Un tipo
tóxico
Artur
Mas es un personaje manipulador que pervierte cuanto toca llevando a la
destrucción a quienes confiaban en él
ENRIQUE GIL CALVO 14 NOV
2015 - 21:26 CET
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Artur
Mas es un político tóxico. Un politópata, si se me permite el
neologismo construido por analogía con psicópata o sociópata. Un personaje
manipulador que pervierte cuanto toca llevando a la destrucción a quienes
confiaban en él. Así lo traslucen sus rasgos caracte-riológicos (envidioso y
egocéntrico, conspirador y victimista, fabulador y fraudulento), que le
asimilan al tipo de personalidad tóxica que definen los psicólogos. Y así lo
revela su trayectoria, movida por la ambición de abrirse paso traicionando a
cuantos le rodean.
Primero
acabó con Miquel Roca Junyent y Josep Antoni Duran Lleida, los delfines
llamados a suceder a Jordi Pujol, a fin de monopolizar el principado
nacionalista. Después se propuso derribar a Pasqual Maragall haciendo fracasar
su proyecto de nuevo Estatut, mediante una doble maniobra que primero forzó su
radicalización soberanista en el Parlament para después pactarlo a la baja con
el presidente Rodríguez Zapatero en La Moncloa.
Luego
pervirtió el moderantismo conservador de su partido para abrazar el radicalismo
neoliberal de los recortes austericidas. Y cuando vio que sus electores
desertaban no dudó en pasarse al independentismo de ERC, a fin de fagocitarlo
en su propio beneficio. Finalmente, cuando ha visto que la fortuna le
abandonaba, no ha dudado en tratar de destruir todo el entramado institucional,
traicionando no sólo la Constitución española sino el Estatuto catalán. Todo
ello al modo furtivo de un taimado Yago que siembra insidias al oído del Otelo
catalán, sin dar jamás la cara ni asumir ninguna responsabilidad, pues siempre
encuentra alguna Desdémona españolista a quien culpar. Un antihéroe más avieso
que astuto, pues en lugar de por la virtù maquiavélica parece
poseído por el vizio y lapassione de un Macbeth
fatídico.
Lo más extraño es que con ese historial a sus espaldas
haya podido llegar indemne hasta aquí. ¿Cómo es que todavía tiene un séquito
dispuesto a suicidarse con él? Sin duda por su capacidad manipuladora, que le
ha permitido hacer a sus cómplices unas ofertas fraudulentas que estos no
supieron rechazar, quedando atrapados en una conjura de encubrimiento mutuo. Es
la conocida táctica de hundir los puentes o quemar las naves, a fin de que lo
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