Luis
María ANSON
El
diario ABC ha publicado un informe que eleva a cerca de 4.000 millones de euros
la cantidad despilfarrada directamente por Arturo Mas en su obsesión
secesionista. Algunas cifras resultan especialmente escandalosas.
El
principal aparato de propaganda soberanista -es decir, la televisión y la radio
públicas de Cataluña- ha supuesto unas pérdidas de 1.736 millones de euros
sufragados por la Generalidad.
Arturo
Mas ha dedicado además 389 millones a premiar a medios de comunicación privados
que defienden el independentismo. Los procesos electorales, las subvenciones
culturales y deportivas, las demenciales embajadas, la colocación incesante de
parientes, amiguetes y paniaguados afines en organismos públicos han consumido
el resto del dinero derrochado por el presidente marioneta de Oriol Junqueras
al servicio de la aventura secesionista.
Estudios
de máxima solvencia publicados en El Imparcial elevan a 20.000 millones de
euros lo que en los últimos doce años ha derrochado la Generalidad directa e
indirectamente en la causa de la independencia, es decir la tercera parte de la
actual deuda catalana. Un porcentaje no desdeñable del despilfarro económico
secesionista ha sido sufragado, para mayor inri, por las subvenciones del
Estado a la Generalidad.
A
contrarrestar la desmesurada campaña soberanista ni el Gobierno de Zapatero ni
el de Rajoy han dedicado un solo euro. La pasividad, la ligereza, la lenidad
han presidido la acción no solo del líder socialista, sino también del popular.
Y así nos luce el pelo. El error, el inmenso error político e histórico nos ha
sumido en la actual situación. La gran política consiste en prevenir, no en
curar. Por no haber previsto a tiempo lo que podía ocurrir hay que aplicar
ahora una terapia que puede producir reacciones de consecuencias incalculables.
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