JOSÉ MARÍA CARRASCAL
La serenidad es más necesaria que nunca, así como la
firmeza
A primeras horas de la tarde del 14 de abril de 1931 justo
cuando en España se proclamaba la Segunda República Francesc Macià salía al
balcón del Palau de la Generalitat en Barcelona para proclamar «la República
Catalana y el Estado Catalán dentro del Estado Federal Español».
A primeras
horas de la mañana de ayer, 27 de octubre de 2015, Junts pel Sí y la CUP
presentaban en el Parlament un proyecto de resolución para «iniciar el proceso
de ruptura con España y la creación de un Estado catalán, con forma de
república».
No contentos
con ello, advertían que no se supeditarían a los dictados de ninguna de las
instituciones del Estado español, especialmente el Tribunal Constitucional, que
consideran «deslegitimado». Todo ello tras un «¡Viva la República catalana!».
Si el desafío de 1931 pudo ser detenido con toda clase
de promesas, entre ellas la de un estatuto que obtuvieron, pero no se impidió
que el 6 de octubre de 1934 se anunciase desde el mismo balcón la
independencia, obligando al Gobierno de la República a declarar el «Estado de
guerra» y a emplazar un cañón frente al Palacio de la Generalitat, el de ayer
va a responderse con «todos los instrumentos jurídicos y legales que ofrecen la
Constitución y la ley», según el presidente del Gobierno, que no dejó dudas
sobre su determinación de contestar a esta «provocación», su palabra, con toda
contundencia.
¿Cuáles son
esos instrumentos?
Pues imponer la legalidad sobre la ilegalidad, ya que
el Parlament catalán no tiene potestad sobre el Parlamento español, hacer obedecer
las sentencias del Tribunal Constitucional ahora se ve la oportunidad de
haberle dado poderes coercitivos para ello y, si es preciso, suspender de
funciones a cuantos traten de saltarse las leyes a la torera, aunque no sean
taurófilos.
Estamos en el
último acto del ya demasiado largo «problema catalán», y esperemos que se
cumpla la profecía de Marx «la historia se repite, primero como tragedia, luego
como comedia».
Claro que esos
que intentan ponerse la ley por montera temen no sólo por su cargo, sino
también por su hacienda, y van a hacer lo posible y lo imposible para que no se
cumpla.
Que su desafío haya coincidido con el registro de
innumerables despachos de personas unidas íntimamente al movimiento
independentista tiene, como dicen, mucho que ver con ello.
Pero no por haber sido fomentado por el Gobierno
español, sino por la denuncia de una concejal de ER en Torredembarra, Monserrat
Guscal, y llevado por un juez de Vendrell, Josep Bosch.
Un Estado
catalán les libraría a todos ellos de haberse llevado el dinero público a
mantas, de lo que no hablan para nada, siendo tal vez lo más importante.
La serenidad es más necesaria que nunca, así como la
firmeza, tanto para defender lo que es de todos como para unir fuerzas contra
los que intentan desunirnos.
Cataluña no son
sólo los separatistas. Son millones de catalanes acallados durante décadas a
quienes intentan secuestrar.
Digna de notar
es la actitud de Pedro Sánchez de respaldar a Rajoy.
Parece haberse
olvidado de que pactaría con todos menos con Bildu y el PP. Pero más vale tarde
que nunca.
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