ADOLFO
SUÁREZ GONZÁLEZ
Recientemente
el periódico ABC ha publicado una entrevista inédita que Josefina Martinez del Álamo realizó en 1980 al entonces Presidente del
Gobierno Adolfo Suárez. Fue tan sincero en ella que sus consejeros decidieron que
no se publicara, porque «un presidente no puede ser tan sincero».
La
entrevista se había hecho esperar. Al iniciarla, Suárez le dice a la
periodista: «¿Ve cómo por fin hablamos?... Yo cumplo lo que prometo. Podía
usted confiar».
Ella
le responde: «Nunca lo dudé. Siempre pensé que haríamos esta entrevista».
«¿Sí?....»
le dice Suárez mirándola sorprendido. «¡Pues es toda una prueba de fe!». La
entrevistadora anota, Suárez no sonríe. Parece asombrado de que alguien confíe
en su palabra.
Él
se muestra convencido de que los españoles no le conocen y expresa su intención
de evitar ese desconocimiento, para ello piensa utilizar la televisión, porque
sólo en ella « el es responsable de lo que dice, pero no es responsable de lo
que dicen que ha dicho»..
Amargamente
se duele de que algunos periodistas le pregunten sobre un tema político para
tratar de convencerlo de sus posturas. Por eso les pregunta: «¿Ustedes, qué quieren:
saber mi opinión o convencerme de la suya? », « si vienen a hacerme una
entrevista, les interesará conocer mi criterio, supongo», « tendrían que
escucharlo libre de prejuicios», luego “lo estudian, se informan y, si no les
gusta, lo critican.. »..
Señala
que con frecuencia los periodistas “sólo se tienen presentes a ellos mismos.
Escriben para ellos mismos”, (…) “nadie intenta hacer una crítica objetiva de
las actuaciones políticas, con independencia del partido que realiza la
acción». «La prensa persigue intereses concretos (…), defiende las
conveniencias de alguien que instrumentaliza a ese periodista. Y los periodistas
se han convertido en correas de transmisión de los intereses de grupos
determinados». «Hay excepciones, desde luego. Pero, por desgracia, esa es la
tónica general».
Como
ejemplo señala: «Esta tarde les decía a unos periodistas: ¿pero cómo es posible
que tengan ustedes el más mínimo respeto a una persona que les cuenta lo que ha
ocurrido, lo que se ha tratado en un consejo de ministros o en alguna reunión
de naturaleza totalmente reservada? ¡Para mí, ese señor se habría acabado! (…) Pero
ustedes colocan a esa persona en la punta de lanza de la popularidad... (…) Eso
es deleznable... Y se está dando mucho en la política española».
(…)
«...noto, además, que algunos periodistas no intentan obtener los datos
necesarios para hacer una información exacta. He hablado de Autonomías con un
grupo de periodistas. Y les he dicho: ¿ustedes se dan cuenta de que han
desprestigiado totalmente el estatuto gallego? Les pregunto: ¿lo ha leído
alguno de ustedes? Y no... ¿Y han leído ustedes el título octavo de la Constitución?...
Y no».
Esos
que opinan y no saben
«Y
es más: me reuní con los intelectuales gallegos que habían criticado el
Estatuto de Galicia. Los he llamado reservadamente. Los he invitado a almorzar.
He ido con el estatuto y lo he puesto encima de la mesa: «Señores, vamos a
mirar artículo por artículo dónde está la ofensa a Galicia...» ¡Y me confesaron
que no lo habían leído!... Cuando todos ellos se habían manifestado
públicamente en contra... (…).Yo repito a menudo que en España está ocurriendo
un fenómeno muy grave: las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y
no pasan nunca por el cerebro... casi nunca pasan por la reflexión previa». «Pero
es un hecho que está ahí; que sucede. Y luchar contra ello es muy difícil... Yo
he intentado combatirlo muchas veces... ¡Y así me va!»
«...
Así me va... Soy un hombre absolutamente desprestigiado. Sé que he llegado a
unos niveles de desprestigio bastante notables... he sufrido una enorme
erosión».
Pero
no puedo arreglar esta situación “utilizando los mismos procedimientos” de los
que me desprestigian. “Yo sólo digo que me juzguen por mis obras. ¡Dios mío...
que no son todas deleznables!».
«Desde
luego, el 80 por ciento de lo que se escribe de mí no responde a la realidad...
¿Y qué voy a hacer? ¿Usted sabe lo que supone pasarse el día rectificando? ¡Es
horrible! «Quién calla, otorga presidente», suelen decir los periodistas. Pero
ustedes comprenderán que si alguien inventa una cosa, y la prensa la recibe
como noticia y no la contrasta y la publica, yo no puedo dedicarme a
desmentirla... Me faltarían horas para eso». «No se puede luchar contra la irreflexión.
Es muy difícil que una persona asuma sus propios defectos. Y cuando se los dice
alguien que además es presidente del Gobierno, creen que está buscando unos
niveles importantes de aprobación personal». «No se le puede advertir a nadie:
usted se equivoca porque no lee; usted se equivoca porque no estudia; no se
informa de los hechos... Decir eso es muy grave».
«Nadie
lo admite casi nunca. Consideran que es una ofensa personal. Y aumenta todavía
el grado de irritación contra mí. He llegado a la conclusión de que es mejor
callar. Y es lo que suelo hacer».
La
primera obligación de un político “es no convertirse en un autómata. Tiene que
recordar que cada una de sus decisiones afecta a seres humanos. A unos
beneficia y a otros perjudica. Y debe recordar siempre a los perjudicados...»
«Otro
requisito indispensable en un político es la capacidad para aceptar los hechos
tal y como vienen, y saber seguir hacia delante. Nunca puede sentirse
deprimido. Tiene que continuar luchando. Confiar en lo que siempre ha defendido
y en los objetivos programados a largo plazo... Pasar por encima de las
coyunturas. Porque, a veces, las circunstancias pueden desvirtuar el destino histórico
de un país. Y es preferible decir sí a la Historia que a la coyuntura. Yo
lucho, intento luchar, contra esas coyunturas». Esto supone “una gran
tensión... Como nadar contra corriente (…) una tensión tremenda... hay que
estar dispuesto a aceptar un grado enorme de impopularidad “.
«Yo
no opino, como muchos, que el pueblo español estaba pidiendo a gritos libertad.
En absoluto, (…) el pueblo español, en general, ya tenía unas cotas de libertad
que consideraba más o menos aceptables... Se pusieron detrás de mí y se
volcaron en el referéndum del 76, porque yo los alejaba del peligro de una
confrontación a la muerte de Franco. No me apoyaban por ilusiones y anhelos de
libertades, sino por miedo a esa confrontación; porque yo los apartaba de los
cuernos de ese toro...» y «Tuvimos que
aprender que los problemas reales de un país exigen que todos arrimemos el
hombro; exigen un altísimo sentido de corresponsabilidad. Y sin embargo, los
políticos no transmitimos esa imagen de esfuerzo común... La clase política le
estamos dando un espectáculo terrible al pueblo español».
“Somos
los políticos. Los profesionales de la Administración... La imagen que
ofrecemos es terrible... Vivimos una crisis profunda que no es, en absoluto,
achacable al sistema político. Pero la democracia exige a todos una
responsabilidad permanente. Si nosotros fuéramos capaces de transmitir al
pueblo ese sentido de responsabilidad, si lo tuviéramos perfectamente informado,
el pueblo español asumiría todo lo que supone la soberanía ciudadana».
«Pero
le hemos hecho creer que la democracia iba a resolver todos los grandes males
que pueden existir en España... Y no era cierto. La democracia es sólo un
sistema de convivencia. El menos malo de los que existen».
«Mi
mayor preocupación actual es la convivencia. La democracia puede ser más o menos
buena, pero lleva en sí unos altos niveles de perfeccionamiento. Y la
perfección máxima consiste en la convivencia perfecta. Hay que crear las
condiciones necesarias para que los españoles convivan por encima de sus ideas
políticas; que las ideologías no dañen las relaciones de amistad, de vecindad».
«Sé
que es un objetivo posible; estoy convencido. Y si lo conseguimos, habremos
hecho una labor histórica de primera magnitud. Por fin habríamos acabado con
todas las previsiones de enfrentamientos históricos. La transición española
dará un ejemplo al mundo».
«Que
sean amigos personas de partidos diferentes, pero amigos. Que por la mañana puedan
ir a votar juntos, y después sigan charlando y discrepen, pero civilizadamente.
Que no traslademos al país nuestro rencor personal. Que no ahondemos con
diferencias políticas las diferencias regionales y económicas que ya existen.
Diferencias que, además, tampoco son insalvables... ese es mi auténtico
objetivo. Esa sería mi compensación».
«Creo
que la Historia de esta época sólo será objetiva cuando pase mucho tiempo. Pero
ahora, de inmediato, se verá afectada por las propias posiciones personales. Yo
escucho y leo muchas cosas que se han escrito en los últimos cuatro años... !Y
hay una cantidad de inexactitudes y de errores de perspectiva!... Cualquiera
sabe lo que dirá la Historia dentro de 30 o 40 años... Por lo menos, pienso que
no podrá decir que yo perseguí mis intereses. Admitirá que luché, sobre todo,
por lograr esa convivencia; que intenté conciliar los intereses y los
principios..., y en caso de duda, me incliné siempre por los principios».
«Insatisfacciones...
muchas. Ingratitudes, más bien diría que muchísimas... Bueno, ingratitud no es
la palabra exacta, aunque las he recibido. Lo malo es la incomprensión. ¿Usted
sabe las cosas que han dicho de mí? Personalmente me afecta poco lo que
digan... pero me preocupo por mi hijos. Por si un día llegan a creer que su
padre era todo eso que se escribe en la prensa.. “La incomprensión me ha
producido ratos amargos, cansancios. Ha habido momentos terribles».
«Pero
resisto. Yo suelo decir que me he empeñado en un combate de boxeo, en el que no
estoy dispuesto a pegar un solo golpe. Quiero ganar el combate en el quince
round por agotamiento del contrario... ¡Así que debo tener una gran capacidad
de aguante!... »
«Es
una imagen que refleja bien mi postura. Si en mis decisiones públicas hubiera
un pequeño ingrediente personal —el más mínimo— derivado de las ofensas que he
recibido, en ese mismo instante me marcharía. Porque estaría cometiendo los
mismos errores que se han cometido históricamente. Caería en las equivocaciones
de esos políticos que, por razones personales, llevaron a España a
enfrentamientos muy graves».
«A
veces cuesta un gran esfuerzo mantener esta actitud... A mí me han estado
insultando de una forma tremenda... Y yo he seguido saludando con el mismo
gesto, con la misma intención, hasta con el mismo afecto, a la persona que me
insultaba...»
Ahora
la periodista termina: “cuando yo, por compromiso y deferencia, le envié la
trascripción de la conversación mantenida en la madrugada de Lima, sus
consejeros dilucidaron y discreparon si se debería o no publicar, triunfó el no «porque el presidente no puede
ser tan sincero».
Pero
el hecho es que había sido demasiado sincero. Y la entrevista quedó encerrada
en un cajón. Concluye, “reconozco que un
presidente no podía ser públicamente tan sincero. Pero ahora también, cuando le
llueven los homenajes y las nostalgias, creo que es bueno que quienes lo
criticaban tanto, de los que se dolía, o todos los demás que apenas lo han
conocido sepan cómo pensaba y cómo se sentía”.
Poco
después de esta entrevista, Adolfo Suárez dimitió como Presidente del Gobierno.
Han pasado muchos años desde 1980 y su “demasiada sinceridad” de entonces
describe realidades y actitudes hoy vigentes.
Para
muchos de nuestro presente, Adolfo Suárez sigue siendo un desconocido, a veces
intencionadamente ignorado. El 9 de Junio de 1976, en un discurso sobre la Ley
de Asociaciones Políticas en las Cortes antes de su elección, Adolfo Suárez
citó unos versos de Antonio Machado.
...y
permitidme para terminar que recuerde los versos de un autor español:
«Está
el hoy abierto al mañana
mañana
al infinito
Hombres
de España:
Ni
el pasado ha muerto
Ni
está el mañana ni el ayer escritos».
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