Federico Jiménez Losantos
El 11-M de 2004 empezó esta concienzuda empresa de
demolición nacional en la que era fundamental la destrucción del PP.
2017-02-26
Uno de los trenes del 11-M | Cordon Press
"Vivir es ver volver", decía Azorín, de cuya
muerte se han cumplido 50 años. Dice el admirable Andrés Amorós que a Azorín
tampoco se le lee hoy, pese a habérsele leído siempre mucho, porque su caso es
el de todos los clásicos españoles, hoy huéspedes del polvo y víctimas de la
LOGSE. El olvido de Azorín es menos comprensible que el de un Gabriel Miró, por
poner el caso de un barroco archivado en las borraduras de todo lo español y
cuya obra El obispo leproso redescubrirá cualquier día un suplemento cultural y
le devolverán la calle que le quitarían para hacerle sitio al Che.
El olvido de Azorín no se debe a su dificultad. Puso todo su
talento al servicio de una idea: ser leído y comprendido por todo el mundo.
Ortega llamó "Primores de lo vulgar" a esa técnica suya de extraer lo
sagrado de lo humilde, como las vasijas del pequeño bodegón de Zurbarán en El
Prado. Y se dice que su estilo nació de la necesidad que no se cortaran sus
frases en las crónicas que mandaba por taquígrafo al ABC. Es falso pero bonito.
En mi década como columnista del entonces "Diario de la Calle
Serrano", recuerdo un día en que vino Vargas Llosa y lo vi pasar desde el
pupitre de Azorín, que se conservaba en la antigua redacción. Luego, Mario le
dedicó, para general sorpresa, su discurso de ingreso en la Academia a Azorín,
un intento meritorio de animarnos a leer lo que no queremos ni ver: España.
Si cito a Azorín, además de que es quien mejor ha sabido
rescatar del olvido o inventar el recuerdo de lo más humilde y puro de nuestra
Nación, del sol de la tarde en el adobe de una venta derruida al clásico de
tinta que quiere seguir escribiéndose, es porque el gran problema para los que
cada día tratamos de explicar y de explicarnos lo que pasa en España es que nos
pasan demasiadas cosas, muchas que dábamos por pasadas y aparecen de pronto por
la puerta de la noticia, como seres amputados en la memoria que vuelven a
mirarnos con esa atroz melancolía de los vivos desenterrados, sin reproche ni
perdón. Y no sabemos qué hacer, ni con ellos ni con nosotros.
Pero si vivir es ver volver, y lo es, volver a lo que no
acabamos de vivir es obligación sagrada de la inteligencia y la condición
ciudadana. Así que debemos hablar de cómo en esta última semana hemos visto
reaparecer el 11-M, deuda impagada de nuestra dignidad, y hemos sabido que el
PP está desapareciendo. Tal vez empezó a desaparecer cuando Rajoy, con guión de
Cebrián y Gallardón, decidió "obviar el 11-M" para que le dejaran
aspirar de nuevo a heredar el Poder los que tan humillantemente lo habían
desheredado. Al precio de destruir el PP en el Congreso de Valencia, se lo
permitieron. Y gracias a la idiocia de Zapatero, heredó. Pero ¿qué heredó? Las
ruinas de un Estado de Derecho que hubo que torcer para tapar el 11-M.
Las cifras de Luis Asúa
Espero poco, en general, de las entrevistas a políticos.
Como seres que buscan alcanzar o conservar el Poder, dicen sólo lo que les
conviene. Y eso, de entrada, no alimenta la afición periodística. Sin embargo,
a veces, en la entrevista a un político que no puede ganar nada aparecen cosas
que no esperabas o imaginabas muy distintas. Y eso me sucedió esta semana al
entrevistar a Luis Asúa, candidato a la presidencia del PP de Madrid, cuya
organización es la más importante del PP nacional desde hace dos décadas.
El dato esencial con que justificó una candidatura que no
pretende desbancar a Cifuentes como Presidenta de la Comunidad de Madrid sino
recuperar en lo ideológico y organizativo al poderosísimo PP de hace sólo una
década, es, sencillamente devastador: el PP tenía unos 94.000 afiliados, ahora
tiene 17.000; y de los 3.000 que se han apuntado para votar, 2.400 son
empleados públicos. Pero en Chamberí, distrito de Asúa y uno feudo electoral
del PP, sus Nuevas Generaciones sólo tienen 9 miembros; y la militancia total del
PP es la mitad que la del PSOE. No es que los afiliados del PP se hayan ido a
otros partidos: se han ido, sencillamente, a casa, tras los casos de corrupción
del PP nacional, (Bárcenas, Gurtel, Púnica) y los de la Comunidad, Ayuntamiento
de Madrid y otros ayuntamientos del PP. Al parecer, el momento clave de la
desaparición de militantes ha sido el Caso Bárcenas, del que se ha acabado
librando Rajoy, pero no el Partido Popular.
En realidad, se está cumpliendo el guión del Congreso de
Valencia: a cambio de que Rajoy su grupo fueran legitimados por la Izquierda
prisaica como alternativa de Gobierno, ellos desmantelaron el partido desde la
raíz. Aquel partido capaz de movilizar casi dos millones de militantes contra
la política de ZP y en defensa de las víctimas del terrorismo (ETA y el 11-M)
en la mayor movilización cívica de la Historia de España, con Rajoy entre María
San Gil y Ortega Lara. Por ese acto fue acusado por Polanco de querer la vuelta
del franquismo. ¡Lo decía un tío del Frente de Juventudes y al lado del
Cebrián, último Jefe de informativos de TVE en la dictadura con Arias Navarro
de presidente! Pero el PP, incluso en tiempos de Aznar, se ha rendido siempre
ante el Poder Fáctico Fácilmente Reconocible. Así que Rajoy, llegado el
momento, que fue tras la derrota de 2008, lo hizo casi por costumbre aunque con
una obscenidad inolvidable, cuando mandó "a los liberales al Partido
Liberal y a los conservadores al Partido Conservador" y se arrendó al
Protectorado de Prisa, que dura hasta la fecha.
De hecho, ayer publicó Rajoy un artículo en el diario de
Soraya que sonrojaba leer, presumiendo de crítico literario –él, que logró
terminar La Catedral del Mar en todo un mes de Agosto- y posando de Padre Ángel
de los refugiados. Parecía una nota de Prensa de Alfaguara en los tiempos de
Juan Cruz, aunque, pensándolo mejor, debía de ser un artículo de Cebrián para
Felipe González que, por error, le pasaron a firmar a Rajoy. Era una
flatulencia literaria más que la explicación de un Presidente del Gobierno. Pero
es normal. Privado el PP de sus dos muletas ideológicas, la liberal y la
conservadora, hace tiempo que tropezó y cayó. No lo sabíamos muerto pero hace
mucho que no preguntábamos por él. En el 2008 dejó de interesarnos.
Hace un par de años, tras la humillación de no dejar hablar
a Aznar en el Comité Ejecutivo, el hombre que creó el partido pero también el
que designó a su verdugo, me dijo: "El partido no existe". Yo creí
que se refería a la capacidad de reacción de sus dirigentes, pero ahora entiendo
que se refería a algo mucho más grave: la desaparición física de la
organización, convertida en mera agencia de colocación dependiente de Rajoy,
hoy feliz en el cielo del Gobierno, mañana, sin él, condenado al Infierno y la
Nada.
En De la noche a la mañana y El linchamiento he contado cómo
tras el mazazo del 11-M, la COPE, El Mundo y Libertad Digital artillaron la
defensa de un partido con diez millones de huérfanos. Dos años tardó en
recuperarse la dirección del PP, mientras tenían lugar las manifestaciones más
gigantescas de la historia democrática. Pero Rajoy no es partidario de que su
partido tenga fuerza sino de que nadie tenga fuerza para discutirle su
liderazgo. Cuando cambió a Acebes y Zaplana por Soraya y Cospedal, dio por
muerto el partido de Aznar y se propuso enterrarlo en Madrid, que era el
escaparate del PP de siempre, el que no quería volver a ver nunca. No lo ha
conseguido del todo en cuanto a política, aunque casi, pero ha logrado
desmoralizar, desorganizar y destruir su organización, clave de la nacional.
Eso es lo que demuestran las cifras de Asúa: si Rajoy pierde
el Poder no hay PP para recuperarlo en mucho tiempo. El PP, como otro Mariano,
está en el Poder y todavía en muchos cargos, pero apenas existe, ya no es. Si
hubiera una movilización callejera de la Izquierda como la del 13M de 2004, el
PP sería incapaz de una mínima autodefensa, de resistir aunque quisiera. Si el
primer partido de España no existe en Madrid, ya ha muerto.
Un francés habla por España
El 11-M de 2004 empezó esta concienzuda empresa de
demolición nacional en la que era fundamental la destrucción del PP. Faltan
apenas dos semanas para cumplir los 13 años fatídicos de la masacre, su
manipulación política y mediática, su deliberada y siniestra ocultación
policial y judicial. Y hete aquí que de pronto aparece un cineasta francés de
izquierdas y nos arroja a la cara lo que la casi totalidad de los medios y
partidos esconden: que el juicio del 11-M fue una farsa basada en pruebas
falsas y que Jamal Zougam está condenado a 42.000 años de cárcel por algo que
no hizo.
manifestacion11m.jpg La manifestación masiva en Madrid tras
el atentado | Cordon Press
Martin se refiere elogiosamente a la tarea de Fernando
Múgica, que pagó con la vida su esfuerzo, y Luis del Pino, que demostraron más
allá de toda duda algo que incluso el súbito informe de las cloacas de Interior
han recordado esta semana: la mochila de Vallecas y demás pruebas para meter en
la cárcel a un moro y echar del Gobierno a unos dizque cristianos fueron
fabricadas por la policía y admitidas a medias por jueces y fiscales, que no
fueron capaces de ponerse de acuerdo ni siquiera para prevaricar juntos.
No insistiré en lo que esta película supone de respaldo a la
tarea acometida por nuestro grupo, casi en total soledad, y que algunos pagamos
muy caro, en juicios y difamaciones, junto a los que entonces dirigían El
Mundo, cuyas portadas, como los programas de LDTV, quedan reflejadas en el
documental, pero que ayer ni siquiera dio cuenta a los lectores de su
existencia. Recomiendo a los que por edad o hastío no sepan o no hayan querido
saber nada del 11-M que, simplemente, vean el documental. Luis del Pino ha
señalado cosas que faltan, aunque hay otras nuevas. Hace año y pico publiqué
"Los años perdidos de Rajoy" y allí explico el 11-M como una novela
negra, que oscuro fue el hecho y novela lo que nos contaron. Creo que puede
leerse con provecho. Y no añadiré nada más, salvo que, amén de los 300
asesinatos por ETA sin juzgar, sigue sin hacerse justicia a los 192 asesinados
y 2000 heridos del 11-M. Y eso ya lo saben hasta en Francia.
La novela negra del 11-M
La escena del crimen
Lo primero que se hizo con la escena del crimen del 11-M
fue... destruirla. Los cuatro trenes siniestrados fueron desguazados en las
cuarenta y ocho horas siguientes a la masacre, contraviniendo la Ley de
Enjuiciamiento Criminal que, como se ha hecho en casos de accidentes
ferroviarios (metro de Valencia, tren de Santiago de Compostela), se han
conservado hasta el juicio que debe dictaminar las causas de las muertes y sus
responsables.
Pero un vagón escapó a la destrucción ilegal de los
trenes. Pertenecía al tren de Santa Eugenia y tenía aun nítidamente dibujado
el agujero de la explosión cuando lo encontró Libertad Digital, tapado con
unas lonas,en las instalaciones de Tafesa, en el barrio de Villaverde, en
febrero de 2012. El entonces Fiscal General del Estado, Eduardo Torres Dulce,
colaborador de esRadio desde su fundación en el programa Cowboys de
medianoche, dio orden de conservarlo e investigarlo. Pero ni conservó ni
investigó nada.
El juez instructor, Juan del Olmo, dio orden o permitió que,
además, se quemaran todos los restos personales —prendas y objetos—
pertenecientes a las 192 víctimas mortales y los casi dos mil heridos.Todos
estos objetos, que formaban parte también de la escena del crimen, fueron
destruidos.
¿Y cómo pudo investigarse un crimen si se había destruido
la escena del crimen? Pues creando una escena falsa, a partir de la cual se
justificó la detención de sospechosos, su encarcelamiento, proceso, juicio y
condena.
Desguace de uno de los trenes | Cordon
Press
Los tres elementos que, tras destruir la verdadera,
constituyeron la falsa escena del crimen fueron una furgoneta Renault Kangoo,
una mochila y un coche Skoda Fabia. En la furgoneta, que había sido ya
registrada por agentes e inspeccionada por un perro adiestrado para detectar
explosivos, sin encontrar nada, la policía halló de pronto, al llegar a sus
instalaciones de Canillas, varios objetos que, según se dijo, pertenecían a
los terroristas, entre ellos, un trozo de Goma2 ECO que se consideró
oficialmente desde entonces el arma del crimen. Es decir, que primero se
encontró la dinamita y luego se dijo que era la que se había usado en la
masacre, cuya escena del crimen se había destruido. También hallaron un
Corán y una cinta islámica, entre otros objetos que los policías no habían
visto en su inspección previa.
Pero una vez reparada la ceguera de la policía, apareció
el hallazgo esencial del caso: una mochila-bolsa que apareció en la comisaría
de Puente de Vallecas dieciocho horas después de la voladura de los trenes y
que se dijo que procedía de una de las estaciones, desde la que había sido
llevada a la improvisada capilla ardiente de Ifema en un bolsón y, de allí, a
la comisaría famosa, donde actuaba un policía afecto al PSOE. La mochila, se
dijo, era igual que las que habían estallado en los trenes. Y a partir de ahí
se estableció la búsqueda de los teléfonos móviles que las habrían hecho
estallar todas, de los que los vendieron y compraron y se practicaron las
primeras detenciones, en clave islamista pese a ser los vendedores hindúes.
El problema de esta mochila es que el móvil que llevaba no
hubiera podido provocar la explosión por falta de fuerza, y si hubiera tenido
fuerza, tampoco, porque los dos cables estaban desconectados, como para que se
viera que eran cables, y junto al explosivo, que era Goma2 ECO, había una gran
cantidad de tornillería que, en teoría, hubiera actuado como metralla. Lo
malo para los halladores de la mochila es que no sabían que en ninguno de los
trenes había estallado una bomba semejante y la autopsia demostró que ni uno
solo de los 192 muertos había sido alcanzado por la metralla. La chapuza era
evidente, pero había que detener a alguien, y se detuvo. De la tarjeta del
móvil se llegó al móvil y de la Goma 2 ECO a Mina Conchita, belén de tan
milagrosas apariciones.
La tercera pieza de la falsa escena del crimen, el Skoda
Fabia, fue aún más chapucera y zarrapastrosa que las demás. En el maletero
había ropa con el ADN de los sospechosos, que agentes del CNI, indignados por
el montaje, atribuyeron al propio CNI, subsección Mortadelo y Filemón. Porque
el coche apareció en la estación de Alcalá tres meses después del atentado,
el 13 de Junio de 2004, a pocos metros de donde había aparecido la furgoneta
Reanult Kangoo. Supuestamente, el coche lo había robado en Alicante un
delincuente chileno que se lo había vendido a los islamistas que habían
llevado todas las mochilas en el Skoda y la Kangoo para colocarlas en el coche
y habían dejado abandonados los dos vehículos.
La pena del Skoda es que llegó muy tarde a la cita con la
Kangoo. Los policías habían peinado la zona en que apareció la furgoneta y
no lo detectaron. Ninguna de las matrículas anotadas por la policía
correspondía a ese coche, ni una sola cámara lo había grabado en esos meses.
Un portero que lo había denunciado en la calle Bruselas declaró que, tras su
denuncia, el coche había desaparecido.Y el chileno ladrón resultó tan
desmemoriado que no recordaba ni de qué color era el coche. Así que, sin
permiso del juez y pese a estar imputado, fue expulsado de España por la Ley
de Extranjería. El tribunal, ante la falta de credibilidad de la prueba
debería haberse puesto a investigar quién había puesto el ADN de los
presuntos terroristas en ese coche que nunca estuvo allí, pero prefirió
descartar el Skoda como prueba. Ningún juez americano lo haría y medio FBI
habría ido a la cárcel, pero ¿quién ha dicho que el 11-M sea una película?
Ya no se hacen tan malas.
El falso mutis en la falsa escena del crimen
Pero la prueba definitiva de la falsa escena del crimen
superó en disparates a todas las anteriores. A los tres meses del 11-M, se
avisó de que la policía tenía rodeados en un piso de Leganés, a los
responsables de la masacre. Se dijo que previamente habían tenido un tiroteo
con ellos en Zarzaquemada, pero luego se negó. No se dijo que el piso en el
que decían que se habían refugiado los islamistas era un piso franco de la
policía que había sido usado en dos casos de narcotráfico y que, pared con
pared, vivía un policía. Vamos, que los islamistas habían ido, huyendo a
toda prisa, a caer en lo más parecido a una comisaría. Y empezó la trágica
charlotada.
El piso de Leganés tras la explosión |
Cordon Press
El diario El País y la Cadena SER —la que inventó en la
noche del 11-M la existencia de dos terroristas suicidas con tres capas de
calzoncillos, índice inequívoco de que eran islamistas suicidas y miembros de
Al Qaeda— se apresuraron a comparar el miércoles 18 de noviembre el cerco al
piso de Saint Denis, donde murieron dos islamistas del grupo responsable de la
masacre de París, con el cerco del piso de Leganés. Luis del Pino, el más concienzudo
investigador del 11-M y cuyos libros son de obligada lectura para el que se
acerque a investigar el caso sin problemas de sueño, les respondió en
Libertad Digital explicando estas doce enormes diferencias:
En Leganés, los supuestos suicidas esperaron
disciplinadamente ¡casi siete horas! desde que se establece el cordón
policial, a que desalojaran el edificio y los colindantes. Solo después de
desalojados los ocho edificios hacen estallar la carga explosiva, coincidiendo
con la hora del telediario.
En Leganés nos dicen que hubo un tiroteo con subfusiles
durante el cerco policial. Pero no apareció ni un mísero cartucho de subfusil
en el registro efectuado tras la explosión.
En Leganés, no hubo detenciones: aparecieron tras la
explosión siete cadáveres... a los que no se les practicó la autopsia. El
juez Bermúdez tuvo que hacer malabarismos jurídicos para considerar autopsia
unos informes antropológicos que incumplían claramente la normativa legal.
En Leganés, no solo no se practicó autopsia a los
supuestos suicidas, sino que se intentó impedir a la Policía Científica que
tomara muestras de sus cadáveres. Solo pudieron acceder a los supuestos
suicidas siete horas después de su llegada al Instituto Anatómico Forense.
En Leganés, uno de los cadáveres de los supuestos suicidas
apareció... con los pantalones puestos del revés. ¿No tuvo tiempo ese hombre
para vestirse bien a lo largo de las casi siete horas que duró el cerco
policial?
En Leganés, uno de los ocupantes del piso (el octavo
ocupante) ¡bajó a tirar la basura durante el cerco policial! Y estando el piso
rodeado por decenas de policías, coches policiales e incluso helicópteros...
nos dicen que se escapó a la carrera. Finalmente, fue localizado en Serbia y
detenido... y el Tribunal Supremo concluyó que NO había participado en la
colocación de las bombas del 11-M. Por cierto, el Tribunal Supremo también
concluyó que NO se podía afirmar que los siete presuntos suicidas de Leganés
hubieran participado en la colocación de las bombas del 11-M, motivo por el
cual las víctimas del 11-M quedaron jurídicamente imposibilitadas de demandar
por vía civil a los herederos de los supuestos suicidas de Leganés.
En Leganés, con decenas de policías rodeando el piso
durante siete horas, y con unos supuestos terroristas que nos dicen que se
asomaban por la ventana para disparar ráfagas de subfusil... no tenemos ni una
maldita imagen del asedio, ni de los propios terroristas, ni de la entrada en
el piso.
En Leganés, el sumario del 11-M contiene TRES versiones
contradictorias distintas sobre cómo se localizó aquel piso. Ceremonia de la
confusión.
En Leganés, resulta que los supuestos suicidas vivían
pared con pared... con un policía experto en lucha antiterrorista, escuchas y
seguimientos.
En Leganés, nos dijeron que los supuestos suicidas rodeados
mandaron sendos faxes al ABC y a Telemadrid amenazando con nuevos atentados.
Pero en el desescombro del piso tras la explosión no apareció ningún fax. Y,
en realidad, los datos del su-mario demuestran que al menos el fax de
Telemadrid fue enviado... desde fuera del piso.
En Leganés, apareció una carta de despedida a sus
familiares de uno de los supuestos suicidas... con una firma falsa. Siendo un
marroquí que escribe (en árabe) una carta de despedida a sus familiares en
Marruecos, resulta que aparece una firma... en caracteres latinos.
En Leganés, al hacer el desescombro del piso tras la
explosión, aparecieron diversos libros coránicos... milagrosamente intactos.
Lo más chusco es que varios de esos libros coránicos son chiíes, cuando
todos los ocupantes del piso eran sunitas. Es algo así como si un radical de
creencias católicas tuviera como libro de cabecera una biblia luterana.
Evidentemente, quien colocó esos libros en el piso no tenía ni repajolera
idea de las distintas corrientes que hay en el islam.
Testigos, detenidos y condenados por el 11-M
En total, los detenidos por el 11-M fueron 116, la mayoría
de ellos mientras tuvo lugar la Comisión Parlamentaria de investigación del
11-M, suntuosa mascarada que solo sirvió para que varios policías y testigos
del caso se contradijeran en el juicio posterior y para que el ministro del Interior,
José Antonio Alonso, presumiera cada día de la detención de un brazo más
del cefalópodo islamista culpable del 11-M. Terminó la comisión y el pulpo
se quedó en calamar, y, finalmente, en tinta negra para despistar. De los 116
solo llegaron al juicio 29, de ellos 9 españoles. 87 quedaron libres sin
cargos por no tener relación alguna con el 11-M. Eso prueba el escrupuloso
criterio de la policía del Gobierno del PSOE para detener en televisión y
soltar a escondidas, sin rueda de prensa del ministro Alonso.
De los 29, solo terminaron el juicio 28. Fiscalía y
acusación retiraron de común acuerdo los cargos contra uno de los hermanos
Moussaten.
De los 28 fueron absueltos 7 por la Audiencia Nacional. Y 5
de ellos fueron condenados a penas leves que habían cumplido al terminar el
juicio. El Tribunal Supremo redujo —en segunda instancia— las 21 condenas a 18.
De los 18 condenados, solo 3 lo fueron por su relación con
el 11- M. Los demás lo fueron por delitos menores como falsificación o
tráfico de explosivos, sin tener que indemnizar a las víctimas de la masacre,
porque no se les condenó autores del atentado.
Y de esos tres, Trashorras, El Gnaui y Zougam, solo a uno,
Zougam, se le consideró culpable de poner una bomba en los trenes. El español
era un confidente de la policía y ninguno de los dos marroquíes era
islamista. Ese es el balance de tantos años de investigación: un solo culpable.
¿Lo es? ¿Puede decirse, con este balance, que el 11-M —según el Gobierno del
PSOE, beneficiario de la masacre, y luego el de Rajoy— es "cosa
juzgada"?
Un condenado sin pruebas, sólo con dos testigos
Hace once años que Jamal Zougam está preso en una celda de
máximo aislamiento, con solo una hora diaria de patio, porque, a diferencia de
los otros dos condenados, sigue negando haber participado en la masacre.
Jamal Zougam | Cordon Press
¿Hay, sin embargo, pruebas físicas que lo vinculen con el
11-M? Ninguna: ni huellas dactilares en ningún escenario del crimen, ni
rastros de ADN, ni llamadas cruzadas con ninguno de los demás procesados. El
Mundo y Libertad Digital demostraron que la noche anterior al atentado, cuando
dicen que los terroristas estaban montando las bombas, Zougam estuvo haciendo
gimnasia, como era su costumbre, hasta las doce de la noche, en un gimnasio de
la Plaza Elíptica de Madrid.
Este dato lo conocía la Policía (puesto que se incautó de
los datos informáticos sobre entradas y salidas del gimnasio), pero no se
incorporó al sumario del 11-M, ni se le comunicó al juez Del Olmo. Asimismo,
después del atentado, Jamal Zougam continuó trabajando tranquilamente en su
tienda, sin intentar huir ni esconderse, lo que tampoco cuadra con su supuesta
participación en la masacre. En lo único en que se ha basado la condena a
más de cuarenta mil años de cárcel de Zougam es en el testimonio de dos
amigas rumanas que dicen que le vieron en uno de los trenes atacados.
Pero hay ocho indicios claros de que esos testimonios no son
veraces:
1. A Zougam lo reconocieron más de media docena de testigos
en los trenes, portando supuestamente una mochila bomba. Ninguno de los
testigos declaró haberlo visto "colocar" ninguna bomba. Simplemente
"reconocieron" ante la Policía a Zougam como alguien que portaba una
mochila en los trenes.
2. Esos testimonio serán contradictorios entre sí e
incoherentes, porque si todos los testigos que "reconocieron" a
Zougam estuvieran en lo cierto, el marroquí tendría que haber estado en al
menos tres trenes simultáneamente, lo cual es imposible. Por ello, el juez
instructor y el tribunal terminaron descartando todos los testimonios, salvo
dos: los de dos amigas rumanas.
3. En realidad, esos testimonios de las dos amigas rumanas
también eran contradictorios e incoherentes entre sí. Y, de hecho, las dos
amigas fueron cambiando de versión a lo largo del proceso. Pero se dio por
bueno el testimonio.
4. Una de esas dos amigas (testigo C-65)
"reconoció" a Zougam tres semanas después de la masacre, cuando ya
la foto de Zougam se había publicado en todas partes, y no habló para nada en
sus primeras declaraciones (ante la Policía y el juez) de que fuera
acompañada por otra amiga.
5. Esa otra amiga (testigo J-70) es una mujer a la que por
dos veces le denegaron los técnicos del Ministerio de Interior la condición
de víctima, llegando a poner en cuestión, incluso, que viajara en los trenes.
Sin embargo, quince días después de la segunda denegación, y cuando ya
había pasado más de un año de los atentados, dice que se acuerda de haber
visto a Zougam, tras lo cual se le reconoce la condición de víctima, se le
otorga la nacionalidad y se le da una indemnización de casi 50.000 euros.
6. El marido de la primera testigo (C-65) también dijo que
viajaba en los trenes, pero en un tren diferente que su mujer, y se le
reconoció la condición de víctima.
7. El hermano de C-65 también dijo que viajaba en los
trenes, junto al marido de C-65, pero a él no se le reconoció la condición
de víctima, debido a lo inverosímil de su relato.
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