Albert
Rivera escribe para ABC desde Venezuela, en su segundo día en el país tras no
poder visitar a los presos políticos
25/05/2016
a las 20:57:36h. - Act. a las 05:03:43H.
Los
testimonios directos, emocionados y duros que he escuchado por parte de los
familiares de los presos políticos y de las víctimas del régimen de Maduro en
una sala repleta de un hotel en Caracas me han roto el corazón. Estos
familiares me han contado sus trágicas historias personales con la voz
entrecortada por el llanto.
Las
lagrimas de la dignidad de aquellos que simplemente piensan distinto o que, en
el colmo de la arbitrariedad, fueron asesinados por grabar a la policía, o
detenidos acusados de terroristas cuando simplemente se estaban tomando un café
o habían criticado en Twitter a algún señalado diputado del oficialismo
bolivariano.
Esto
ocurrió horas después de que la policía de Maduro, oculta bajo pasamontañas, me
impidiera visitar al alcalde electo de Caracas Antonio Ledezma, que se
encuentra bajo arresto domiciliario, al igual que Daniel Ceballos, ex alcalde
de San Cristobal. También pude reunirme con Henrique Capriles durante una hora
en la que le trasladé que puede contar con nosotros para ayudarles a que en
este país haya, por fin, libertad, alimentos, defensa de los derechos humanos y
una democracia plena.
Escribo
estas lineas tras intentar entrar a la cárcel de Ramo Verde donde se encuentra
Leopoldo López, a quien quería visitar para darle un abrazo y decirle que no
está solo, que somos millones de demócratas españoles y venezolanos los que
estamos a su lado. Tampoco ha sido posible. Una muestra más de la falta de
libertad en Venezuela.
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