Luis María ANSON
Un mes antes de las elecciones
generales, Gregorio Marañón propugnó, en un medido artículo, el pacto de Estado
entre PP y PSOE para afrontar la situación crítica que zarandeaba a España.
Unos días después, antes también de las
elecciones, me sumé a lo que proponía Marañón. Sin éxito, claro. La euforia de
la mayoría absoluta de Rajoy cegó el camino a lo que el sentido común exigía.
Con 18 meses de retraso ha llegado por
fin el pacto de Estado, un minipacto, en efecto, pero algo es algo. La política
española estaba articulada sobre los dos grandes partidos de centro derecha y
centro izquierda. Felipe González ha explicado muy bien que el bipartidismo
tiene defectos pero que, para gobernar, es mejor que la alianza entre cuatro o
cinco partidos.
La salud de España exige la regeneración
del PP y la recuperación del PSOE. El acuerdo entre Rubalcaba y Rajoy es solo
el comienzo. Para superar la crisis de un régimen que está agotado es necesaria
una reforma constitucional de fondo que incorpore a las nuevas generaciones al
sistema. Y eso solo se puede articular sobre la base del pacto de Estado entre
el PP y el PSOE. Así es que los próximos meses serán decisivos. Si Rajoy y
Rubalcaba se desembarazan de sus telarañas y de sus escapularios ideológicos podrán
ponerse de acuerdo para abordar, conforme al artículo 168 de la Constitución,
la reforma de nuestra Carta Magna. Eludir esa responsabilidad sería sumir en la
incertidumbre el futuro de España.
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