El hacha y el arbolito
Los actos de Bayona quieren celebrar el año que hace que ETA comunicó que procedía a desarmarse, siendo ello falso
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El Ayuntamiento de Bayona, Francia, tiene previsto plantar una escultura del artista vasco Koldobika Jaúregui como forma de celebrar el fin de ETA y su disolución como banda terrorista, cosa que, al parecer, puede pasar cualquier día de estos (o al menos eso se desprende de las informaciones que se esparcen últimamente). El problema reside en que la escultura, que habrá de ser pagada a escote mediante crowdfunding, simboliza un árbol que bien podría ser el de Guernica cuyo tronco y base está formado por una suerte de hacha: el mango es el tronco y la base es la cabeza y su filo. Reconozco que la obra me parece meritoria y estéticamente tan lograda como intachable, lo cual es mucho decir para las mamarrachadas de algunos escultores de hogaño, autores que bien parece que hayan hecho las piezas pronunciando la célebre frase de «joder, que se cumple el plazo, vamos a enviar lo que sea».
El problema reside en que una obra que simboliza el fin de algo más que una pesadilla, el fin de una colección de crímenes cruelísimos sobre miles de personas, quizá no debiera incorporar uno de los dos símbolos de los asesinos: uno era la serpiente y otro, efectivamente, un hacha. Covite, la asociación de víctimas que representa Consuelo Ordóñez, ha elevado su protesta y ha instado al Gobierno español a establecer algunos contactos diplomáticos para impedirlo. Ya veremos. La justificación del artista está basada en el intento de simbolizar la vuelta a la tierra del hacha, esa que nunca debió de servir para matar, sino para labrar el futuro y así. El retruécano es cursi pero podría ser aceptado si tras el plante de la escultura no estuvieran algunos de los caraduras que han vivido del cuento de ser «Artesanos de La Paz», supuestos mediadores equilibristas así autodenominados, que, junto a foros sociales como el de Bake Bidea, consideran que a La Paz se ha llegado gracias a un proceso de buenas voluntades y de cesión por ambas partes involucradas en una guerra de cinco décadas; es decir, que a La Paz se ha llegado gracias de alguna forma a la buena voluntad de unos asesinos que han dejado que les convenzan de que, en realidad, no era bueno ser malo. Y ya lo siento pero no. A La Paz se ha llegado derrotando al terrorismo, arriesgando vidas y perdiéndolas, estabulando a los colaboradores de los asesinos, ilegalizando a sus representantes, controlando sus ingresos, metiendo en la cárcel a sus propagandistas y deteniendo uno tras otros a sus pistoleros. Y mediante algo más: consiguiendo que parte de los que miraban para otro lado y de los que recogían nueces comenzaran a sentir la vergüenza de ser cómplices de esa escoria. Si hubiera dependido solo de los que van a plantar el arbolito aún estaríamos recogiendo cadáveres.
Los actos de Bayona quieren celebrar el año que hace que ETA comunicó que procedía a desarmarse, siendo ello falso de toda falsedad. Hasta que llegue el comunicado de disolución, reconocimiento de crímenes y entrega de su armamento, la ETA podrá ser una anacrónica expresión de la crueldad acabada, pero no un fantasma sobre el que haya que plantar árboles con hachas o sin ellas: sigue ahí, y si no se mueve es porque sabe que al que saque las manos se las esposan.
Qué gran momento para alguna que otra expiación. Andoni Ortuzar, presidente del PNV, podría hacerlo en sus aquelarres en lugar de insultar a los legionarios, hombres y mujeres admirables diseminados en territorios de guerra para ayudar a los demás. Que diga que son infausta memoria el presidente de un partido que tiene de padre a un nazi analfabeto como Sabino Arana nos da una idea de hasta dónde han llegado las aguas. Menores.
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