Aunque todavía quedan zonas
de incertidumbre, parece claro que Alexis Tsipras va a capitular ante las
exigencias europeas.
No será expulsado de la zona euro porque Estados Unidos
quiere salvar las bases militares en territorio heleno y ha presionado a Angela
Merkel para que se envaine su hartazgo y encuentre una solución.
El primer ministro de Grecia
se ha puesto de rodillas ante Europa, anunciando que renuncia a una quita en la
deuda pública, que subirá el IVA y disminuirá las pensiones.
A cambio se
producirá el tercer rescate y recibirá 50.000 millones de euros que los europeos
pagarán para que Grecia salga del corralito y recupere la estabilidad
económica.
Merkel tiene muchas dudas sobre si Tsipras cumplirá con sus
compromisos.
Se embolsará el dinero y luego hará, según algunos consejeros de
la canciller alemana, lo que le venga en gana.
Para un comunista, y Tsipras lo
es, el cumplimiento de los compromisos corresponde a la moral conservadora y
eso a él no le concierne.
Claro que Europa va a cercar al Gobierno griego para
que haga lo que debe hacer.
Seguramente Tsipras estaba dispuesto desde el
primer momento a ceder, pero eso suponía su dimisión.
Por tal razón organizó el
referéndum, para que la genuflexión ante Europa no significara su derrumbe
político ante el pueblo griego.
La consulta popular fue un dislate para los dirigentes
europeos, pero para Tsipras era la garantía de permanecer en el poder.
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