04/03/2016@20:51:22 GMT+1
Luis María ANSON
Consumado el ridículo nacional de Pedro Sánchez, tras
resultar arrollado en la segunda votación de investidura, el líder socialista
alarga ahora las manos pordioseras con la esperanza de recibir la limosna de
Pablo Iglesias.
Tras las elecciones generales del 20 de diciembre, Sánchez,
que cosechó el peor resultado de la historia del PSOE en democracia, debió
dimitir con dignidad, hacer las maletas y refugiar su fracaso en la
tranquilidad del hogar familiar.
En lugar de eso, puso en marcha una estrategia que no tenía
otro objetivo real, como le espetó Rajoy en el Congreso de los Diputados, que
la supervivencia personal.
Habrá que convenir que el líder socialista ha actuado, desde
el punto de vista de sus intereses, con gran habilidad.
Continúa políticamente vivo e incluso tiene probabilidades,
de las que antes carecía, para encabezar la candidatura del PSOE en unas
eventuales y nuevas elecciones.
Ha sabido someterse a las exigencias de Felipe González y de
los barones del partido.
Ha pactado con Ciudadanos sabiendo que haría el ridículo en
la investidura.
Tiene autoridad moral para decirle a González: “He intentado
lo que tú querías.
Ha salido mal.
Parece lógico que intente ahora lo que a mí me gusta: el
Frente Progresista, conformando una alianza con Podemos e Izquierda Unida.
Si conseguimos el voto del PNV y la abstención de los
nacionalistas catalanes ganaré la nueva investidura”.
La maniobra es de circo. Pero no imposible. Y a ella va a
entregar sus esfuerzos Pedro Sánchez en las próximas semanas.
Si no alcanza su propósito, el pueblo español se verá
obligado a padecer unas nuevas y carísimas elecciones y a pagarlas a cargo de
los impuestos con que la clase política sangra a la ciudadanía.
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