Al pie de la escalera del Ateneo. Un atardecer de abril de 1931. Charla generalizada sobre la proclamación de la República. Euforia por haberse logrado el cambio del Régimen pacíficamente, en medio de cantos y alegrías.
Entre los contertulios figuraba Valle-Inclán.
Escuchaba silencioso.
De pronto interrumpió la plática y, con su habitual ceceo, dijo solemnemente:
-Sí, sí; no se ha derramado una gota de sangre; pues sepan ustedes, van a correr torrentes. Abril de 1931.
-Sí, sí; no se ha derramado una gota de sangre; pues sepan ustedes, van a correr torrentes. Abril de 1931.
Nadie tomó en serio sus profecías. Me impresionaron sus palabras. Las he recordado muchas veces, cuando estalló la guerra civil. (Claudio Sanchez Albornoz, Anecdotario Político.)
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