Cifuentes y los diez negritos del PP
A pesar
de las luchas internas, quien más papeletas posee hoy para suceder a Rajoy no es otro que Albert Rivera
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Mariano Rajoy volverá a encabezar la lista del PP, en el partido nadie habla de su sucesión y tampoco se produce «fuego amigo». Eso dice la versión oficial, recogida en el argumentario que repiten los portavoces oficiales del grupo y sus «alter egos» mediáticos. La verdad, sin embargo, es muy otra. La verdad es que las balas «amigas» silban sobre todo aquél o aquélla que aspira a sustituir al actual ocupante del puente de mando, que éste ignora lo que quiere hacer, y que entre bambalinas todo el mundo comenta las escaramuzas más o menos sangrientas que produce la batalla desatada para dilucidar quién hereda su legado, aunque éste consista en las ruinas de lo que él, a su vez, recibió al ser proclamado heredero de José María Aznar.
Sea su tancredismo inefable, sea eso que los aduladores llaman «su dominio de los tiempos», lo cierto es que el presidente se debate entre varias opciones. Cumplido su principal anhelo, que era el de repetir mandato, está calibrando pros y contras de ir en una dirección u otra. Presentarse a la reelección supondría no solo optar a renovar su contrato de alquiler en el Palacio de la Moncloa, sino asegurarse un escaño de diputado que le garantizaría el fuero. Es decir, eludir la eventual actuación de un juez de primera instancia y responder únicamente ante el Tribunal Supremo. Un privilegio en absoluto desdeñable, dada la deriva que podría tomar (subrayo el condicional) la investigación de ciertos asuntos relacionados con la corrupción. Por otra parte, concurrir a unos comicios le pondría igualmente en riesgo de perder la mayoría que actualmente posee en el Congreso y verse obligado a respaldar con su voto la investidura de un candidato rival. Encumbrar nada menos que a su adversario del partido «naranjito»o bien negarle su apoyo y echarle en brazos del PSOE. Quienes conocen al jefe de filas del PP son conscientes de cuánto le molestaría tener que apretar ese botón. Cuánta antipatía le inspira el dirigente de Ciudadanos. Cuánto desprecio siente hacia ese muchacho que, desde su punto de vista, le ha robado a su electorado llevándoselo a un grupúsculo intruso que no deja de crecer, encuesta tras encuesta, desde las últimas generales. Porque lo cierto es que, si hemos de creer a los sondeos, quien más papeletas posee hoy para suceder a Rajoy no es otro que Albert Rivera.
Entre los populares, no obstante, algunos y algunas aspiran a ocupar ese puesto. Unas más que otros, de hecho. Y una en particular con un ansia indisimulada. Todo el que se cruza en su camino acaba pagando cara la osadía. Porque la información es poder y ella controla mucha. Lo cual me lleva al caso de Cristina Cifuentes, cuyo viacrucis acaba de comenzar y parece destinado a concluir con ella crucificada, abandonada por los suyos y dimitida, previa disolución de la Cámara o no. Esto está todavía por verse.
Todos los que llevamos años ejerciendo el periodismo sabemos que la clase de «información» que tiene acorralada a la presidenta madrileña siempre sale de dentro. Cien veces de cada cien es «fuego amigo» disparado con intención de matar políticamente. La pregunta que hay que hacerse es ¿Cui prodest? ¿A quién beneficia? La respuesta es muy sencilla. A quien aspira a eliminar competidores en la carrera por la sucesión, carece de apoyos en el partido y necesita un territorio importante en cual sentar sus reales para poder lanzar desde allí el asalto definitivo al poder.
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