Así camufla
Podemos su plan comunista
Su imagen no
refleja sus ideas; dicen no ser de izquierdas ni de derechas, pero ocultan su
ideología radical
ROBERTO PÉREZ
MADRID - 05/06/2016 a las 03:01:22h. - Act. a las 09:42:32h.
El nacimiento de
Podemos y su insistencia por presentarse como un partido «transversal», sin
ninguna ideología concreta para que no trasluzca su hondo objetivo comunista,
responden a una estrategia planificada de antemano por Pablo Iglesias. Surgió
con una suerte de «manual de estilo» definido hace más de tres años con un
objetivo final: conquistar el poder, poner en práctica el comunismo y acometer
un nuevo «proceso constituyente» que derribe el actual régimen constitucional.
Todo ello lo desveló Pablo Iglesias escasos meses antes de que naciera Podemos,
en una charla que impartió en Zaragoza en unas jornadas de las Juventudes
Comunistas. Una de sus máximas en este arte del camuflaje de la izquierda
radical es, en palabras del propio Iglesias, «llevar a nuestro lado lo que a
todo el mundo le parece bien». Populismo instrumental.
Ocultar la
ideología radical de izquierdas es primordial para ganar votos. ¿Cómo? Ante
todo, cuidando mucho el lenguaje, evitar presentarse ante el público como
comunistas para no generar rechazo social. Tiene una razón de peso:
actualmente, en España, solo el 2,4% del electorado se declara comunista.
Maniobrar con el
lenguaje
«Hay palabras que
tienen una carga valorativa positiva y palabras que tienen una carga valorativa
negativa», apuntaba Iglesias en aquella charla. Y, siguiendo esa lógica,
proponía ocultar que el objetivo del comunismo es «la dictadura del
proletariado». Mejor presentarse como demócratas, porque «mola» más. «La
palabra dictadura no mola, aunque sea dictadura del proletariado. Eso no vende,
aunque podamos teorizar que es la máxima expresión de la democracia en la
medida en que aspira a anular unas relaciones de clase injustas». Sin embargo
-continuaba en su aleccionamiento ante jóvenes comunistas-, «la palabra
democracia mola, por lo tanto habrá que disputársela al enemigo cuando hagamos
política».
Lo mismo con el
concepto de patria y de patriotismo, hacer ver que sus propuestas son propias
de un «patriota». Puso un ejemplo de cómo aplicar esta fórmula de imagen:
atacar a la banca y explotar el discurso a favor de las víctimas de desahucios
sin declarar que se hace «porque soy comunista», sino «porque soy patriota».
Otra máxima puesta
en práctica por Podemos consiste en tejer alianzas con nacionalistas. Es una
cuestión de imagen para alcanzar el poder, para incidir en «elementos de
agregación capaces de que estén en nuestro campo político quienes no lo han
estado».
Ganarse a los
nacionalistas
Otra máxima puesta
en práctica por Podemos consiste en tejer alianzas con nacionalistas allí donde
sea posible; y, donde no cuajen las coaliciones, competir directamente por
ganarse el voto de los nacionalistas. Se trata de incidir en «elementos de
agregación capaces de que estén en nuestro campo político quienes no lo han
estado».
La clave está en
sumar votantes, porque el gran objetivo es alcanzar el poder para aplicar luego
las tesis comunistas. Y las órbitas nacionalistas e independentistas son vistas
por Iglesias y los ideólogos de Podemos como un buen caladero de votos en el
que hay que ir a pescar: «No hay un solo proceso histórico de transformación
social en una dirección de izquierdas que no haya asumido el elemento nacional
como una de las claves agregadoras más importantes».
Así las cosas, al
que se siente español hay que incidir en dar la imagen de que Podemos propone
fórmulas de «patriotas»; al que se siente nacionalista o independentista, en
mensajes que también sean de su gusto.
En las órbitas
nacionalistas, las «confluencias» trabadas por Podemos en Galicia o la
Comunidad Valenciana son un buen ejemplo; la apuesta catalana de En Comú Podem,
también. Sus nuevos pasos dados para incorporar formaciones de órbita
nacionalista en Baleares para el próximo 26 de junio, lo mismo.
Camuflar el plan
comunista
«Hay que inventar
símbolos que triunfen, buscar símbolos que nos hagan ganadores», remachaba
Iglesias en pleno proceso para el lanzamiento de Podemos como partido. La
ideología real, mejor que sea poco visible, camuflada para que no entorpezca el
objetivo de conquistar el poder.
Para quienes desde
la militancia marxista temieran que tanto camuflaje puede suponer renunciar en
la práctica a las tesis de la izquierda radical, Iglesias lo dejaba claro en
Zaragoza en marzo de 2013: que no temieran, era mera estrategia en aras a la
gran meta. «Yo no he dejado de autoproclamarme comunista nunca», pero «ser
comunista es algo mucho más importante que decirlo. Es una praxis; a veces
decirlo te puede ayudar y, a veces, no».
La falsa
«transversalidad»
Otra de las
máximas del «manual de estilo» diseñado por los fundadores y dirigentes de
Podemos: hacer ver que son un partido «ni de izquierdas ni de derechas»,
supuestamente indefinido y, por ende, supuestamente capaz de ser votado por
cualquiera. A eso responde la machacona práctica de Podemos de utilizar el
término «partido transversal», y usar para ello la incorporación de candidatos
de perfiles alejados de la imagen tipo del activista del comunismo, tales como
jueces, periodistas o el caso del exJemad Julio Rodríguez.
Pablo Iglesias ha
venido incidiendo al respecto: al electorado hay que hacerle ver que Podemos
huye de la dicotomía izquierda-derecha, porque «esto te divide» a efectos de
imagen y de captar votantes en sectores de lo más diverso.
Inocularse en la
sociedad
A partir de ahí,
otra herramienta a poner en práctica es inocular el activismo político como
lluvia fina en todos los ámbitos sociales que sean posibles. Por supuesto,
desde la televisión –obsesivo objetivo mediático de Iglesias–. Y, a pie de
calle, en todos los ámbitos posibles. Por ejemplo –y lo destacó como
«fundamental»– en las aficiones futboleras. «A mí no me gusta mucho el fútbol»,
confesaba ante jóvenes comunistas hace tres años, pero les insistía en que «es
fundamental estar en las hinchadas juveniles, hay que estar en los campos de
fútbol, es un ámbito de trabajo político crucial».
La clave,
insistía, está «no solo en militar» en la organización comunista, sino en
«ocupar los espacios de la sociedad civil, el deporte, la cultura, el cine…». Y
todo eso midiendo bien la estrategia: «crear un referente propagandístico que
arrase» –el lenguaje instrumentalizado para la conquista comunista del poder–
y, para ganar votos en sectores de centro e incluso de centro-derecha,
«alejarse de ciertas estéticas identitarias» del comunismo.
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