JUAN PEDRO QUIÑONERO / CORRESPONSAL EN
PARÍS
ERNESTO AGUDO
Joseph Pérez, el pasado mes de marzo en
Madrid, donde presentó su biografía del cardenal Cisneros
Hispanista emérito, Joseph Pérez (1931) fue
galardonado esta semana con el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales para
celebrar una obra de gran calado que «consuma una revolución en la forma de
interpretar episodios decisivos para la comprensión de la historia de Occidente
y la independencia de Hispanoamérica». Presidente y primer director de la
Maison des Pays Ibériques de Burdeos, en cuya universidad ha enseñado, durante
muchos años, las asignaturas de civilización española e iberoamericana, Pérez
lleva medio siglo investigando, enseñando, divulgando y publicando obras de
primera importancia sobre las metamorfosis españolas, desde los siglos XV y
XVI. Acaba de publicar una biografía sobre el cardenal Cisneros.
-España ha cambiado mucho desde que usted
comenzó a estudiar su historia, a finales de los años 60.
-Ha cambiado mucho y bien, efectivamente,
de manera espectacular, en el terreno social y económico, evidente. Y en el
terreno cultural, claro está.
-¿Han sido los cambios culturales tan
importantes como los económicos?
-Quizá vayan parejos. Los historiadores de
la economía han contado por lo menudo una transformación excepcional, consumada
con rapidez y eficacia. En el terreno cultural, también. Cuando comencé a
viajar y estudiar en España, en el Archivo de Simancas, éramos unos pocos. Y
los estudios españoles estaban bastante alejados de lo que se hacía en Europa.
Sin duda, los maestros que vivían en el exilio ya habían realizado lo esencial
de su obra. Con el tiempo, la investigación histórica española ha crecido de
manera espectacular. Hoy los grandes maestros de ayer están en su sitio. Y las
nuevas generaciones han abierto nuevos horizontes. La investigación histórica
española es comparable a la que se realiza en Inglaterra, Alemania, Francia o
Estados Unidos.
-Europa aceleró los cambios, en todos los
terrenos...
-Sin duda. Quizá la fecha «bisagra» sea
1985. Los ministros de Asuntos Exteriores de España y Francia, Fernando Morán y
Roland Dumas, vinieron a la Maison des Pays Ibériques de Burdeos. Y
participaron en unos trabajos sobre el futuro de España, Francia y Europa.
Fernando Morán me dijo más tarde que fue en esa reunión donde se sentaron las
bases de la plena incorporación de España a la construcción política de Europa.
-El proceso diplomático aceleró la marcha
de la historia.
-Con razón o sin ella, España tenía la
impresión de estar «fuera» de Europa. El ingreso en la Unión Europea tuvo una
gran importancia psicológica, claro está: los españoles tenían la impresión de
regresar a España. Y los progresos que siguieron han sido espectaculares.
-Tras los cambios, persisten viejos
problemas de fondo. Usted comenzó a estudiar la revolución de las Comunidades
de Castilla, la revolución de los comuneros. Siglos más tarde, la organización
territorial de España sigue siendo un problema.
-La revolución de las Comunidades de
Castilla planteó un problema de fondo. Castilla y los castellanos temían perder
su identidad con la política exterior y la manera de gobernar de los Reyes de
la Casa de Austria. Su revuelta fue contra la Casa de Austria para defender
mejor lo que Castilla entendía que era su identidad histórica. Muchos de sus
contemporáneos compartían su visión esencial. Richelieu, por ejemplo, criticaba
la diplomacia de la Casa de Austria, que, a su modo de ver, no era buena para
los intereses de Castilla. Los castellanos no comprendían muy bien qué tenían
en común con otros pueblos gobernandos por la Casa de Austria.
-Desde una perspectiva histórica, ¿cómo
percibe usted la tentación secesionista de los nacionalistas catalanes?
-Francamente, no la entiendo bien. Puedo
comprender la tentación secesionista de pueblos o culturas que estén o se
sientan oprimidos. ¿Es el caso de los catalanes? España tiene uno de los
modelos políticos más descentralizados de Europa, quizá del mundo. Los
catalanes votan libremente desde hace muchos años. La lengua y la cultura
catalanas se expresan libremente. ¿Dónde está el problema? Francamente, no lo
entiendo bien. Dicho esto, tampoco me hago muchas ilusiones. Hubo un tiempo en
que todos los habitantes de la península eran, se llamaban y se consideraban
españoles. El gran Camoens, por ejemplo, decía que «todos somos españoles».
Pero un buen día los portugueses decidieron independizarse.
-En otro tiempo, Europa era el horizonte
utópico de España y Francia. Hoy, las elecciones europeas van a estar marcadas
por una gran abstención. ¿Le parece grave?
-Algo han hecho mal los políticos y los
Estados europeos. La Europa de las instituciones ha decepcionado mucho. El
funcionamiento burocrático de Europa ha sido decepcionante para los europeos.
En el fondo, los franceses, los alemanes, los españoles, todos somos muy
europeos. Pero todas las ilusiones que los pueblos europeos pusieron en Europa
se han transformado en desencanto. Las esperanzas originales se han
transformado en desilusión.
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