TIEMPOS DE SINRAZÓN
Cuando pasen los años y se estudien con frialdad y distancia los hechos que hoy vivimos en Cataluña, muchos se avergonzarán y otros no se reconocerán. Las prácticas antidemocráticas y fascistas que vamos conociendo ponen los pelos de punta. Buen número de los nacionalistas catalanes, que se consideran moderados, se escandalizan por la respuesta del Gobierno, lo que demuestra su conciencia de superioridad, su costumbre de no respetar lo que diga España y su desprecio por nuestra capacidad de reacción. Como si la democracia no tuviese derecho a salvaguardar sus instituciones. Para ellos, nuestra obligación es asumir lo que ellos hagan y limitar nuestra defensa a lo que no moleste. Por otro lado, los sediciosos no se percatan de la oleada creciente de malestar que propagan por toda España y que solivianta a la opinión pública. Estamos pasando de ignorar el problema, a la molestia y al hartazgo y, de ahí, a la preocupación y a la afrenta. Todo ello, en un corto espacio de tiempo. Ojalá no lleguemos a la ira. Creo, honestamente, que los catalanes están haciendo un mal negocio con el resto de España.
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