La explosión ‘dantesca’ de Podemos
Iglesias lleva su partido a la mayor crisis por la nefasta y temeraria gestión de la crisis catalana
Pablo Iglesias ha creado Podemos, Pablo Iglesias se ha propuesto destruirlo. Le habilita a hacerlo su propio absolutismo, pero no se trata de una decisión premeditada, sino la consecuencia del error que ha supuesto intimar con Oriol Junqueras en los planes de sabotaje al Estado.
Era atractivo hacerlo implosionar, convertir el antimarianismo en un pretexto para derribar el sistema, o el "frente monárquico", como él decía en alusión al corrupto régimen del 78, pero la estrategia de maridar el nacionalismo con el populismo ha desfigurado su credibilidad por defecto y por exceso: tanto rechaza el cortejo soberanista el depauperado sector crítico -Bescansa ha sido neutralizada en el gallinero por haber recordado las obligaciones del partido fuera de Cataluña- como le han organizado un movimiento de rebeldía los "anticapis" y los "indepes" de la marca morada, leales a la república fantasma declarada el viernes.
Fue Pablo Iglesias quien ilusionó a estos últimos en la propia afinidad a la estrategia de Puigdemont. Lo hizo homologando el referéndum del 1 de octubre y transigiendo las fechorías perpetradas en el Parlament, con excepción de la DUI. Se negaba a legitimarla Iglesias demasiado tarde. Y pretendía bajarse del tren en marcha, como si no hubiera adoptado una posición de ayudante de maquinista en la conspiración pontificia de Oriol Junqueras.
La urdió Roures en su palacio de otoño. Y lo hizo explorando la intersección de las izquierdas libertarias y la comunión del derecho a decidir. Iglesias se observaba a sí mismo despojando al pueblo catalán de las cadenas del posfranquismo y blandiendo la bandera republicana. El delirio podría habérselo neutralizado la vieja guardia, pero la vieja guardia es tan vieja que aparece retratada en una imagen en blanco y negro: Monedero, Errejón, Luis Alegre y Carolina Bescansa representan la represalia y la frustración del partido que iba a transformar España.
Iglesias reina pero ya no gobierna Podemos. E Irene Montero desempeña el papel de Lady Macbeth confortándolo en las decisiones suicidas. Los anticapis de Miguel Urban aclaman presidente a Pugidemont. Y Dante Fachín, timonel de la marea podemista en el Parlament con un apellido de cruel escarmiento, lidera en Cataluña el movimiento de sedición al propio líder, de forma que Podemos se haya expuesto a una tragicómica crisis dantesca en sentido literal y patronímico.
Cuesta trabajo creer que Pablo Iglesias conserve la credibilidad de los cinco millones de votantes a los que dice representar y en cuyo nombre dice desenvolverse. La razón por la que Mariano Rajoy gobierna consiste en que no quiso apoyar a Pedro Sánchez. Y el motivo por el que ahora pretende evacuarlo de la Moncloa no radica en acabar con el presidente del PP -el antimarianismo es la bandera más confortables- sino con la Constitución maldita y el modelo territorial. Una megalomanía eclesiástica que ha abierto su partido en canal y que amenaza con destruirlo.
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