Pablo Iglesias y el lenguaje del Opus
Dei
27.04.2016 – 05:00 H.
La forma de expresarse de los
dirigentes políticos es un elemento determinante sobre su fiabilidad y sobre lo
que realmente pretenden alcanzar.
La presencia en televisión -hasta el
aburrimiento en algunos casos- de esos dirigentes los últimos meses proporciona
ejemplos suficientes para intuir su mensaje y sobre todo lo que trasmite la
forma de expresarse.
El señor Iglesias ha recibido muchas
clases de comunicación verbal y no verbal (aunque deja ver su inseguridad en
ciertos signos: tener siempre un bolígrafo en su mano derecha, o cruzar las
piernas en T, a modo de autodefensa, su forma de andar, etc... por lo que su
discurso es fácilmente disecable.
Al hacerlo, encontramos a un dirigente
que utiliza la misma estructura en sus intervenciones que una organización
religiosa como puede ser el Opus Dei. A través de unos ejemplos, podremos
observar cómo es en realidad Iglesias y lo que esperaría a la sociedad española
con 'su' Gobierno.
Porque dejemos claro desde un primer
momento que él no dirige un partido político, sino que guía una hueste
abandonada.
Iglesias solo podría hacer 'un Gobierno
que le sirviera a él, como realización perfecta del conocimiento político, como
el Estado prusiano para Hegel: la última fase de la realización de la perfección.
Recuérdese que se refería siempre a
'mi' ministro de Defensa o 'mi' ministro de Justica.
No eran los ministros del Gobierno
español: eran 'sus' ministros, de 'su' Gobierno.
Comparemos la forma de expresarse de
Iglesias con la forma de expresarse que tiene el Opus.
No desearía que se entendiese esto como
una crítica, sino como un reflejo de algo que simplemente es así.
Si el Opus considera que alguien se ha
equivocado, dice “reflexiona, piensa y corrige tu actitud. Nuestra puerta
siempre estará abierta”; el señor Iglesias, sobre todo cuando se refiere a
Sánchez, utiliza la misma estructura: “Piensa en tus equivocaciones y
rectifica. Mi mano estará siempre tendida”.
Otro ejemplo es la constante apelación
a los sentimientos. El Opus diría: “Piensa en lo que estás haciendo y el daño
que haces a tu familia”; el señor Iglesias lo muta en “Pedro, piensa en tus
votantes socialistas que no querrían eso. Cambia”.
Inspiración divina
Otro ejemplo es la inspiración al
expresarse: Iglesias habla como un iluminado que quiere salvar a las ovejas
descarriadas, y por eso su tono se transforma en una mezcla de dolor por el
desvarío de sus ovejas y de velada amenaza.
Porque el dirigente de Podemos siempre
divide el mundo en nosotros, es decir, lo que él quiere, y ellos, que hace
referencia al resto del mundo, obviamente equivocado al no seguirle.
Con ello, el señor Iglesias pretende
dos cosas: dejar constancia de que él habla en nombre de todos, y que el otro
está solo.
Frunce las cejas, y con un tono que
pretende ser atractivo, advierte con amargura -en realidad, amenaza- de que no
seguirle conducirá a la catástrofe. Naturalmente, a él le duele esa posibilidad
porque está ahí para salvar: no es un dirigente político sino un guía iluminado
por su propia sabiduría.
Porque el señor Iglesias no ha fundado
un partido político, sino una organización religiosa de la cual él es el líder.
Esa organización ha recogido a todos
los desesperados que no sabían dónde ir, y él ha surgido de la nada para
guiarles. Pero a diferencia de otros líderes carismáticos, que se referían a
algo que les trascendía -Hitler a Alemania, a la raza, etc.; Stalin al
marxismo, a la obra de Lenin, a la construcción del socialismo...-, Iglesias no
tiene puntos de referencia porque considera que su pensamiento es el único
punto de referencia. Estamos ante un totalitarismo religioso en tanto que se
basa en creencias absolutas que solo una persona tiene y solo esa persona puede
desarrollar: no hay un programa (el 'Mein Kampf' de Hitler, o las obras de
Stalin): no existe una base escrita y desarrollada, sino que es pura
inspiración del momento, su absoluta e increíble soberbia intelectual, que por
otra parte no se sabe en qué se sustenta, salvo, como he mencionado antes, en
su propia inspiración de sí mismo.
Iglesias parece saber qué quieren los
votantes socialistas mejor que el propio Pedro Sánchez
Por esa certeza de poseer la verdad
absoluta, él sabe lo que deben hacer los socialistas, lo que quieren los
votantes socialistas, lo que el señor Sánchez debe hacer. Pero nunca se refiere
a la derecha, porque en ese mundo maniqueo que él se ha creado en su cabeza, al
final se apiadará de los arrepentidos (“Seré generoso -decía el otro día- con
el PSOE tras las elecciones”) que se inclinen ante él. Estos, si se adaptan al
dogma, tienen quizá salvación. Pero la derecha no, nunca, la derecha es mala,
es el horror (es el judío de Hitler, el contrarrevolucionario de Stalin),
alguien a quien hay que eliminar precisamente porque no tiene salvación, y como
su pensamiento es absoluto y consecuentemente maniqueo, no considera posible
diferenciar la derecha-PP del centro derecha civilizado de Ciudadanos: todo es
derecha, como para Stalin no había monárquicos y republicanos, todos eran lo
mismo. Por eso el señor Iglesias no se refiere nunca a los votantes de
derechas: no son recuperables.
El tono y la forma de expresarse no
admite discusión: al igual que el Opus, la creencia en Iglesias exige
dedicación y servicio absoluto, y por ello no tolera más que serviciales
discípulos cuya única labor es secundarle. Nadie puede sutituirle y al que se
desvía lo aparta: Monedero, el intelectual, le estorbaba, y a la primera de
cambio le quitó; Errejón, el pragmático, se apega a la realidad sin comprender
que lo único que cuenta es el advenimiento del inspirador, y naturalmente cae
en desgracia de igual modo que caerá todo aquel que se atreva a pensar por sí
mismo. Porque cuando se trata del señor Iglesias, no existe la diferencia de
opinión, solo existe la herejía. Y el castigo resulta inevitable.
Suele salir rodeado de sus fieles, de
sus incondicionales, cuando se va a dirigir a la prensa, a la masa, a los
adeptos, lo cual no significa en modo alguno que les haya consultado lo que va
a decir (recuérdese la cara de sorpresa de Domènech al leer su Gobierno). Pero
cuando va a hablar con alguien que él considera su 'casi' igual, va él solo:
porque en esas ocasiones va a tratar de lo único que le interesa, el poder.
Porque Iglesias no tiene otro fin que
alcanzar el poder para sí mismo, y todo lo que expone sobre el pueblo es una
pantalla de humo.
Recuérdese cuando el señor Iglesias
diseñó su propio Gobierno, no se reservó los ministerios más cercanos a los
ciudadanos, Sanidad, Trabajo, Asuntos Sociales o Educación, sino aquellos que
le daban el control de la sociedad: Interior, Defensa, servicios secretos o
Justicia. Su objetivo es controlar a la sociedad para ponerla a su servicio:
como el Opus, su finalidad es controlar los cuerpos y las almas.
Iglesias nunca negociará realmente con
nadie: su idea de negociar es una idea de rendición. Pedro Sánchez o Albert
Rivera son dirigentes 'políticos'; Sánchez se eleva sobre 130 años de historia
y una ideología, tiene detrás un aparato organizado y debe rendir cuentas a un
organismo interno del PSOE. Iglesias es él, no rinde cuentas a nadie y no
negocia: porque cuando se posee la verdad absoluta, no se puede negociar. Por
eso no hay guerras más cruentas que las que se hacen por principios absolutos y
no hay peores tiranías que las que se fundan en la verdad absoluta.
No, el señor Iglesias no es que no haya
querido negociar: es que hacerlo sería traicionarse a sí mismo.
*Miguel Ángel Vecino es historiador y
miembro de la Comisión de Historia de Relaciones Internacionales.
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