Por David Muñoz Lagarejos
Muchos independentistas no dejan de repetir el argumento falaz de que los líderes de ANC y Ómnium Cultural, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart respectivamente, están en la cárcel por sus ideas políticas, calificando al régimen democrático español de “dictadura”. Por el mismo camino, muchos abertzales en su momento, proetarras, defensores del independentismo vasco y catalán, decían de Arnaldo Otegi lo mismo: estaba preso por sus ideas políticas, como consecuencia de la opresión del “Estado español” al “pueblo vasco”.
Si hay un autor que describe el proceso de cambio de significado de las palabras, para que tengan otro significado, erosionar el pensamiento crítico de una sociedad y tener camino despejado hacia un sistema autoritario, ese es sin ninguna duda George Orwell. Todo lo que dejó escrito sobre la comunicación y el lenguaje para llegar a sistemas no democráticos, el relato independentista lo cumple.
Así, en vez de ‘golpe de Estado’ o ‘sedición’ se habla de ‘lucha por la democracia’, del mismo modo que algún descerebrado defendía el terrorismo de ETA por el mismo motivo, “nació contra la dictadura”, como si a partir de 1975 no hubieran asesinado. En este mismo camino se encuentran los que dicen “referéndum es democracia”, como si en algunas dictaduras no hubiera referéndums, no muy lejos, en la España franquista.
De otra forma, se habla de ‘pueblo’ en terminología populista, como algo puro e inmaculado, en frente del ‘no pueblo’, en este caso los no independentistas, el establishment europeo, etc., para dar una imagen de mayoría, de que toda Cataluña quiere la independencia, cuando todos sabemos que no es así, que ni siquiera en las elecciones autonómicas de 2015 lograron sobrepasar la barrera del 50% de los votos. Y así, muchos ejemplos más, no digamos ya de los medios de comunicación subvencionados por la Generalitat.
Los Jordis no son presos políticos, del mismo modo que Otegi no fue preso político. No están (o han estado) en la cárcel por sus ideas, sino por sus actos. Un Estado de Derecho no persigue ideas, eso es propio de sistemas no democráticos, donde no existe separación de poderes, y todo queda en la arbitrariedad del dictador o partido único.
Al Govern no se les juzga por sus ideas. Sino por cómo han manejado un gobierno autonómico y una administración pública. Debe quedar claro que ir contra la Ley no son ideas, sino actos y hechos constitutivos de delito. Como bien escribe el politólogo José Ignacio Torreblanca en su tribuna ‘Acabar con el procés’, la gestión del Govern solo puede definirse como “la utilización fraudulenta de las instituciones del autogobierno para lograr la independencia [...] utilizar la autonomía para acabar con la autonomía”. Es por ello que la aplicación del artículo 155 de la Constitución, en contra de lo que dicen muchos independentistas, no acaba con la autonomía catalana y el autogobierno. Ha sido el proceso independentista el que ha acabado con ella. El 155 la restaura: acción-reacción.
No debemos caer en la perversión del lenguaje que llevan décadas promoviendo los independentistas. Las cosas son como son: no hay juicio y cárcel para las figuras independentistas por sus ideas (el independentismo es legítimo), sino por sus hechos (utilizar el Govern, el Parlament, los Mossos, los medios de comunicación públicos, la enseñanza pública, los funcionarios y los impuestos de los catalanes para acabar con la convivencia, para dividir a los catalanes y acabar con la autonomía catalana y su autogobierno, como CCAA de España, para ir contra la Constitución y el Estado de Derecho).
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