01/03/2016@18:24:50 GMT+1
Luis María ANSON
Algunos dirigentes socialistas
que le conocen bien aseguran que Pedro Sánchez es político de buena imagen y
muy cortos alcances. Habrá que convenir, sin embargo, que, desde el punto de
vista puramente personal, está actuando con notable habilidad.
Perdió las elecciones con el peor
resultado del PSOE en los cuarenta años de democracia española. Tras la
catástrofe debió dimitir y marcharse. En lugar de eso ha movido las fichas de
manera que es el candidato a presidente del Gobierno. Pedro Sánchez ha crecido mucho
en las últimas semanas y, por el momento, ha salvado el pellejo. Si pierde,
como es probable, las votaciones de investidura en primera y segunda vuelta,
abrirá las puertas a una nueva negociación con Podemos para intentar lo que a
él más le gusta que es el Frente Progresista, eufemismo de un Frente Popular
puro y duro.
Si fracasa también en las
próximas semanas y no alcanza la alianza con la extrema izquierda, se mantendrá
muy probablemente como candidato socialista en las nuevas elecciones, frente a
aquellos barones que querían enviarle a casa y sustituirle por Susana Díaz. Esa
sustitución que era segura hace dos meses ya no lo es tanto.
Pedro Sánchez, en efecto, ha
actuado con notable habilidad para salvar su situación personal tras la
catástrofe electoral. Tiene muy difícil evitar el escabeche final pero la
objetividad exige reconocer que ha sabido salir airoso de las turbulencias
poselectorales y que mantiene hoy una situación mejor que hace dos meses. Su
discurso de investidura no ha resultado convincente ni para muchos de los suyos
porque, salvo el ataque frontal a Mariano Rajoy, no se puede jugar a seis
bandas. No ha aportado nada nuevo y ha levantado más incertidumbres que
certezas. Pero no se le puede negar un generoso esfuerzo para aunar voluntades
encontradas ni el intento para desatascar la situación planteada por los
resultados de las elecciones del 20 de diciembre.
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