viernes, 7 de junio de 2013

La que se nos viene encima



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La que se nos viene encima
La Vanguardia | Francesc de Carreras“


El objetivo es analizar con criterios históricos, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, las consecuencias que ha tenido para el país la acción política, casi siempre de carácter represivo, del Estado español en relación con Catalunya (…) Los diversos ponentes analizarán las condiciones de opresión nacional que ha padecido el pueblo catalán a lo largo de estos siglos, las cuales no han impedido el pleno desarrollo político, social, cultural y económico”.

El Govern de la Generalitat prepara para el año próximo la conmemoración del famoso 11 de septiembre de 1714: se cumplirán 300 años de la caída de Barcelona tras el asedio de las tropas de Felipe V.
Esta última batalla puso fin a la llamada “guerra de sucesión” a la Corona de España que había comenzado en 1700 y que, más allá de sus repercusiones internas, fue un conflicto internacional en el que se dirimía el equilibrio entre las grandes potencias europeas al enfrentarse dos coaliciones encabezadas, respectivamente, por el imperio austriaco e Inglaterra y por Francia y España.
Los sucesivos tratados de Utrecht pondrían un definitivo final al conflicto estableciendo un nuevo reparto territorial.

Se suele olvidar que en esta guerra de sucesión la ciudad de Barcelona fue asediada militarmente cuatro veces: en 1704 y 1705 por las tropas anglo-austriacas y en 1706 y 1714 por las francoespañolas.
No hace falta añadir que en la composición de las tropas de asedio, así como entre los defensores de Barcelona, había militares de todos los orígenes, incluidos siempre en todos los bandos muchos catalanes.
Los ejércitos, como se sabe, estaban compuestos de mercenarios y los enfrentamientos eran entre monarquías, no entre pueblos: entonces sólo había súbditos, no ciudadanos.

El peligro de las conmemoraciones históricas es su manipulación política.
Lo más adecuado sería que la tarea se dejara a los historiadores, cuidando únicamente los poderes públicos que su patrocinio –es decir, las subvenciones– se limite a asegurar el rigor científico y la pluralidad de tendencias historiográficas.

En este aspecto, tanto la Generalitat como el Ayuntamiento de Barcelona no han comenzado muy bien: los comisarios nombrados por ambas instituciones para organizar la conmemoración son Miquel Calçada (Mikimoto) y Toni Soler (el director del programa Polònia, de TV3), conocidos sobre todo por hacer periodismo humorístico.
Quizás no lo hagan mal, probablemente el sentido del humor sea adecuado para este tipo de fastos históricos, pero es dudoso que resulten competentes y objetivos como historiadores.
Valentí Puig, en un artículo reciente, expresaba su temor a que la conmemoración se convirtiera “en un reality show posmoderno a cargo del contribuyente”, un temor que muchos compartimos.
Tampoco son un buen auspicio las celebraciones previas que tendrán lugar este año para calentar el ambiente. La primera creo que será la inauguración el 11 de septiembre del remodelado edificio del antiguo Mercat del Born, cuyas obras, ya empezadas para convertirse en Biblioteca Pública provincial –financiada por el Estado–, fueron súbitamente interrumpidas al descubrirse restos de cimientos de las casas derribadas bajo la administración de Felipe V para construir una ciudadela militar, hoy desaparecida y transformada en parque.
 Existiendo junto al Born un barrio de la misma época, todavía en pie y habitado, siempre me pareció absurda tal decisión desde el punto de vista del interés general, aunque sea coherente con las políticas de las autoridades nacionalistas dado el rédito victimista que pretenden sacar a estos restos sin importancia arqueológica. Mientras, la Biblioteca aún está por hacer: de seguir las obras ya se hubiera terminado hace más de diez años. La propaganda se ha antepuesto a la cultura. ¿Por qué la Conselleria de Cultura no se llama Conselleria de Propaganda?
Me ha llegado también el programa del simposio “Espanya contra Catalunya: una mirada històrica (1714-2014)”, dirigido por el profesor Jaume Sobrequés y organizado por el Centre d’Història Contemporània de Catalunya (del Departament de Presidència de la Generalitat) y la Societat Catalana d’Estudis Històrics (del Institut d’Estudis Catalans). Se celebrará en Barcelona los días 12, 13 y 14 de diciembre de este año.
Como ven, su mismo título, evocador de un combate de boxeo, ya pone de manifiesto su carácter netamente político, para nada científico. Espero, al menos, que para ser ecuánimes organicen otro simposio que lleve por título “Catalunya contra Espanya”.
 El título ya es revelador, pero una mirada a los objetivos y al contenido de los temas a tratar, acentúan todavía más su carácter de mera propaganda nacionalista catalana. En el programa se dice textualmente:
“El objetivo es analizar con criterios históricos, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, las consecuencias que ha tenido para el país la acción política, casi siempre de carácter represivo, del Estado español en relación con Catalunya (…) Los diversos ponentes analizarán las condiciones de opresión nacional que ha padecido el pueblo catalán a lo largo de estos siglos, las cuales no han impedido el pleno desarrollo político, social, cultural y económico”.
Este último inciso es muy curioso porque delata una contradicción de fondo: ¿cómo es posible que un pueblo tan oprimido, perseguido y expoliado, se convirtiera en uno de los más ricos, cultos y socialmente avanzados de España a fines del mismo siglo XVIII y así haya continuado hasta hoy? No dudo que este simposio, con un poco de sentido del humor, nos aclarará este paradójico enigma.
Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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