Queridísimo
papá:
Acabo
de volver de El Pardo adonde he sido llamado por el Generalísimo; y como por
teléfono no se puede hablar, me apresuro a escribirte estas líneas para que te
las pueda llevar Nicolás, que sale dentro de un rato en el Lusitania.
El
momento que tantas veces te había repetido que podía llegar, ha llegado y
comprenderás mi enorme impresión al comunicarme su decisión de proponerme a las
Cortes como sucesor a título de Rey.
Me
resulta dificilísimo expresarte la preocupación que tengo en estos momentos. Te
quiero muchísimo y he recibido de ti las mejores lecciones de servicio y de
amor a España.
Estas
lecciones son las que me obligan como español y como miembro de la Dinastía a
hacer el mayor sacrificio de mi vida y, cumpliendo un deber de conciencia y realizando
con ello lo que creo es un servicio a la Patria, aceptar el nombramiento para
que vuelva a España la Monarquía y pueda garantizar para el futuro, a nuestro pueblo,
con la ayuda de Dios, muchos años de paz y prosperidad.
En
esta hora, para mí tan emotiva y trascendental, quiero reiterarte mi filial
devoción e inmenso cariño, rogando a Dios que mantenga por encima de todo la
unidad de la Familia y quiero pedirte tu bendición para que ella me ayude
siempre a cumplir, en bien de España, los deberes que me impone la misión para
la que he sido llamado.
Termino
estas líneas con un abrazo muy fuerte y, queriéndote más que nunca, te pido nuevamente,
con toda mi alma, tu bendición y tu cariño.
JUAN CARLOS
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