Lo que España pudo ser y la traición
impidió (I) y (2)
23.09.2013 y 30.09.2013
(El Confidencial)
En 1975, la renta per cápita española,
después de una carrera de crecimiento económico sin paralelo en el mundo
occidental, equivalía al 81,3% de la media de los nueve países europeos
miembros de la entonces CEE (1), según Funcas.
En 1959, era tan sólo el 55%, una cifra
propia de un país subdesarrollado.
Esta renta relativa a los países
centrales de Europa sería la primera víctima del desastre político-económico de
la Transición, que hundiría nuestro proceso de convergencia con la CEE hasta el
70,8% en 1985.
Y en los 37 años transcurridos este
nivel no se recuperaría jamás, ni siquiera con las cifras oficiales del PIB,
que desde 2008 sobrevaloran la realidad en un 30% y situaron el nivel en el
73,3 % en 2012.
Pero no se trata sólo de la convergencia
con los países centrales.
El resto de indicadores también fallaban.
*.- La
industria, que representaba el 36% del PIB en 1975, fue desmantelada y hoy
representa un 14%.
*.- Las
rentas salariales, que suponían en aquel año un 62,8% del índice (de acuerdo
con los datos de BBVA), se han desplomado al 44,2% -a fin de 2012-, la cifra
más baja de toda Europa.
*.- El 10% más rico de la población, que poseía un
26% de la riqueza en 1975, posee hoy el 48% y, además, el 70% de la riqueza
financiera.
*.- El paro
era entonces del 2% -o del 6% si consideramos a los emigrantes como
desempleados- y ahora se sitúa en el 27%.
*.- El
hundimiento económico fue tal que, de un crecimiento real del 7,5% anual en el
periodo 1959-1975, se pasó al 0,8% en el periodo 1976-1985.
*.- Y la
inflación se disparó desde el 7 al 44% a mediados de 1977, mientras que la
deuda externa se multiplicó por cuatro.
*.- En sólo dos años, los traidores de la Transición
colocarían a España al borde del colapso primero y en un nivel de crecimiento
inferior a su potencial, después.
Cada partido tiró para su lado
comenzando por la deslealtad del PSOE de Felipe González, que quiso entrar, de
acuerdo con Fraga, por la ventanilla de Carlos Arias.
Sin embargo, ese no era el destino de
España.
Todos los países europeos se recuperaron
rápidamente de la crisis del petróleo, excepto nosotros.
Un ejemplo perfecto para cuantificar lo
que España pudo y debió ser es Irlanda.
En 1975 Irlanda y España tenían la misma
renta per cápita: 10.000 dólares. En los años siguientes, Irlanda subió como la
espuma, mientras que España se hundió, primero, y creció mucho menos, después.
Hoy el PIB per cápita de Irlanda es un 29% superior al nuestro, pero como el
PIB oficial es falso y está sobrevalorado en un 30%, la realidad es que la
renta per cápita española sería un 46% inferior.
Los traidores de la Transición
Nunca en la historia de Europa un grupo
tan reducido de hombres pequeños, de mente pequeña y de ambición personal
infinita, sin moral, sin ideales y sin patriotismo y gracias, exclusivamente,
al sistema electoral proporcional -el mismo sistema que permitió a Hitler y
Mussolini la conquista del Estado- han hecho tanto daño permanente a una nación
como los llamados 'padres de Transición', que la Historia recordará algún día
como padres de la Traición.
La primera y gran traición fue la de
todos los partidos ilegales, el grupo de los nueve, al compromiso escrito y
firmado por todos ellos en el despacho del jurista Antonio García Trevijano
sobre la obligación recíproca de actuar todos en la misma dirección.
Los puntos esenciales de ese compromiso
eran:
*.- No
aceptar por separado ninguna legalización de partidos que no fuera simultánea a
todos ellos.
*.- No
aceptar ningún sistema político que no fuera una democracia representativa.
*.- No
aceptar ningún régimen que no fuera resultado de un referéndum para la libre
elección de los españoles de la Monarquía o la República e implantar una ley electoral
similar a la francesa.
Un compromiso que no sería cumplido en
ninguno de sus puntos.
*.- Cada partido tiró para su lado comenzando por
la deslealtad del PSOE de Felipe González, que quiso entrar, de acuerdo con
Fraga, por la ventanilla de Carlos Arias.
*.- Esa era la naturaleza de la
oposición a Franco, cuyo único interés era participar en el poder político, en
el poder económico y en la adulación social, y de los que Cela diría: “Si
fueran hombres, se habrían pegado un tiro”; pero no lo eran.
*.- Se repetía la famosa sentencia de
Ortega y Gasset en la que afirmaba que “cuando en España se habla de
reconciliación y de consenso, hay seguro un reparto de botín”.
¡Y que botín!
*.- Inventarían
el Estado de las autonomías para dividir España y repartírsela como despojos.
*.- Institucionalizarían la corrupción, el
pelotazo y el pacto con las élites depredadoras financieras y monopolistas que,
junto con el nepotismo y la incompetencia, serían sus principales señas de
identidad.
Suárez,
un político mediocre y cortoplacista sin ninguna visión de España, aceptó
entusiasmado la idea del PSOE de crear una estructura de Estado donde hubiera
puestos de poder para todos.
La idea de
reparto del botín partió del PSOE, y más concretamente de Enrique Múgica, que
con una miseria moral inaudita afirmaría: “Lo de las ideas está muy bien,
pero lo importante son los partidos y las personas que defienden la democracia
y no hay puestos para todos, por lo que es imprescindible crearlos mediante la
desconcentración del poder”.
Esto
implicaba vaciar de competencias y de poder al Estado español.
Antes de
eso, Suárez había prometido a Tarradellas y al PNV por separado devolver a
Cataluña y al País Vasco la autonomía que les fue anulada después de la guerra
civil.
Les engañó
vilmente, lo que ha acabado creando un problema mayor.
Suárez,
un político mediocre y cortoplacista sin ninguna visión de España, aceptó
entusiasmado la idea del PSOE de crear una estructura de Estado donde hubiera
puestos de poder para todos, ya que su partido, la UCD, un hatajo de
oportunistas sin ningún ideal, ni desde el punto de vista ideológico ni
patriótico, sólo querían parcelas de poder para poder trincar a manos llenas.
Y fue el
origen de la destrucción de la nación española y de su ruina económica.
Y así, el
andaluz Arévalo, que no estaba dispuesto a renunciar a su parte del botín, hizo
su propuesta a Suárez y este aceptó el “café para todos”.
Se trata,
sin duda, de uno de los mayores y más graves errores de toda la historia de
España.
Parafraseando
a Mario Vargas Llosa, fue entonces cuando “se jodió España”.
El país
se dividió en diecisiete taifas ingobernables, despilfarradoras y corruptas,
que arruinarían a la nación y la encaminarían hacia su destrucción, física,
moral y social.
González vuelca la balanza a favor de
la oligarquía política.
La traición de los padres de la
Transición al implantar un modelo de Estado que les permitiera expoliar España
con total impunidad la ocultaron con un mito repetido por ellos y por todos los
medios y plumas mercenarias a su servicio.
Y constituye uno de los mayores engaños
de nuestra larga historia: “Nosotros hemos traído la democracia”.
Nada más falso.
A la muerte de Franco, un régimen
autoritario en una Europa democrática era insostenible, como lo fue el mantenimiento
de las dictaduras del Este tras la retirada soviética.
La democracia se habría implantado en
España con ellos o contra ellos.
Lo que hicieron en realidad fue
hurtar la democracia a los españoles con el establecimiento de un sistema
oligárquico de partidos, que permitiera a una casta política incompetente y
corrupta mantenerse en el poder indefinidamente, impidiendo que los ciudadanos
pudieran elegir libremente a sus representantes como en el resto de las
democracias.
Ni un solo historiador o cronista, la
mayoría atados al pesebre, ha contado la verdad de lo que en realidad sucedió.
Y para rematarlo, asustaron a los
ciudadanos con el cuento chino del “ruido de sables”, un invento Santiago
Carrillo a sabiendas de que era mentira, algo habitual en el comportamiento de
tan siniestro personaje.
Sin democracia, sin separación de
poderes y con una estructura de Estado imposible de financiar, España jamás
podrá superar la crisis en forma estable.
A esto se añade un Gobierno en estado de
caos.
Y lo sabía porque Antonio García
Trevijano, que era el encargado en la Junta de mantener los contactos con a las
Fuerzas Armadas, les informaría reiteradamente de que D. Manuel Díez Alegría,
jefe del Alto Estado Mayor y máxima autoridad del Ejército, D. Luis Díez Alegría,
director General de la Guardia Civil, D. Camilo Alonso Vega, ministro de la
Gobernación y director general de Seguridad y jefe de la Policía, el coronel D.
Eduardo Blanco y el Teniente General D. José Vega Rodríguez, con los que estaba
en contacto permanente, estaban dispuestos a respaldar la voluntad popular y la
democracia.
Quien no lo estaba era la
oligarquía política que se había
autoproclamado portavoz del pueblo. Sólo querían el poder y su parte en el
botín, y quien no estaba conforme era un fascista.
Fraga, que fue embajador en Londres,
estaba entusiasmado con el sistema electoral inglés de elección uninominal por
distritos, sin lista alguna.
Eso no convenía en absoluto a ninguno
de los partidos, porque ni tenían partidarios, ni eran conocidos, no eran nadie
ante la sociedad civil.
Suárez, Gutiérrez Mellado, Fernando
Abril y Alfonso Guerra llamaron por teléfono a Felipe González, que estaba en
Moscú.
Y decidió, con el apoyo entusiasta de
Suárez, implantar un sistema oligárquico de partidos sin separación de poderes,
la antítesis de la democracia. González, a cambio, se comprometió a no pedir un
referéndum sobre monarquía o república, traicionando así los acuerdos firmados
y a los españoles.
A partir de este momento, la suerte
estaba echada.
La ley electoral fue impuesta por la
oligarquía política y jamás fue sometida a aprobación por parte del pueblo
español.
Adicionalmente, no sólo el poder
legislativo y el poder judicial, sino todas las instituciones de control, como
el Banco de España, el INE y el Servicio de Competencia, quedaron sometidas al
poder político o la Fiscalía Anticorrupción, diseñada para proteger a las
élites corruptas políticas, financieras y económicas.
“Montesquieu ha muerto”, diría Alfonso
Guerra en un arrebato de desprecio por los ciudadanos y de cinismo. Habían
robado la democracia a los españoles e instituido un Estado para el expolio
permanente de España sin riesgo alguno.
La Constitución sería un gigantesco
engaño al pueblo español, al que se le ofreció en bloque la Monarquía, el
sistema de partidos, el sistema electoral de listas cerradas, la ausencia de
toda forma de separación de poderes y cargar sobre los ciudadanos el inmenso
derroche de diecisiete gobiernos.
El ministro de Hacienda de González,
Carlos Solchaga, el gran apóstol del pelotazo, afirmaría públicamente: “España
es el país del mundo donde más rápido puede uno hacerse rico”, cualquiera
con poder de decisión puede exigir comisiones con total impunidad, algo que se
convertiría en el procedimiento habitual para obtener contratos públicos,
recalificaciones y cualquier tipo de favor político.
Hoy Rajoy está comprando, con miles de
millones de los españoles, el aplazamiento del referéndum en Cataluña cuando
podría prohibirlo imponiendo la legalidad como es su obligación. Y PP y PSOE
han pactado pasar página en el caso Urdangarin, en los ERE de Andalucía y en
los presuntos sobresueldos y financiación ilegal del PP.
La Constitución sería un gigantesco
engaño al pueblo español, al que se le ofreció en bloque la Monarquía, el
sistema de partidos, el sistema electoral de listas cerradas, la ausencia de
toda forma de separación de poderes y cargar sobre los ciudadanos el inmenso
derroche de diecisiete Gobiernos dotados de todos los elementos de un Estado
real, aparte los gastos de los partidos, sindicatos y patronal. No hubo
alternativa. Una propaganda masiva y absolutamente mendaz, asegurando que con
eso implantaba la democracia, cuando era justo lo contrario, dirigida a uno de
los pueblos peor informados e indolentes de Europa haría el resto.
Ahora está pagando las consecuencias,
porque sin democracia, sin separación de poderes y con una estructura de Estado
imposible de financiar, España jamás podrá superar la crisis en forma estable.
A esto se añade un Gobierno en estado de caos, con un presidente cobarde
incapaz de poner orden, donde todos están contra todos, y barones y alcaldes
por libre que no obedecen a nadie excepto a sus propios intereses personales
con el dinero que les entrega el irresponsable de Rajoy en lugar de intervenirlos.
(1) Alemania, Bélgica, Dinamarca, Francia,
Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Reino Unido.
Nota aclaratoria: A algún lector le ha
sorprendido la mención a Camilo Alonso Vega, cuando el ministro del Interior en
1976 era Manuel Fraga, la confusión se debe a que las conversaciones de Antonio
García Trevijano con los altos mandos del Ejército y de la Policía datan de
1969. Trevijano le pidió a Alonso Vega que convenciera a Franco de que no
nombrara a Juan Carlos Rey. Alonso Vega lo hizo pero sin éxito.
Lo que España pudo ser y la traición
impidió (y II)
30.09.2013
Franco nunca tuvo oposición democrática,
sólo de totalitarios y terroristas, PCE y ETA.
El PSOE y UGT estuvieron 35 años de
vacaciones y UCD era una amalgama de franquistas y oportunistas.
Lo primero que hicieron CCOO y la
resucitada UGT fue asegurarse subvenciones de lujo, exenciones de impuestos y
todo tipo de chollos para vivir como rajás -desde políticas de empleo de miles
de millones a comisiones del 8% en cientos de miles de ERE a costa del
trabajador- con coches oficiales, viajes en primera clase, VISA oro,
mariscadas… algo casi inimaginable.
En plena crisis del petróleo, estos
irresponsables empezaron a promover huelgas para conseguir unas mejoras
salariales imposibles -IPC+3 puntos-, un incremento de costes que arruinaría la
productividad y nos llevaría a una situación crítica, utilizando además todas
las ventajas laborales del sindicalismo de Franco, donde los trabajadores no
podían ir a la huelga pero tampoco podían ser despedidos.
Esto llevó a España al borde del
colapso, lo que hizo inevitable un Pacto de Estado. Se lo encargaron al mejor:
Fuentes Quintana. El 25 de octubre de 1977, después de meses de preparación,
presentó un paquete de medidas conocido como los Pactos de la Moncloa, que tuvo
un éxito notable. Sin embargo, las reformas estructurales, esenciales para el
crecimiento, chocaban con los intereses deshonestos de las oligarquías
financieras y monopolistas y fueron rechazadas. Fuentes dimitió por ello.
La etapa de Felipe González
El 28 de octubre de 1982, el PSOE arrasó
en las elecciones generales y la UCD desapareció para siempre. El responsable
económico sería el físico Miguel Boyer, para quien el resto de ministros eran,
en el mejor de los casos, unos indocumentados, por lo que los trataba con total
desprecio. “Usted cállese porque de esto no sabe nada”, le dijo a uno que osó
llevarle la contraria en un Consejo de Ministros. Sólo respetaba a Mariano
Rubio, el último gran gobernador del Banco de España.
La parte negativa de Boyer fue la
adjudicación de los monopolios de petróleo y gas a dedo a las élites
depredadoras y por la décima parte del valor de sus activosBoyer evitó que
González imitara la política de François Mitterrand, que acabó en un desastre,
pero sus medidas de recortes le enfrentaron a muchos ministros y a Nicolás
Redondo (UGT). Esto a Boyer le importaba un pimiento, así que metió en cintura
a la 'banda del gasto', y puso en marcha un plan de ajuste de corte monetarista
diseñado por Mariano Rubio. Sin embargo, sus enfrentamientos con Alfonso
Guerra, a quien consideraba un seudointelectual sin maneras, le llevaron a
dimitir.
La parte negativa de Boyer fue la
adjudicación de los monopolios de petróleo y gas a dedo a las élites
depredadoras y por la décima parte del valor de sus activos. Boyer convirtió
los monopolios públicos con precios administrados en monopolios privados con
precios libres. Fue el gran héroe de la oligarquía.
En esta etapa se produjo la mayor
canallada del socialismo: la destrucción de la enseñanza pública. Los
responsables, queden sus nombres para conocimiento y desprecio por las
generaciones futuras, fueron: José María Maravall, Javier Solana y Alfredo
Pérez Rubalcaba. Estos desalmados
comenzaron por expulsar a los mejores catedráticos y profesores de las universidades
españolas con la llamada ley de incompatibilidades. Los mejores catedráticos de
España, que lógicamente trabajaban también en el mundo real -cirujanos,
economistas, abogados, ingenieros-, tuvieron que marcharse.
Simultáneamente, anularon las
oposiciones como método de acceso a las cátedras, y las sustituyeron por el
dedo y la militancia de izquierdas, además de reprimir a todas las profesiones
de la excelencia: notarios, abogados y economistas del Estado, entre otras.
¡Fuera toda aristocracia profesional!, ¡mueran las élites intelectuales! Estos
desalmados borraron el conocimiento de todas las esferas del saber, no tienen
perdón. El daño es irreparable: a día de hoy, el 85% de los profesores no
tienen los conocimientos para impartir las materias a su cargo.
Entre las 200 mejores universidades del
mundo no hay ni una sola española y sólo 10 entre las 500 mejores. Sembraron
por doquier universidades públicas con niveles culturales irrisorios. Hoy
existen 50 y sobran unas 30; sería más barato cerrarlas y pagar las carreras a
los alumnos en Harvard que mantenerlas abiertas. La canallada para las clases
menos favorecidas ha sido brutal: la enseñanza pública ha dejado de ser el
ascensor social y cultural que fue en el pasado.
Al final González perdió las elecciones
por el desastre económico. Los GAL y FILESA apena restarían votos. Era la hora
de Aznar.Boyer fue sustituido por Carlos Solchaga, el apóstol del pelotazo,
que desarrolló una política económica
típicamente socialista: gasto sin control. Pronto explicó a quien quiso
escucharle esta cultura del pelotazo: lo importante era enriquecerse con
rapidez, la superioridad de la especulación y el nepotismo sobre el trabajo
bien hecho. Los hechos los he explicado en detalle en otro lugar (1), este es
el resumen.
Moratoria nuclear: se desmantelaron
cuatro grandes centrales casi terminadas y se paralizaron seis a punto de
empezar a ser construidas. Resultado: la electricidad vale hoy el doble que en
Europa. Reconversión industrial: no hubo reconversión, sino desmantelamiento.
Industrias que podían haber sobrevivido perfectamente con las inversiones
adecuadas, como la naval, la siderúrgica o la textil, que crecían
espectacularmente en el resto del mundo, fueron desmanteladas. La entrada en la
UE: las prisas de González fueron letales, nadie en toda la historia de UE
pagaría tal precio. La cabaña lechera sería drásticamente reducida a favor de
Francia; la flota pesquera, la mayor de Europa y la tercera del mundo, quedó
casi desmantelada. Eximirían del pago de impuestos a las grandes fortunas a través
de las sicav (sociedades de inversión). El AVE a Sevilla: una ruina total. Los
ingresos de los AVE no cubren siquiera los costes variables.
Solchaga fue sustituido por Pedro Solbes
en 1993 y con él todo iría mucho peor. La situación económica al final de la
etapa de Felipe González era realmente penosa. El paro ascendía al 23%, el
déficit público al 6,7% del PIB y la deuda al 70%, los valores más altos de
nuestra historia. Y como guinda del pastel, la Seguridad Social estaba en
quiebra y los intereses al 20%: el socialismo volvía a batir récords de ruina
para España. Al final, González perdió las elecciones por el desastre
económico. Los GAL y FILESA apena
restarían votos. Era la hora de Aznar.
La etapa de Aznar
José María Aznar era una persona rendida
ante los hombres de poder, Franco, Fraga, Bush… Humilde ante el superior y
despectivo ante el inferior. A un líder lo siguen personas competentes, a un
jefe lo obedecen los trepadores: sus dos lugartenientes, Rodrigo Rato y Mariano
Rajoy, dos trepas profesionales incapaces de gestionar una mercería, son buena
prueba. Todos sus esfuerzos se centraron
en entrar en el club de los ricos, la zona euro, sin pararse a sopesar los pros
y los contras de tan trascendental decisión. Y si la moneda única podía ser una
bendición para países con gobiernos sensatos, era un desastre para países con
gobiernos insensatos. Fue nuestro caso. A día de hoy, el euro ha sido un
desastre para España por la incompetente e irresponsable utilización de las
ventajas derivadas del mismo.
Se nos vendió una escandalosa pérdida
neta como un triunfal éxito de Aznar. Una deuda que no sirvió para mejorar la
industria nacional y la productividad, sino a la especulación y a la burbuja y
a la discutible expansión internacional de las grandes empresasEl 'éxito' económico fue una gigantesca farsa.
Aznar conseguiría, a través de los fondos de la UE, 50.000 millones de euros en su mandato, que
se despilfarraron en mantener a vagos y
caraduras a través del PER -subsidios agrarios- y del gasto en infraestructuras
innecesarias. La venta de las grandes empresas públicas a precio de saldo a los
oligarcas supuso 40.000 millones más. La reforma fiscal y el recorte de gasto
fueron idea de Enrique Fuentes Quintana, que convenció a Aznar, y fueron implementados
por el profesor José Barea, que dependía sólo del presidente. Fuentes ni
siquiera se reunió con Rato, al que despreciaba. El caso Rato fue un bluf de
principio a fin: nombrado presidente del Fondo Monetario Internacional gracias
a la amistad de Aznar con George W. Bush, al que acabaron echando, algo
insólito en los anales del FMI. Su gestión en Bankia fue tan desastrosa que
está procesado por ella, pero los oligarcas a los que ayudó le han buscado un
retiro de oro.
Aparte del dinero de la UE y el ‘regalo’
de las joyas de la corona, el
crecimiento económico de Aznar fue un engaño: se debió, esencialmente,
al endeudamiento masivo y disparatado de familias, empresas y bancos,
facilitado por nuestra entrada en el euro. En su mandato y a precios constantes,
el PIB se incrementó en 340.000 millones de euros, pero la deuda privada lo
hizo en 710.000. Se nos vendió una escandalosa pérdida neta como un triunfal
éxito de Aznar. Una deuda que no sirvió para mejorar la industria nacional y la
productividad, sino a la especulación y a la burbuja y a la discutible
expansión internacional de las grandes empresas. Y hay que sumarle la ley de
las renovables, que permitió pelotazos increíbles, y la escandalosa concesión
de licencias UMTS de telecomunicaciones por 85.000 millones de pesetas a sus
amigos, frente a los 2-3 billones que ingresaron los gobiernos del resto de
Europa.
Si el crecimiento fue un engaño, su
política interna fue un desastre sin paliativos. En lugar de dar marcha atrás,
intensificó las transferencias de educación a las comunidades autónomas. Un
paso de gigante en la desvertebración de España. Transfirió la sanidad,
eliminando las ventajas de las economías
de escala y elevando los gastos de gestión y administrativos. Parientes y
amigos entraron en el negocio a millares: los servicios no médicos tienen hoy
diez veces más personal del necesario. El gasto sanitario pasó de 38.000
millones en 2002 a 95.000 en 2011. Un despilfarro anual de 40.000 millones, en
euros y población constantes. ¡Y no hay dinero para las pensiones!
Aznar fue el gran presidente de los
separatistas, en contra del mito que afirma lo contrario. Les cedió las
competencias de tráfico, justicia, educación, cultura, empleo, puertos, etc.
Eliminó la figura del gobernador civil, que fue sustituida por un subdelegado
casi sin competencias, y defenestró a Alejo Vidal-Quadras a petición de Jordi
Pujol. El PP catalán se hundiría para siempre. Y fue peor que aceptara la Ley
de Política Lingüística, que discriminaba gravemente a los hispano-hablantes,
impidió el recurso al Constitucional y prohibió al Defensor del Pueblo que
hiciera nada. Esto ya no fue un desastre, sino un impulso decisivo a la
sedición.
La etapa Zapatero
Un atentado nunca explicado llevó a José
Luis Rodríguez Zapatero, un bobo solemne, a la Presidencia en 2004. Zapatero
sería una auténtica plaga bíblica que generaría la mayor crisis económica,
política, moral e institucional de la historia de España. Zapatero se rodeó de
un equipo ministerial que parecía sacado de una escombrera, un auténtico
insulto a los españoles: nos excluyó del mundo civilizado. Con Zapatero se
cumplió la famosa Ley de Murphy: “Todo lo que puede ir mal, irá”.
En 2007 negaron la existencia de una
burbuja inmobiliaria e incitaron a la gente a endeudarse, “porque cuanto más se
endeuden, más ricos serán” y negaron que la crisis financiera mundial nos
afectaraZapatero jamás supo, y Solbes tampoco, por qué la economía crecía y
menos aún por qué se hundía. El SOS de los inspectores del Banco de España en
2006, pidiendo que se acabara con los préstamos bancarios indiscriminados que
nos iban a llevar a la ruina, fue directamente a la papelera. El desastre
Zapatero superó ampliamente al de Aznar. En euros constantes, el PIB creció en
270.000 millones durante su mandato, pero el endeudamiento privado se
incrementó en 1,02 billones, y para acabar de arreglarlo, la deuda pública se
disparó en 400.000 millones. Para crear un punto de PIB nos endeudaron en
cinco, ¡realmente de traca!.
En 2007 negaron la existencia de una
burbuja inmobiliaria e incitaron a la gente a endeudarse, “porque cuanto más se
endeuden, más ricos serán” y negaron que la crisis financiera mundial nos
afectara. En 2008 manipularon las cifras de crecimiento para ganar las
elecciones. Negaron la crisis una y otra vez: “España juega en la Champions
League” dijeron; permitieron a bancos y cajas falsear los balances con la ayuda
del BdE. Al final llevaron a tres millones de personas al paro, destruyeron el
sistema de cajas de ahorro y permitieron los mayores robos y latrocinios de la
historia de España. Este indigente mental negaría la existencia de España como
nación y, ya el colmo, aprobaría el Estatut de Cataluña, votado sólo por un 30%
de catalanes, que convertía al resto de España en una colonia. Zapatero fue el
jefe de la quinta columna del separatismo vasco y catalán en Madrid.
(1) El disparate nacional, Planeta.
PD: No hay espacio para la etapa Rajoy.
El próximo lunes al comentar los “Presupuestos de la Recuperación”, hablaré de
ella. Aunque hay que ser muy miserables para llamar así a la mayor deflación
salarial de nuestra historia, donde 25 millones de personas, empleados
públicos, pensionistas y trabajadores, perderán poder de compra, y donde los
ingresos por impuestos son ciencia-ficción.
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