Sábado 18 de noviembre de 2017, 17:55h
Las redes sociales multiplicaron de forma incesante este artículo de Luis María Anson publicado en El Cultural, la revista de referencia de la vida intelectual española que se distribuye con el diario El Mundo
Gloria Lomana, mujer de veloz inteligencia, es el nombre más destacado del periodismo audiovisual español. Durante trece años mantuvo los Informativos de Antena 3 en cabeza de la audiencia y del prestigio. La directora supo ceñirse a la actualidad y señalar el mérito allí donde se encontraba. Supo también elogiar al poder cuando el poder acertaba, criticar al poder cuando el poder se equivocaba, denunciar al poder cuando el poder abusaba. Profundamente liberal, estuvo siempre por encima de los sectarismos y las exclusiones, también de los elogios jabonosos y de los compromisos. Aprendió que la mentira tiene fecha de caducidad y sirvió a la verdad desde una independencia valerosamente mantenida. Eso la hizo libre.
Gloria Lomana acaba de publicar una novela -Juegos de poder- construida con una arquitectura literaria cimentada sólidamente sobre la modernidad y la vanguardia, también sobre una excelente escritura, sencilla y eficaz. Gloria Lomana ha puesto un espejo delante de los últimos veinticinco años de la vida española. Con grave acento de verdad, el relato novelístico se hace a ráfagas trepidante. El interés no decae en ningún momento. Se trata de una obra de ficción. En ella, los personajes que han vertebrado la historia de las últimas décadas están hábilmente distorsionados o confundidos, evitando alusiones personales directas.
La novela gira sobre el eje de los juegos malabares del poder vistos desde los medios de comunicación. El personaje central de la novela es Marcelo, italiano de nacimiento, que, tras una boda esplendorosa en Mallorca, va conquistando poco a poco periódicos impresos, hablados, audiovisuales y digitales hasta condicionar la política española y a sus dirigentes. Desde su despacho en El Viso o desde su suite en el hotel Palais, Marcelo se entrega a las maquinaciones para exterminar a los políticos, empresarios o periodistas que no se pliegan a sus designios.
Lector apasionado de El Príncipe, a Marcelo el periodismo le gusta únicamente por la capacidad que le da para extorsionar y forrarse el bolsillo a través de las mordidas y los chantajes copiosamente pagados. Convertidos sus medios en el agitprop madrileño, la caravana de presidentes, de ministros, de altos cargos, de empresarios y periodistas desfilan genuflexos ante él. La novela permite hacerse idea de lo que ha sido una parte de la vida española durante el último cuarto de siglo. En los ambientes más sórdidos, el protagonista de Juegos de poder mantiene información y seguridad a través de dos policías sobornados: Lucas, que destaca como un pájaro cálao en la selva de la corrupción; y Sanjurjo, que atesora dosieres alarmantes de los altos personajes de la vida nacional y que sabe lo que significa la fuerza de la información, tanto en el éxtasis político como en el financiero.
Marcelo está casado con Clara, una balear vehemente y a ratos procaz, siempre rodeada de giliporcelanas y a la que no acierta a dominar. Un día decide escabechar al director de su periódico La Nación, Antón Núñez, y atraer a Pilar Garrido, periodista especializada en terrorismo. Nunca, sin embargo, fue capaz de dominarla. Nunca supo que Pilar se había integrado en los servicios de inteligencia españoles y que jugaba con él regocijada.
Marcelo, en fin, solo tiene una debilidad: su hija Valeria, con la que se enternece y humaniza. Dedica también atenciones especiales a las secretarias de los grandes personajes. Dueño ya de la mayor parte de las televisoras, emplea un canal en mezclar noticias falsas con hechos ciertos para que todo parezca real. Es el juego de la posverdad. Descubiertas, al fin, sus intrigas y también sus corrupciones, la maquinaria de la Justicia pone en marcha sus engranajes contra él. Y uno de sus asistentes, el policía Sanjurjo, que quiere salvar su responsabilidad en las tropelías, urde un plan sagaz para terminar con Marcelo.
El lector de esta apasionante novela llegará a un desenlace, que mantiene en vilo el interés del sugestivo relato con el que Gloria Lomana ha reflejado de forma magistral los juegos de poder en la sociedad española.
Luis María ANSON
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