Diez años del asesinato de Isaías Carrasco: «Es terrible ver morir a un amigo desangrándose en la calle»
Compañeros y familiares recuerdan al último concejal asesinado por ETA
BilbaoActualizado:
Cinco disparos desgarraron Mondragón la mañana del 7 de marzo de 2008. El exconcejal del PSE Isaías Carrasco se encontraba en su coche, dispuesto a marcharse a trabajar, cuando el etarra Beñat Aginagalde se situó frente al parabrisas y abrió fuego. Faltaban apenas dos días para la celebración de las elecciones generales, que quedaron inevitablemente marcadas por la tragedia. Una década después, los vecinos del municipio guipuzcoano volverán a recordar la figura del mandatario socialista, cuya muerte logró «despertar» a una parte de la sociedad vasca que permanecía sometida a la tiranía de la banda criminal.
El tiempo ha pasado, pero la herida no se ha cerrado para la familia del socialista: «Parece que fue ayer», destacó en una entrevista en «El Diario Vasco» Ainara, la mediana de los tres hijos de Carrasco. Sandra, la mayor, recordó cómo fueron los instantes siguientes al tiroteo: «Al verle dar los pasos y que se caía. Me acuerdo que una chica me decía: “Tápale los agujeros”, pero es que no podía, no veía, había tanta sangre que no se veían las heridas de las balas».
El asesinato tuvo lugar en torno a la una y media del mediodía frente a la casa de Carrasco, en la calle Navas de Tolosa, lugar en el que se encontraban a su vez su mujer, Marian, y la propia Andrea. Tras escuchar los disparos, ambas salieron en su auxilio y lo acompañaron hasta el hospital de Mondragón, donde finalmente murió una hora después. También fue testigo de la escena Francisco García Raya, por entonces edil del PSE, que nunca podrá olvidar lo ocurrido: «Es terrible ver a un compañero, a un amigo, morir en la calle desangrándose», explica el socialista, que destaca que la impotencia se apoderó de él tras advertir que no podría hacer nada para salvarle la vida.
«Días de miedo»
Con 42 años y tres hijos a su cargo, Carrasco es recordado por sus más allegados como una persona de muchas inquietudes, trabajadora e implicada con su barrio. También ponen de relieve su valentía a la hora de defender sus ideales en un municipio tan «complicado» como el de Mondragón, donde una decena de personas fueron asesinadas en los temidos «años de plomo». El propio García subraya que una parte del pueblo tenía «marginados» a socialistas y populares: «Eran días de aislamiento, de soledad y, por qué no decirlo, de miedo», sostiene.
De hecho, el temor a la banda terrorista estaba tan instaurado en el territorio que muchos ni siquiera se atrevieron a rechazar el asesinato de Carrasco. En este sentido, la que era única concejal del PP en la zona, Icíar Lamarain, lamenta que los vecinos se movieron «muy poquito», y tampoco vio demasiados rostros conocidos en la plaza cuando se realizaron los cinco minutos de silencio en honor al fallecido: «Recuerdo que mucha gente vino de los pueblos de alrededor», destaca la dirigente conservadora, que subraya que ese era el momento de dejar atrás el miedo «y salir a la calle a protestar».
Con algo más de 20.000 habitantes en el registro, Mondragón era en efecto un «pueblo difícil» en lo político. La sombra de ETA estaba muy presente en el municipio, gobernado durante muchos años por la izquierda radical. En aquellos años regía el Ayuntamiento Inocencia Galparsoro, de Acción Nacionalista Vasca (ANV), quien curiosamente desapareció durante las jornadas que siguieron a la muerte de Carrasco: «No sé a qué tenía miedo», ironiza Francisco García, que recuerda que su formación impulsó una moción de censura contra la dirigente radical que finalmente no prosperó.
«No me olvidaré de las cosas que le dije a la alcaldesa, de todo menos bonita», asevera Lamarain, quien explica que su defensa del PP le hizo ganarse la enemistad de varios de sus vecinos. Sobre todo al principio, cuando incluso había quienes «se cambiaban de acera» a su paso: «Personas que conocía de toda la vida», lamenta la mandataria popular, que pasó con escolta 15 años de su vida. Sin embargo, subrayó que nunca se dejó llevar por el miedo, pues de cualquier otra forma no habría «podido actuar».
Una «lucha inútil»
Hoy, la situación de esta pequeña localidad industrial de Guipúzcoa dista mucho de la que imperaba en los tiempos más sangrientos de la banda, algo que en parte se debe también al legado del propio Carrasco: «Su muerte hizo despertar a la sociedad vasca en su conjunto -manifiesta García-, y eso ha servido para que ciudadanos que antes miraban para otro lado e incluso partidos políticos se dieran cuenta de que la de ETA era una lucha inútil que no se podía mantener en el tiempo». Eso sí, el dirigente socialista subraya que todavía hay quien mira «con desprecio» a algunos políticos y que no quieren «reconocer» la derrota de la organización terrorista.
Menos optimista, Lamarain confiesa que la política de Mondragón «cambió poquito» tras la muerte del exedil del PSE, pues «cada uno siguió con lo suyo». Sin embargo, afirma que los radicales «se dieron cuenta de que el planteamiento que habían mantenido no les llevaba a ninguna parte, y que la esa lucha armada iba a ir a peor».
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