A ESTO LLAMAN
POPULISMO
GABRIEL ALBIAC
CON Mussolini primero, después con
Hitler, el éxito del populismo fue el de una solución quirúrgica en la Europa
fragmentada tras la Gran Guerra. El espejismo de los populistas griegos, como
el de los españoles, está en aplicar fórmulas de arrastre popular protofascista
sobre un mapa europeo en el cual la nación-Estado ha perdido parte esencial de
sus atribuciones y va camino de perderlas todas. El desenlace griego era
previsible: bancarrota. Desde el instante en que la gran ola populista barriera
a los tradicionalmente corruptos partidos turnantes, vino a sustituirlos una
banda instalada en las oscuras epopeyas patrioteras de los años treinta.
Funcionó, porque eso es parte de la anacronía de ese Estado fallido que, desde
su escisión del imperio turco, ha sido Grecia.
Antes, dos mil quinientos años
atrás, cuando Grecia quería decir algo, un griego de inteligencia fastuosa
avisaba cautamente de cómo con unas y las mismas palabras pueden ser escritas
una tragedia o un sainete. Y de cómo en la sabiduría milimétrica que acota el
deslizarse entre lo uno y lo otro, se juega el abismo que separa lo grandioso
de lo ridículo. Que, en los malos autores Varufakis ayer, Iglesias mañana,
acaban siempre por amalgamarse.
Grecia lleva ahora algo más de seis
meses gobernada por una banda de irresponsables listillos. Hijos de la buena
sociedad, formados en universidades extranjeras y convencidos de que todo les
es debido: la juventud dorada. A tal título comparecieron ante un país roto.
Eran gestores de un cuidadísimo manejo publicitario de los medios. Y, a través
de ellos, blindaron su simpática imagen de sabios jóvenes, modernos y
compasivos. Y una población encenagada en el desbarajuste de corrupción e
improductividad tragó el anzuelo. Tan desesperada estaba. Está.
¿Hizo alguna vez Syriza política?
¿La hará Podemos? ¿Qué es política? Si es masiva producción de afectos y, con
ello, de almas a medida, nadie tenga dudas: en eso, es el populismo maestro.
Con la misma maestría con que el Partido Obrero Socialista Nacional Alemán descubrió
la potencia homogeneizadora de la radio, éstos de ahora son maestros de los
televisores. Representar es proyectar imagen seductora: el poder, piensan, se
juega en eso; tal vez, no se equivocan. ¿Qué es política? Si por política se
entiende administrar los recursos escasos con los que un país
cuenta, entonces nada ha habido tan lejano a la política
cuanto los populistas griegos y españoles.
Dotados con brillantez para la escena, la prosaica gestión de lo económico se
les hace humillante. Y en la tragedia a la cual Syriza ha conducido a Grecia se
prefigura la que Podemos puede que junto al PSOE otorgará
a España.
El sábado, el sainete griego viró a
tragedia. Un plebiscito para preguntar a alguien arruinado si prefiere pagar
sus deudas o no pagarlas, es sólo una agria tomadura de pelo. Que obliga a
evocar lo que Aristóteles juzga segura condena a muerte: «ser una pieza suelta
en un juego de damas».
EL CUENTO DE LA BUENA PIPA
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
LA crisis griega empieza a parecer
el cuento que nunca se acaba, vamos a contar mentiras y la carabina de Ambrosio
juntos. Tan pronto la da por finiquitada como se abre un nuevo capítulo de
ella. Ni en Atenas ni en Bruselas hay quien nos pueda decir dónde estamos ni en
qué acabará. Más que hombres y mujeres hechos y derechos, parecen estar
debatiendo chiquillos. Pese a haberse agotado los argumentos, las amenazas, las
argucias, mentiras, insultos y casi el tiempo, el miedo los tiene paralizados
sin atreverse nadie a afrontar la realidad. Al revés, se dan pasos
contradictorios que confunden más que aclaran. No tiene sentido, por ejemplo,
que el Banco Central Europeo siga suministrando fondos a los bancos griegos si
el Gobierno griego cierra sus bancos. Así, desde luego, no se resuelve una
crisis. Así se la agranda. Lo único seguro es que Tsipras y Varufakis habían
prometido a su pueblo acabar los recortes y la política de austeridad, pues
tenían la fórmula para que siguieran cobrando sus pensiones, sin apenas pagar
impuestos y otras gangas que venían disfrutando desde que entraron en la UE. La
fórmula no tenía nada de milagrosa: consistía en que los demás europeos
continuarían financiando tan extravagante economía por no atreverse a
expulsarles de la Comunidad dado el tremendo desbarajuste que causaría en ella.
Y, naturalmente, los griegos les votaron. Durante los cuatro meses que llevan
en el gobierno han conseguido contener, aplazar, torear a sus socios con la
táctica más vieja del oficio: la amenaza de «si me voy, no cobras nada» y la
promesa de hacer ajustes muy lejos de los necesarios para enderezar su economía
llena de pufos. Hasta que el vienes se les presentó como «lo tomas o lo dejas»
la lista de las reformas sine qua non para seguir ayudándoles.
¿Qué ha hecho Tsipras ante ello?
Pues lo que suelen hacer los chantajistas en estas ocasiones: echar la culpa a
los demás y esconderse cobardemente tras su pueblo, el mismo pueblo al que
había prometido sacar del atolladero sin penas ni fatigas: convocar un referéndum
para preguntarle si acepta las condiciones europeas. En vez de dar la cara y
reconocer que se había equivocado, que no hay salidas milagrosas ni remedios
mágicos a su situación. Es muy posible que tanto él como Varufakis crean
todavía que Europa se eche atrás ante un referéndum o por lo menos les permita
seguir negociando, es decir, engañando. Este tipo de individuos, después de
haber mentido a los demás tanto tiempo, terminan engañándose a sí mismos. Sin
descartarlo (en Europa y en Estados Unidos hay dirigentes a quienes tiemblan
las piernas ante el cataclismo), es difícil imaginarlo. Las cosas han ido esta
vez demasiado lejos o, dicho de otra manera, se puede engañar a uno una vez,
pero no a todos siempre. ¿O sí? Depende de que los engañados se dejan engañar.
LA GRAN COALICIÓN
ISABEL SAN SEBASTIÁN
HACE tiempo que se viene hablando de
ella en salones y despachos, pero nunca con tanta intensidad como ahora. Los
resultados de los comicios municipales y autonómicos, unidos al augurio
sostenido de las encuestas, alimentan la certeza de que las próximas elecciones
generales no arrojarán mayorías suficientes, lo que obligará a los partidos a
pactar. Y aquí es donde entra en juego el riesgo inherente a confundir los
deseos con la realidad, incurriendo en el consiguiente error garrafal de
diagnóstico, pronóstico y estrategia.
Los deseos de los grandes
empresarios del país, sus más altas instituciones, una parte considerable de su
«intelectualidad» sensata y otra no menor de la opinión publicada abonarían el
campo para un acuerdo de Estado entre PP y PSOE, destinado a configurar un
gobierno de «gran coalición» capaz de brindar la estabilidad necesaria para
mantener a España en la senda del crecimiento económico, alejada de
turbulencias como las que sacuden estos días a la Grecia de Alexis Tsipras. La
realidad, basada tanto en la experiencia histórica como en los pactos suscritos
por los socialistas con Podemos a raíz del 24-M en todos los ayuntamientos y
comunidades donde la suma ha sido posible, con la única excepción de Andalucía,
apunta en la dirección contraria. Presuponer a Pedro Sánchez un sentido de la
responsabilidad más cercano al de Felipe González que al de José Luis Rodríguez
Zapatero es negar una evidencia reflejada en sus hechos, más representativos incluso
que sus palabras, con ser éstas suficientemente elocuentes: «Pactaremos con
cualquiera excepto el PP y Bildu». ¿Qué hace pensar a quienes manejan los hilos
de nuestras finanzas que esta disposición variará después de una cita electoral
en la que Sánchez se juega no solo su liderazgo, sino la supervivencia del PSOE
como referente de la izquierda, con la marca de Pablo Iglesias pisándole los
talones?
Si todo sigue igual que hasta ahora;
es decir, si nadie en la dirección del PP escucha el llamamiento que hacía ayer
José María Aznar desde las páginas de ABC para acometer urgentemente «una
rectificación enérgica, creíble y suficiente», ni los más optimistas
escrutadores de vísceras próximos a la calle Génova consideran factible
revalidar la mayoría absoluta, por mucho miedo que inspire el populismo a los
electores conservadores. Lo razonable es asumir que se cumplirá el pronóstico
de los sondeos, coherente con la tendencia marcada en las tres últimas
convocatorias electorales, y los de Rajoy obtendrán una victoria por la mínima,
claramente insuficiente para garantizarle el gobierno, incluso mediando el
apoyo de Ciudadanos. Entonces, la suma de PSOE, Podemos y el resto de la
izquierda más o menos radical, más o menos separatista, conformará una alianza
unida en el empeño común de arrebatar el poder al centro derecha, sea cual sea
el precio exigido para lograrlo. Posiblemente esa decisión suponga un suicidio
para el socialismo a medio plazo, pero la contraria únicamente aceleraría su
muerte. ¿Debería en tal caso un PP victorioso ofrecerse para apuntalar un
gobierno minoritario de Sánchez, con tal de evitar lo peor? Es dudoso que la
propuesta fuese aceptada (ahí está el ejemplo reciente de Madrid), aparte de
que sería extremadamente difícil explicársela a unos votantes sobrados ya de
motivos para sentirse estafados.
No habrá «gran coalición» después
del otoño. Abandonen los soñadores esa esperanza. Si no se hace política antes,
rápido y de la buena, habrá «frente popular».
EL VOTO FUNDADOR
DAVID GISTAU
EL PP no tiene garantizado el voto
de Aznar. De hecho, debe recuperarlo. Si no el voto, al menos una disposición
mejor que el «profundo mal humor» con el que lo concede a regañadientes según
la expresión atribuida a una señora votante por el propio Aznar en la
entrevista de Bieito Rubido y Montserrat Lluis en ABC. Que Aznar se esté
pensando votar al PP puede sonar tan inquietante como la cólera de un dios
menor ante las desviaciones de sus propios hijos, castigados con estatuas de
sal y lluvias de sapos. Pero el tono de la entrevista sugiere un contexto menos
dramático. Primero, porque Aznar no trata de agitar dentro del PP una nostalgia
sebastianista que sea el preludio de alguna maniobra de restauración. No está
fletando nada para salir de Elba.
Además, después de un largo
silencio, ha elegido para expresarse un momento casi tardío, con el desastre
electoral del 24-M ya digerido, con ciertas resignaciones del PP
definitivamente enquistadas. En el PP, las reflexiones ya parecen todas
autopsias del marianismo después de un desastre en las elecciones generales. No
contienen hálito creador y además están abrumadas por el tiempo que se acaba,
que parece el del condenado que escucha pronunciar en su galería la terrible
apelación litúrgica de quien va hacia el cadalso: «Dead Man Walking». Que Aznar
llega con cierto retraso se aprecia en que dice cosas muy parecidas a las que
sostuvo con varios artículos Cayetana Álvarez de Toledo sin el auxilio de nadie
en el ambiente monolítico y en un momento en que la presión era mayor y la
infantería marianista acudía presta a sofocar al discrepante. Contra Aznar
quiero verla ahora, por cierto, ya que por fin se ha puesto a decir las mismas
cosas que hace un cuarto de hora te marcaban como traidor. Pero no llueven
sapos porque Aznar se detiene justo antes de pedir un proceso interno de
renovación, a pesar de que todo su diagnóstico no puede abocar sino a eso.
Pero, claro, no en vísperas electorales: ahí sale la costumbre de aparato, la
prioridad táctica.
Que el PP no tenga asegurado el voto
de su fundador debería considerarse un síntoma de madurez y buena calidad de la
militancia. Más, al menos, que la concesión innegociable e irreflexiva del voto
que hacen, mientras agregan prebendas a su historial, comisarios profesionales
como el de RTVE. El PP debería estar satisfecho por contar entre sus votantes a
muchos con suficiente instinto moral como para retirar el voto si le estafan
los principios. Que el PP actual es estéril se nota en que comprende esto y
sólo es capaz de reaccionar traficando miserablemente en las esquinas con el
miedo a la horda. En la búsqueda de un PP sin Rajoy, sin decepción y sin
corrupción, el votante comete el autoengaño de detectar la derecha idealizada
en Ciudadanos, y entonces trata de silenciar esa voz interior que le advierte
de que no tiene ninguna garantía de que ese voto no lo use luego Rivera para
investir a Schz. Esa paradoja tal vez sea la pirueta terminal del marianismo.
El expresidente, en ABCEl eco de la
entrevista a Aznar marcó la agenda
El aviso lanzado por José María
Aznar en la entrevista publicada ayer por ABC marcó la parrilla política del
día. El expresidente rompía su silencio tras los malos resultados que el PP
obtuvo en la cita electoral del 24-M, que finalmente han jibarizado el poder territorial
con el que partía la formación popular. La «rectificación enérgica, creíble y
suficiente» que reclama el fundador del partido, y el resto de los mensajes
lanzados en estas páginas por el exjefe del Ejecutivo, seguramente supondrán un
aldabonazo en Génova, cuya nueva organización habrá escuchado atentamente las
«sugerencias» de quien refundó el partido a principios de los noventa. «No hay
votos cautivos»... ni el suyo.
EL PODEMOS GRIEGO ABRE EL CORRALITO
Luis María ANSON
En solo unos meses, el Podemos
griego ha abierto el corralito donde podría esfumarse la esperanza de
prosperidad helena. Los bancos han cerrado y la bolsa se ha clausurado. La
demagogia de la extrema izquierda suele conducir a la catástrofe. Grecia no
puede pagar lo que debe y, en lugar de aceptar las condiciones de quienes en
Europa pueden ayudar a la nación helena, ha adoptado una actitud de inaceptable
chulería convocando un referéndum que respalde las tropelías del mal pagador.
Destacados analistas internacionales
creen que el primer ministro Tsipras ha llegado a un acuerdo subterráneo con la
Rusia de Putin y con la China de las copiosas reservas en dólares. Eso
permitiría a Grecia abandonar la zona euro con las espaldas cubiertas,
modificando su política internacional, con la estratégica posición geográfica
que ocupa en oriente medio.
Estados Unidos ha reaccionado de
forma fulminante y ha exigido a Angela Merkel fórmulas que mantengan a Grecia
en la eurozona. La primera potencia del mundo no está dispuesta a aceptar que
se altere el complicado equilibrio en Oriente Medio, comprometiendo aún más la
situación de Israel.
Difícil vaticinar qué va a ocurrir,
porque incluso los servicios norteamericanos de inteligencia no conocen con
precisión los acuerdos de Tsipras en Moscú y Pekín, si es que los hay, porque
no se puede descartar que el Podemos griego esté jugando de farol, a ver si los
dirigentes europeos se arrugan y ceden.
En todo caso, el ciudadano heleno se
ha encontrado al comenzar la semana con Bancos y Bolsa cerrados y con fuertes
limitaciones para disponer de su propio dinero
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