Germanizacion:
A comienzo del siglo V se produjo en la Península
Ibérica una invasión de pueblos germánicos (a través de los Pirineos, ruta
tradicional de aportaciones europeas a suelo peninsular).
Estas invasiones consolidaron la quiebra de la
organización urbana ya decadente y aceleraron la progresiva ruralización, el
debilitamiento de la economía monetaria y el cese de las actividades comerciales.
Quedó extinta la clase urbana vertebradora de la
Hispania romana y ésta cayó bajo la dependencia de nobles visigodos o señores
hispanos. Pervivió en el campo la esclavitud y el colonato -de herencia
hispanorromana- y se extendieron los lazos de dependencia personal -propios de
la mentalidad germánica-.
Inicialmente se produjo en la sociedad peninsular un
dualismo entre los menos de 100.000 visigodos llegados y los tres o cuatro
millones de hispanos romanizados asentados principalmente en su periferia
oriental y meridional peninsular (quedando estas regiones por un tiempo bajo
tutela del Imperio Romano de Oriente y vinculadas a la cultura y economía
mediterráneas).
Fueron numerosos los intentos realizados por la
aristocracia visigoda para fundir las dos étnias en una sola clase de
hacendados territoriales.
Las pretensiones unificadoras sobre la zona
bizantina alcanzaron su máxima expresión a mediados del siglo VI. A pesar de
esto, los hispanorromanos fueron los que sacaron adelante el país, impulsaron
la legislación (Liber Iudiciorum: intento de lograr la supervivencia de la
tradición romana y de establecer un nexo entre lo hispano y la oligarquía
goda), la espiritualidad y el relativo auge económico de la monarquía visigoda
del siglo VII.
Los hispanos se convirtieron, también, en impulsores
de una idea unitaria del Estado que perduraría después del el siglo VIII.
Contaron para este empeño con el apoyo de la Iglesia (el carácter confesional
católico del Estado le proporcionó un sentido unitario). Como contrapartida
ésta perdió su autonomía frente al poder político y le condujo hacia posturas
conformistas[1].
La monarquía visigoda, a pesar de todo, continuó llena
de contradicciones económicas, sociales, étnicas, y religiosas.
El Estado hispanovisigodo tenía a comienzos del
siglo VIII escasas fuerzas y confusos propósitos y la sociedad visigoda presentaba una estructura
política e institucional frágil.
En el 711 la oligarquía visigoda capituló ante la
invasión musulmana. Lo que pervivió de la Administración visigoda, tras la
caída de su Estado, buscó refugio en el norte peninsular y la población visigoda
que habitaba Castilla a lo largo de un siglo se trasladó a Galicia donde quedó
extinguida.
Islamización e incorporación al mundo musulmán:
En su proceso expansivo el Islam había llegado al
norte de Africa. Aprovechando la inestabilidad derivada del carácter electivo
de la monarquía visigoda, los musulmanes intervinieron en los asuntos peninsulares
y ello significó la quiebra de la continuidad política del Estado visigodo y el
hundimiento de su entramado económico, jurídico y espiritual.
Para un gran número de los habitantes peninsulares
les resultaba tan extraña una Hispania visigoda como podía serlo una musulmana.
La nueva situación resucitó tendencias cantonalistas y algunas ciudades y
caudillos aceptaron el régimen de autonomía local que el protectorado musulmán
les otorgó.
Los conquistadores, en principio, no intentaron
modificar ninguna de las estructuras mentales encontradas, aunque sí procuraron
hacerse con el mayor lote posible de las tierras confiscadas del dominio
público visigodo y de las grandes propiedades particulares ausentes.
Este afán inicial originó que entre los mismos
conquistadores se produjeran serios enfrentamientos y éstos perduraron hasta
Abderraman I.[2]
En la península islamizada la clase dirigente (con
peso político, administrativo y económico) estuvo integrada por elementos conquistadores;
en ella una gran mayoría de los campesinos de las tierras conquistadas por los
musulmanes (al sur del Duero y de los Pirineos) se convirtieron a la nueva
religión haciendo posible que a mediados del siglo X la Península presentara
una mayoría musulmana (que no mayoría árabe).
En las zonas islamizadas fue significativo, también,
el mozarabismo (integrado por burgueses y artesanos de las ciudades que se
resistieron a ser asimilados por la nueva religión y, aún viviendo en territorio
musulmán, mantuvieron una sintonía cultural con los núcleos no islamizados del
norte (constituyendo un sustrato importante de la sociedad del Emirato). Estos
mozárabes emigraron en masa hacia el norte buscando la protección del avance
repoblador (especialmente intenso a finales del IX en el valle del Duero).[3]
En los inicios del siglo X el Islam peninsular, con
el Califato de Córdoba, llegó a su cenit político, económico y cultural y se
constituyó como un régimen unitario (en lo económico, militar y político) que
lo hizo ser en ese momento el Estado más poderoso de Europa a pesar de serle extraño a ésta.
A partir del siglo XI se inició su fragmentación y decadencia,, a
pesar de los sucesivos intentos realizados para conseguir de nuevo su reunificación.
La invasión musulmana, desde el principio, produjo
una dualidad peninsular: las zonas
refractarias a la conquista frente a las que progresivamente se fueron
incorporando a las nuevas estructuras a través de su islamización.
Las refractarias se concentraron en dos núcleos
diferenciados:
*.-
El constituido por los centros irreductibles de pastores del norte cántabro[4] y en los que se originó
una simbiosis entre los deseos de independencia de sus habitantes frente a la
invasión (sus incursiones desde las montañas constituyeron una continua amenaza
para las ciudades, las cosechas, las comunicaciones y las retaguardias de los
ejércitos islámicos) y los sentimientos de independencia de los
administradores y eclesiásticos visigodos refugiados en estos lugares ante el
progresivo avance musulmán.
*.-
Otro núcleo oriental bajo, inicialmente bajo tutela de los francos, que dio
origen al particularismo navarro (con monarquía propia desde el siglo IX) y al
establecimiento de los condados catalanes en los que se produjo la convivencia
de la población indígena con los nobles francos, los visigodos exiliados y los
hispánicos emigrados.
En
estos condados se expansionó el naciente feudalismo y surgió una sociedad
claramente diferenciada de la de los territorios islamizados o la de los
montañeses cántabros.
La “Reconquista”
que se inició en el Reino de Asturias, único núcleo cristiano durante el siglo
VIII, tuvo inicialmente progresos muy moderados.
Los territorios “reconquistados” fueron ocasionados
más por los enfrentamientos habidos entre árabes y berberiscos (éstos últimos
tuvieron que abandonar las tierras del Duero) que por el empuje “reconquistador”
del núcleo cántabro.
Su vida económica era pobre y aislada, de base
agraria apenas tenía comercio y sus ciudades presentaban una marcada decadencia
(en contraste con el creciente desarrollo económico de la coetánea España
musulmana).
En el Siglo
IX aparecieron nuevos núcleos de “reconquista”: en el foco oriental, Navarra, Aragón y los
Condados catalanes (independizados del Imperio de Carlomagno y fuera de la Marca Hispánica).
El Reino de Asturias se extendió hasta el Duero. Su capitalidad se trasladó a a León y
pasó a denominarse, desde ese momento, Reino astur-leonés. Los territorios
recién reconquistados se repoblaron en gran medida con los mozárabes emigrados
y con habitantes del mismo reino cristiano que descendieron desde las zonas
montañosas del norte.[5]
La llegada de los mozárabes a los territorios
cristianos del norte, (por su superioridad técnica y cultural), originó una
profunda transformación su sociedad, propiciando la evolución desde una
colectividad cántabra de guerreros y pastores hacia una comunidad expansiva
personalizada en la monarquía leonesa). Los mozárabes emigrados fueron también
los inspiradores de un legitimismo
“reconquistador” y de un principio monárquico de carácter unitario sobre
los territorios “reconquistados”.
El siglo X
supuso la paralización del avance reconquistador motivada, por un lado, por la
fortaleza y el poderío del Califato de Córdoba, por el otro, por las internas discordias
dinásticas del reino astur-leonés (lo que supuso un debilitamiento e hizo
posible que se independizara de él el Condado de Castilla) y por la
fragmentación de la zona oriental (cinco núcleos cristianos de reconquista)
frente a la unidad de la España islámica del momento.[6]
Se inició la progresiva ocupación de las zonas
frontera escasamente pobladas y que ofrecían tierras más llanas y productivas
que las situadas al norte.
La concesión de pequeñas parcelas en régimen de
cultivo directo permitió la transformación de estas franjas recién
reconquistadas militarmente pero que permanecían desiertas y que estaban
expuestas a sufrir incursiones del enemigo. Estas áreas fronterizas ya
repobladas podían ser defendidas por sus pobladores y éstos adquirieron las
características propias de los hombres de frontera cuya supervivencia depende
casi exclusivamente de su esfuerzo[7].
También se empleó un sistema de repoblación
eclesiástica a través de monasterios con patrimonio territorial propio.
En Aragón, a partir del siglo X, se realizaron
concesiones a nobles con jurisdicción territorial. En los Condados Catalanes se
hizo una repoblación a base de pequeños pobladores privados sometidos a nobles
con jurisdicción con el fin de reafirmar la presencia militar.
Siglo XI:
Se produjo un notable avance en la Reconquista ante
la fragmentación de la España islámica por la instauración de los Reinos de
Taifas ocasionada por la desmembración del Califato de Córdoba (esta división
hizo que en períodos críticos éstos recurrieran a la ayuda de musulmanes
norteafricanos).
A medida que iban
consolidándose en el norte los diversos núcleos político/territoriales
cristianos cuajaba la idea de recuperar el solar ocupado por los agarenos. En
el fondo subsistía la idea de un proyecto unitario, que se articulaba en torno
al vocablo latino Hispania o al término romance España.
Y esa idea estaba presente lo mismo en
Castilla y León que en Aragón, Navarra o Cataluña. Alfonso el Sabio fue el
primero en concebir una "Estoria de España" que dice ser
"cerrada en deredor: dell un cabo de los montes Pirineos que llegan fasta
el mar; de la otra parte del mar Océano de la otra del mar Tirreno". Pero
Alfonso X no está actuando como un centralista que pretendiera uniformarlo
todo. Los lazos que existían entre los diversos reyes de la época medieval
explican que funcionara esa idea de España. Pero simultáneamente se mantenía la
diversidad. Así el cronista catalán Bernat Desclot podía decir en el siglo XIII
que las gesta militar de las Navas de Tolosa había sido una empresa del rey de
Castilla y "els altres reys d'Espanha". Fernán Pérez de Guzmán
afirmaba en el siglo XV, refiriéndose a Fernando I, el iniciador de la dinastía
Trastámara en la Corona de Aragón, que "sus fijos e fijas desde rey de
Aragón poseyeron todos los quatro reinos de España". Todo ello comprueba
la confluencia entre unidad y diversidad.
Este dualismo funcionaba
incluso en el interior de cada uno de los grandes núcleos
político-territoriales del mundo hispano/cristiano, la corona de Castilla y la
Corona de Aragón: en la Corona de Castilla "ay diversas nasciones... ca
los castellanos e los gallegos e los viscainos, diversas naciones son, e usan
de diversos lenguajes" (Alonso de Cartagena, obispo de Burgos en el
Concilio de Basilea, 1434). Establece el prelado un paralelismo entre nación e
idioma.
La tendencia a la unión imparable desde la baja Edad
Media, dio un paso adelante con los RR.CC., pero la unidad dinástica no supuso
la eliminación de las señas de identidad de los diversos integrantes del
proyecto común. (VALDEON BARUQUE, Julio: Crónica de España, XLVII)
El Camino de
Santiago, aunque de carácter religioso, se convirtió en vía de contacto,
difusión cultural, ruta comercial y nexo con Occidente.
Se concluyó la ruptura de
los condados catalanes con Francia (el Código de los Usatges definidor del
carácter jurídico y social del país). De la monarquía navarra surge la
aragonesa. Se acentuó el retraso de los núcleos orientales respecto a los occidentales.
Se produjeron variaciones
territoriales en los reinos occidentales como consecuencia del concepto
patrimonial de la monarquía (uniones por matrimonios, repartos por herencias,
etc). Se consolidó la separación del Reino de Portugal del Reino astur-leonés.
Conquista de Toledo y avance hasta el Tajo (aunque la llegada de los
almorávides frenó momentáneamente el avance. Sistema de repoblación concejil
(Ebro, Sistema Central) a través de repartimientos y fueros.
Formación de
las lenguas romances, derivadas del latín, que surgen en la península a partir
del siglo XI y que dieron origen a creaciones literarias de gran valor.
El románico
hispano en los siglos XI y XII culminó su proceso con los monasterios y las
iglesias de peregrinación. Se localizó en el Camino de Santiago y,
condicionado por la reconquista, en la mitad norte peninsular.
Siglo XII:
Aragón ocupó el
valle del Ebro y se produjo su unión definitiva con Cataluña (de carácter matrimonial).
Los reinos occidentales
hostigaron a los reinos de Taifas que habían recibido ayuda de los almohades. Aparecen las Cortes en Castilla con representación
de ciudades y villas junto a nobles y alto clero.
Siglo XIII:
Triunfo militar
en las Navas de Tolosa (representación de la unión de los núcleos cristianos)
que supuso la apertura del valle del Guadalquivir al proceso de la Reconquista
y la destrucción del ejército almohade.
Castilla, con Fernando III,
conquistó el valle del Guadalquivir con Fernando III. El gran avance reconquistador
supuso un cambio en el sistema de repoblación y repartimiento de las tierras
recién conquistadas (grandes extensiones se entregaron a los nobles y Ordenes
Militares que habían tomado parte en la empresa militar) y que dio origen a la
formación de los latifundios de la mitad sur peninsular.
Castilla no
terminó su proceso de reconquista por la pervivencia del reino de Granada. Portugal,
con Alfonso III, concluyó su reconquista ocupando el Algarve. La Corona de
Aragón, también, terminó su Reconquista (conquista de Valencia y Baleares con
Jaime I).
La expansión
conquistadora de los siglos XI al XIII se correspondió con un desarrollo económico
importante caracterizado por:
*.- Un aumento de la riqueza
agraria por el aumento del área cultivada fruto del esfuerzo repoblador,
algunas de ellas muy fértiles como las de Valencia y el Valle del Guadalquivir
(viñedo y olivo) y por una notable mejora de los sistemas de cultivo.
*.- La ganadería fue
adquiriendo en Castilla prioridad sobre la agricultura (en parte debido a su
escasa densidad demográfica y a las especiales condiciones climáticas de una
importante parte de la Meseta). Se fueron constituyendo las asociaciones de
ganaderos y éstas en este momento, siglo XIII, se unificaron en el “Honrado
Concejo de la Mesta” que contó con la protección sucesiva de los reyes
castellanos (Alfonso X, 1273). La Mesta reunió a una mayoría de los grandes
nobles, Ordenes Militares, clero y pequeños propietarios de ovejas. Estableció
una Reglamentación de itinerarios muy favorable para el tránsito del ganado
(cañadas) y de derechos y usos de tierras para pastos. Estos privilegios fueron
confirmados posteriormente por los RR.CC.
*.- Progresivamente fueron
resurgiendo las ciudades, la burguesía y el comercio. Los artesanos, agrupados
en Gremios, desarrollaron una producción que sirvió de base a los intercambios
comerciales a escala regional en ferias y mercados. Un comercio de rutas más
amplias se desarrolló, también a través de las relaciones mercantiles con los
reinos de Taifas.
Se dio una
notable expansión demográfica, paralela al avance reconquistador y al
desarrollo económico de estos siglos y que se caracterizó por unas altas tasas
de natalidad y por la signficativa incorporación de habitantes por conquista.
Las
Universidades, fundadas en los diversos reinos hispánicos en la misma época que
las europeas, se convirtieron en centros sintetizadores de la cultura
medieval. El Gótico, de carácter urbano, se impuso a partir del siglo XIII y
avanzó con la reconquista, levantándose, en las principales ciudades, monumentos
religiosos y civiles (catedrales, lonjas, palacios, edificios públicos, etc.).
Su larga duración en el tiempo y su continuo contacto en la Península con el
Islam explican la aparición de formas mixtas propias del gótico-mudejar.
Siglos XIV y XV:
Los siglos XIV
y XV presentan, según las regiones y sus fuentes de riqueza, un panorama económico
complejo y diversificado:
Señalan una
profunda crisis de los Reinos peninsulares, fenómeno que se ubica en la crisis
general de la Edad Media:
*.- Crisis demográfica
producida por las epidemias y el desequilibrio entre población y recursos.
Epidemias de peste negra (produciendo tasas de mortalidad elevadísimas),
hambre en algunas regiones. Esta situación no se empezó a superarse hasta bien
avanzado el siglo siguiente.
*.- Crisis agraria derivada
de la demográfica y causadas también por la utilización de técnicas inadecuadas
y excesivamente dependientes del medio natural. (menos intensa en la Corona de
Aragón que en la Corona de Castilla). La agricultura se estancó, fueron
frecuentes los años de malas cosechas
que ocasionaron graves problemas de abastecimiento. La ganadería, por el
contrario, se desarrolló y aumentó la cabaña y se fortaleció la importancia de
la Mesta.
*.- El comercio exterior
castellano se apoyó en la exportación, desde los puertos cantábricos, de lanas
hacia los países textiles del mar del Norte. Su expansión por el Mediterráneo
supuso para la Corona de Aragón un notable desarrollo de su industria textil y
naval.
*.- Se produjo un incremento
de las reivindicaciones de la nobleza frente a la monarquía, fenómeno general
del XIV y del XV, y pretendían traducir al plano político su ventajosa situación
económica y social.
*.- En Castilla la nobleza
intentó detentar el poder asegurando sus latifundios, las propiedades enajenadas
a la Corona, los mayorazgos y señoríos y las concesiones económicas
(especialmente de la Mesta).
*.- En la Corona de Aragón,
especialmente en Cataluña, se dieron tres movimientos de carácter subversivo:
remensas contra señores, gremios y artesanos contra patricios y nobles contra
una monarquía cada vez más fuerte y autoritaria.
*.- Los
campesinos representaron un amplio y complejo grupo que abarcaba desde el
siervo de la gleba al mediano propietario casi rico (aunque la situación de
cada uno de ellos variaría en función con la época y de su situación
geográfica). La situación de los campesinos empeoró como consecuencia de las
exigencias que sobre ellos plantearon la nobleza (revueltas de campesinos en
Cataluña, Mallorca, País Vasco, etc.).
*.- La sociedad
hispánica presentaba una estructura piramidal propia de una sociedad estamental,
semejante a la europea, aunque el feudalismo siempre estuvo matizado en la
España medieval por la peculiaridad de la Reconquista y que mantuvo un poder
real fuerte (con cierto carácter militar) que era compartido con las Cortes.
Las clases
privilegiadas (nobleza y clero) por su poder económico ocuparon la cúspide de
la sociedad. La burguesía urbana -comerciantes y artesanos-, sin llegar a alcanzar
la pujanza de otras zonas europeas, desempeñaron un papel importante en los
últimos siglos de la Edad Media peninsular.
Los monarcas se
apoyaron en la burguesía como elemento amortiguador del choque entre monarquía
y nobleza; en Castilla -donde apenas existía - resultó catastrófico (Guerra
Civil), en la Corona de Aragón dio lugar a la expansión marítima y al
establecimiento mercantilista.
Este período lo
fue de intransigencia religiosa (antijudaísmo de mediados del siglo XIV) que
tuvo enorme trascendencia por el problema de los conversos y porque supuso el
rechazo de quienes poseían los recursos básicos de carácter económico y
administrativo[8].
Se cuestionó la
organización de los Reinos peninsulares desde el ideal humanista reivindicador
de la hispania romana y que se vio actualizado por la presencia de la dinastía
Trastámara en Castilla y Aragón.
Terminada la
Reconquista para la Corona de Aragón y para Portugal, estos reinos se orientaron
hacia empresas exteriores (expansión marítima por las costas
atlánticoafricanas Portugal y expansión mediterránea la corona de Aragón).
Castilla
intentó asegurar la posesión del Estrecho de Gibraltar con el fin de evitar el
peligro de nuevas invasiones africanas. La paralización de su proceso
conquistador se debió a sus luchas internas dinásticas y nobiliarias y por la
naturaleza del terreno del reino de Granada que dificultaba su conquista.
Dichas
reconquistas, vistas en su conjunto, aparecen como un fenómeno histórico
complejo y lento (que dura ocho siglos) y a la vez irregular (con fases de
rápido avance y otras de estancamiento).
El auge cultural de Toledo y
la proyección de su Escuela de traductores (centro de atracción e intercambio
de ideas, estudios y lugar de convergencias de intelectuales de muy distinta
procedencia).
[1] España era en principio un territorio, la Hispania
de los romanos, identificada con la península Ibérica. Al-Andalus para los
musulmanes, Befarad para los judíos, se la denominaba con frecuencia "la
piel de toro".
(...) El primer paso en orden al establecimiento de una
correspondencia entre el territorio y un poder político concreto y autónomo se
dio con los visigodos y su reino de Toledo. Por si fuera poco la conversión de
Recaredo al catolicismo añadió el ingrediente que faltaba para poner las bases
del "nacional/catolicismo". VALDEON BARUQUE, Julio. Crónica de España
XLVII).
[2] Abderramán I se puede considerar como el verdadero
organizador del régimen islámico en la Península: le dio una estructura interna, su
independencia política respecto al Islam extrapenínsular y su diferenciación
frente a los demás Estados islámicos existentes.
[3] No todos los
mozárabes siguieron este camino, también un considerable número de ellos se
islamizaron paulatinamente por las considerables ventajas que les suponía su
conversión e incorporación a las estructuras de la sociedad musulmana.
[4] Fenómeno tradicional en estas zonas a lo largo de
toda la historia Peninsular.
[5] En los
núcleos occidentales se repueblan las llanuras del valle del Duero, en los
orientales se repuebla hasta el Río Llobregat.
[6] El mayor avance se produjo en los núcleos
occidentales, en los orientales ni siquiera se había ocupado el calle del Ebro.
[7] En el valle del Duero el sistema de reparto de
tierras se fundamentó en la posesión real, por conquista, de las mismas y que,
por tanto, podía distribuirlas como estimase más oportuno. La ocupación se
hacía por concesión real en pago de servicios militares prestados, en propiedad
o en usufructo. En las tierras de baldíos se consumó el derecho de ocupación mediante
un refrendo legal posterior.
Debido a la
existencia de pequeños propietarios aparecieron numerosas aldeas libres con
entidad jurídica propia y en las que predominó el régimen de mediana propiedad
característico de la Submeseta Norte.
La repoblación
del Duero dio lugar a un proceso de democratización de la zona fronteriza al
otorgar los monarcas amplios privilegios a cuantos acudían a poblar las ciudades
y villas fortificadas de antigua o reciente creación; surgió así el espíritu castellano (en
principio con actitud transigente frente a la diversidad étnica y cultural de
moros, judíos y cristianos).
[8] La Edad Media peninsular se caracterizó por la
existencia de amplias minorías de origen diversos (judíos, mudéjares y
comerciantes extranjeros). La convivencia entre grupos de diferentes religiones
y culturas fue diversa a la lo largo del tiempo, con etapas de armonía y de respeto
mutuo y otras de tensiones y violencia.
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