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La que se nos viene encima
La Vanguardia | Francesc de Carreras“
El objetivo es analizar con criterios
históricos, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, las consecuencias que ha
tenido para el país la acción política, casi siempre de carácter represivo, del
Estado español en relación con Catalunya (…) Los diversos ponentes analizarán
las condiciones de opresión nacional que ha padecido el pueblo catalán a lo
largo de estos siglos, las cuales no han impedido el pleno desarrollo político,
social, cultural y económico”.
El Govern de la Generalitat prepara para
el año próximo la conmemoración del famoso 11 de septiembre de 1714: se
cumplirán 300 años de la caída de Barcelona tras el asedio de las tropas de
Felipe V.
Esta última batalla puso fin a la
llamada “guerra de sucesión” a la Corona de España que había comenzado en 1700
y que, más allá de sus repercusiones internas, fue un conflicto internacional
en el que se dirimía el equilibrio entre las grandes potencias europeas al
enfrentarse dos coaliciones encabezadas, respectivamente, por el imperio austriaco
e Inglaterra y por Francia y España.
Los sucesivos tratados de Utrecht
pondrían un definitivo final al conflicto estableciendo un nuevo reparto
territorial.
Se suele olvidar que en esta guerra
de sucesión la ciudad de Barcelona fue asediada militarmente cuatro veces: en
1704 y 1705 por las tropas anglo-austriacas y en 1706 y 1714 por las
francoespañolas.
No hace falta añadir que en la
composición de las tropas de asedio, así como entre los defensores de
Barcelona, había militares de todos los orígenes, incluidos siempre en todos
los bandos muchos catalanes.
Los ejércitos, como se sabe, estaban
compuestos de mercenarios y los enfrentamientos eran entre monarquías, no entre
pueblos: entonces sólo había súbditos, no ciudadanos.
El peligro de las conmemoraciones
históricas es su manipulación política.
Lo más adecuado sería que la tarea se
dejara a los historiadores, cuidando únicamente los poderes públicos que su
patrocinio –es decir, las subvenciones– se limite a asegurar el rigor
científico y la pluralidad de tendencias historiográficas.
En este aspecto, tanto la Generalitat
como el Ayuntamiento de Barcelona no han comenzado muy bien: los comisarios
nombrados por ambas instituciones para organizar la conmemoración son Miquel
Calçada (Mikimoto) y Toni Soler (el director del programa Polònia, de TV3),
conocidos sobre todo por hacer periodismo humorístico.
Quizás no lo hagan mal, probablemente el
sentido del humor sea adecuado para este tipo de fastos históricos, pero es
dudoso que resulten competentes y objetivos como historiadores.
Valentí Puig, en un artículo reciente,
expresaba su temor a que la conmemoración se convirtiera “en un reality show
posmoderno a cargo del contribuyente”, un temor que muchos compartimos.
Tampoco son un buen auspicio las
celebraciones previas que tendrán lugar este año para calentar el ambiente. La
primera creo que será la inauguración el 11 de septiembre del remodelado
edificio del antiguo Mercat del Born, cuyas obras, ya empezadas para
convertirse en Biblioteca Pública provincial –financiada por el Estado–, fueron
súbitamente interrumpidas al descubrirse restos de cimientos de las casas
derribadas bajo la administración de Felipe V para construir una ciudadela
militar, hoy desaparecida y transformada en parque.
Existiendo junto al Born un barrio de la
misma época, todavía en pie y habitado, siempre me pareció absurda tal decisión
desde el punto de vista del interés general, aunque sea coherente con las
políticas de las autoridades nacionalistas dado el rédito victimista que pretenden
sacar a estos restos sin importancia arqueológica. Mientras, la Biblioteca aún
está por hacer: de seguir las obras ya se hubiera terminado hace más de diez
años. La propaganda se ha antepuesto a la cultura. ¿Por qué la Conselleria de
Cultura no se llama Conselleria de Propaganda?
Me ha llegado también el programa del
simposio “Espanya contra Catalunya: una mirada històrica (1714-2014)”, dirigido
por el profesor Jaume Sobrequés y organizado por el Centre d’Història
Contemporània de Catalunya (del Departament de Presidència de la Generalitat) y
la Societat Catalana d’Estudis Històrics (del Institut d’Estudis Catalans). Se
celebrará en Barcelona los días 12, 13 y 14 de diciembre de este año.
Como ven, su mismo título, evocador de
un combate de boxeo, ya pone de manifiesto su carácter netamente político, para
nada científico. Espero, al menos, que para ser ecuánimes organicen otro
simposio que lleve por título “Catalunya contra Espanya”.
El título ya es revelador, pero una
mirada a los objetivos y al contenido de los temas a tratar, acentúan todavía
más su carácter de mera propaganda nacionalista catalana. En el programa se
dice textualmente:
“El objetivo es analizar con criterios
históricos, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, las consecuencias que ha
tenido para el país la acción política, casi siempre de carácter represivo, del
Estado español en relación con Catalunya (…) Los diversos ponentes analizarán
las condiciones de opresión nacional que ha padecido el pueblo catalán a lo
largo de estos siglos, las cuales no han impedido el pleno desarrollo político,
social, cultural y económico”.
Este último inciso es muy curioso
porque delata una contradicción de fondo: ¿cómo es posible que un pueblo tan
oprimido, perseguido y expoliado, se convirtiera en uno de los más ricos,
cultos y socialmente avanzados de España a fines del mismo siglo XVIII y así
haya continuado hasta hoy? No dudo que este simposio, con un poco de sentido
del humor, nos aclarará este paradójico enigma.
Francesc de Carreras, catedrático de
Derecho Constitucional de la UAB.
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