas de sus características se
distinguen en la serie de Córdoba.
Un
hombre sin identidad
¿Quién
es «El soldado caído»? Una investigación arrojó la teoría de un nombre:
Federico Borrell García, conocido como «Taino», el único combatiente
republicano que, según la documentación histórica, cayó en Cerro Muriano. La
aparición, en el diario anarquista «Ruta Confederal» (en la imagen de la
izquierda), en el que un compañero, como homenaje a su amigo, describía su
muerte en una necrológica elogiosa, tachaba esa posibilidad. De hecho, «Taino»
cayó, a las cuatro de la tarde, al ser alcanzado por los disparos del enemigo
cuando permanecía oculto detrás de un árbol. En las fotografías de Robert Capa
es evidente que no aparece ningún árbol. El documental «La sombra del iceberg»
comenta este aspecto y, también, incluye otra prueba. En la camisa de «El
soldado caído» no hay rastros de sangre y un forense afirmaba que esa no es la
postura lógica de caer después de recibir el impacto de una bala.
El
secreto de la maleta mexicana
La
aparición en México de una maleta con 126 carretes fotográficos (cerca de 4.300 imágenes) de la Guerra Civil
española datados entre mayo de 1936 y marzo de 1939 y pertenecientes a Robert
Capa, Gerda Taro y David Seymour, conocido como «Chim», abría la posibilidad
para limpiar de sospechas la fotografía del republicano abatido de Robert Capa.
Sin embargo, aportaba una instantánea nueva: una imagen vertical con un
miliciano tumbado en el terreno con el rifle sobre el pecho y con la mano en el
arma. Sumaba un combatiente más a la lista de soldados que ese día aparecen en
el suelo. Y, por tanto, aumentan las interrogantes. ¿Cuántos hombres cayeron en
esa jornada? La tesis oficial sostiene que durante unas maniobras un hombre
recibió un disparo. Si resulta que sólo murió en esa fecha un soldado, ¿qué
hacían los demás milicianos tumbados en la ladera de la famosa colina de
Córdoba?
La
maleta mexicana, cuyos documentos se presentan ahora en el MNAC, también
contiene tres hojas de contactos de la serie que Robert Capa sacó en la batalla
de Segre en 1938. Unas instantáneas que
demuestran la genialidad del autor y por qué es una referencia incuestionable
del fotoperiodismo del siglo XX. La exposición muestra este trabajo y repasa
los reportajes que sacó durante la Segunda Guerra Mundial, como las conocidas
instantáneas del desembarco de Normandía.
Leer
más: La caída del miliciano: un análisis
apoya la teoría de la escenificación
http://www.larazon.es/la-caida-del-miliciano-un-analisis-apoya-la-teoria-de-la-escenificacion-JLLA_RAZON_161827#Ttt1LXkYrAW7RyjZ
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