lunes, 30 de noviembre de 2015

A los catalanes

La propuesta que hace Junts pel Sí, esa extraña coalición unida solo por el rechazo a España, puede ser el comienzo de la verdadera “vía muerta” para Cataluña. Rompiendo la legalidad, nadie que tenga la obligación de cumplir la ley va a negociar nada
El PP anuncia una reforma para que el Constitucional sancione a Mas
In English: To the Catalans
Carta de Felipe González a los catalanes
EVA VÁZQUEZ
Hace casi dos décadas que salí de la presidencia del Gobierno de España. No tengo responsabilidades institucionales ni de partido. He recuperado la sencilla condición de ciudadano, aunque en todo momento comprometido con nuestro destino común. Por ese compromiso con España, espacio público que compartimos durante siglos, me dirijo a los ciudadanos de Cataluña para que no se dejen arrastrar a una aventura ilegal e irresponsable que pone en peligro la convivencia entre los catalanes y entre estos y los demás españoles.
Siempre he sentido gratitud por vuestro apoyo permanente y mayoritario para la tarea de gobierno. Siempre, incluso cuando este apoyo era declinante en el resto de España. Y gracias a esta sintonía he podido representaros con orgullo, como a todos los españoles, en Europa, en América Latina y en el mundo. Con vuestra confianza hemos progresado juntos, durante muchos años, superando la pesada herencia de la dictadura, consolidando las libertades, sentando las bases de la sociedad del bienestar y reconociendo, como nunca antes en la historia, la identidad de Cataluña y su derecho al autogobierno.
He creído y creo que estamos mucho mejor juntos que enfrentados: reconociendo la diversidad como una riqueza compartida y no como un motivo de fractura entre nosotros. Para mí, España dejaría de serlo sin Cataluña, y Cataluña tampoco sería lo que es separada y aislada.
La idea de “desconectar” de España, como propone Artur Mas, en un extraño y disparatado frente de rechazo y ruptura de la legalidad, tendría unas consecuencias que deben conocer todos:

He creído y creo que estamos mucho mejor juntos que enfrentados
— Desconectarían de una parte sustancial de la sociedad catalana, fracturándola dramáticamente. Ya se siente esa fractura en la convivencia, y se empiezan a oír voces de rechazo a los que no tienen “pedigrí” catalán. Esos ciudadanos catalanes se sienten hoy agobiados porque se está limitando su libertad para expresar su repudio a esta aventura, porque le niegan o coartan su identidad —catalana y española— que viven como una riqueza propia y no como una contradicción.

— Desconectarían del resto de España, rompiendo la Constitución, y por ello el Estatuto que garantiza el autogobierno, y la convivencia secular en este espacio público que compartimos. En el límite de la locura, empiezan a ofrecer ciudadanía catalana a los aragoneses, valencianos, baleares y franceses del sur. Hemos pasado épocas de represión de las diferencias, de los sentimientos de pertenencia, de la lengua, pero desde hace casi cuatro décadas, con la vuelta de Tarradellas, entramos en una nueva etapa de reconocimiento de la diversidad y de construcción del autogobierno más completo jamás habido en Cataluña.

— Desconectarían de Europa, aislando a Cataluña en una aventura sin propósito ni ventaja para nadie. ¿Imaginan un Consejo Europeo de 150 o 200 miembros en la ya difícil gobernanza de la Unión? Porque ese sería el resultado de la descomposición de la estructura de los 28 Estados nación que conforman la UE. ¿Imaginan al Estado francés cediendo parte de su territorio para satisfacer este nuevo irredentismo? Nadie serio se prestará a ello en Europa y, menos que nadie, España, que tanto luchó por incorporarse y participar en la construcción europea, tal como es, con su diversidad y, por cierto, con el máximo apoyo de Cataluña.

— Desconectarían de la dimensión iberoamericana (que tanto valor y trascendencia tiene para todos) y especialmente de Cataluña porque este vínculo se hace a través de España como Estado nación y de la lengua que compartimos con 500 millones de personas —el castellano—, como saben muy bien los mayores editores en esta lengua, que están en Barcelona.

El desgarro en la convivencia que provoca la aventura de Mas afectará a nuestro futuro
Naturalmente afirman lo contrario: “Solo queremos desconectar de España”. ¿De qué España? ¿La que excluye también Aragón, Valencia y Baleares? Los responsables de la propuesta saben que lo que les estoy diciendo es la verdad, si se cumpliera ese “des-propósito”. En realidad tratan de llevaros, ciudadanos de Cataluña, a la verdadera “vía muerta” de la que habla Mas, en un extraño “acto fallido”.

Vivimos en la sociedad más conectada de la historia. La revolución tecnológica significa “conexión”, “interconexión”, todo lo contrario a “desconexión”. Cada día es mayor la interdependencia entre todos nosotros: españoles de todas las identidades, europeos de la Unión entre 28 Estados nación, latinoamericanos de más de 20 países, por no hablar de nuestros vecinos del sur o del resto del mundo. Pregunten a sus empresas, las que crean riqueza y empleo por esta desconexión.

La propuesta que hace esa extraña coalición unida solo por el rechazo a España, sea cual sea el resultado de la falseada contienda electoral, puede ser el comienzo de la verdadera “vía muerta”. ¿Cómo es posible que se quiera llevar al pueblo catalán al aislamiento, a una especie de Albania del siglo XXI? El señor Mas engaña a los independentistas y a los que han creído que el derecho a decidir sobre el espacio público que compartimos como Estado nación se puede fraccionar arbitraria e ilegalmente, o que ese es el camino para negociar con más fuerza. Comete el mismo error que Tsipras en Grecia, pero fuera de la ley y con resultados más graves.

¿Qué pasó cuando se propuso a los griegos una consulta para rechazar la oferta de la Unión Europea y “negociar con más fuerza”? Después de que más del 60% de los griegos lo creyeran, Tsipras aceptó condiciones mucho peores que las que habían rechazado en referéndum, con el argumento, que sabían de antemano, de que no tenían otra salida. ¿Sabían que no había otra salida y engañaron a los ciudadanos?

¿Cómo es posible que se quiera convertir a Cataluña en una especie de Albania del siglo XXI?
Pueden creerme. No conseguirán, rompiendo la legalidad, sentar a una mesa de negociación a nadie que tenga el deber de respetarla y hacerla cumplir. Ningún responsable puede permitir una política de hechos consumados, y menos rompiendo la legalidad, porque invitaría a otros a aventuras en sentido contrario. Todos arriesgaríamos lo ya conseguido y la posibilidad de avanzar con diálogo y reformas.

Eso es lo que necesitamos: reformas pactadas que garanticen los hechos diferenciales sin romper ni la igualdad básica de la ciudadanía ni la soberanía de todos para decidir nuestro futuro común. No necesitamos más liquidacionistas en nuestra historia que propongan romper la convivencia y las reglas de juego con planteamientos falsamente democráticos.

Si la reforma de la ley electoral catalana no ha podido aprobarse porque no se da la mayoría cualificada prevista en el Estatuto, ¿cómo se puede plantear en serio la liquidación del mismo Estatuto y de la Constitución en que se legitima, si se obtiene un diputado más en esa lista única de rechazo? ¿Cómo el presidente de la Generalitat va en el cuarto puesto, como si necesitara una guardia pretoriana para violentar la ley?

Es lo más parecido a la aventura alemana o italiana de los años treinta del siglo pasado. Pero nos cuesta expresarlo así por respeto a la tradición de convivencia de Cataluña. El señor Mas sabe que, desde el momento mismo que incumple su obligación como presidente de la Generalitat y como primer representante del Estado en Cataluña, está violando su promesa de cumplir y hacer cumplir LA LEY. Se coloca fuera de la legalidad, renuncia a representar a todos los catalanes y pierde la legitimidad democrática en el ejercicio de sus funciones.

No estoy de acuerdo con el inmovilismo del Gobierno de la nación, cerrado al diálogo y a la reforma, ni con los recursos innecesarios ante el Tribunal Constitucional. Pero esta convicción, que estrecha el margen de maniobra de los que desearíamos avanzar por la vía del entendimiento, no me puede llevar a una posición de equidistancia entre los que se atienen a la ley y los que tratan de romperla.


No creo que España se vaya a romper, porque sé que eso no va a ocurrir, sea cual sea el resultado electoral. Creo que el desgarro en la convivencia que provoca esta aventura afectará a nuestro futuro y al de nuestros hijos y trato de contribuir a evitarlo. Sé que en el enfrentamiento perderemos todos. En el entendimiento podemos seguir avanzando y resolviendo nuestros problemas.

Las armas de Rajoy para intentar detener la secesión de Cataluña.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el de la Generalitat, Artur Mas, reciben a los asistentes a la cumbre euromediterránea que se celebra en el Palacio de Pedralbes de Barcelona (RAFA GARRIDO / ACN)
 Junts pel Sí y la CUP pactan en el Parlament iniciar el proceso de independencia de Cataluña.
Rajoy anuncia "mecanismos políticos y jurídicos" contra la propuesta de JxSí y la CUP.
Solo 24 horas después de que quedase constituido el Parlament Catalán, las formaciones independentistas Junts pel Sí y la CUP han registrado este martes en el parlamento autonómico una propuesta de resolución conjunta para que el pleno de la cámara apruebe el "inicio del proceso" independentista hacia una "república catalana".
"No va a surtir efecto alguno", ha dicho el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al tiempo que ha advertido que "el Estado no va a renunciar al uso de todos los mecanismos políticos y jurídicos en defensa de la sobreranía del pueblo español".
¿Cuáles son esos mecanismos a los que alude Rajoy?
 En primer lugar el Gobierno esperará a que sean los grupos no independentistas del Parlament los que frenen la resolución. Para ello, el grupo popular pesentará un recurso de reconsideración en la Mesa del Parlament.
La idea es agotar todos los pasos reglamentarios antes de tomar una medida contundente, pero la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ha solicitado ya un informe a los Servicios Jurídicos del Estado para estudiar todas las vías de recurso posibles.
¿Y si el Parlament sigue con el proceso?
 Hace dos meses, en previsión de una posible secesión, el Gobierno propuso una reforma urgente del Tribunal Constitucional.
La iniciativa, registrada por el procedimiento de urgencia para que pueda ser aprobada en lo que queda de legislatura, persigue que el TC pueda sancionar a las autoridades o personas que incumplan sus resoluciones, e incluye la posibilidad de suspenderlos en sus funciones, además de imponerles multas de entre 3.000 y los 30.000 euros.
La proposición pretende modificar los artículos 83, 87, 92 y 95 de la ley orgánica del Tribunal Constitucional, al que dota de instrumentos para que pueda garantizar el incumplimiento de sus sentencias.
El Constitucional ya suspendió cautelarmente algunos artículos de la ley catalana que establece la creación de las estructuras de Estado.
El artículo 155 de la Constitución, el argumento final.
El presidente del Gobierno ya ha apelado en diversas ocasiones a las "garantías constitucionales" para evitar que se materialice un proceso de independencia en Cataluña.
El artículo 155 de la Constitución permite, tras pasar por el Senado, intervenir las competencias y atribuciones de una Comunidad Autónoma, pudiendo implicar incluso una suspensión de la autonomía.
 El Gobierno tiene previsto los trámites necesarios para solventar el problema de que el Senado esté disuelto por la convocatoria de elecciones.

En este caso sería la Diputación Permanente la que tendría las competencias necesarias para llevar a cabo el proceso de aplicación del artículo 155, una norma que nunca ha sido aplicada hasta el momento  en el Estado Español. 

Adiós, Artur Mas

Al asumir el plan antisistema, el responsable político del 3% se suicida
EL PAÍS 29 OCT 2015 - 00:00 CET
Por más que la reacción del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a la resolución rupturista-independentista de dos grupos parlamentarios catalanes haya sido tardía; por más que su contribución al encauzamiento de la cuestión catalana desde el Estatut de 2006 haya sido insuficiente; por más que su catálogo de propuestas y actitudes para engarzar algún tipo de diálogo sea pobre... Por más que suceda todo eso y mucho más, nada es comparable ni simétrico al intento de golpe insurreccional (aún en ciernes) contra el Estatuto y la Constitución que están protagonizando Artur Mas y sus socios.
Con la firma de la propuesta de resolución parlamentaria pactada con la formación de raigambre abertzale CUP, que la inspiró hasta el último detalle, el líder de Convergència ha firmado el último acta de la destrucción de su partido como protagonista del catalanismo moderado.
Mas sabe que esa propuesta es abiertamente subversiva, porque atenta contra la regulación de la reforma del Estatuto y contra la integridad territorial que solemniza la Constitución.
Sabe que es ilegítima porque el mandato que Junts pel Si recibió de las urnas daría para defender sus posiciones desde el ordenamiento, pero nunca para imponerlas desde la quiebra de la legalidad.
Conoce que el plazo de 30 días para promulgar las primeras leyes insurreccionales es prácticamente imposible porque habrá transcurrido sin president ni Gobierno en plaza.
Y es consciente de que jamás Europa ni el mundo tomarán en serio una proclama que reniega del orden, incita a la desobediencia a la ley y a los tribunales y ni siquiera pretende pactar con España y el conjunto de la UE, sino dar por buenos los hechos consumados contra más de la mitad de su ciudadanía.
Al asumir tamaños dislates, Mas se ha convertido en sirviente de los antisistema y no en la fragua del business friendly que prometió; en un factor de caos, y no de orden; en coartada de los admiradores de Kropotkin y Durruti, y no en representante de la burguesía moderada; en creador de incertidumbre, y no de expectativas racionales de mejora.
Se ha suicidado políticamente, aunque alguien pueda aún prestarle una prolongación... a título de coma irreversible. Y quizá así quede todo más claro, porque la capacidad de pacto es función de la credibilidad, no de la apariencia física convencional. En su deslealtad con los catalanes y con los españoles, Mas, como representante ordinario del Estado en su territorio, ha hundido los restos que de aquella pudiese conservar sin acreditar la virtualidad de esta.

Como jefe de la renqueante Convergència es también, según se afianzan los indicios judiciales, el primer responsable político del 3%; del caso Palau; del partido de la corrupción catalana, que para nada desmerece la de los casos Gürtel y otros similares. Puede emplearse a fondo en escapismos jurídicos, pero ya nadie en Cataluña, ni siquiera quienes aún lo defienden, duda de su responsabilidad política, por acción, omisión o ambas, en los casos de corrupción. El heredero de Jordi Pujol hereda también la jefatura de los inmorales locales y no debería tardar en seguir su mismo destino político. Ni siquiera los suyos anhelan de verdad su compañía.

Respondiendo al desafío.

José María Carrascal
La serenidad es más necesaria que nunca, así como la firmeza
A primeras horas de la tarde del 14 de abril de 1931 -justo cuando en España se proclamaba la Segunda República- Francesc Macià salía al balcón del Palau de la Generalitat en Barcelona para proclamar «la República Catalana y el Estado Catalán dentro del Estado Federal Español».
A primeras horas de la mañana de ayer, 27 de octubre de 2015, Junts pel Sí y la CUP presentaban en el Parlament un proyecto de resolución para «iniciar el proceso de ruptura con España y la creación de un Estado catalán, con forma de república».
No contentos con ello, advertían que no se supeditarían a los dictados de ninguna de las instituciones del Estado español, especialmente el Tribunal Constitucional, que consideran «deslegitimado».
Todo ello tras un «¡Viva la República catalana!».
Si el desafío de 1931 pudo ser detenido con toda clase de promesas, entre ellas la de un estatuto que obtuvieron, pero no se impidió que el 6 de octubre de 1934 se anunciase desde el mismo balcón la independencia, obligando al Gobierno de la República a declarar el «Estado de guerra» y a emplazar un cañón frente al Palacio de la Generalitat, el de ayer va a responderse con «todos los instrumentos jurídicos y legales que ofrecen la Constitución y la ley», según el presidente del Gobierno, que no dejó dudas sobre su determinación de contestar a esta «provocación», su palabra, con toda contundencia.
¿Cuáles son esos instrumentos?
Pues imponer la legalidad sobre la ilegalidad, ya que el Parlament catalán no tiene potestad sobre el Parlamento español, hacer obedecer las sentencias del Tribunal Constitucional -ahora se ve la oportunidad de haberle dado poderes coercitivos para ello- y, si es preciso, suspender de funciones a cuantos traten de saltarse las leyes a la torera, aunque no sean taurófilos.
Estamos en el último acto del ya demasiado largo «problema catalán», y esperemos que se cumpla la profecía de Marx «la historia se repite, primero como tragedia, luego como comedia».
Claro que esos que intentan ponerse la ley por montera temen no sólo por su cargo, sino también por su hacienda, y van a hacer lo posible y lo imposible para que no se cumpla.
Que su desafío haya coincidido con el registro de innumerables despachos de personas unidas íntimamente al movimiento independentista tiene, como dicen, mucho que ver con ello.
Pero no por haber sido fomentado por el Gobierno español, sino por la denuncia de una concejal de ER en Torredembarra, Monserrat Guscal, y llevado por un juez de Vendrell, Josep Bosch.
Un Estado catalán les libraría a todos ellos de haberse llevado el dinero público a mantas, de lo que no hablan para nada, siendo tal vez lo más importante.
La serenidad es más necesaria que nunca, así como la firmeza, tanto para defender lo que es de todos como para unir fuerzas contra los que intentan desunirnos. Cataluña no son sólo los separatistas. Son millones de catalanes acallados durante décadas a quienes intentan secuestrar. Digna de notar es la actitud de Pedro Sánchez de respaldar a Rajoy. Parece haberse olvidado de que pactaría con todos menos con Bildu y el PP. Pero más vale tarde que nunca.

sábado, 28 de noviembre de 2015

20.000 MILLONES DE EUROS GASTADOS EN LA AVENTURA SECESIONISTA CATALANA

Luis María ANSON
El diario ABC ha publicado un informe que eleva a cerca de 4.000 millones de euros la cantidad despilfarrada directamente por Arturo Mas en su obsesión secesionista. Algunas cifras resultan especialmente escandalosas.
El principal aparato de propaganda soberanista -es decir, la televisión y la radio públicas de Cataluña- ha supuesto unas pérdidas de 1.736 millones de euros sufragados por la Generalidad.
Arturo Mas ha dedicado además 389 millones a premiar a medios de comunicación privados que defienden el independentismo. Los procesos electorales, las subvenciones culturales y deportivas, las demenciales embajadas, la colocación incesante de parientes, amiguetes y paniaguados afines en organismos públicos han consumido el resto del dinero derrochado por el presidente marioneta de Oriol Junqueras al servicio de la aventura secesionista.
Estudios de máxima solvencia publicados en El Imparcial elevan a 20.000 millones de euros lo que en los últimos doce años ha derrochado la Generalidad directa e indirectamente en la causa de la independencia, es decir la tercera parte de la actual deuda catalana. Un porcentaje no desdeñable del despilfarro económico secesionista ha sido sufragado, para mayor inri, por las subvenciones del Estado a la Generalidad.
A contrarrestar la desmesurada campaña soberanista ni el Gobierno de Zapatero ni el de Rajoy han dedicado un solo euro. La pasividad, la ligereza, la lenidad han presidido la acción no solo del líder socialista, sino también del popular. Y así nos luce el pelo. El error, el inmenso error político e histórico nos ha sumido en la actual situación. La gran política consiste en prevenir, no en curar. Por no haber previsto a tiempo lo que podía ocurrir hay que aplicar ahora una terapia que puede producir reacciones de consecuencias incalculables.


jueves, 26 de noviembre de 2015

NO TIENEN AUTORIDAD MORAL PARA CAMBIAR LA LEY AQUELLOS QUE QUIEREN QUEBRANTARLA

Luis María ANSON
Josep Antoni Duran Lleida siempre ha sido el equilibrio, la moderación, el seny, el espíritu de conciliación, el respeto a los demás, el sentido de la realidad. Es además el mejor orador entre los parlamentarios españoles. Catalanista hasta la médula quebró su relación con Arturo Mas por las veleidades del presidente de la Generalidad, político de cortos alcances y larga, larguísima ambición. Duran Lleida contempla atónito el espectáculo del líder de Convergencia, genuflexo ante el rebenque de la CUP. Dispuesto a humillarse hasta la náusea por un puñado de votos, Arturo Mas está haciendo cuantas concesiones le exigen los antisistema, aparte de que las malas lenguas aseguran que pagará esos votos con prebendas políticas y quizá con algo más.
Duran Lleida ha declarado sobre Arturo Mas y sus soberanistas: “No tienen autoridad moral para cambiar la ley aquellos que quieren quebrantarla”. Y aseguró que asumirá “un plus de responsabilidad personal” porque, como la inmensa mayoría de los catalanes, el líder de UDC siempre ha defendido que se puede ser catalanista sin ser independentista.
Asombra a muchos que Mariano Rajoy no haya llamado a Moncloa a Duran Lleida y que el entorno del presidente del Gobierno no se dé cuenta de que el líder de UDC merece todos los apoyos porque representa la seriedad y la responsabilidad en la política catalana..

 Artur Mas ha gastado 3.609 millones en su causa identitaria en cinco años
Ni la crisis ni la asfixia financiera denunciada por el propio Artur Mas se han reflejado apenas en la partida destinada a sufragar su proceso
MARÍA JESÚS CAÑIZARESBarcelona - 26/11
Hace cinco años que el Gobierno catalán está hipotecado con la finalidad de lograr recursos que financien un hipotético Estado propio catalán. Cuando Artur Mas asumió la presidencia de la Generalitat a finales de 2010, encontró unas arcas públicas diezmadas por la crisis económica y la errática gestión del Gobierno tripartito. El soberanista añadiría una tercera causa, la supuesta asfixia del Estado, que le permitiría armar su argumentario secesionista.
Las políticas sociales fueron las grandes damnificadas de los recortes aplicados por CiU. Sin embargo, la evolución de las partidas destinadas a sufragar esa gran cortina de humo que supone el proceso secesionista apenas se han alterado durante estos años. Más de 3.609 millones de euros ha destinado el líder convergente a su causa identitaria:

El control mediático, arma de propaganda
«TV3 no se toca». Esta frase, atribuida al consejero de Presidencia de la Generalitat, Francesc Homs, ya es legendaria. La televisión pública más cara de España se ha puesto al servicio del proyecto independentista y ha permanecido inmune a los recortes. Mantener la sobredimensionada televisión catalana, así como Catalunya Ràdio, ha obligado a la Generalitat a hacer malabarismos presupuestarios destinados a enjuagar su deuda y proteger este instrumento de propaganda.
Un total de 1.736 millones de euros se han destinado en los últimos cinco años a los medios públicos catalanes, mientras que otros 389 millones se han invertido en afianzar medios privados –prensa, radio, televisiones...– afines a las tesis soberanistas, con el requisito, por supuesto, de utilizar el idioma catalán.
Las retransmisiones efectuadas en directo por la televisión pública de las movilizaciones separatistas celebradas en la Diada, así como la producción de reportajes donde se hace proselitismo soberanista, han generado enorme polémica.

Diplomacia alrededor del mundo
La diplomacia como estructura de estado de la futura república catalana. Así concibe Artur Mas su acción exterior, a la que ha dedicado un total de 148,8 millones de euros desde 2010. La red de oficinas y «embajadas» no ha parado de crecer, mientras que el presidente catalán ha intensificado sus contactos internacionales en busca de complicidades, con escaso éxito.
La estructura diplomática es mastodóntica. Cataluña tiene «embajadas» de dudosa utilidad –poco se sabe del quehacer diario de sus delegados– en la Unión Europea, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Austria e Italia, éstas dos últimas de reciente creación. Todas ellas están situadas en barrios exclusivos, como demuestra el hecho de que la Generalitat llegara a pagar 832.260 euros por el alquiler de su delegación en Bruselas.
Asimismo, hay que añadir 34 oficinas de Acció (promoción económica), cuatro oficinas del Instituto Ramon Llull, cuatro representantes de la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo, once oficinas de la Agencia Catalana de Turismo, tres oficinas del Instituto Catalán de Empresas Culturales y 130 «casales» catalanes repartidos por todo el mundo y que reciben generosas subvenciones de la Generalitat. Un total de 88,2 millones de euros ha gastado Mas en esa proyección exterior, que incluye la creación de un organismo dedicado en exclusiva a esa labor, Diplocat, y el contrato de asesores británicos para internacionalizar el proceso independentista. Otros 60,6 millones se han dedicado a la cooperación y a subvencionar proyectos en países muy recónditos. Destacan las ayudas con destino a Guayaquil, Kansai o Rosario.

Producción cultural pancatalanista
La Generalitat se ha convertido en una gran mecenas de las producciones culturales... siempre y cuando éstas contribuyan a favorecer la «identidad nacional» y la internacionalización de las producciones catalanas. Un total de 1.072 millones de euros se han dedicado a ello, lo que incluye la subvención del doblaje de películas al catalán, así como el fomento del asociacionismo y del «pancatalanismo», esto es, el gasto en entidades situadas fuera del territorio catalán y que, según el ideario independentista, forman parte de los «países catalanes»: Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares y sur de Francia. Si se tiene en cuenta que en esas comunidades autónomas gobernó durante años el PP, puede comprenderse la carga política que tenía esa financiación.
Entre los beneficiados a dedo, es decir, sin concurso público, destacan Òmnium Cultural y la Asociación de Municipios por la Independencia –cuyos expresidentes Muriel Casals y Josep Maria Vila d’Abadal, respectivamente, formaron parte de la candidatura de Artur Mas, Junts pel Sí–, la Red de Entidades Cívicas y Culturales de los Países Catalanes o la Asociación de Amigos de la Bressola.

Los fastos del Tricentenario
Mención aparte, en lo que respecta al gasto identitario, merecen los fastos celebrados el año pasado con motivo del tricentenario de la guerra de sucesión de 1714. La fecha es un referente del soberanismo catalán, pues aseguran que fue el año en que Cataluña perdió sus libertades. Más de 86 millones costó esa conmemoración, aunque el grueso de la cifra corresponde a la construcción del Born Centre Cultural, santuario secesionista.
La Generalitat organizó en 2014 el polémico simposio «España contra Cataluña», criticado por la comunidad académica catalana por su sesgo ideológico. El nombre del acto lo dice todo. Idear y planificarlos actos del Tricentenario le costó al Gobierno autonómico más de un millón de euros, los pagados a la empresa Magmacultura para que creara una oficina técnica sobre este evento. Igualmente costosa fue la realización de audiovisuales e inserciones publicitarias encargada a las empresas Karavan Productions Films, SL (72.539 euros), Carat España, SAU (233.772 euros) y Media Planning Group, SA (dos contratos de 3,6 millones y 460.000 euros).

Una sociedad plural, pero una sola lengua
Aplicar el monolingüismo en una sociedad donde se utiliza por igual el catalán y el castellano, le ha costado a Artur Mas un total de 189,5 millones de euros durante estos cinco años de mandato. La promoción de la lengua catalana tiene muchos ámbitos, incluidos los que traspasan las fronteras autonómicos. Organizar cursos de catalán para la población adulta y el alumnado extranjero, el aprendizaje on line o el apoyo a la enseñanza y la proyección exterior de la lengua catalana forman parte de esa generosa partidas de dinero públicos.
Este año, la partida destinada a promocionar el uso del catalán dentro y fuera de Cataluña a través de cursos y diversas acciones, ha aumentado en 1,6 millones pasando de los 33,1 millones de 2014 a 34,7 millones, pero se da la circunstancia de que la demanda de esas actividades ha caído. En el caso de los cursos para adultos, a alumnos nacidos en el extranjero o a inscritos en cursos on line o a la obtención de acreditaciones de catalán, se ha pasado de 268.500 alumnos en 2014 a 143.500 alumnos en 2015, 125.000 alumnos menos. La partida presupuestaria dedicada a lengua catalana también incluye el apoyo a industrias culturales en catalán (ciclo y muestras de cine, festivales de música o video juegos).

La politización del deporte
Que la gestión del deporte dependa de la Consejería de Presidencia da idea del objetivo político de este departamento, que en cinco años, ha supuesto un gasto de 426,1 millones de euros. El deporte como fuente de salud o motor económico no es el enfoque principal de estas subvenciones, sino la proyección de la imagen de Cataluña en el mundo que proporciona este tipo de actividad. La Plataforma ProSelecciones, dedicada a lograr que las selecciones deportivas sean reconocidas internacionalmente, es una de las entidades protegidas por Artur Mas. El presidente de la Federación Catalana de Korfbal, Francesc Serra, admitió en una comparecencia parlamentaria que esta entidad «nació del interés político del país» y que «por eso recibimos subvenciones, si no no existiríamos». Korfbal es una de las 21 selecciones catalanas reconocidas internacionalmente, la mayoría de las cuales corresponde a disciplinas desconocidas o minoritarias, como fistball, tamborí o twirling.

Una consulta y dos adelantos electorales
Un total de 36,2 millones ha dedicado la Generalitat a los procesos electorales y la participación ciudadana. Conocida es la afición de Artur Mas a convocar elecciones anticipadas. Ocurrió en 2012, después de que el Gobierno de España se negara a negociar un pacto fiscal en plena crisis económica, y en 2015, para satisfacer a sus socios independentistas. No se descarta un tercer adelanto para marzo de 2016 si no prosperan los acuerdos de investidura entre Junts pel Sí y la CUP.
 Pero entre esas dos fechas se produjo el simulacro de consulta secesionista del 9 de noviembre de 2014, suspendida por el Tribunal Constitucional y que ahora es investigada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, lo que supuso un gasto de nueve millones de euros. Incluso se llegó a prever una ampliación de gasto a 20 millones de euros.

martes, 24 de noviembre de 2015

viernes, 20 de noviembre de 2015

Las dos muertes de Francisco Franco

El fallecimiento del dictador abrió paso a la democracia en España, que ahora cumple cuatro décadas
La sepultura de Franco, al pie del altar mayor del Valle de los Caídos.
FERNANDO ÓNEGA, Madrid 20/11/2015

Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España por la Gracia de Dios, según decían las monedas, Generalísimo de los Ejércitos, jefe del Estado español durante cuarenta años, tuvo su primera muerte, la política, el 27 de septiembre de 1975.
Ese día, al alba, como cantó Luis Eduardo Aute, fueron fusilados los luchadores antifranquistas José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz, Juan Paredes Manot y Ángel Otaegui.
Los tres primeros, militantes del FRAP.
Los dos segundos, de ETA político-militar.
A otros seis condenados a morir por tribunales militares constituidos en consejos de guerra se les conmutó la pena capital.
Cuarenta años después, el periodista Carlos Fonseca logró recuperar las cartas de los ajusticiados a sus familias.
Una de ellas comenzaba así: “Papá, mamá: me ejecutarán mañana de mañana. Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero, pero la vida sigue…”
Aquel amanecer, algunos periodistas, entre ellos Miguel Ángel Aguilar, intentaron acercarse a uno de los escenarios de las ejecuciones, Hoyo de Manzanares, provincia de Madrid, pero sólo pudieron oír las descargas.
El cura de Hoyo contaría después que los piquetes estaban formados por policías y guardias civiles.
Otros guardias, bastantes borrachos, llegaron en autobuses para jalear las ejecuciones. Como uno de los fusilados todavía respiraba al darle la extremaunción, un teniente lo remató con un tiro de gracia.
Aquel día de la ignominia Francisco Franco Bahamonde murió por primera vez a los ojos y a los sentimientos del mundo, sin escuchar las peticiones de clemencia del papa Pablo VI, las protestas de los colegios de abogados, la huelga general del País Vasco y los paros en el resto de la nación
Si Franco había sido un dictador, ahora era un dictador cruel que, además, no escuchó las peticiones de clemencia. 
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Era el último capítulo del “César visionario” que Francisco Umbral había descrito así: “En un Burgos salmantino de tedio y plateresco, en una Salamanca burgalesa de plata fría, Francisco Franco Bahamonde, dictador de mesa camilla, merienda chocolate y firma sentencias de muerte”.
Después, el primer ministro sueco Olof Palme salió a las calles a pedir con una hucha ayuda económica para las familias de las víctimas, imagen que fue ridiculizada por la prensa español de la época.
El presidente mexicano Echeverría pidió la expulsión de España de las Naciones Unidas.
Hay una iniciativa de la OTAN que invita a sus miembros a rechazar cualquier aproximación a España.
Varios países occidentales retiraron o llamaron a sus embajadores.
La Comunidad Económica Europea suspendió sus negociaciones con España.
La Confederación Europea de Sindicatos Libres convocó manifestaciones.
La embajada de España en Lisboa fue incendiada y muchas otras fueron atacadas por manifestantes.
Sólo Estados Unidos acudió a su vieja fórmula diplomática del “asunto interno español”.
Salvo esa tibia excepción, el franquismo se enfrentaba otra vez a la soledad internacional.
Franco y sus equipos percibieron esa muerte política.
Según el historiador Pau Casanellas, “la dictadura, lejos de liberalizarse, se cerró en sus últimos compases sobre sí misma”. Por eso intentó una resurrección provisional convocando a los fieles a la plaza de Oriente, escenario de viejas aclamaciones. Hubo mucha gente, según la versión del diario ABC del 2 de octubre de 1975: “Masiva adhesión a Franco. Los manifestantes repudiaron el terrorismo y la campaña antiespañola”.
Pero fue una resurrección efímera.
El estado de salud del Caudillo ya había lanzado sus primeros avisos de merodeo de la Parca.
La foto del viejo Franco en el balcón del palacio de Oriente saludando con las manos entrelazadas al gentío que le aclamaba fue reproducida posteriormente con un sentimental “Adiós, España”.
(La crónica abre aquí un paréntesis para dejar constancia de que posiblemente fue en esas fechas cuando Juan Carlos de Borbón y Borbón, todavía Príncipe de España, empezó a despertase sobresaltado por las noches.
Le asaltaba una pesadilla que, según confesó años después a este cronista, le quitaba el sueño. Esa pesadilla era que, como iba a tener los mismos poderes que Franco, un día le pasaban a la firma una sentencia de pena de muerte.
“No la hubiera firmado nunca, pero la simple posibilidad era terrorífica”.
Sufrió esa pesadilla hasta el mismo día en que los redactores de la Constitución abolieron la pena capital).

El “adiós, España” se venía redactando desde hacía varios años.
Sobre todo desde el comienzo de la década de los setenta, en que Franco empezó a mostrar signos evidentes de decadencia y debilidad física. Lo que ocurres es que quienes le veían eran sus fieles y consideraban una herejía contarlo.
Tuvo que venir en el año 1971 el general americano Vernon A. Walters, alto mando de la CIA y, después de entrevistarse con él, confesó que había encontrado al jefe del Estado español “viejo y débil” y con grandes temblores en su mano izquierda.
La oposición política española, que se trataba de organizar para el futuro, no tenía conciencia de ese deterioro.
La empezó a tener a partir del episodio de la tromboflebitis de 1974, según se desprende del testimonio del socialista José Federico de Carvajal: “A finales de aquel año estábamos plenamente convencidos de que el régimen instaurado por las armas en 1939 estaba llegando a su fin”.

Esa intuición de un final próximo del régimen y de su titular activó los movimientos de la llamada “oposición democrática”.
Nadie en sus cabales pensaba en derrocarlo, pero todo el mundo empezó a tomar posiciones. Se movió la Iglesia, y muchos templos comenzaron a ser lugares de cobijo y reunión de los demócratas.
Políticos de los primeros gobiernos de la democracia, como Narcís Serra, salieron de esos colectivos de cristianos de base o cristianos por el socialismo. Se movió la universidad, agitada desde la década a los sesenta.
Se movió el mundo laboral con el florecimiento singular de las Comisiones Obreras, que se tuvo que enfrentar a juicios como el “Proceso 1001”.
Se movieron las organizaciones todavía clandestinas, como la Junta Democrática, la Plataforma de Convergencia Democrática, la “Platajunta”, la Asamblea de Catalunya o el Reagrupament Sicialista i Democratic de Catalunya.
Se movieron los partidos de nombres tradicionales, con especial vitalidad de los demócratas cristianos.
Apareció en escena Felipe González y su refundación del PSOE.
Inició sus actividades la UMD (Unión Militar democrática, cuyos miembros estaban en la cárcel cuando Franco muere.
Hubo una auténtica floración de siglas de izquierda radical, dividida entre maoístas prochinos, comunistas, eurocomunistas y un sinfín de subdivisiones.
Aparecieron organizaciones como la ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores) o el MCE (Movimiento Comunista de España).
En la obra de Fernando Jáuregui y Pedro Vega “Crónica del antifranquismo” aparecen un total de 104 siglas. La mayoría de ellas no sólo no pasaron nunca por el Registro de Asociaciones Políticas. Sus promotores y activistas pasaron, en cambio, por el Tribunal de Orden Público y por los calabozos de la dirección general de Seguridad.
Las estructuras del régimen también trataron de acomodarse al futuro que abriría tarde o temprano la desaparición de su fundador.
La revista SP había lanzado la arriesgada pregunta, descarada por la época “Después de Franco, “que?” y se respondió con generalidades como “Después de Franco, las instituciones”.
Se trató de crear un mecanismo institucional llamado “asociaciones políticas” que nunca llegaron a funcionar porque las adictas al sistema no tenían credibilidad y las no adictas no tenían el menor interés en ser incluidas en el mecano del franquismo. Fenecieron antes de nacer.

“Españoles, Franco ha muerto”.
El entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, compungido, compareció en televisión el 20 de noviembre de 1975 para comunicar la muerte del dictador y leer su testamento político antes de proferir con voz quebrada un ¡Viva España!
“Españoles, Franco ha muerto”. El entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, compungido, compareció en televisión el 20 de noviembre de 1975 para comunicar la muerte del dictador y leer su testamento político antes de proferir con voz quebrada un ¡Viva España! (EFE)
Así se llega políticamente a la recta final; a la gran agonía de Francisco Franco.

Primer síntoma, el 12 de octubre.
Después de los actos del día de la Raza, primeros síntomas de gripe o algo parecido.
Cinco días después, el último Consejo de Ministros que presidió.
Su debilidad le impide estar más de veinte minutos.
Ya es la enfermedad final.
Es atendido en El Pardo por “el equipo médico habitual”.
Se le hace una intervención quirúrgica, mientras los médicos informan en su partes de su gravedad.
El príncipe Juan Carlos se hace cargo por segunda vez de la jefatura del Estado.
No quería, sólo quería ser jefe de estado efectivo, pero se impone el sentido del deber. Así lo dice al Consejo de Ministros que preside el 31 de octubre: “Una vez más el sentido del deber me impone hacerme cargo de la jefatura del Estado”.

La sensación externa, dentro de la escasa información de los partes médicos, es que Franco agoniza.
Ante el palacio de El Pardo se concentran periodistas y público que no quiere perder el momento histórico.
Dentro del palacio, doña Carmen empieza a sentir su viudedad.
El marqués de Villaverde hace cálculos porque necesita que Franco viva hasta el 26 de noviembre, fecha en que hay que renovar al presidente de las Cortes y el franquismo quiere un franquista como Alejandro Rodríguez de Valcárcel.
Los soldados del regimiento se ofrecen para dar sangre al jefe supremo de los ejércitos, muy debilitado por la intervención quirúrgica.
Don Juan Carlos hace sus segundas prácticas de jefe de Estado.
Domina bien el escenario interior, sabe cómo transmitir tranquilidad, pero salta lo imprevisto: el astuto Hassan II, rey de Marruecos, pulsa la debilidad del Estado español y organiza la marcha verde sobre el Sáhara.
El príncipe pide la ayuda de Kissinger a través de Manuel Prado y Colón de Carvajal y a espaldas del Ministerio de Asuntos Exteriores, con profundo desagrado del ministro Cortina por esta “diplomacia paralela” de La Zarzuela y que tanto había practicado el futuro rey por la falta de apoyo de las estructuras oficiales.
Por la decisión del rey, por el apoyo de Estados Unidos o por necesidades de intendencia, la marcha verde retrocedió desde Agadir hasta Tarfaya.

La gran sorpresa: don Juan Carlos se presenta en el Sahara a ponerse al frente de las tropas españolas, aunque sólo fuese para darles moral.
No quería un ejército que se sintiera huérfano mientras el jefe del Estado agonizaba.
Con aquel gesto el futuro rey no sólo ganó la confianza de los militares y de gran parte de los ciudadanos. Increíblemente ganó el respeto de Hasan II, y sí se lo hizo saber, según le contó a este cronista casi cuarenta años después.
Las Cortes aprueban el Proyecto de Descolonización del Territorio Autónomo del Sáhara. El problema, prolongado hasta nuestros días, se convierte en internacional.
Finalmente, el 7 de noviembre Franco es trasladado a la Ciudad Sanitaria La Paz de Madrid. Tiene que ser operado nuevamente y ya nadie apuesta por su vida. Los partes del “equipo médico habitual” no suscitan ninguna esperanza de recuperación. Se habla de “nuevas y múltiples ulceraciones en el estómago que le hacen sangrar profusamente”. Es lo que se llamó después la “lenta y dolorosa agonía”.
Fuera de la clínica, el gobierno, bajo la batuta de don Juan Carlos, trata de aparentar normalidad y toma decisiones, alguna tan singular como la creación de una comisión para un régimen especial de las provincias de Vizcaya y Gipuzkoa, las antiguas “provincias traidoras”. Y está en marcha la operación Lucero con múltiples finalidades: garantizar el orden si se produce la defunción del Caudillo, preparar toda la parafernalia del entierro y, de paso, detener a todos los “rojos” sospechosos de preparar acciones subversivas. Unos cuantos, y de nombres sonoros, durmieron aquellas noches en calabozos.
España, mientras tanto, espera con ansiedad el desenlace. No hay movimientos que se puedan calificar, según el lenguaje oficial de la época, como “subversivos”, sin duda por el despliegue de las cuerpos y fuerzas de seguridad, en estado de alerta. Pero sí hay tomas de posición públicas, más o menos veladas y todavía marcadas por el miedo y la autocensura. Ha vuelto Fraga, uno de los deseados de la época, y escribe artículos.
Estallan los primeros conflictos entre el futuro rey y el presidente Arias Navarro. Y se mueven los militares más leales, los del búnker, a quienes nunca han gustado los contactos del príncipe.
Según cuentan las crónicas, a medida que se pierde la esperanza de recuperación del Generalísimo, se intensifican las plegarias. Se reza por la salud del enfermo en multitud de templos, según la informaciones oficiales. A La Paz se hacen llegar reliquias de santos de las que se espera que hagan el milagro. Entre los objetos milagrosos, una mantilla de la Virgen de la O.
Pero las oraciones no funcionan. Los partes médicos insisten en la gravedad. El día 19 de noviembre las escasísimas informaciones que captan los periodistas hablan de situación desesperada.
La vida de Franco se está sosteniendo de forma artificial. Una foto que publicaría después Intervíu, al parecer hecha por el marqués de Villaverde, reveló la crueldad de la agonía. 
Nunca se explicó debidamente por qué se le mantuvo tanto tiempo con vida. La hora oficial de la defunción fue a las 5.25 del 20 de noviembre, aunque hay datos de que fue a las 3.40.
El parte final decía: “Enfermedad de Parkinson. Cardiopatía isquémica con infarto agudo de miocardio arteroseptal y de cara diafragmática. Úlceras digestivas aguas recidivantes con hemorragias masivas reiteradas. Peritonitis bacteriana. Fracaso renal agudo. Tromboflebitis ileofemoral izquierda. Bronconeumonía bilateral aspirativa. Choque endotóxico. Parada cardiaca”.

Estos fueron los sufrimientos que causaron la segunda y definitiva muerte de Franco.
Con el acta de defunción se escribía el último capítulo de una historia que había durado cuarenta años; una “longa noite de pedra”, en descripción de un poeta gallego; la etapa más triste del tiempo contemporáneo, según la mayoría de los historiadores; la época en que España empezó a conocer la prosperidad y el nacimiento de las clases medias, según los análisis más favorables. Y, desde luego, una dictadura con todos sus instrumentos: represión, censura, cárcel, exilio, fusilamientos y lo que cuarenta años después no hemos conseguido resolver: los cadáveres en las cunetas.
Cuando el cadáver de Franco se expuso en el Palacio Real para recibir la despedida de los ciudadanos, desfilaron miles de personas. Hubo de todo: fieles a la memoria del Caudillo, curiosos que querían ver a un personaje histórico y estar en un momento histórico y gentes que al salir no tenían reparo en decir: fui a escupirle. Lo normal es concluir que dejó una España dividida entre partidarios y ciudadanos que nunca le quisieron perdonar. Hoy, cuarenta años después, todavía quedan restos del llamado franquismo sociológico. Alfonso Guerra cree que es un fenómeno que tardaremos un siglo en superar.


«¡Españoles! ¡Franco ha muerto!»
Cuarenta años del anuncio de su muerte por Carlos Arias Navarro en una de las escenas de televisión más vistas
MARISA GALLERO Madrid - 20/11/2015 a las 02:28:30h. - Act. a las 09:54:25h.
«El 20 de noviembre estaba en mi despacho, porque la muerte de Franco era inmediata. Habíamos montado un estudio pequeño de televisión en el propio Ministerio de Información y Turismo, para dar las noticias urgentes. Desde mis ventanas, se veía la vivienda del ministro León Herrera, y de pronto se encendieron las luces de su casa a las seis de la mañana. Pensé: “Eso es que Franco ha muerto”. A continuación salió el coche del ministro y a los cinco minutos llegó el teletipo anunciando su muerte», así recuerda Jesús Sancho Rof, director general de RTVE en los últimos años del franquismo, cómo fueron los momentos previos a la grabación de una de las escenas de televisión más recordadas por millones de españoles. El momento que Carlos Arias Navarro anunció con voz compungida: «¡Españoles! ¡Franco… ha muerto!».

Había asumido la dirección del ente el 5 de abril de 1974, bajo la presidencia de Arias Navarro. «Me llamó León Herrera para proponerme el cargo. Estaba trabajando con Fernández Sordo, entonces ministro de Relaciones Sindicales y le pregunté qué opinaba. Se quedó treinta segundos pensando y me apuntó: “Acepta, porque Franco se muere y hay que apoyar al Príncipe con los misiles de la televisión”. Fue una de las primeras personas que fui a ver cuándo me nombraron director. “Alteza, la televisión está a su disposición”, le dije. E hicimos todo lo posible por evitar las “meteduras” de pata del padre… Aquello funcionó en una época que era muy complicada».

«¡Franco no se podía morir!»
El 9 de julio de ese año, Franco ingresó en la Clínica Privada de la Ciudad Sanitaria que tenía su mismo nombre aquejado de una tromboflebitis. Tras un breve proceso de recuperación sufriría un retroceso que le impidió asistir a la tradicional recepción del 18 de julio en la Granja, fiesta nacional y aniversario del golpe militar que dio origen a la guerra civil. Todo parecía que iba a seguir igual. Se apostaba por la continuidad del Régimen.

«¡Franco no se podía morir! –recuerda Sancho Rof– Desde que sufrió la flebitis, estaban todos los prohombres del régimen rodeándole. Y tanto era así, que en televisión no había una biografía del general, ni tampoco del futuro Rey. Al alargarse la enfermedad, se pudo preparar una programación adecuada para el día de su muerte. No teníamos ni unidades móviles. Durante ese tiempo, se montó la operación Lucero para realizar el cambio a la monarquía tras la muerte del caudillo. Don Juan Carlos se dio cuenta, y el mismo día que jura, apareció en TVE un motorista con un sobre de la Casa del Rey que anunciaba que se suprimía la operación Lucero y se ponía en marcha la operación Alborada. Tomó las riendas desde el primer segundo».

El 3 de septiembre de 1974, las pantallas de televisión ofrecieron la imagen de un Franco recuperado que jugaba al golf en el campo de La Zapateira, ocultando sus dificultades motoras, sus problemas de dicción. «A mí me tocó grabar a Franco el último mensaje de fin de año. Veías a ese hombre viejecito, consumido, enfermo, pero ante todo, militar. Tenía escrito en el teleprompter el discurso a trocitos. Cuando le avisabas que tenía que grabar, le decías: “Mi general”. Y ese hombre hundido se erguía y se ponía en primera posición de saludo. Soltaba la frase y cuando acababa, se volvía a hundir. Entonces aparecía toda la corte, incluido el médico, y le alentaban: “¡Magnífico mi general! ¡Estupendo! ¡Como nunca!», cuenta el que fue ministro de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social con Leopoldo Calvo-Sotelo.

«¡Que no hable! ¡Córtale la señal!»
En otras imágenes grabadas un año más tarde, en un acto que presidió en el patio de armas de El Pardo, el día 12 de octubre, que se conmemoraba entonces el Día de la Raza, muestran su deterioro físico, los estragos del párkinson. El último Consejo de Ministros que presidió Franco fue el viernes 17 de octubre de 1975, dos días después de sufrir un infarto agudo que el propio interesado calificó de corte de digestión. «Cuando empieza a estar muy enfermo, y preside el Consejo con marcapasos, la sensación era que no pasaba nada. No se ocultaba información, porque no había información. Todo era cerrado. Un día me llega al despacho el jefe de informativos y me dice: “El corresponsal de la televisión francesa nos pide urgentemente un locutorio y una conexión con Francia para anunciar que Franco se ha muerto, porque aquí nadie dice nada”. “Pero, ¿qué dices?”, le respondí. Cogí el teléfono y llamé al ministro de Información para explicarle la situación. Me contestó: ¡Que no hable! ¡Córtale la señal!”. Intenté razonar: “¿Cómo le voy a cortar la señal a la televisión francesa? Lo que tendría qué hacer el Gobierno es dar una nota sobre la salud de Franco”. Salió un comunicado explicando que estaba constipado, que salía de una gripe y que no le pasaba nada. A partir de ahí se suceden los partes médicos, en cuanto había alguna mejoría había que darla inmediatamente. A mí ya me aburrían».
Así también lo cuenta Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona en «Memorial de transiciones (1939-1978)» editado por Galaxia Gutenberg. «Se daban con cuentagotas las noticias sobre la salud de Franco, firmadas por “el equipo médico habitual”. Hacia afuera empezó el reguero de partes médicos, que se leían con voz solemne en el telediario […]. Imaginar que Franco moriría era casi subversivo».

«¡La radio la han tomado los comunistas!»
A principios de noviembre, las arterias del general no resisten y le operan en el Pardo. Dos días más tarde, el 5 de noviembre, lo trasladan a La Paz y con 83 años pasa otras cuatro horas y media de quirófano. «Cuando a Franco le están operando, surgió la duda de si cortar o no la programación de TVE. Fue la famosa noche que se transmitían documentales de pájaros, y más pájaros, mientras esperábamos a ver qué pasaba, aquello no se acababa nunca. Cómo sería el ambiente, que una noche, a las tres de la mañana, me llama el director general de Seguridad y me dice: “¡La radio la han tomado los comunistas!”. ¡Qué dices!, le contesté. “¿No estás oyendo Radio Nacional?”. “Pues no, estoy en la cama durmiendo”. Cuando cuelga, pongo la radio, y había un coloquio donde seis arquitectos opinaban sobre la Sagrada Familia de Gaudí. Le llamé de nuevo: “Te habrás equivocado de emisora, porque es un coloquio de arquitectos”. Y responde: “Sí, ese mismo. De los seis, cuatro son comunistas”. Me dio la risa: “Me haces un favor. Mándame mañana la lista de comunistas para que yo la tenga en el despacho y así no haya ningún problema”. ¡Así estaba el país!».

La hora oficial de la muerte de Francisco Franco fue las 5:25 de la mañana, aunque falleció antes de las dos de la madrugada. «Para ese desenlace estaba prevista una intervención de Carlos Arias Navarro. El guion estaba cargado en el teleprompter. Cuando Arias llega al estudio junto a León Herrera, le dije: “Bueno presidente, está todo preparado”. Y respondió: “Lo que tengas preparado no vale. Tengo escrito cosas nuevas. La hija de Franco le había dado su testamento, y le descolocó e improvisó un discurso». Las palabras de Arias Navarro forman parte de nuestra historia y del fin de una dictadura: «¡Españoles! ¡Franco… ha muerto! […] Yo sé que en estos momentos mi voz llegará a vuestros hogares, entrecortada y confundida por el murmullo de vuestros sollozos… Es natural; es el llanto de España, que siente como nunca la angustia infinita de su orfandad […]»